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¿Dónde está la Iglesia de Dios hoy?
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Jesús dijo: “Edificaré mi Iglesia”. Hay una sola organización que enseña toda la verdad de la Biblia, y es llamada a vivir por “cada palabra de Dios”. ¿Usted sabe cómo encontrarla? Cristo dijo que:

  • Enseñaría “todas las cosas” que Él ordenó
  • llamaría a los miembros a ser apartados por la verdad
  • Sería una “manada pequeña”
Acerca del Autor
Photo of David C. PackDavid C. Pack 

Fundador y Pastor General de La Iglesia de Dios Restaurada, Editor en jefe de la revista La Plena Verdad, y voz del programa El Mundo por Venir, David C. Pack ha llegado a muchos millones de personas en todo el mundo con las verdades más poderosas de la Biblia — desconocidas por casi todos. Él es autor de 80 libros y folletos, estableció personalmente más de 50 congregaciones, y apareció como invitado en The History Channel. El Sr. Pack asistió al Colegio Ambassador en Pasadena, California, entró al ministerio de la Iglesia de Dios Universal en 1971, y fue entrenado personalmente por su fundador, Herbert W. Armstrong.

Los Diez Mandamientos

¿“Clavados en la cruz” o necesarios para la salvación?

por David C. Pack

Para cada causa hay un efecto. Al obedecer los Diez Mandamientos se identifica la causa que producirá todo efecto bueno y deseable. Pero el mundo ha sido engañado pensando que esta gran Ley es una carga dura y que carece de amor y misericordia. El mundo aún ignora la clara Palabra de Dios: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (I Juan 5:3). ¡Los Diez Mandamientos NO han sido eliminados! Ahora USTED puede saber por qué debería guardar esta viviente y activa Ley espiritual de Dios.

Introducción

Dios ha creado y sostenido el universo con cientos de miles de millones de galaxias, cada una de las cuales consiste de millones de estrellas. Cada movimiento de los cuerpos celestes dentro de estas galaxias se sujeta a las leyes de la física y la química. Desde las fuerzas que sujetan los núcleos de los átomos hasta los principios que gobiernan a estos grandes sistemas de estrellas, las leyes de Dios lo regulan todo. Desde la plenitud de la tierra hasta la inmensidad del espacio; desde la belleza de la creación hasta las mentes que la pueden comprender, todos testifican la majestuosidad de Dios y de su previsión creativa e ilimitada.

El brillante científico Albert Einstein observó el orden, las leyes y la planificación que Dios puso en su creación. Aunque dudaba de la autoridad de la Biblia, él estaba convencido de la existencia de una inteligencia superior operando en el universo. Einstein creyó en la existencia de un “dios” que es revelado en el orden y armonía de lo existente. Él estaba sorprendido de la armonía de las leyes naturales, las cuales revelaban una inteligencia de tal superioridad que el pensamiento colectivo de los seres humanos era absolutamente insignificante (tomado de, De Mis Últimos Años, 1950).

La creación física de la tierra y del universo refleja un orden debido a la interacción, balance y armonía perfectos con las leyes naturales. Del mismo modo, existen leyes espirituales, que si se obedecen pueden asegurar la paz, armonía y dicha entre los hombres y las naciones. Pero las masas no han comprendido estas leyes.

Dios le ha permitido a la humanidad ejercer su libre albedrío. Después de haber violado las leyes espirituales de Dios a través del curso de la historia humana, el hombre se verá forzado a darse cuenta y apreciar que los caminos de Dios superan infinitamente los suyos. Seis mil años de agonía, se plantan en el historial del hombre como un crudo testimonio del vivir en contra de las leyes de Dios, establecidas para su propio bien.

El estándar máximo

Los Diez Mandamientos son el centro de las leyes de Dios. Muchas escrituras se expanden sobre ellos en gran detalle. Los mandamientos de Dios son el estándar universal que nos permite saber cuándo estamos en curso y cuándo nos hemos desviado en el camino.

La Biblia—la cual define cada principio y ley cruciales que gobiernan la vida—es la norma que dirige nuestro camino. El Salmo 119:9 dice, “¿Con qué limpiará el joven su camino? con guardar Tu palabra”. El versículo 105 agrega, “Lámpara es a mis pies Tu palabra, Y lumbrera a mi camino”.

A través de la historia, los marineros navegantes de alta mar han usado una parte de la Osa Mayor para localizar la Estrella del Norte. Una vez localizada, ésta les revela su orientación y destino. Otros instrumentos de navegación proporcionan más detalles y asistencia. Del mismo modo, los Diez Mandamientos son la norma por la cual todos los seres humanos establecen y mantienen su rumbo. Los mandamientos definen los límites que se les requiere a las personas para construir y desarrollar un carácter santo.

Una ley como ninguna otra

Pero la Ley de Dios es mucho más que un instrumento de navegación y el Antiguo Testamento presenta muchos versículos sobre la perspectiva de Dios de la Ley que muchos creen que se ha vuelto nula e inválida por la “exclusión” del Nuevo Testamento. Veamos solamente unos pocos pasajes y conforme usted vaya leyendo pregúntese si éstos le suenan a una ley que Dios eliminaría más adelante—como si ésta pudiese ser guardada en nombre de las personas—cumplida en representación de ellos por Cristo—como muchos están dispuestos a creer.

Primero, considere también el versículo 172 del Salmo 119 en el cual el salmista registró, “Porque todos Tus mandamientos son justicia”. El versículo 18 agrega esto, “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu ley”.

Note ahora las raramente mencionadas declaraciones de David en el Salmo 19: “La Ley del Eterno es perfecta, que convierte [restaura] el alma” (vs. 7) y “El precepto del Eterno es puro, que alumbra los ojos” (vs. 8).

¿Cómo podría alguien creer que Dios descartase una ley tan maravillosa? Aquellos que creen que la ley ha sido “abolida” o “clavada en la cruz” tienen un tremendo problema al tratar de explicar por qué Dios abandonaría esa ley descrita en términos tan vivos. El problema de intentar “espiritualizar” la Ley de Dios se hace aún más serio cuando uno considera algunos otros preceptos.

Por ejemplo, pongamos juntos un par de pasajes; el primero, del libro de Eclesiastés. Salomón concluye doce capítulos inspiradores y fascinantes sobre la vida y lo que es de gran importancia para el ser humano: “Teme a Dios, y guarda Sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (12:13). Preguntémonos: reconociendo que esto sólo se puede estar refiriendo a los Diez Mandamientos, dado que está registrado en el Antiguo Testamento, ¿cómo podría tan completa y concluyente declaración ya no aplicar después? Notemos que, precisamente, el versículo que sigue advierte: “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (vs.14).

En contexto con la Ley de Dios, con tan obvia conexión, ¿por qué no hay más personas preocupadas por tan serias advertencias?

Veamos ahora una declaración, casi idéntica a la de Salomón, que refleja lo que Dios deseaba de—y para—su Pueblo, la nación de Israel: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que Me temiesen y guardasen todos los días todos Mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre! (Deut. 5:29).

Yendo más a fondo: ¿Por qué más personas que estudian la Biblia no reconocen la seriedad de lo que está registrado en Proverbios 28:9? “El que aparta su oído para no oír la ley, (nuevamente, esto solo puede referirse a los Diez Mandamientos), [incluso] su oración es abominable”. Este es una declaración muy seria.

Podrían ser agregados muchos pasajes más a esta breve lista. (Un capítulo casi al final del libro examinará las escrituras en el Nuevo Testamento sobre la ley y el pecado.) Así como las leyes físicas que gobiernan el universo hacen que todas las cosas funcionen de manera ordenada, los Diez Mandamientos son leyes que gobiernan la vida de un cristiano, trayéndole la paz verdadera, la felicidad real y el éxito máximo que todos anhelan.

Capítulo Uno – ¿Precedieron los Diez Mandamientos a Moisés?

La mayoría de los líderes del cristianismo profesante insisten que la esencia de la Ley espiritual de Dios—los Diez Mandamientos—fue eliminada. Repitiendo lo que les fue enseñado sin pedir más prueba, la llaman la “ley de Moisés” y afirman que fue abolida por el sacrificio de Cristo, pero ellos no conocen la diferencia entre los sacrificios rituales levíticos, la ley de Moisés y la Ley de Dios.

Una combinación de ignorancia y un intento de minimizar los Diez Mandamientos a una mera ‘dispensación” (algo obligatorio por un período limitado de tiempo) ha causado que la mayoría crea que los Diez Mandamientos no existían antes de que Moisés los recibiese en el Monte Sinaí. ¿Es esto verdad? ¿Es bíblica esta enseñanza? Mientras que otros capítulos de este libro establecerán si el Nuevo Testamento requiere obediencia a estas maravillosas leyes, nuestro propósito en este punto es examinar el período desde la Creación hasta Moisés. Considerando que la escritura no puede ser quebrantada, ¿qué escrituras pueden ser examinadas como prueba?

¿La ley de Moisés o la Ley de Dios?

Los Diez Mandamientos nunca fueron llamados la ley de Moisés, sino la Ley de Dios. ¡Entendamos esto primero! La ley de Moisés consiste en (1) las leyes civiles, las cuales son estatutos y decretos que Moisés transmitió al Pueblo de Dios, registradas en Éxodo 21-23 y el resto de los libros de la Ley y (2) las leyes rituales (del griego: ergon) que fueron agregadas más tarde, resumidas en Hebreos 9:10. Éstas eran decretos que regulaban el trabajo de la tribu de Leví, en el servicio del templo, los sacrificios, (Lev. 1-7) y las funciones asociadas. La palabra ergon significa “obras” como en el contexto “las obras de la ley” (tal como en Gálatas 2:16). Esto se refiere a la labor que involucraba los rituales Levíticos que fueron abolidos con el sacrificio de Cristo.

Los Diez Mandamientos estaban ya en vigor mucho antes que fuesen dados oficialmente a Israel en el Monte Sinaí y esto será demostrado. De hecho, estos mandamientos han existido desde la creación del hombre. Los Diez Mandamientos nunca fueron parte de la ley de Moisés (abordada a profundidad más adelante en el capítulo) o del sistema de sacrificios levíticos. Las leyes civiles y sacrificios estaban basados en los mandamientos de Dios, los cuales constituyen la esencia de Sus leyes. Por lo tanto, los Diez Mandamientos preceden y van más allá de cualquier ley menor o práctica derivada—estatutos, juicios, preceptos y ordenanzas.

Los Diez Mandamiento son leyes espirituales de Dios (Rom. 7:12,14). Son leyes tan activas como las leyes físicas de la gravedad y de la inercia. Así como el quebrantar las leyes físicas resulta en una consecuencia física, quebrantar las leyes espirituales resulta en una consecuencia espiritual.

La definición de pecado

La mayoría de los seres humanos no saben de, o no quieren que se les recuerde I Juan 3:4, en donde se define el pecado: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es la transgresión de la ley”. Conforme vayamos desarrollando el tema, usted verá (en etapas) la conexión central entre al pecado y la ley.

Romanos 6:23 dice que “la paga del pecado es muerte”. Romanos 5 explica: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir) (vs. 12-14).

En otras palabras, Adán pecó. El pecado no se imputa—no aplica—donde no hay ley (lea cuidadosamente Romanos 4:15). La muerte reinó desde Adán hasta Moisés. (Recuerde que la muerte es el castigo del pecado, el cual es definido como la transgresión de la ley). La única forma en que Adán y sus descendientes pudieron pecar—quebrantar la ley espiritual de Dios—¡era si la Ley ya existía! Sin esta ley en vigor, nadie hubiera podido ser culpable de pecado.

En vez de rechazar el pecado, los religiosos modernos rechazan la ley. Ellos ven la ley como un peso—quieren estar libres de guardarla. Pero note las lecciones clave encontradas en Romanos 7:7: “¿Qué diremos, pues? ¿Es pecado la ley? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. No es la ley el problema—y Pablo está citando claramente uno de los Diez Mandamientos—sino el pecado. Dios nos revela lo que es el pecado. Él hace esto por medio de su Ley perfecta. Por su propia cuenta, el hombre no puede descubrir la Ley perfecta de Dios. Dios tiene que revelarla y enseñárnosla.

El primer pecado del hombre

En el jardín del Edén, Dios habló con Adán y Eva y les dio una instrucción clara y comprensible. Adán necesitaba esto. Él era un adulto con mente adulta, pero Dios tenía que revelarle los límites espirituales que él no podría descubrir por sí mismo sin quebrantar las leyes de Dios. Génesis 2:15 dice: “Tomó, pues, el Eterno Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó el Eterno Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol [del conocimiento] del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.

A Adán le fueron dadas instrucciones en cómo debería mantener el huerto. También le fue ordenado no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal (sin decidir por sí mismo que era bien o mal), y le fue dicho exactamente cuál sería la pena por desobedecer esta orden. En efecto, le fue presentado lo que sería el mismo castigo descrito en el Nuevo Testamento: “La paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23).

Dios les reveló a Adán y a su esposa el conocimiento correcto sobre cómo vivir, pero les dio la libertad de decidir si iban o no a seguir su camino. Esto fue libre albedrío, el cual Dios ha dado a toda la humanidad.

En forma de una serpiente, Satanás le dijo a Eva que, si tomaba el fruto del árbol prohibido, “No moriréis; sino que Dios sabe que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios [dioses,] sabiendo el bien y el mal” (Gén. 3:4-5). Siendo crédula ante las astutas tácticas de Satanás, Eva cayó en su engaño y comió de aquel árbol, y también lo hizo Adán.

Adán pecó al actuar en contra de la orden de Dios. Él quebrantó la Ley de Dios. Al hacerlo se transformó en el siervo de aquél al que obedeció—Satanás. Este principio está explicado en Romanos 6:16: “¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”

Quien sea o cualquier cosa que uno obedezca y sirva es su dios. En este caso, Adán y Eva quebrantaron el primer mandamiento al poner otro dios delante del Dios Creador. Al hacer eso, también quebrantaron el quinto mandamiento al deshonrar a su Padre, en el sentido en que Adán fue creado como hijo de Dios (Lucas 3:38). Su pecado también incluyó el robar (el octavo mandamiento), en que tomaron algo que no era de ellos. Además de esto, Eva codició el fruto prohibido. La codicia es deseo, lo cual quebranta el décimo mandamiento.

Quebrantar un mandamiento lleva a quebrantar todos los otros. Esto es precisamente lo que el apóstol Santiago expresó en Santiago 2:10, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Las leyes de Dios están interrelacionadas e intrínsecamente entrelazadas—si usted quebranta una, en algún punto usted las quebranta todas. El pecado siempre se extiende.

En Génesis 4 Caín, el primer hijo de Adán, se enfureció en contra de su hermano Abel porque Dios aceptó el sacrificio de Abel, pero no el suyo. Fíjese cómo en los versículos 6-7 Dios amonesta a Caín: “Entonces el Eterno dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, [enfurecido] y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado [imposible sin la ley] está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”. Caín cometió homicidio y quebrantó así el sexto mandamiento.

Cuando alguien tiene ideas equivocadas, el pecado está a la puerta, porque los pensamientos pecaminosos llevan a acciones pecaminosas. Dios nos ordena que tengamos dominio sobre el pecado—que controlemos los impulsos y ansias de cometerlo. Caín mató a Abel y le mintió a Dios al respecto. Esto es una violación directa al noveno mandamiento, el cual prohíbe “levantar falso testimonio en contra del prójimo”. Caín había pecado y lo sabía. Esto sucedió unas pocas décadas después de que Adán pecase primero. La familia de Adán y Eva se expandió sabiendo que el quebrantar la Ley de Dios era pecado, o Dios no los hubiese hecho responsables de ello.

Otros Mandamientos en vigor antes del Sinaí

La Biblia da ejemplos de cada uno de los Diez Mandamientos siendo guardados antes del tiempo de Moisés. Cuando Dios llamó a Jacob para que volviese a Betel, donde Dios se le había aparecido aproximadamente veintiún años antes, Jacob advirtió a su pueblo, “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Betel; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado” (Gén. 35:2-3). Jacob sabía que Dios prohibía la idolatría—quebrantar el segundo mandamiento. El decirles a sus familiares que retirasen sus ídolos, cumplió el principio de Proverbios 16:6: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado, Y con el temor del Eterno los hombres se apartan del mal”.

Cuando Abram le dijo al rey Abimelec que Sara, su media hermana y esposa, era sencillamente su hermana, él mintió—otra infracción del noveno mandamiento. Abimelec, creyendo esto, envió por Sara. Observe ahora en Génesis 20:3-4, 6: “Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido. Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente? Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y Yo también te detuve de pecar contra Mí, y así no te permití que la tocases”. En esta situación, Abimelec, pudo haber cometido adulterio, lo cual es un pecado. Él hubiese quebrantado el séptimo mandamiento.

Cuando José fue tentado por los avances de la esposa de Potifar, él “…no quiso y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios”? (Gén. 39:8-9). José estaba bien consciente que el adulterio es un pecado. ¡Esto ocurrió unos 250 años antes que la ley fuera oficialmente presentada a Israel en el Monte Sinaí!

La lección del maná

Durante su marcha hacia la Tierra Prometida, Dios dijo a los Israelitas que juntaran diariamente, cada mañana, una cantidad de Maná. En la mañana antes del día de reposo semanal habría allí lo suficiente para ambos días. Esto era, porque no aparecería maná en el día de reposo, el día de descanso de Dios. Dios deseaba que los israelitas reposaran el sábado, en vez de pasar tiempo recogiendo maná. Este relato nos es dado en Éxodo 16. En el versículo 28, después de que algunos deliberadamente quebrantaron el día de reposo con la intención de recoger maná, Dios le dijo a Moisés, “¿Hasta cuándo no querréis [tú, Israel] guardar Mis mandamientos y Mis leyes?”

Veamos ahora los versículos 29-30: “Mirad que el Eterno os dio el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Esté, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día. Así el pueblo reposó el séptimo día”. Entonces, el cuarto mandamiento estaba en efecto antes que la Ley fuese dada en el Monte Sinaí.

Para el tiempo en que Israel entró en la tierra de Canaán, las naciones de allí habían “llegado al límite”—habían sobrepasado el umbral del colapso moral como lo hacen muchas de las naciones hoy día. Dios sabía que esto pasaría y le dijo a Abram sobre esto, casi 400 años antes: “Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación [la descendencia de Abram—la nación de Israel] volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo” (Gén. 15:15-16).

La palabra “iniquidad” aquí, viene de la palabra hebrea avon, la cual significa “perversidad, daño o pecado”. Si no hubiese habido una ley en efecto, no hubiese habido tampoco iniquidad o pecado que los amorreos, o cualquier otra nación, pudiesen cometer. Vea Levítico 18:3, 19-30 para mayores detalles de las iniquidades y abominaciones cometidas por los cananeos. Éstas incluían el sacrificio—muerte—de sus hijos en el fuego del dios falso, Moloc, toda forma de adulterio y perversión sexual, así como la profanación del nombre de Dios, entre otros pecados.

Demos una mirada al mundo antes del diluvio: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:5). La palabra “maldad” usada aquí, viene de la palabra hebrea rah, la cual significa “extremadamente malvado”. Tan malvada era la humanidad que el versículo 6 nos dice: “Y se arrepintió el Eterno de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”. Esta maldad trajo consigo toda clase concebible de pecado y abierta falta de respeto por la santidad de la vida.

Estos pecados fueron imputados—señalados—por las leyes de Dios—Los Diez mandamientos, los cuales existieron desde la creación de la humanidad.

Estos ejemplos muestran que todos los Diez Mandamientos preceden a Moisés. Desde Adán hasta Moisés, todos los hombres habían pecado—habían quebrantado las leyes de Dios. Es por esto que Dios elogió a Abraham diciendo: “…oyó Abraham Mi voz, y guardó Mi precepto, Mis mandamientos, Mis estatutos y Mis leyes” (Gén. 26:5).

Capítulo Dos – La Ley de Dios es dada

Dios le dio los Diez Mandamientos al antiguo Israel, la física “[Iglesia] en el desierto” (Hechos 7:38). En el Monte Sinaí, en 1443 A.C. En la misma fecha, (el Día de Pentecostés) en el 31 D.C. Dios dio su Espíritu Santo a la Iglesia del Nuevo Testamento. Éste hizo posible obedecer la ley perfecta de Dios. No es coincidencia que ambos eventos cayeron en el mismo día. Tienen una relación intrínseca, pues el Espíritu Santo es esencial para obedecer los Diez Mandamientos. Sin éste, las mentes carnales no pueden obedecer a Dios (Rom. 8:7-9).

Considere ahora, Mateo 19:16-19: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno, Dios. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo, ¿cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Los últimos seis mandamientos, (cinco son citados aquí) resumen el amor y preocupación hacia otras personas, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Muchos asumen equivocadamente que el Antiguo Testamento hace poca o ninguna mención del amor. Asumen que Cristo introdujo por primera vez el concepto del amor durante Su ministerio y que el Dios del Antiguo Testamento era estricto y áspero, falto de amor y de misericordia. Esta suposición es equivocada. Tampoco están conscientes de que el Dios del Antiguo Testamento fue el mismo que más tarde sería Jesucristo (Vea Juan 1:1-4, 14; Juan 8:56-58 y I Corintios 10:4).

De hecho, los libros de la Ley del Antiguo Testamento — Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio — contribuyen directamente al fundamento del amor. He aquí lo que dice Deuteronomio: “Y amarás al Eterno tu Dios [con] todo tu corazón, y [con] toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (6:5). Este pasaje es el mismo que el “Gran Mandamiento” original citado en Mateo 22:37. El amor hacia Dios es el primer paso hacia la obediencia dentro de su Ley.

¿A cuántas personas se les ha enseñado que el Antiguo Testamento enfatiza esto?

El amor hacia el prójimo es el segundo paso en la obediencia hacia Dios. Levítico 19:18 dice: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo el Eterno”. Esta admonición — que es la primera mención de la “regla de oro” viene de Levítico 19 — ¡directamente del Antiguo Testamento! No fue una enseñanza nueva introducida primero en el Nuevo Testamento, como muchos han creído erróneamente.

Note ahora Deuteronomio 10:19, que expande a Levítico 19:18: “Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. Dios no sólo dijo a Israel que tolerase a los extranjeros entre ellos, sino que mostrase hacia ellos misericordia y consideración. La naturaleza humana tiende a despreciar y a desconfiar de aquéllos de diferente nacionalidad o raza. Dios enseña lo contrario. Finalmente note Levítico 19:9-10: “Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu tierra segada. Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo el Eterno vuestro Dios”.

El amor, la misericordia y la consideración — una preocupación abierta y constante hacia los demás — eran todos los atributos poseídos y enseñados por el Dios del ANTIGUO TESTAMENTO.

Volvamos a Mateo 5, los versículos 21-22 muestran cómo Cristo “magnificó” la Ley y la “engrandeció” (Isa. 42:21), expandiéndola efectivamente y haciéndola más vinculante que antes. Por ejemplo, “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero Yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio”.

Así como este mandamiento fue expandido enormemente, lo mismo fueron los otros. Lejos de anular la Ley de Dios, Cristo la hizo mucho más vinculante.

Algunos antecedentes sobre los Diez Mandamientos

En el antiguo Israel, los Diez Mandamientos eran la base para: (1) Leyes — normas de conducta establecidas en autoridad; (2) Estatutos — leyes ordenadas por un cuerpo legislativo o un gobernador; (3) Juicios — decisiones judiciales en casos contenciosos; (4) Ordenanzas — regulaciones o decretos públicos; reglamentos municipales; ceremonias religiosas; (5) Preceptos — instrucciones u órdenes autorizadas; y (6) Pactos — acuerdos vinculantes; es decir, convenios formales sellados, generalmente entre dos partes. Estas definiciones deberían ser de ayuda para entender mejor muchos de los términos usados en este libro con relación a la ley.

Los Diez Mandamientos gobernaban fundamentalmente la conducta individual. Los estatutos gobernaban los asuntos religiosos y nacionales tales como observar los Días Santos. Los juicios estaban basados en los Diez Mandamientos y en los estatutos.

Muchas personas no tienen idea que Los Diez Mandamientos no se originaron en el Monte Sinaí. De hecho, hemos visto que estas leyes han existido desde el momento en que Dios creó a Adán y a Eva. Para el tiempo de Moisés, el mundo estaba tan alejado de la verdad que Dios tuvo que revelar nuevamente a Israel sus leyes y estatutos ya existentes desde antaño. Esta es la verdadera historia de lo que sucedió en el “Monte Sinaí”.

El Pacto Antiguo fue un matrimonio entre Dios y la nación de Israel. Dios prometió proveer por ella y bendecirla en tanto que le obedeciera y cumpliera sus leyes.

Los Diez Mandamientos son de hecho clasificados en dos secciones. Los primeros cuatro mandamientos definen la relación entre Dios y el hombre. Los seis últimos definen la relación del hombre con sus congéneres humanos. Esto también fue reforzado por Cristo. Veamos: “Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos DOS mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mat. 22:35-40).

Eventos que conducen al Monte Sinaí

Durante el tiempo de José, los hijos de Israel se trasladaron a Egipto, donde permanecieron por casi doscientos cincuenta años. Posterior a la generación que vino luego de la muerte de José, los egipcios redujeron a los israelitas a la esclavitud — justo como Dios le había revelado a Abraham (Abram) cuatrocientos años antes (Gén. 15:12-16). Por medio de una visión, Dios le dijo a Abram que su descendencia sería esclavizada y oprimida en tierra ajena. Dios también predijo que Él juzgaría a la nación que esclavizaría a Israel y que su Pueblo saldría de esa tierra con grandes riquezas. Cuando esto sucedió, Dios llamó a Moisés para cumplir con una importante misión luego de prepararle especialmente durante toda su vida.

Para apreciar completamente cómo Israel fue liberado milagrosamente de Egipto, se debe prestar atención a la severidad de la esclavitud que ellos sufrieron. Note en Éxodo 2:23-25, “…y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios”.

Después que Egipto sufriera nueve plagas catastróficas, la décima (la muerte de los primogénitos del hombre y las bestias) fue de hecho la más devastadora. Luego, Israel saqueó a Egipto (en la segunda porción del día de la Pascua) mientras que multitudes de egipcios les prodigaban regalos y riquezas, implorando que se fueran, para que Dios no les destruyese completamente lo que quedaba. Los millones de israelitas se reunieron juntos según sus tribus. Por supuesto, esto tomó algún tiempo puesto que estaban llevando con ellos todas sus pertenecías y sus animales.

Reunidos para partir

La noche llegó (marcando el comienzo del Primer Día de la Fiesta de los Panes sin Levadura), y con Israel congregado en una gran asamblea, con las tribus organizadas por rangos, comenzaron su viaje. (El número original de las tribus era doce, las cuales descendieron de los doce hijos de Jacob, más tarde llamado Israel). Entre los israelitas había una compañía de otras nacionalidades (probablemente la mayoría egipcios) quienes decidieron partir con ellos. La nación de Israel sumaba unos 600.000 hombres — al menos dos millones y medio de personas (y posiblemente hasta 4 millones), incluyendo mujeres y niños.

Esa noche, (la cual Dios más tarde ordenó que fuese recordada y guardada anualmente como la “Noche de ser muy Recordada”), después de que cayera el sol, un fenómeno nuevo ocurrió: una nube inmensa que estaba sobre los israelitas comenzó a resplandecer con tal fuerza que excedía el brillo de la luna llena. Esta nube guiaría a Israel en el desierto, proporcionándoles sombra durante día y luz por la noche por cuarenta años. Luego de una breve celebración, Israel dejó Egipto con “mano poderosa” — sintiendo una mezcla de regocijo por la libertad y de asombro por los milagros de Dios.

Después de hacer pasar a Israel a través del Mar Rojo, Dios destruyó el ejército del faraón, el cual los había perseguido. Habiendo sido testigos de una de las más dramáticas liberaciones registradas en La Biblia, Moisés y los israelitas celebraron con canto y alabanza. Sin embargo, durante las siguientes semanas, Israel se quejó — y esto fue a pesar de haber presenciado las plagas en Egipto, de haber sido liberados en el Mar Rojo y de contar con la enorme columna de nube como guía, brindando sombra y luz.

Ciertamente, la naturaleza humana tiene mala memoria con respecto a todas las cosas de Dios.

Todo Israel en el Monte Sinaí

Antes de dar los Diez Mandamientos, Éxodo 16 cuenta el relato de cómo todo Israel aprendió acerca del día de reposo. Esto ocurrió poco más de dos semanas antes de su llegada al Monte Sinaí. Éxodo 19:2 describe su llegada allí. Qué vista debe haber sido ésta. Imagínese esta enorme “ciudad de tiendas”, mucho más grande que la mayoría de las ciudades del mundo actual — y mucho mayor que las lamentables descripciones tan típicas de Hollywood.

Entonces, poco después de que Israel llegase a la base del Sinaí, Dios llamó a Moisés para que subiera cerca de la cima para recibir sus instrucciones.

El versículo 3 describe a Moisés saliendo del campamento en respuesta al llamado de Dios de subir al monte. Como se mencionó antes, Dios estaba por establecer con el antiguo Israel lo que se conoce como el “Antiguo Pacto”. Dios le dijo a Moisés acerca del pacto que haría con Israel si ellos aceptaban obedecer sus leyes. En este acuerdo Dios establecería a Israel como su nación entre todas las naciones de la tierra. Su propósito era ser tanto Gobernante y Rey de esta teocracia nacional gobernada solamente por Dios, separada de cualquier clase de gobierno ideado por el hombre. No habría elecciones, ni parlamentos o congresos y ningún líder además de aquellos que Dios designase directamente.

Las instrucciones de Dios para Moisés fueron, “Ahora, pues, si diereis oído a Mi voz, [a todo Israel] y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra. Y vosotros Me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (vs. 5-6).

Prestemos atención a esto. Fue en este punto, que las doce tribus de Israel estaban por convertirse en el “Pueblo escogido de Dios”. Usted habrá oído a menudo el término. Podríamos preguntarnos: ¿Por qué tantos creen que los judíos (una sola tribu — Judá) son el pueblo escogido de Dios? ¿Por qué las otras once tribus son continuamente omitidas — olvidadas — en la historia de cómo Dios dio los Diez Mandamientos a Israel? (La increíble historia de las doce tribus de Israel y de quienes son sus descendientes modernos es descrita en nuestro vital libro Estados Unidos y Gran Bretaña en Profecía.)

Después que Moisés partió de su reunión con Dios, procedió a congregar a los ancianos y les presentó los términos del pacto, el cual aceptaron. Note: “Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que el Eterno le había mandado” (vs.7). Entonces, Moisés comunicó esto a Dios y Dios le encomendó pedir al pueblo que lavase sus ropas y que se preparasen para presentarse delante de Él al tercer día.

Se prepara el escenario

El momento de la verdad había llegado. El acuerdo — el pacto de Dios con Israel — estaba por ser afirmado, si el pueblo aceptaba los términos de Dios. ¿Cuál fue la respuesta de ellos?

Nuevamente, veamos: “Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que el Eterno ha dicho, haremos”. Era la responsabilidad de Moisés llevar la decisión del pueblo a Dios: “Y Moisés refirió a el Eterno las palabras del pueblo” (vs. 8).

Este fue un momento verdaderamente histórico. El pueblo de Israel estaba de acuerdo en aceptar la guía de Dios — de obedecer su Ley, su gobierno — sobre ellos. Aquí había un auténtico océano de gente (posiblemente cuarenta veces mayor que el número de personas que podrían entrar en un estadio gigante de fútbol, con lugar para cien mil) listos para obedecer a Dios.

Después de tres días, la asamblea entera de Israel estaba preparada para reunirse con Dios al pie del Monte Sinaí y recibir su Ley (vs. 11).

Al acercarse el día (el mismo día que el pueblo de Dios observa en la actualidad el día de Pentecostés) el pueblo estaba aprensivo, fueron instruidos a no acercarse mucho al monte — a la presencia de Dios — o morirían. ¡Este fue un momento sumamente serio!

Conforme nubes oscuras y espesas se formaban en la cima del monte, un rayo intenso resplandeció y el rugido de un trueno se oyó entre las montañas. El valle fue estremecido y lleno con imágenes y sonidos increíbles. La Biblia describe que Dios llegó entre inmensos truenos y relámpagos — y gran poder y gloria para revelarse a sí mismo como el Gran Dios. Pudo haber parecido como si el nivel del ruido era imposible de aumentar. Pero entonces llegó el largo, penetrante, aunque claro, toque de una gran trompeta, que causó que todos temblasen, incluyendo a Moisés: “y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando [en exceso]” (Heb. 12:21).

Dios estaba listo para anunciar los Diez Mandamientos — la esencia del pacto que Él haría con Israel (Éxo. 20:1-17; Deut. 5:6-21).

Imagine la ensordecedora VOZ DE DIOS (descrita simplemente como “excesivamente alta” — tronando con tal volumen que, sin amplificación, ¡millones podían oírla! Notemos más adelante en Éxodo 19: “Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Eterno había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera” (vs. 17-18).

Imagínelo, ¡todo el evento tiene que haber sido una experiencia sorprendente, ensordecedora, para poner la piel de gallina! ¡Fue éste el escenario que Dios eligió para dar su santa, justa y perfecta LEY espiritual!

Dios da SU Ley

Es en este punto del relato donde muchos se equivocan. La mayoría de los cristianos profesos han sido enseñados que Moisés dio — o trajo — los Diez Mandamientos. Esto ha sido una forma de reducir la Ley de Dios a simplemente la “ley de Moisés”.

He aquí lo que realmente pasó; en lo que es posiblemente el relato más famoso de la Biblia. Éxodo 20 describe cómo los gran Diez Mandamientos de Dios fueron dados. De nuevo, ¿Quién los dio?: “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo…” (vs.1). Ésta era claramente la Ley de Dios, LOS DIEZ MANDAMIENTOS de Dios — No los de Moisés o alguien más. (Lo que continúa son los Diez Mandamientos — vs. 2-17.)

Deuteronomio 5 es el recuento de parte de Moisés más adelante de cómo fue dada la Ley de Dios: “Cara a cara habló el Eterno con vosotros en el monte de en medio del fuego. Yo estaba [de pie] entonces entre el Eterno y vosotros, para declararos la palabra del Eterno; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo…” (vs. 4-5). Entonces la voz de Dios tronó los Diez Mandamientos (vs. 6-21).

Sí, Moisés ciertamente se puso de pie frente a las personas para amortiguar de alguna forma su miedo ante la presencia de Dios. Pero él no dio la Ley — DIOS dio su Ley directamente a Israel, “cara a cara”. Esto es lo que leemos. Era la Ley de Dios y ÉL la dio. Notemos ahora el importantísimo versículo 22: “Estas palabras habló el Eterno a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad, a gran voz; y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra, las cuales me dio a mí. En algún momento volveremos a este pasaje.

Este versículo muestra claramente que Dios “habló a toda vuestra congregación”. Es claro. ¡Los Diez Mandamientos fueron dados a Israel por Dios, no por Moisés! Pero hay una frase clave adicional dentro del versículo — “y no añadió más”.

La Ley estaba completa

Otros argumentos han sido presentados por los escépticos, aspirantes a “teólogos” y otros quienes se resisten a obedecer a Dios, en su intento por conectar los Diez Mandamientos con varios de los otros estatutos, ordenanzas, sacrificios y juicios e incluso los días de la Fiestas anuales, los cuales Dios ordenó a Israel que guardase en Levítico 23.

Todas las otras leyes que Dios entregó más tarde — Sus estatutos, ordenanzas, preceptos y juicios — no eran parte de su completa Ley espiritual dada directamente por Él al pueblo en el Monte Sinaí. Esto debe ser entendido y aparentemente muy pocos lo reconocen. Dios no retuvo nada al dar su Ley. No excluyó nada — su Ley espiritual era perfecta y completa.

La Ley de Dios está viva. Con respecto a esta Ley, Hechos 7:38 dice: “Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel [Cristo] que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras [llenas] de vida que darnos [a nosotros ]”. ¡Es cierto! La Ley de Dios está viva — “llena de vida” — y destinada a ser transmitida “a NOSOTROS”.

Los Diez Mandamientos aplican al Pueblo de Dios hoy día — “NOSOTROS”. Estos mandamientos no han sido anulados. Fueron enviados “a nosotros”.

¿Ha notado usted alguna vez el siguiente pasaje del Nuevo Testamento? El fundamento — su Ley — del Antiguo Pacto de Dios convenido con Israel es el mismo que su Nuevo Pacto acordado con la Iglesia: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo” (Heb. 8:10).

Hemos presentado una imagen dramática del escenario en el cual Dios entregó los Diez Mandamientos a la nación de Israel. Este antecedente prepara el terreno para entender esta gran Ley, y cómo en última instancia fue enviada al mundo entero — ¡para cualquiera que elija obedecerla!

Los Diez Mandamientos y el “Libro de la Ley” son diferentes

La mayoría de las personas no tiene idea cómo probar que los Diez Mandamientos son completamente diferentes al “libro de la Ley” o la Ley de Moisés. Esto es al menos en parte porque no se percatan de una serie de versículos que, al ponerlos en correcta secuencia, no dejan ninguna duda que se trata de dos leyes completamente independientes. Este capítulo no podría estar completo sin examinar seis pasajes finales.

Deuteronomio 5 puso los cimientos con el versículo 22, ya citado, cuando Moisés estaba relatando la entrega de la Ley de Dios a los israelitas reunidos. Después de mencionar en el versículo 3 al pacto que hizo Dios, recuerde que en aquel momento Dios, “no añadió más”, y que Él, “las escribió en dos tablas de piedra, las cuales me dio a mí”.

Luego, reconozcamos claramente que Moisés fue usado para traer una ley. Veamos, esta vez en Deuteronomio 33: “Cuando Moisés nos ordenó una ley, como heredad a la congregación de Jacob” (vs. 4).

El arca de Dios — y qué había “en” ella

Ahora, vamos al capítulo 10 de Deuteronomio, donde Moisés está narrando más de lo que sucedió. Se introduce el rol del arca de Dios. Lea cuidadosamente: “En aquel tiempo [cuando los Diez Mandamientos fueron dados por vez primera] el Eterno me dijo: Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y sube a Mí al monte, y hazte un arca de madera; y escribiré en aquellas tablas las palabras que estaban en las primeras tablas que quebraste; y las pondrás en el arca. E hice un arca de madera de acacia, y labré dos tablas de piedra como las primeras, y subí al monte con las dos tablas en mi mano. Y escribió en las tablas conforme a la primera escritura, los Diez Mandamientos que el Eterno había hablado en el monte de en medio del fuego, el día de la asamblea; y me las dio el Eterno” (vs. 1-4).

Luego I Reyes 8:9 remueve toda duda sobre si algo más fue puesto dentro del arca. Establecer esto es vital antes de continuar: “En el arca ninguna cosa había sino las dos tablas de piedra que allí había puesto Moisés en Horeb, donde el Eterno hizo pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto”.

El “lado” del arca

A este punto, se puede establecer una importantísima distinción. El arca fue especialmente construida para que una segunda y diferente ley pudiera ser albergada. Vamos a ver qué ley era ésa y dónde fue depositada. Regresemos a Deuteronomio: “Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto del Eterno, diciendo: Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto del Eterno vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti. (31:24-26). Esto revela que el arca contenía un compartimiento separado — realmente un tipo de retículo — al “lado” donde se guardaba el extenso libro de la ley.

Debería ser claro ahora que los Diez Mandamientos — la Ley de Dios — y el libro más grande de la ley — registrado por Moisés (aunque este también fue hecho en representación de Dios — NO son el mismo conjunto de leyes. Pero eliminemos toda duda con este pasaje final.

Aquí está lo que usted no debe olvidar nunca: “y no volveré a hacer que el pie de Israel sea movido de la tierra…con tal que guarden y hagan conforme a todas las cosas que Yo les he mandado, y conforme a toda la ley que mi siervo Moisés les mandó” (II Reyes 21:8).

Aquí no queda duda que los Diez Mandamientos de Dios y el libro de la ley de Moisés, a pesar de estar ciertamente relacionados, son cosas enteramente separadas. Incluso el arca hace clara esta diferencia.

Ahora, con respecto a la Ley de Dios…

Capítulo Tres – El Primer Mandamiento — “No tendrás dioses ajenos delante de Mí”

La tierra tembló cuando Dios comenzó a hablar. Más tarde Moisés escribió “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy el Eterno tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. NO TENDRÁS DIOSES AJENOS DELANTE DE MÍ” (Éxo. 20:1-3). Este es el primer mandamiento.

La Biblia revela que este no era Dios el Padre, sino el Señor (yhwh, que significa “El Sempiterno” o “Eterno”) — el Vocero, quien más tarde se convertiría en Jesucristo (Juan 1:1, 14).

Los relámpagos, los truenos, el toque de trompeta y el terremoto que acompañaron el recibimiento de los Diez Mandamientos tenían un propósito: “Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis” (Éxo. 20:20).

Al oír el pueblo la voz de Dios, se prepararon para ser obedientes a cada palabra. No obstante, la historia registra que la memoria de este evento pronto se desvaneció de sus mentes.

El único lugar para comenzar

Este importantísimo Primer Mandamiento indica Quién fue el que dio aquellas leyes al antiguo Israel en el desierto. Este mandamiento debe quedar establecido en su mente al momento de empezar a considerar los Diez Mandamientos. Cuando es entendido en su contexto más completo, constituye el fundamento de toda religión.

Ciertamente, si la Biblia es el libro de instrucciones de un todopoderoso y sabio Dios Creador, quien era también el único y verdadero Dios del universo, su primer mandamiento no podría haber sido de otra manera. Bajo ninguna circunstancia ese Dios querría que otros dioses fuesen adorados en su lugar. De hecho, precisamente en el siguiente mandamiento, el Autor de estas leyes se describe a sí Mismo, como un “Dios celoso”.

El Dios de la Biblia no deja lugar a dudas en los cuatro primeros mandamientos. Él espera ser adorado como Él es. No permite lugar a confusión y no quiere que se añada la opinión humana — Él no acepta que lo falso ocupe el lugar de lo verdadero.

De hecho, relacionado a esto, podemos referirnos al menos brevemente al Cuarto Mandamiento, el cual se discute más adelante en un importante contexto. Los evolucionistas tienen un problema grande al tratar de explicar la creencia en un Dios que creó toda la vida sobre la tierra en seis días. Habiendo rechazado la narración de este Dios acerca de la Creación, les es más fácil ir al siguiente paso — precisamente el rechazar a ese Dios, ¡y posiblemente la idea de que en lo absoluto hay un Dios! Por supuesto, la observación fiel del Día de Reposo cada siete días eliminaría este problema.

(Aunque esto sea un elemento separado del tema, usted debería tomarse el tiempo para probar que de hecho hay un Dios. Considere leer nuestro folleto informativo ¿Existe Dios? Como también nuestro completo panfleto ilustrado La Evolución — Hechos, Falacias e Implicaciones. A diferencia de cualquier cosa que usted haya leído, estos le ayudarán a establecer una base sobre la cual podrá confiadamente construir una relación correcta con Dios. Note también que una página que recomienda literatura adicional se incluye con el propósito de informar al lector acerca de material que expande grandemente los temas que no es posible discutir a profundidad en este volumen. En ocasiones se hará referencia a literatura útil dentro del texto.)

Comenzando con el temor a Dios

El Primer Mandamiento es el requerimiento más básico para comenzar a entender la verdad de Dios y cumplir con nuestro propósito fundamental. Se advierte a toda la humanidad a poner primero a Dios y evitar dioses falsos. El Ser que pronunció aquel primer y gran mandamiento lo repitió en Mateo 22:37.

Fíjese: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente; este es el primero y grande mandamiento”. En este pasaje del Nuevo Testamento, ¡Cristo esencialmente estaba citando las mismas palabras que Él inspiró en Deuteronomio 6:5!

El mensaje de poner primero a Dios debería sonar fuerte y claro. Proverbios 9:10 dice a todos los que estén dispuestos a oír: “El temor del Eterno es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”. El Salmo 111:10 agrega: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno. Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; Su loor permanece para siempre”.

Solamente cuando ponemos primero a Dios (en cada área — adoración, obediencia y metas en la vida), es posible contar con un juicio y entendimiento sanos. El Rey Salomón escribió, “Los hombres malos no entienden el juicio; más los que buscan al Eterno entienden todas las cosas” (Prov. 28:5). Otro proverbio clave es el Proverbio 1:7: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”. Note más adelante Job 28:28: “He aquí, que el temor al Señor es la sabiduría y el apartarse del mal, la inteligencia”.

La repetición es el mejor método para dejar un punto en claro. El mensaje de estas escrituras debería hacer eco en nuestras mentes, así como la voz de Dios hizo eco sobre Israel, cuando Él dio estos mandamientos con voz de trueno.

Si no se inicia en la dirección correcta, al final se llega al destino equivocado. El Primer Mandamiento pone a la humanidad en la dirección correcta justo desde el principio. Note lo que observó Pablo con respecto a los que dejaron de tomar en cuenta a Dios: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Rom. 1:21-22). Es crucial entender las cosas desde el principio. Note también: “Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados; he aquí que aborrecieron la palabra del Eterno; ¿y qué sabiduría tienen?” (Jer. 8:9).

Otro modo de poner primero a Dios está descrito en Mateo 6:31-34. Note esto: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles [todos los no israelitas] buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”. Podemos confiar en esta promesa absoluta — Dios siempre cumple su palabra.

Aquí hay otra clave vital. Mateo 6:33 habla de buscar el reino de Dios y su justicia. Pero ¿qué es justicia? Recuerde el Salmo 119:172 la define, “Hablará mi lengua tus dichos, Porque todos tus mandamientos son justicia ”. ¡Esto ciertamente significa que debemos OBEDECER estos mandamientos!

Evite los dioses falsos

Algunos podrían pensar que obedecer el Primer Mandamiento es relativamente simple, pues ellos no adoran estatuas de dioses paganos. Pero usted lo puede infringir fácilmente sin darse cuenta. Las personas que adoran dioses falsos con frecuencia ignoran que lo hacen. Lo que sea que ocupe su interés y/o tiempo más que cualquier otra cosa, bien podría ser su dios. Estrictamente hablando, la idolatría es adorar a ídolos. Pero hay otra forma menos aparente de idolatría. Es la ciega y excesiva devoción hacia cualquier cosa. El objeto de tal devoción se vuelve un dios falso y el devoto ciego se transforma en un idólatra.

Probablemente el “dios” que las personas ponen más a menudo antes que al verdadero Dios es el dinero. Para muchos, la posibilidad de ganar la lotería o un concurso es su tesoro más preciado, “una experiencia religiosa”. Jugar a la lotería está en su mejor momento. Los comerciales de televisión promueven este juego, poniendo a las personas directo en la ruta de la fantasía. Estas personas compran boletos semanalmente e incluso diariamente, lo cual los lleva en ocasiones a la ruina financiera.

Otro dios falso que millones adoran es la política. Algunos, especialmente los que apoyan las teorías de conspiración, exaltan su ideología política prácticamente como una religión. Si bien puede haber cierta credibilidad en muchas de esas teorías, las personas obsesionadas por ellas son cegadas al propósito de Dios y el plan de salvación. Miran únicamente a través del portal angosto de una teoría en particular. ¡Rechace todo lo que se interponga entre usted y la verdad de Dios!

Muchos que caen en las formas del liberalismo generalmente se oponen a cualquier cosa asociada con Dios. Su propia ideología es su dios falso, el cual da crédito a la evolución como el origen de toda vida. Estas personas son generalmente los arquitectos y productores de medios de comunicación secular y antirreligiosa, los cuales ofrecen a la generación de hoy día, nuevos niveles de sexo y violencia disfrazados de entretenimiento. Si bien en lo alto de los sistemas universitarios y controlando la educación pública, los intelectuales liberales casi invariablemente promueven lo opuesto a la verdad de Dios.

Otra trampa que prende a la mayoría de las personas es una reverencia casi religiosa por el campo médico. Una gran cantidad de personas muestra más respeto por los doctores y los hospitales que por Dios. Si bien la profesión médica tiene su lugar y llena una necesidad real, muchos parecen más impactados por cada avance médico que por el Dios que creó el sorprendente cuerpo humano. Estas personas ponen su confianza y esperanza en dioses falsos de la medicina moderna y en las investigaciones científicas para librar a la humanidad de todos sus malestares y enfermedades. Nuevamente, no todos los avances médicos ni toda la investigación científica son malos, pero es un error poner toda confianza y esperanza en ellos en vez de en Dios. Conforme usted se vaya acercando más a Dios, llegará a darse cuenta de que recurrir a Él trae mejores resultados en cuestiones de sanación. Dios instruye a sus siervos a buscar su intervención en asuntos de sanación (Stgo. 5:14-15), y a menudo se describe a sí mismo como el Dios que sana (Éxo. 15:26).

Es importante entender que Jesucristo cumplió con un ministerio dual: (1) predicar el evangelio del reino de Dios y (2) sanar a los enfermos y echar fuera demonios (vea Lucas 4:18 y Lucas 7:22). Los primeros apóstoles continuaron con este mismo patrón.

En contraste con el primer siglo, la sanación ocurre hoy primordialmente dentro de la Iglesia ms que en dramáticas “curaciones” públicas. Los pseudo sanadores han hecho burla de la sanación a través de un circo de falsedades. La medicina moderna puede tratar los efectos de la enfermedad, pero sólo Dios puede sanar verdaderamente.

Otros adoran a figuras deportivas, a celebridades o a sí mismos en lugar de a Dios.

Casi todos se vuelven al materialismo en una forma u otra para llenar sus vidas. Algunos se inclinan por los autos, otros por la ropa, y aun otros por una combinación de cada cosa material que puedan obtener. Muchísimos hacen esto en un intento por llenar un vacío en sus vidas — la ausencia del Espíritu Santo de Dios.

Conozca al verdadero Dios

La falta del conocimiento más básico sobre el Dios de la Biblia impera casi universalmente hoy día. Esto se puede ilustrar con un solo estudio conducido en 2008, que produjo un resultado increíble. Solamente un 62 por ciento de los judíos cree que Dios es varón. Algunos pocos del restante 38 por ciento dicen que Él es una mujer y la mayoría de los demás declaran que “no saben”.

La forma de conocer al verdadero Dios de la Biblia es buscarle por encima de todo. Lea — estudie — la Biblia junto con nuestra literatura. Esto le ayudará a temer y honrar a Dios. Le ayudará a obtener entendimiento doctrinal, a medida que usted se cimenta mejor en la verdad. Su relación con Dios también se basa en su contacto con Él en sincera y humilde oración. Lea los Salmos de rodillas, en oración, como si las palabras fuesen las suyas. Esto en algún momento hará que esas palabras sean su propia alabanza hacia Dios. Intente esto con el Salmo 19, 119 o con otros capítulos que usted encuentre inspiradores.

Pídale a Dios que induzca en usted un temor y un respeto apropiados hacia Él, comenzando por su nombre. Si usted hace esto, llegará a ver a Dios con una admiración más grande. Esfuércese por llenar su mente con pensamientos edificantes sobre las maravillas de su creación. Aprenda a apreciar la obra de sus manos, como por ejemplo las distintas clases de árboles, el diseño único de las flores, la organización increíble en los panales de abejas y la misteriosa migración de las aves. Piense en las inmensas galaxias que giran en espiral y recuerde que Dios conoce cada estrella — y hay innumerables miles de millones de ellas — por su nombre (Salmo 147:4). Decídase a apreciar su increíble sabiduría y planeación, las cuales se reflejan en su maravillosa creación. Esto atestigua diariamente su ingenio.

Quienes aspiran seguir a Dios, mientras soportan este mundo hostil, tienen que estar en guardia para no permitir que alguna cosa se interponga entre ellos y Dios. Esté consciente de que la naturaleza humana tiende a establecer dioses falsos en lugar del verdadero Dios. Algunas personas se niegan a adorarlo, debido a la forma en que los pseudo cristianos recurren a giros santurrones en su “adoración”. No permita que estas cosas lo detengan de aprender a hacerlo con propiedad. Podemos adorar a Dios a través de himnos adecuados y oraciones propias. Aprenda el camino correcto de adorar a Dios, como lo hicieron David y otros en los salmos y otras escrituras. Entonces le será posible adorar a Dios con sus propios pensamientos y palabras. Lo mejor de todo, usted estará entrenando para adorar a Dios como Él ha instruido ¡y no como lo hacen los pseudo cristianos!

“No tendrás dioses ajenos delante de Mí”

El Primer Mandamiento y sus implicaciones inmediatas, también se encuentran en Deuteronomio 6:4-9: “Oye, Israel: el Eterno nuestro Dios, [el significado correcto es “solamente” o “sólo”] el Eterno, uno es. Y amarás a el Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.

Los seres humanos fueron diseñados para practicar los Diez Mandamientos como un camino de vida. Dios ordena que nosotros también se los enseñemos a nuestros hijos, que conversemos y meditemos sobre ellos. Una serie de pasajes lo declaran.

¿Qué sucedería si…?

Preguntemos: ¿Qué pasaría si el mundo entero guardara el Primer Mandamiento? Primero, no habría religiones falsas — ¡Ninguna! Si toda la humanidad pusiera primero al verdadero Dios, buscando su sabiduría y guía, entonces los conceptos equivocados e incompletos en todas las áreas de la vida desaparecerían. Más del 99% de la religión de hoy día es falsa, así que entonces habría un cambio inmediato y dramático sobre toda la tierra. Conforme el mundo llegara a conocer y a temer al verdadero Dios, aprendería que su sistema de gobierno y cultura — y cada aspecto de la civilización — debería ser observado. La humanidad recurriría sinceramente a su Palabra en busca de verdadera sabiduría y entendimiento — Y Dios los garantizaría.

El mundo, al conocer y temer al verdadero Dios, pronto llegaría a apreciar y a obedecer los otros nueve mandamientos. El evangelio del reino de Dios tiene todo que ver con Jesucristo viniendo con sus santos a gobernar el mundo, trayendo las leyes de Dios a todas las naciones. Hoy en día, relativamente unos pocos individuos están dispuestos a adorar verdaderamente al Dios de la Biblia. Estas personas están ahora por elección, de hecho, recibiendo y experimentando de antemano un adelanto del gobierno milenial de Cristo — cuando al mundo entero le será requerido obedecer al verdadero Dios.

Si todo el mundo mantuviese solo uno de los Diez Mandamientos, el Primer Mandamiento sería el más importante. Considere. El conocimiento del verdadero Dios los guiaría a cada una de las otras verdades de Dios, incluyendo los demás mandamientos.

Capítulo Cuatro – El Segundo Mandamiento — “No te harás imagen…”

Las naciones antiguas, cortadas del verdadero Dios, casi invariablemente adoraron ídolos. Las masas necesitaban sentir a sus dioses cerca — es decir, que pudieran verlos. En parte, fue por el medio ambiente en el que vivían, antes de que Dios instruyera a Israel cómo adorarlo apropiadamente, tuvo que mostrarles primero como no adorarlo.

Éxodo 20:4-6 registra el segundo mandamiento. He aquí la instrucción explícita de Dios: “NO TE HARÁS IMAGEN, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque Yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan Mis mandamientos”.

Este mandamiento es una prohibición amplia, radical y explícita contra toda forma de falsa adoración que involucre cualquier otro supuesto “dios” y la representación de los mismos, que los seres humanos con razonamiento creativo pudiesen idear. Como cualquier padre cuyos hijos eligiesen volver a una casa diferente con padres distintos después del colegio, el Padre que creó a todos los seres humanos — Sus hijos — ciertamente estaría celoso, si ellos fuesen tras ídolos y dioses falsos.

Dios definió específicamente las formas prohibidas que se usaban para adorar ídolos, Él se percató de la tendencia de la naturaleza humana de darle la vuelta a sus instrucciones.

El Primer Mandamiento prohíbe tener otros dioses delante del verdadero Dios. El Segundo Mandamiento prohíbe usar una imagen que represente al verdadero Dios o a cualquier dios falso. Este mandamiento se enfoca específicamente al uso de imágenes físicas para adorarlas o como representaciones de cualquier cosa relacionada con la adoración. El mandamiento no condena la existencia de estatuas o imágenes en general — solo la adoración de ellas. Por lo tanto, el uso de cualquier estatua o imagen que representen a Dios está expresamente prohibido. El hombre debe adorar, inclinarse ante y servir al Dios Creador. Dios no permite que el hombre transfiera este mismo honor a una imagen que lo represente a Él. Dios seriamente advirtió a Israel de este peligro.

Note las especificas instrucciones de Dios a Moisés: “No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis” (Éxo. 20:23). ¡Esta fueron las primeras palabras de Dios a Moisés luego de entregarle los Diez Mandamientos!

De nuevo, note los versículos 5-6: “…porque Yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que Me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que Me aman y guardan Mis mandamientos”. Si las personas insisten en adorar ídolos, Dios no solamente los castigará a ellos, sino también a sus hijos, a sus nietos y a los hijos de éstos. Ningún otro mandamiento presenta implicaciones tan detalladas.

Claramente, Dios aborrece la idolatría — ¡y la equipara con el odio hacia Él!

No obstante, ¡el Dios Todopoderoso promete bendecir a quienes le aman y obedecen! Los individuos que eligen obedecer a Dios no serán castigados por la desobediencia de sus padres.

Las advertencias de Dios para Israel

Levítico 26:1 advierte, “No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque Yo soy el Eterno vuestro Dios”.

Al apartarse de adorar tales imágenes, Israel iba en contra de la corriente de las demás naciones a su alrededor, así como de su naturaleza humana carnal. La mente natural busca alguna imagen que represente al dios que adora. La naturaleza humana encuentra más fácil adorar a un objeto físico que adorar al Dios invisible. Pero el Segundo Mandamiento prohíbe incluso el uso de imágenes para ayudar o recordar cuando se adora a Dios.

Deuteronomio 4:15-20 abunda al respecto en gran detalle: “Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que el Eterno habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra. No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque el Eterno tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. Pero a vosotros el Eterno os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día”.

¿Dónde hay lugar en este mandamiento para casi un interminable número de ídolos que se encuentran en la tierra hoy día, que aparecen en las mismas formas que Dios condena?

Los antiguos griegos en su caso adoraron imágenes de hombres y mujeres. Muchas de las naciones alrededor de Israel, adoraron varias imágenes de la tierra, del aire, y criaturas del mar, tales como el dios pescado de los filisteos, Dagón. Los babilonios y otros adoraron al “ejército del cielo” — el sol, la luna y las estrellas.

He aquí cómo Moisés advirtió a Israel sobre la idolatría: “Guardaos, no os olvidéis del pacto del Eterno vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que el Eterno tu Dios te ha prohibido. Porque el Eterno tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso” (Deut. 4:23-24).

El registro de faltas de Israel

¿Qué tan bien escuchó Israel la instrucción revelada por Dios? Durante la ausencia de Moisés, en solo cuestión de días, Aarón, bajo la presión de algunos de la congregación, les permitió que fundieran un becerro de oro. La adoración del becerro fue seguida por una celebración en la cual “...se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse” (Éxo. 32:1-6).

Jueces 2 resume el registro de Israel durante alrededor de tres siglos después de llegar a la Tierra Prometida. Menos de una generación después de la muerte de Josué, un ciclo inició. Al apartarse de Dios, una de las primeras cosas que adoptó Israel fue la adoración de ídolos.

Jueces 17 y 18 registran cuán bajo había descendido Israel. Un levita llamado Micaía, llegó a poseer un ídolo “valioso”. Él estaba emocionado por expandir su colección de ídolos. Jueces 17:6 muestra el grado en el cual Israel había olvidado los caminos de Dios. Fíjese: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”.

Sin la Ley de Dios no existe un estándar según el cual vivir. Al estudiar esas historias debiera ayudarle a apreciar el orden y la armonía que emanan de la obediencia a las leyes de Dios.

El Salmo 78:56-58 registra, “Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, Y no guardaron sus testimonios; Sino que se volvieron y se rebelaron como sus padres; Se volvieron como arco engañoso. Le enojaron con sus lugares altos, Y le provocaron a celo con sus imágenes de talla”.

Ilustraciones de “Cristo”

Dios prohíbe expresamente el uso de cualquier ilustración o imagen que lo represente. Jesucristo ahora está a la mano derecha de Dios Padre, sirviendo como nuestro Sumo Sacerdote. No hay justificación alguna para adorar imágenes o ilustraciones de Cristo. Incluso se prohíbe la adoración de imágenes en general. Israel tenía que destruir las ilustraciones e imágenes pertenecientes a las naciones que ocupaban la Tierra Prometida: “echaréis de delante de vosotros a todos los moradores del país, y destruiréis todos sus ídolos de piedra, y todas sus imágenes de fundición, y destruiréis todos sus lugares altos” (Núm. 33:52).

Las ilustraciones de Cristo se encuentran a menudo en biblias y otras piezas de literatura y en las paredes de las casas e iglesias. Son evidentes en las iglesias protestantes, así como en las iglesias católicas que van más allá al agregar estatuas de Cristo y María. No sólo estas ilustraciones e imágenes son prohibidas; aquellas que supuestamente representan a Cristo no dan parecido en lo absoluto a como Él lucía. Por ejemplo, sabemos que Jesús era judío, como la Biblia dice: “Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá” (Heb. 7:14). Esta no es la ilustración usual presentada por el arte popular o por Hollywood.

Además, Cristo es representado con cabello largo. Pero Él inspiró a Pablo a escribir, “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?” (I Cor. 11:14). Durante el tiempo de Cristo, los romanos típicamente tenían estilos de cabello cortos. Existen estatuas hoy día de varios romanos y de personas de otras razas en aquel tiempo, y tienen el cabello corto.

Algunos confunden la apariencia de Cristo con la de un nazareo. Esto es porque confunden nazareno con nazareo. Los nazareos eran aquellos que hacían un voto de nazareo. Ellos debían evitar cortar su cabello o barba durante el tiempo de su servicio (Núm. 6:5). Una vez completado el voto afeitaban su cabeza. Los nazarenos eran personas que venían del pueblo de Nazaret. El término “voto nazareo” no tiene nada que ver con el pueblo en el que Cristo creció.

Las imágenes de Cristo aparecieron cuatrocientos años después de su muerte. Estas “imágenes” eran pinturas que ciertos artistas crearon para mostrar supuestamente como debió haber lucido Jesús. No es de sorprenderse que la mayoría de estos pintores tempranos fueran empapados por el falso cristianismo.

Esto explica en parte por qué, en vez de representar a Cristo como un judío con el cabello corto, las imágenes tempranas guardan un notable parecido con el dios romano Júpiter, quien supuestamente gobernó sobre todos los otros dioses. A Júpiter le fue atribuido el haber derrotado a su padre Saturno, tomando para sí el gobierno del mundo. Esto engrana perfectamente con la teología de la falsa iglesia, la cual representa a Jesús como habiendo reemplazado al Dios del Antiguo Testamento, a quien dicha iglesia incorrectamente identifica como Dios el Padre. Los falsos maestros presentan la teología de Cristo como una anulación del gobierno de Dios, el Padre, reemplazando aquellos “duros Diez Mandamientos” por “tolerancia y amor”.

El uso de la imagen de Júpiter Olimpo ganó impulso, así como todas las otras sucesivas doctrinas simuladas de la iglesia falsa. Las personas de hoy día que piensan que adoran a Cristo, están adorando algo totalmente distinto — ¡en apariencia y en sustancia!

Recuerde que los judíos pagaron a Judas Iscariote para que los guiara hasta Cristo. Luego de traicionar a Cristo, Judas no lo describió de la siguiente manera: “Bueno, Él tiene este tipo de mirada triste, santurrona y el cabello excepcionalmente largo; probablemente esté cargando un cordero a sus espaldas y seguramente notarán esa aura brillando”.

En realidad, Cristo lucía como un judío común de sus días — tanto así que Judas tuvo que identificarlo específicamente dándole un beso. Como todo carpintero de su tiempo, Cristo debió tener una apariencia masculina y curtida — y no las delicadas características imaginadas por los pintores de los siglos posteriores. El profeta Isaías fue inspirado a registrar: “Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en Él, ni hermosura [belleza, galanura]; le veremos, más sin atractivo [que nos haga desearle]” (53:2).

¡El concepto del mundo sobre quién o qué fue Cristo es una idea tan falsa como su verdadera apariencia! (Para más detalles, usted podría leer nuestro artículo “¿Tenía Jesús el cabello largo?”)

Una iglesia sanciona la idolatría

Como una extensión de la religión de los misterios babilónicos, la Iglesia Católica temprana continúo sus antiguas tradiciones de adorar imágenes. La verdadera Iglesia expuso la patente idolatría de los católicos en los primeros siglos. Con el fin de evitar condenación y publicidad negativa, la Iglesia Católica tenía que hacer una de dos cosas: cesar esta práctica o cambiar las leyes bíblicas con respecto a la idolatría.

No es de sorprenderse que hayan elegido lo último.

El teólogo académico Agustín (354-430 d.C.), promulgó este cambio y “salvó la situación”. Este hombre reestructuró cuidadosamente los Diez Mandamientos para minimizar la incriminatoria acusación que el Segundo Mandamiento traía directamente sobre ellos.

El Segundo Mandamiento condena la adoración de imágenes. Por lo tanto, al “combinar” el Primer Mandamiento con el segundo, Agustín esencialmente “anuló” el Segundo Mandamiento. Y a fin de conservar un total de diez, dividió el último mandamiento en dos mandatos distintos. Este nuevo arreglo cambió el Noveno Mandamiento para decir: “No desearás la mujer de tu prójimo” y el Décimo para decir: “No codiciarás los bienes ajenos”.

Después de romper con la iglesia romana, Martin Luther retuvo los textos católicos de la Biblia, incluyendo la división de Agustín.

Fíjese en la cita siguiente de la Enciclopedia Británica: “La iglesia de Roma y los luteranos adoptaron la división de Agustín…combinando en uno, el Primero y Segundo Mandamientos de Filón, y separando su Décimo Mandamiento en dos” (edición 11va, vol. 7, p. 907). Filón fue un eminente académico judío de principios del primer siglo. El defendió la división apropiada de los Diez Mandamientos, tal como aparecen en la versión King James de la Biblia.

Al combinar el Primero y Segundo Mandamientos, Agustín alteró descaradamente los Diez Mandamientos. La división del Décimo Mandamiento también presenta un intento claro y antinatural de alterar la Palabra de Dios.

En Romanos 13:9 Pablo menciona los cinco últimos mandamientos y no hace distinción en el que prohíbe la codicia. En Romanos 7:7 dice, “¿Qué diremos, pues? ¿Es pecado la ley? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. Es lógico encontrar esto intacto como un único mandamiento, dado que Agustín no hizo el cambio sino hasta alrededor de 350 años después de la muerte de Pablo.

Si la Biblia que usted está leyendo es una Biblia Católica clásica, esto explica por qué los Diez Mandamientos, tal como aparecen en la versión King James, difieren de su versión. Pero no todas las versiones católicas contienen la división de Agustín. Si su Biblia no contiene el Segundo Mandamiento en su forma verdadera, obtenga una versión de la Biblia menos alterada y más objetiva. (Usted también debería leer nuestro folleto ¿Cómo obtuvimos la Biblia — Qué traducciones Son las Mejores?)

Ahora lea la sobria instrucción — ¡mandato! — de Deuteronomio 4:1-2: “Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis y poseáis la tierra que el Eterno, el Dios de vuestros padres os da. No añadiréis a la palabra que Yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos del Eterno vuestro Dios que Yo os ordeno”.

¿Por qué Agustín y otros teólogos y maestros no han tenido miedo de quebrantar este mandamiento directo de Dios? ¿Lo quebrantaron voluntariamente por la misma razón que ellos desafiaron el mandamiento del Día de Reposo y la mayoría de las leyes y estatutos de Dios?

¿Se mantuvo leal Israel?

Podríamos hacer una pausa y preguntar si finalmente la nación de Israel se mantuvo fiel a sus promesas a Dios hechas en el libro de Éxodo. Luego debemos examinar brevemente lo que se puede aprender de su registro y cómo cualquier lección puede ser aplicada. ¡Usted verá que la relevancia para miles de millones vivos hoy día será impactante — e inequívoca!

Dios deseaba que la nación antigua de Israel fuera una nación modelo a la cual todas las otras naciones copiasen. Este fue su propósito siempre. Él esperaba que su Pueblo estableciera un ejemplo de cómo la felicidad, la paz, la abundancia, las bendiciones y la protección ante los enemigos resultarían de la obediencia hacia Él. Tristemente, a pesar de una disposición inicial para obedecer con determinación a Dios, comenzando cuando los mandamientos fueron dados primero en el Sinaí, Israel se encontró constantemente copiando a las naciones a su alrededor y adorando a sus dioses, ¡logrando así lo opuesto al propósito de Dios! (Recuerde cuán rápido Israel cayó en la adoración del “becerro de oro” luego de que los Diez Mandamientos fueron dados — incluso antes de que Moisés pudiera bajar del monte.) Tal adoración de dioses falsos ha tenido consecuencias que han durado por miles de años.

La larga y quebrada historia de Israel, es que la nación se alejó del verdadero Dios y cayó en la trampa seductora de la idolatría y la adoración de dioses extraños, haciendo esto una y otra vez. Cada vez que este patrón se repetía, Dios la enviaba de vuelta al cautiverio y la esclavitud. Luego de un tiempo, la nación clamaba para ser liberada, ofreciendo arrepentimiento, y Dios erigía un juez para liberarla. Pero su pueblo caía nuevamente en la adoración de dioses falsos e ídolos, lo cual los llevaba de vuelta al cautiverio; luego al arrepentimiento y nuevamente venía la liberación misericordiosa de Dios — y todo esto sucedía una y otra vez. Este ciclo descrito en el libro de Jueces y en otras partes continuó ininterrumpidamente hasta que la antigua nación de Israel y Judá fueron a cautiverio (por penúltima ocasión) con diez de las doce tribus perdidas en la historia como resultado. Solo los judíos — Judá mezclados con otra tribu — han retenido su identidad nacional, y esto es atribuido enormemente al haber continuado la observancia del Día de Reposo de Dios.

El resumen en Jeremías e Isaías

He aquí cómo Dios por medio del profeta Jeremías describe el lamento y las acciones continuas de su “nación” — su Pueblo: “¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo, Mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha. Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo el Eterno. Porque dos males ha hecho Mi pueblo: me dejaron a Mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (2:11-13).

La última frase de este pasaje describe exactamente a todos los dioses falsos ideados por los hombres y naciones durante los últimos seis mil años. Estos “dioses” creados por el hombre — hechos de madera, piedra, metal e ideas falsas — verdaderamente son “cisternas rotas que no pueden retener agua”. Aun así, esas naciones (y religiones) se adhieren a estos dioses ficticios con una fidelidad que Israel nunca mostró hacia el Dios verdadero.

Jeremías continúa describiendo el enfoque de Israel hacia los dioses que había copiado y creado: “que dicen a un leño [simplemente un ídolo labrado en madera]: Mi padre eres tú; y a una piedra: tú me has engendrado. Porque Me volvieron la cerviz, y no el rostro”. Hablando por Dios, Jeremías dice entonces de esos dioses, “y en el tiempo de su calamidad dicen: Levántate, y líbranos. ¿Y dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense ellos, a ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses” (vs. 27-28).

Esta es una clásica descripción de lo que es visto a través del mundo en todas las naciones modernas que se consideran a sí mismas fundadas sobre raíces judeo-cristianas. Los ídolos, las esculturas, las estatuas religiosas y los cristales decorados abundan en cada iglesia y en cada ciudad sin que nadie piense nada al respecto.

Incluso a principios del primer siglo, el apóstol Pablo advirtió a la congregación del pueblo de Dios (los corintios) — ¡a aquellos de su Iglesia! — acerca del peligro de seguir a “otro Jesús”, el cual se vincula a “otro evangelio” y esto a su vez, está atado a “otro espíritu” (II Cor. 11:3-4). Usted encontrará que esta revelación es en extremo sorprendente — de impacto para usted, más allá de lo que pudiere posiblemente imaginar sobre el “Jesús” tradicional predicado en casi todas las iglesias a través del mundo occidental.

Continuando ahora con el relato de Jeremías. Dios siempre estuvo disponible para Israel, fácil de hallar para aquellos quienes lo buscan: “¡Oh generación! atended vosotros a la palabra del Eterno. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a ti? ¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días” (vs. 31-32). Dios nunca ha sido un “desierto” para aquellos que le buscan. La cuestión ha sido siempre si Israel le buscaría y obedecería.

¿Cuántas mujeres jóvenes se permitirían vestirse elegantemente para una ocasión para luego olvidar ponerse sus joyas — sus “adornos”? Pocas seguramente. Luego, ¿qué novia, en su día de bodas, podría posiblemente olvidar ponerse su vestido — su “atuendo”? Absolutamente ninguna.

Pero, sorprendentemente, ¡Israel había olvidado A SU DIOS!

Por supuesto, esto solamente pudo suceder porque la nación descartó la instrucción básica de Dios — ¡y los mandamientos! — involucrándose con los dioses de las naciones a su alrededor.

El profeta Isaías dice esto de parte de Dios sobre el lamentable — e ignorante — estado de su pueblo de entonces y hoy día: “¡Oíd, cielos, y escucha tú, tierra! porque habla el Eterno: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron al Eterno, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás” (1:2-4).

Isaías está describiendo a una nación que ha caído en toda clase de corrupción concebible, maldad y pecado, todo lo cual pudiera ser atribuido al haber abandonado al verdadero Dios.

Confusión mundial ─ dioses y más dioses

El mundo está lleno de dioses de todo tipo. Es como si la humanidad reservara lo mejor de sus poderes creativos para la invención de toda clase concebible de dioses y diosas — ya sea compuestos de materia física o definidos por conceptos etéreos en la mente. Los miles de millones de personas en el mundo literalmente adoran a millones de dioses.

El apóstol Pablo lo expresó de una mejor forma al tiempo que introduce al verdadero Dios de la Biblia: “Pues, aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de Él. Pero no en todos hay este conocimiento…” (I Cor. 8:5-7).

Los romanos adoraban y construían templos para un sinfín de clases de dioses y diosas. Pero es dicho que los antiguos griegos adoraban tantos como 30.000 dioses, superados por los hindúes de hoy día, de los cuales se dice que tienen 5 millones, ¡incluyendo su propia trinidad constituida por Shiva, Brama y Visnu! Por supuesto, los egipcios, como hicieron otras civilizaciones, también contaban con su propia versión de la trinidad — Osiris, Horus e Isis. Luego, están Tao, Confucio, Buda, Alá y una gran cantidad de otros dioses, diosas e ídolos, adorados hoy día, incluyendo tótems, la naturaleza, las víboras, los animales y los peces del mar; los volcanes y las montañas, el fuego, el viento, las rocas, el sol, la luna, los planetas, las estrellas y hasta ciertos seres humanos considerados divinos. De nuevo, allí hay toda clase de diferentes tipos de 1os conceptos metafísicos de dioses adorados y exaltados en la mente — algunos de los cuales han sido descritos por símbolos físicos y representaciones ideadas por artistas. Esto describe a la trinidad.

Sin embargo, la mayoría de las personas puede que no lo sepan, pero muchas más personas creen en este dios tres-en-uno que en cualquier otra forma de dios.

El Dios no conocido

A esta altura, necesitamos prestar atención a un fascinante, pero más largo versículo que ilustra cómo una humanidad supersticiosa es capaz de adorar casi cualquier cosa, incluyendo a muchos dioses al mismo tiempo a fin de evitar ofender a cualquier dios que hayan dejado de adorar. Este relato pinta una asombrosa imagen. Tome nota de la última oración. El relato es de Hechos e involucra a Pablo en Atenas.

“Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (17:22-30).

Note la referencia de Pablo “AL DIOS NO CONOCIDO” (encontrado también en letras mayúsculas en la versión King James de la Biblia). Dios tenía que revelarse a sí mismo a los supersticiosos griegos por medio de Pablo. Ellos habían ideado una fórmula “atrapa-todo”, una inscripción destinada a incluir cualquier otro dios que pudieren haber obviado en sus “devociones”. Pablo tomó nota de cómo se habían asegurado de no dejar ni una piedra sin voltear en la adoración de toda deidad. Pero ellos no habían tratado de “buscar y luego palpar” para así “encontrarle”.

El Rey Salomón registró que “nada hay nuevo debajo el sol” (Ecl. 1:9). Ciertamente, el Dios de la Biblia ha permanecido desconocido por un sinfín de millones que han estado dispuestos a alabar a un dios seleccionado para ellos por los hombres. Los teólogos y los religiosos han buscado la opinión de los filósofos, de los doctos y de los supuestos expertos en vez de la única opinión importante — la de Dios, encontrada en su Palabra. Veremos que siglos atrás, estos líderes religiosos reportaron sus hallazgos a las masas, las cuales estuvieron dispuestas a tragarse lo que les fue presentado — ¡la trinidad! — sin prueba alguna.

El Dios que está vivo

Finalmente, preguntamos, ¿Cuál es la diferencia entre el Dios de la Biblia y todos los otros dioses? ¿Cómo es que Dios Mismo se distingue de los demás dioses y qué es Él?

A través de las Escrituras, Dios se describe a sí mismo una y otra vez como el “Dios viviente” — el “Eterno” — “SOY EL QUE SOY” (el nombre en Éxodo 3:14 que Moisés fue instruido a usar por Dios cuando le representase frente a faraón). En otras palabras, el Dios de la Biblia establece quién es Él y se separa a sí mismo de todos los otros dioses ¡declarándose como el Dios vivo! — ¡EL VIVIENTE! — lo cual significa que todos los otros dioses son no existentes o en un sentido, que están “muertos”. En efecto, dicho de otra manera, el verdadero Dios dice, “YO SOY”, lo cual significa que los otros dioses “no son” — y punto.

Es vital que el lector pregunte continuamente si él o ella están adorando al único dios verdadero — al Dios que está vivo — o algo que no existe, inerte y “muerto”, ¡un dios que no es! Esta pregunta se erige por encima de todas las demás presentadas en este volumen.

La idolatría en perspectiva

Sin el Espíritu de Dios, la mente humana está naturalmente inclinada a alabar imágenes, simplemente porque éstas son cosas físicas. Quien quebranta el Primer Mandamiento en algún punto quebrantará el Segundo.

Satanás el diablo ha tomado ventaja de esto. Él sabe que quebrantar un mandamiento lleva a quebrantar otro. Por ejemplo, en muchas religiones paganas, el adulterio — la trasgresión del Séptimo Mandamiento — era generalmente parte de los rituales de adoración.

Quien adora verdaderamente a Dios no necesita o busca una imagen para apoyar su adoración: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24). Esta es la única forma de adoración y alabanza que Dios acepta.

¿Qué sucedería si…?

Esta vez preguntamos: ¿Qué pasaría si el mundo entero guardase el Segundo Mandamiento? No solo desaparecería la adoración de imágenes, sino que también habría un efecto inesperado. Las maldiciones traídas sobre toda la humanidad por quebrantar esta ley no existirían más. Cada fracción del falso cristianismo cesaría su adoración de imágenes y figuras. Prácticamente todas las religiones perderían su atractivo principal. Por ejemplo, ¿qué impacto tendría el budismo en sus seguidores sin las estatuas de Buda? El mundo daría un paso agigantado hacia el verdadero Dios.

Capítulo Cinco – El Tercer Mandamiento — “No tomarás el nombre de Dios en vano…”

Dios estaba ahora listo para entregar el tercer mandamiento: “NO TOMARÁS EL NOMBRE DEL ETERNO TU DIOS EN VANO; porque no dará por inocente el Eterno al que tomare su nombre en vano” (Éxo. 20:7).

Hay mucho, mucho más en el Tercer Mandamiento de lo que vemos a simple vista. A juzgar por las apariencias, pensaríamos que Dios simplemente está prohibiendo el pronunciar su nombre de forma descuidada o irrespetuosa. Pero existen muchas más implicaciones derivadas de este mandamiento. Éstas han de influir seriamente en cualquiera que desee obedecer seriamente el Tercer Mandamiento. Cuando Dios dice, “…porque no dará por inocente el Eterno al que tomare Su nombre en vano”, debemos cuidarnos de tomar con ligereza este tema.

El Tercer Mandamiento está ligado directamente a los dos primeros. Describe la cuidadosa reverencia con la cual Dios quiere que sea usado su nombre en todo momento. El significado de este mandamiento es que las personas que dirijan sus palabras al Dios verdadero deben ser cuidadosas cuando hacen esto (Salmo 111:9). Es importante pensar en el propósito — la razón — por la cual se menciona su santísimo nombre.

El peso de las palabras

Dios da gran importancia a lo que decimos. Esto algo que se debe tomar a la ligera. Cristo dijo en Mateo 12:36-37, “Mas Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Y en Colosenses 4:6 dice, “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Las palabras que decimos afectan a otros, positiva o negativamente, y un día tendremos que responder por lo que decimos.

¿Está usted preparado para eso? Puede que una mejor pregunta sea, ¿“Está usted preparándose para eso”?

Las palabras tienen un impacto en aquellos que las oyen. El libro de los Proverbios contiene muchas instrucciones vitales con respecto a lo que decimos. En el capítulo 17, versículo 28, Salomón fue inspirado a escribir, “Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; El que cierra sus labios es entendido”.

Proverbios 15:4 dice, “La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu”. Y el capítulo 10 dice, “La boca del justo producirá sabiduría; Mas la lengua perversa será cortada. Los labios del justo saben hablar lo que agrada; Mas la boca de los impíos habla perversidades” (vs. 31-32). La justicia de una persona o la falta de ella es reflejada en su conversación. Cristo dice en Mateo 12:34, “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”.

¿Reflejan sus palabras justicia? ¿Muestra usted amor hacia Dios y hacia su prójimo cuando habla? Cuando se busca cumplir este mandamiento, uno debe hacer un esfuerzo consciente para hablar palabras que reflejen reverencia hacia Dios y genuina preocupación por otras personas y esto incluye como ellos le escuchan a usted reverenciar y honrar a Dios.

¿Qué significa esto?

Las personas generalmente asocian el tomar el nombre de Dios en vano con el uso de lenguaje obsceno. Esta es una perspectiva correcta, pero solo constituye parte del significado. Dios ha revelado sus muchos nombres a todos aquellos que examinan cuidadosamente las escrituras. Estos nombres definen quien es Él y Dios espera que su Pueblo le dé reverencia a Él y a todos sus atributos. Cuando una persona usa el nombre de Dios de un modo que niega su verdadero sentido y carácter, está quebrantando el Tercer Mandamiento. En este día y era, a las personas les gusta hablar sobre Dios, pero no están admirados por su poder o su nombre.

¿Y qué acerca de usted? ¿Son sus palabras edificantes para otros? ¿Se ha encontrado usted alguna vez usando el nombre de Dios de manera descuidada durante una conversación? ¿Está usted usando sin darse cuenta eufemismos, los cuales parecieran ser menos ofensivos e incluso inofensivos?

Un eufemismo a menudo simplemente sustituye malas palabras. Es, no obstante, no menos ofensivo y es algo que Dios considera serio. Recuerde que debemos obedecer a Dios en el espíritu de la ley, y no solamente en la letra. “El cual nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica” (II Cor. 3:6).

Si una persona usa eufemismos — y hay prácticamente una infinidad de ellos hoy día — ese individuo está tratando simplemente de “suavizar el golpe” de las palabras más ásperas que pasan por su mente, consciente o inconscientemente.

Cristo dijo: “Pero lo que sale de la boca, del corazón [mente] sale; y esto contamina al hombre” (Mat. 15:18). Como dice el dicho “Es el pensamiento lo que cuenta”. Nuestros pensamientos pueden contar a nuestro favor — o ¡en contra nuestra!

¿Son sus palabras “manzanas de oro”?

Un cristiano sigue el ejemplo de Cristo. I Pedro 2:21 dice: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”.

Un ejemplo que Cristo nos dejó es cómo Él controló su lengua. Continuando en los versículos 22-23: “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”.

La meta final de un cristiano es volverse como Cristo “puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe” (Heb. 12:2). Somos exhortados a que “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5).

¿Está usted dejando que Cristo viva en usted? Cristo dijo que las persona serían conocidas “por sus frutos [por lo que hacen y dicen]” (Mat. 7:16-20). ¿Está usted aprendiendo a controlar su lengua?

Salomón fue inspirado a escribir en Proverbios 25:11, “Manzana de oro con figuras de plata, es la palabra dicha como conviene”. Cuando usted habla, ¿representan sus palabras “manzanas de oro sobre una bandeja de plata”? — esto es, ¿reflejan sus palabras un cuidadoso y premeditado pensamiento con el intento de edificar e inspirar a otros? ¿O son las palabras que usted usa un sepulcro lleno de áspides venenosas (Rom. 3:13)?

Con tantas presiones que enfrentamos hoy día es fácil no prestar atención a esas áreas habituales de uso erróneo del lenguaje, especialmente si sentimos que tales asuntos no son tan importantes como otros. Pero para Dios, un pecado es un pecado. Podremos tratar de “dar un baño de azúcar” a un lenguaje viciado, pero Gálatas 6:7 dice: “Dios no puede ser burlado”.

La importancia real del nombre de Dios

En Mateo 6:7 Cristo ordena a sus seguidores que cuando oren, eviten “vanas repeticiones”. Esto es seguido inmediatamente por lo que comúnmente conocemos como “El Padre nuestro”. La mayoría recita esta oración palabra por palabra interpretando mal las instrucciones de Cristo. “Vosotros, pues, oraréis así”, no significa que hay que copiarla verbalmente, palabra por palabra, cada vez que oramos. Jesús simplemente, estaba proporcionando un esquema general para orar. Él no estaba dictando las palabras exactas que deberíamos usar, ni la longitud exacta de cada oración. Cuando alguien repite una oración que ha sido memorizada (posiblemente desde la infancia), la persona generalmente se distrae del sentido y propósito de orar, por lo tanto, literalmente ora en vano. ¡Esto es serio para Dios!

El versículo 9 nos instruye a “santificar” el nombre de Dios. El Tercer Mandamiento nos enseña a mostrar respeto apropiado por su nombre. Esto no significa que deberíamos tratar de pronunciar el nombre de Dios en el hebreo original o en el griego, idiomas en los cuales fue escrito. Ciertos grupos religiosos prestan gran atención a esto a fin de dar una apariencia extremadamente correcta. Admiten, sin embargo, que, debido a la falta de conservación de las vocales en la lengua hebrea, nadie sabe la exacta pronunciación para la palabra “Señor”. La importancia verdadera radica en el significado que sus nombres conllevan, no el modo en el cual éstos son pronunciados. (El lector encontrará útil nuestro artículo especial “¿Deberían los cristianos usar ‘Nombres Sagrados’?”)

Los nombres de Dios revelan muchos de los aspectos de su naturaleza y carácter. Los cristianos cuya esperanza es la de algún día integrarse a la Familia de Dios deben honrar y reverenciar a Dios por lo que Él es: Nuestro Creador, Sustentador, Sanador, Proveedor, Dador de la Ley, Vengador y, finalmente, nuestro Galardonador (Heb. 11:6; Apo. 22:12). (Puede que usted desee leer nuestro folleto ¿Cuál es su Recompensa en la Próxima Vida? Para saber más sobre como usted puede recibir una herencia futura con Jesucristo en el reino de Dios.)

El Rey David fue inspirado a registrar en Salmos 8:1-4, “Oh Eterno, Señor nuestro, ¡Cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra! has puesto Tu gloria sobre los cielos; de la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”

David, llamado en Hechos 13:22 un hombre conforme al propio corazón de Dios estaba asombrado de Dios y de su creación. ¿Deberíamos nosotros estar menos admirados de Él, especialmente cuando miramos a nuestro alrededor y vemos la obra de sus manos, de la cual somos parte? Vivimos en la era de la información y el hombre nunca antes supo tanto acerca de su cuerpo físico y del mundo alrededor. “Porque Tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras…No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra” (Salmo 139:13-15).

¿Deberían jurar los cristianos?

En el mundo de hoy día se considera perfectamente normal que las personas juren y ¡usen el nombre de Dios para respaldar sus palabras! Esto no solamente es común para ellos en sus vidas personales, sino que, los juramentos es un elemento estándar en la mayoría de los procedimientos legales. Pero ¿qué dice la Palabra de Dios al respecto? En Mateo 5:33-37 Cristo dice, “Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”.

El Noveno Mandamiento dice, “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxo. 20:16; Deut. 5:20). Apo. 21:8 dice, “… todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. ¡El hecho de que este mandamiento no sea lo suficientemente obligatorio en la mente de la mayoría de las personas — hasta el punto de que la ley del hombre requiere la toma de juramentos — es un triste comentario sobre cuán poco respeto tienen las personas por la Palabra de Dios!

Evite títulos religiosos

En muchas de las religiones del mundo, los ministros y los sacerdotes asumen el título de “Padre” o “Reverendo”. ¿Qué dice la Biblia acerca de esta práctica tan común?

En Mateo 23:9 Cristo ordena, “…Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque Uno es vuestro Padre, el que está en los cielos”. Dios es nuestro “Padre” espiritual — ¡es una blasfemia otorgar este título religioso a cualquier hombre! Aunque es permisible llamar al progenitor de uno “padre”, Dios prohíbe usar “Padre” como título religioso.

Salmos 111:9 dice, “Santo y reverendo es su nombre”. “Reverendo” significa digno de adoración. Ningún hombre es digno de tan alta distinción. Uno de los siervos más grandes de Dios fue inspirado a escribir, “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Rom. 7:18). Hasta el mismo Cristo dice en Mateo 19:17, “Ninguno hay bueno sino uno: Dios”. Incluso Cristo, que fue Dios en la carne (Juan 1:14), no se exaltó a sí mismo.

Jesús condenó a los escribas y fariseos de su tiempo por adjudicarse el título de “Rabbi” (que significa “Maestro”) — el cual pertenece exclusivamente a Cristo (Mat. 23:8,10). Cualquiera que se atreva a tomar para sí mismo un título que le pertenece a Dios (que por consecuencia quebranta el Octavo Mandamiento), tendrá algún día que arrepentirse delante de Dios — ¡o sufrir las consecuencias!

De esta práctica de adjudicarse para sí el título espiritual de “Padre” se deriva la tradición de la “confesión” a los sacerdotes. Entendamos. Los pecados no pueden ser perdonados por hombre alguno. Ningún ser humano puede mediar entre usted y Dios. Sólo Jesucristo ostenta este oficio. Pablo escribió: “por lo cual [Cristo] puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb. 7:25). Pablo escribió también en I Timoteo 2:5, “Porque hay…un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre”. Por lo tanto, usted debe de confesar sus pecados solamente a Dios — y no a otro ser humano. Lea un ejemplo del arrepentimiento profundo de David en el Salmo 51.

En I Juan 2:1-2 dice que cuando pecamos, contamos con un abogado para con Dios el Padre — Jesucristo. Cuando confesamos a Dios nuestros pecados, Él es fiel para perdonarnos. Por lo tanto, podemos acercarnos confiadamente a su trono de gracia (Heb. 4:14-16).

La Palabra de Dios nos dice que hay, en efecto, circunstancias en las cuales las personas deben de confesar a otros sus ofensas — y esto es en parte para que los siervos de Dios puedan orar los unos por los otros (Stgo. 5:16). Sin embargo, hay una diferencia entre pedir el perdón o la oración de un hermano (o hermana) para vencer en una debilidad humana u ofensa — y confesar pecados pasados. Un cristiano no debería confesar sus pecados a otra persona, porque sólo Dios es quien puede perdonarnos por nuestros pecados (Marcos 2:7-10; Lucas 5:21-24). Dios también olvida nuestros pecados una vez que nos hemos arrepentido de ellos, mientras que las personas no. (Tome nota: Santiago 5:16 — “Confesaos vuestras ofensas unos a otros” — este es el versículo que usan más a menudo los católicos para justificar la práctica de la confesión a un sacerdote. De hecho, esto habla estrictamente de cuando alguien ha pecado en contra de otra persona. Se debe confesar la ofensa a esa persona.)

Algunos han tratado de citar Juan 20:23 como prueba de que las personas que mantienen ciertos cargos religiosos tienen la autoridad de perdonar los pecados. Dice, “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”. No hay nada aquí que pueda indicar que un hombre físico pueda perdonar pecados en el sentido espiritual. El contexto de las palabras de Cristo era la autoridad que Él estaba dando a sus futuros apóstoles (Juan 20:21; I Cor. 5:2; I Tim. 1:20) — en este caso, para expulsar a los disidentes y herejes en la Iglesia (y posteriormente permitirles regresar a la congregación, luego de haberse arrepentido). (Usted puede leer nuestro folleto ¿Qué es la verdadera conversión? para una vista dentro del tema del arrepentimiento y conversión.)

Más que solo palabras

Una persona puede tomar el nombre de Dios en vano más que con solo palabras que expresa. Como dice el dicho: “Los hechos dicen más que mil palabras”. Mateo 7:21 dice, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Y en Mateo 15:8-9, cuando hablaba con los fariseos, quienes “no practicaban lo que predicaban”, Cristo dijo: “Este pueblo de labios Me honra; más su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”.

¡Estas son palabras fuertes!

Al final, la hipocresía es la máxima forma de tomar el nombre de Dios en vano. Si alguien clama ser un cristiano, pero argumenta que “la ley fue clavada en la cruz” ¡entonces esta persona está tomando el nombre de Dios en vano en el peor modo posible! Cristo dice claramente que Él no vino “para abrogar [la ley], sino para cumplirla” (Mat. 5:17). Y en Lucas 6:46 Él preguntó, “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y NO HACÉIS lo que yo digo?”

Si una persona clama ser cristiana y no vive “[por] toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4), entonces está quebrantando directamente el Tercer Mandamiento. Cuando alguien desobedece cualquiera de los Diez Mandamiento, él automáticamente quebranta el Tercer Mandamiento. Santiago 2:10 dice, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere [tropezare] en un punto, se hace culpable de todos”.

Proverbio 30:9 muestra que hasta alguien que roba comida cuando tiene hambre, profana el nombre de Dios: “…O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”.

Un cristiano debe examinarse a sí mismo constantemente. Pablo instruyó: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (II Cor. 13:5). El auto examinarse deber incluir el análisis de áreas de nuestra vida que necesitan ser mejoradas. Recuerde: tomar el nombre de Dios en vano puede significar acciones o palabras. Para medir el crecimiento espiritual y desarrollo del carácter debemos analizar áreas como el mal uso del lenguaje — los improperios, los eufemismos y cualquier otro lenguaje vano que pueda quebrantar el Tercer Mandamiento. Acepte el hecho de que es imposible romper con el hábito de usar un lenguaje sucio si no se aborrece todo lo que lo puede separar a uno de Dios. Todo pecado debe ser eliminado.

¿Qué sucedería si…?

Preguntamos de nuevo: ¿qué sucedería si el mundo entero guardase el Tercer Mandamiento? El cambio más obvio sería el fin de la profanación y el mal uso del nombre de Dios. Esto incluiría todos los eufemismos y otras frases vanas. El lenguaje sucio de las películas, de la música y de la televisión desaparecería. Desde los sargentos en el ejército hasta los entrenadores de fútbol de las universidades buscarían nuevos y mejores modos de expresarse. Incluso la selección de palabras en los escritos legales cambiaría.

La vana repetición en las “oraciones” se detendría. Así mismo, no habría más sermones (o música “evangélica”) haciendo mal uso del nombre de Dios mientras predican lo contrario a su verdad. Los mensajes falsos sobre Dios no serían televisados o emitidos en la radio ni publicados en Internet. El cristianismo falso y cada rama de la religión falsa serían efectivamente “amordazados”. El nombre de Dios sería usado solamente tal y como es enseñado por sus verdaderos siervos y con el más absoluto respeto.

¡Qué mundo en verdad tan distinto acabamos de describir! y esto sería ¡si tan sólo los tres primeros mandamientos fuesen observados universalmente!

Capítulo Seis – El Cuarto Mandamiento — “Acuérdate del Día de Reposo…”

El cuarto mandamiento completa el grupo de los mandamientos que instruyen al hombre en su relación con su Creador — el amor hacia Dios.

Lea cuidadosamente este mandamiento más largo: “acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; más el séptimo Día es reposo para el Eterno tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el Día de reposo y lo santificó” (Éxo. 20:8-11).

Este mandamiento es controversial para la mayoría de los cristianos profesos. Dios instruye su observancia, pero la mayoría simplemente elige ignorarlo. No obstante, el Cuarto Mandamiento es un mandamiento de prueba sumamente importante. El cómo lo guardamos le demuestra a Dios nuestra voluntad de honrarle y andar en sus caminos. La Palabra de Dios lo describe como una señal de identidad de las personas que buscan y obedecen a Dios.

Un largo debate

El tema de cuál día es el sábado cristiano es uno de los debates más antiguos sobre cualquier enseñanza bíblica. Los teólogos y los ministros de todo origen y teología han ofrecido su opinión sobre la interrogante del “sábado o domingo”.

El Cuarto Mandamiento es el único mandato sobre el cual se realizó un pacto. Los dos mandamientos más largos y detallados — el segundo y el cuarto — son los que la mayoría de las iglesias cristianas han elegido alterar para su propia conveniencia. Como hemos visto, han “combinado” el Segundo Mandamiento con el primero, ciertamente removiéndolo de la Biblia. Con respecto al Cuarto Mandamiento, ellos claman la autoridad de cambiar efectivamente el día de reposo del séptimo día de la semana al primero. Veremos por qué Satanás ha ido tan lejos para engañar al mundo sobre la importancia del día de reposo.

El día de reposo desde la Creación

El libro de Génesis — el nombre significa “comienzo” — habla casi inmediatamente sobre el tema del día de reposo — el séptimo día de la semana. Es como si Dios hubiera deseado que el asunto se estableciera claramente en la mente de los lectores de la Biblia, desde el inicio de su estudio de las escrituras.

Al comienzo del libro, inmediatamente después de que concluye el “capítulo de la Creación”, la Biblia dice: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Gén. 2:1-3).

Mientras que nadie debería perder o malinterpretar las implicaciones de este pasaje, casi todos lo hacen. Y en vez de examinarlo, así como a muchos otros en el mismo tema, la mayoría simplemente engulle el pensamiento popular sin resistencia porque es más fácil.

La primera palabra en este mandamiento de Éxodo es “acuérdate”, lo cual demuestra que Israel había sabido previamente sobre el día de reposo. Los Diez Mandamientos existieron y entraron en vigor antes de Moisés (como fue explicado en el Capítulo Uno).

Dios hizo para el hombre el día de reposo como un tiempo de descanso de los seis días previos de trabajo. Él supo que el hombre necesitaría de este descanso físico, mental, emocional y espiritual. El día de reposo es un tiempo para escapar de la rutina diaria, comunicarse con Dios y reflexionar en nuestro propósito de ser.

El día de reposo comienza a la puesta del sol el viernes por la noche y finaliza al ocaso del sábado. Dios bendijo y santificó este periodo de tiempo, haciéndolo santo. Cuando Dios confiere tal honor sobre algo, ¡debemos de poner especial atención! Muchas escrituras hacen claro el por qué Él apartó el día de reposo de los demás días de la semana.

Reconozca que Dios ordena que el hombre trabaje seis días. Él quiere que el hombre provea para sí mismo (y para su familia) y maneje su vida y finanzas de acuerdo con sus leyes. Muchos versículos, tales como Juan 5:17 y 36 muestran que tanto Dios el Padre como Cristo trabajan — y por lo tanto, nosotros también.

¿Quién fue el Creador?

¿Quién fue el Dios Creador que concibió el día de reposo? “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3). El “Verbo” (del griego: Vocero) era el Miembro de la Familia de Dios que ejecutó la creación. El versículo 14 confirma la identidad del Verbo:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Este versículo y los que le siguen, apuntan exclusivamente a Jesucristo. Él fue quien creó, santificó (apartó) y ordenó el día de reposo.

El relato de la revelación del maná (el pan del cielo) está relacionado estrechamente al día de reposo. Esto ocurrió antes de que Israel llegase al Sinaí y recibiera la ley.

Antes que el maná fuese dado, algunas instrucciones importantes fueron entregadas; en Éxodo 16:4-5, “Y el Eterno dijo a Moisés: He aquí Yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que Yo lo pruebe si anda en Mi ley, o no. Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día”.

Israel recibió incluso la instrucción de recoger sólo lo suficiente para cada familia y sus necesidades diarias. Cualquier sobrante de maná se pudriría y generaría gusanos al día siguiente. La única excepción era que la porción doble dada en el sexto día no se deterioraría a la mañana siguiente, en el día de reposo. ¡Este milagro tenía la intención de probar a Israel que Dios proveería para sus necesidades en el día de reposo!

El versículo 4 muestra que Dios usó el día de reposo como un mandamiento de prueba: “…para que Yo [los] pruebe si [andan] en Mi ley, o no”. Esto fue para probar la respuesta de los israelitas a las instrucciones de Dios. El día de reposo es también una prueba para el pueblo de Dios de hoy día.

Note: “En el sexto día recogieron doble porción de comida, dos gomeres para cada uno; y todos los príncipes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés. Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho el Eterno: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado al Eterno; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana” (Éxo. 16:22-23). Además de mostrar que Dios proveyó maná extra en el sexto día, esto muestra también que el día de preparación fue siempre el tiempo de preparación física para el día de reposo. Esto incluye la mayor y más substancial parte del trabajo de cocina.

A Israel le fue dicho que ningún maná aparecería en el Día de Reposo. Ellos no debían juntar nada en ese día. Aun así, algunos fueron de todas maneras a buscarlo. Dios castigó a Israel por esto: “Y el Eterno dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo no querréis guardar Mis mandamientos y Mis leyes? Mirad que el Eterno os dio el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estese, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él [para trabajar juntando maná] en el séptimo día. Así el pueblo reposó el séptimo día” (vs. 28-30).

Este relato enseña una lección extremadamente importante. Sólo Dios controlaba estos factores, no Moisés o ningún otro ser humano. El Ser que bendijo y apartó el día de reposo como tiempo santo probó que Él podía proveer para aquellos que lo observaron y lo guardaron. Este evento enfatiza que el séptimo día fue santificado — apartado — como el día de reposo antes de que los Diez Mandamientos fuesen dados oficialmente a Israel. ¡Las personas que guardan hoy el día de reposo pueden ver que Dios provee también para ellos!

El día de reposo como un pacto de identidad

Además de ser uno de los Diez Mandamientos, el día de reposo es tan importante para Dios que Él hizo un pacto (un acuerdo o contrato) especial con Israel para que lo guardase: “Habló además el Eterno a Moisés, diciendo: Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis Mis días de reposo; porque es señal entre Mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que Yo soy el Eterno que os santifico” (Éxo. 31:12-13). ¡Por lo tanto el día de reposo es una señal que identifica a Israel, apartándolo para un propósito especial!

En Éxodo 31:14-15 se revelan las consecuencias de ignorar el mandamiento del día de reposo de Dios: “Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, más el día séptimo es día de reposo consagrado al Eterno; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá”.

Dios presentó luego el pacto perpetuo del día de reposo: “Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre Mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó” (vs. 16-17).

Veamos que el mandamiento del día de reposo origina su autoridad desde el tiempo de la Creación, y no desde Moisés.

La prueba de que el día de reposo es una señal entre Dios y su pueblo verdadero se encuentra en Ezequiel 20:11-13: “y les di Mis estatutos, y les hice conocer Mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpliere vivirá. Y les di también Mis días de reposo, para que fuesen por señal entre Mí y ellos, para que supiesen que Yo soy el Eterno que los santifico. Mas se rebeló contra Mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron en Mis estatutos, y desecharon Mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpliere, vivirá; y Mis días de reposo profanaron en gran manera”.

Dios estaba tan encendido por la rebelión de Israel y el quebrantamiento del día de reposo que inspiró a Ezequiel a enfatizar la seriedad de sus acciones “Yo soy el Eterno vuestro Dios; andad en Mis estatutos, y guardad mis preceptos, y ponedlos por obra; y santificad mis días de reposo, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que Yo soy el Eterno vuestro Dios. Más los hijos se rebelaron contra mí; no anduvieron en mis estatutos, ni guardaron mis decretos para ponerlos por obra, por los cuales el hombre que los cumpliere vivirá; profanaron mis días de reposo. Dije entonces que derramaría mi ira sobre ellos, para cumplir mi enojo en ellos en el desierto” (vs. 19-21).

Las palabras “días de reposo [plural] se refieren tanto al día de reposo semanal, así como a los Días Santos anuales, a los cuales Dios también describe como días de reposo. En cualquiera de los casos anteriores, Dios se refiere a los días de reposo como a “mis” días de reposo — no como “tus” días de reposo o aquellos días de reposo judíos. El día de reposo pertenece a Dios. ¡Las personas que lo rechazan; lo están rechazando a Él!

No hay diferencia hoy día

Incluso hoy, los descendientes modernos del antiguo Israel continúan rebelándose en contra de Dios y quebrantando Sus días de reposo. Llegará un día después de que la ira de Dios sea derramada sobre ellos; que entonces, junto con el resto del mundo, los israelitas guardarán Sus días de reposo. Note esto: “Vivo Yo, dice el Eterno el Señor, que con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado, he de reinar sobre vosotros; y os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado” (Eze. 20:33-34).

Estos versículos describen un período cuando Jesucristo y los santos gobernarán con justicia y equidad. Él reunirá a los israelitas sobrevivientes del severo castigo nacional y los traerá de vuelta a la tierra que está reservada para ellos. Esta vez Israel obedecerá. (Lea nuestro libro Como vendrá el reino de Dios – ¡La historia sin contar!)

Las siguientes escrituras deberían ayudarle a apreciar la oportunidad única que Dios le brindó a Israel. En Salmo 147:19-20 leemos, “Ha manifestado sus palabras a Jacob, sus estatutos y sus juicios a Israel. No ha hecho así con ninguna otra de las naciones; y en cuanto a sus juicios, no los conocieron”. Ahora, vea Amós 3:1-2: “Oíd esta palabra que ha hablado el Eterno contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades”.

A través de la historia de Israel, tanto la nación de Israel, compuesta de diez tribus (“la casa de Israel” o Reino del Norte), como Judá (“la casa de Judá” o Reino del Sur), han sido culpables de quebrantar el día de reposo. La casa de Israel abandonó el día de reposo y la mayoría de las otras leyes de Dios. Como resultado, estas tribus fueron a cautiverio por muchos siglos, perdieron su identidad y se perdieron en la historia. La nación de Judá también sufrió cautiverio por quebrantar el día de reposo y por cometer idolatría. Los líderes judíos tales como Esdras y Nehemías, quienes regresaron después del cautiverio, guardaron diligentemente el día de reposo. Se dieron cuenta de que la negligencia hacia este vital mandamiento era la razón principal de su cautiverio (Neh. 13:17-18). El rechazo a la observancia del día de reposo siempre lleva a la idolatría y a la adoración de dioses falsos. Guardar el día de reposo le muestra a Dios el camino que uno ha elegido.

(Mi crucial libro América y Gran Bretaña en Profecía, explica cuidadosamente por qué Israel fue llevado al cautiverio y lo que ambos pecados, el quebrantamiento del sábado y la idolatría, significan para esas naciones hoy día. Es un libro que no debe dejar de leer.)

La enseñanza y el ejemplo de Cristo

Cristo hizo una profunda declaración durante una confrontación con los fariseos. Nunca es mencionada en las miles y miles de iglesias o escuelas dominicales: “También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, [no de “los judíos”] y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Marcos 2:27:28).

Jesús enfatizó que el día de reposo fue hecho para el hombre y sus necesidades — para descansar, ser refrescado y principalmente para tener comunión con Dios. Pero los fariseos actuaban como si los seres humanos hubiesen sido creados para cumplir con las incontables reglas de ellos. Los fariseos estaban perdidos en un laberinto de normas las cuales los separaron del verdadero significado del día de reposo. Cristo dijo que el día de reposo fue hecho para el hombre. Notemos que Él dijo que este día de descanso fue hecho para el hombre — toda la humanidad — no solo para los judíos. Él explicó que Él es el Señor del sábado (vs. 28). Como el Hacedor, el Sustentador y el Autor del Pacto del día de reposo, sólo Cristo merece el título de “Señor del sábado”.

Cristo mostró que la condenación de los fariseos, de recoger trigo para comer en el día de reposo, era infundada (vs. 23-26). Su ejemplo demostró que era permisible recoger comida en el día de reposo para satisfacer un hambre inmediata.

En Marcos 3:1-6 los fariseos miraron de cerca a Cristo para ver si Él sanaba en el día de reposo a un hombre que tenía la mano seca. Cuando Cristo percibió que buscaban acusarle, Él respondió: “¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?” (vs. 4). Los fariseos no le contestaron. Inmediatamente Cristo sanó al hombre, después de lo cual, los fariseos buscaron matarle. ¡Una seria acusación contra la auto justa naturaleza humana!

Los ejemplos de Cristo revelan que es permitido hacer el bien en el día de reposo y aliviar el sufrimiento. Esto está en armonía con el espíritu del Cuarto Mandamiento.

En el mismo relato que se encuentra en Mateo 12:11-12, Cristo usa la analogía de rescatar a un animal en peligro, con lo cual los fariseos estuvieron de acuerdo. Sin embargo, no permitieron que Cristo sanara a un ser humano en aflicción en el día de reposo. Él usó una analogía similar en Lucas 13:15-17, de soltar ganado del pesebre para llevarlos a beber agua en el día de reposo, con lo cual los fariseos también estuvieron de acuerdo. Pero protestaron porque Cristo sanó a una mujer israelita presa de una aflicción por dieciocho años. Este relato también confirma que Cristo permitió ciertas actividades físicas necesarias para ser realizadas en el día de reposo, como dar de comer o beber a los animales. No obstante, ¡esto no es una licencia para planear o realizar un trabajo que no sea de emergencia en el día de reposo!

El día de reposo fue hecho para la humanidad. En vez de ser un tiempo de estrictos “hacer y no hacer”, puede ser un tiempo de hacer el bien y aliviar un sufrimiento, así como también un tiempo de descanso y adoración.

Como muchas de las enseñanzas de la Biblia, la apropiada y correcta observancia del día de reposo se ha vuelto un tema controvertido. ¿Es el día de reposo gobernado por estrictos “hacer y no hacer”? Cristo dijo que el sábado fue hecho para el hombre. En teoría, si los hombres hubiesen hecho el sábado, tendrían el derecho de decidir cómo guardarlo. Pero dado que fue hecho para el hombre, no por el hombre, éste no determina cómo se debe de guardar. ¡Dios lo hace! ¿Qué significa esto? Usted puede saber cómo guardar y disfrutar apropiadamente el día de reposo — ¡como Dios lo planeó!

Dios le dio al hombre sus leyes para que pudiese disfrutar de la vida abundante. Contrario a lo que muchos creen, esas leyes no son una carga. Fueron dadas para que podamos tener una apropiada relación con Dios y nuestro prójimo. Jesús también enseñó que “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

La mayoría de los cristianos profesos “están de acuerdo” con nueve de los Diez Mandamientos. Por lo menos, ellos entienden vagamente que es un error adorar a otros dioses y practicar la idolatría, aunque lo hacen sin saberlo. Muchos dirían que es un error tomar el nombre de Dios en vano. Muchos sienten que es por lo menos buena idea mostrar en algún grado respeto por los padres. Algunos son de la opinión de que es moralmente malo matar, robar, mentir, cometer adulterio y desear las cosas de otras personas.

Es totalmente otro tema, sin embargo, el hecho de que muy pocos intentan practicar activamente estos nueve mandamientos como una forma de vida. Después de todo, ellos solo saben que la ley fue “anulada”. Y en cambio aceptan los mandamientos como “buenos principios”.

Pero cuando se trata del mandamiento de Dios de “acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éxo. 20:8; Lev. 23:3; Deut. 5:12) incluso aquellos que desean guardarlo, simplemente no saben cómo.

Convocación del Día de Reposo

Levítico 23 cubre el tema de los siete Días de reposo anuales o los Días Santos. Los versículos 1-3 explica el día de reposo semanal. Note, “Habló el Eterno a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Las fiestas solemnes del Eterno, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas: Seis días se trabajará, más el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de reposo es del Eterno en dondequiera que habitéis”.

El sábado semanal es una santa convocación — una asamblea ordenada, durante la cual al pueblo de Dios se le da alimento espiritual por medio de sus siervos. El servicio del sábado es de delicia y gozo y siempre ha sido esperado con anticipación por el pueblo de Dios a través de las eras. Note la admonición dada en Hebreos 10:24-25, “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Es crucial que el pueblo de Dios se reúna cada semana para recibir su alimento, así como para también tener compañerismo.

El libro de Isaías contiene estímulo inspirador y de consuelo para aquéllos que no contaminan el día de reposo y siguen diligentemente su Ley:

“Y el extranjero que sigue al Eterno no hable diciendo: Me apartará totalmente el Eterno de su pueblo. Ni diga el eunuco: He aquí yo soy árbol seco. Porque así dijo el Eterno: A los eunucos que guarden Mis días de reposo, y escojan lo que yo quiero, y abracen Mi pacto, Yo les daré lugar en Mi casa y dentro de Mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá” (Isa. 56:3-5).

Pero solo con la viva, activa y única verdadera Iglesia

Hemos visto que reunirse juntos en espíritu y en verdad para aprender es parte de los requerimientos de Dios, pero ¿qué más requiere Dios de uno, a fin de observar su día apropiadamente?

El tema del día de reposo es inseparable de la identidad y ubicación de la verdadera Iglesia, presentada antes. Por supuesto, muchos grupos claman ser la verdadera Iglesia de Dios. Algunos, de ellos observan el día de reposo, en un grado u otro, o en una forma u otra. Pero en todos los casos, todas “las iglesias que guardan el día de reposo” — sin excepción — enseñan una gran cantidad de doctrinas falsas.

Cuando los individuos empiezan a aprender sobre el sábado, a menudo creen que pueden reunirse con cualquier grupo u organización que guarde el día de reposo. Pero no porque una iglesia se reúna en el verdadero día de reposo, esto quiere decir que sea la verdadera Iglesia de Dios.

Jesús dijo que edificaría “Su Iglesia” (Mat. 16:18). Él, la llamó “un edificio” que está “bien compaginado junto” (Efe. 2:21), y edificado con Él mismo como cimiento. Jesucristo está literalmente “construyendo un edificio” constituido por hermanos a quienes llama “piedras vivas” (I Ped. 2:5). El Salmo 127:1 dice: “Si el Eterno no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”.

Cristo continúa hoy día edificando su Iglesia ¡y usted se ha puesto en contacto con ella!

Hay vidas cambiando día a día debido a la Obra de Dios, la Obra que Cristo está haciendo a través de sus instrumentos humanos en su Iglesia.

Dios le ordena congregarse con el Cuerpo de Cristo, ¡una organización única y unificada de hijos de Dios engendrados espiritualmente! Hay sólo un grupo. Cualquier organización no basta — ¡no importa lo que los hombres digan! Para aquellos que no están seguros acerca de a cuál “Iglesia de Dios” asistir, ¡no se equivoque! Usted no puede agradar a Dios y congregarse con quienes comprometen la verdad de Dios. ¡Eso no agrada a Dios! Lea 2 Juan 7:10; Tito 3:9-11 y Romanos 16:17.

Se le exhorta a estudiar cuidadosamente mi libro completo y fascinante ¿Dónde está la Verdadera Iglesia? y ¡su increíble historia!

El día de reposo — una delicia

Otro pasaje en Isaías provee algunos lineamientos para guardar el día de reposo: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en Mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso del Eterno; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Eterno; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Eterno lo ha hablado” (58:13-14).

El término “retraer tu pie del día de reposo” significa que usted no debe usar el día de reposo u olvidar que es un tiempo santo reservado por el Creador. “Ni hacer tu voluntad” se refiere a un mal uso del día de reposo para pasatiempos, actividades deportivas u otros fines personales.

Hay ciertas actividades que son beneficiosas para ayudar al observador a apreciar el día de reposo y la creación de Dios. Estas podrían ser: tomar una caminata corta y refrescante o posiblemente tocar en el piano piezas musicales relajantes o inspiradoras. Dado que es un tiempo para descansar, usted debería evitar ciertas actividades como correr o ejercitarse.

Recuerde, el sábado es un día de fiesta, así que una comida especial seria apropiada. Cuando entendemos y guardamos el día de reposo como Dios lo planeó, éste se convierte verdaderamente en una delicia. (Para mayor información sobre el día de reposo, y saber cómo el cristianismo falso cambió el sábado del día séptimo al primer día de la semana, lea nuestro extenso libro Sábado o domingo – ¿Cuál es el día de reposo? No existe un libro más claro y completo sobre el tema.)

La promesa que acompaña al mandamiento del día de reposo es significativa. “Subir por las alturas de la tierra” significa ser elevado y reconocido por las bendiciones que solo Dios puede proveer. Esto puede incluir mejor salud, un trabajo mejor remunerado, más conocimiento, más entendimiento u otras bendiciones. Dios no está buscando “comprar” a nadie para que guarde el día de reposo. Las verdaderas recompensas que Él desea que nosotros busquemos son las espirituales.

¿Qué sucedería si…?

¿Qué si el mundo entero obedeciera el Cuarto Mandamiento? ¿Qué pasaría si cada nación suspendiera cada semana toda actividad por veinticuatro horas? Todos crecerían personalmente cerca de Dios como resultado de obedecerle. Si el mundo entero guardara el día de reposo y los Días Santos, todos conocerían al verdadero Dios, porque el sábado le identifica a Él y a Su pueblo.

Guardar el día de reposo llevaría a guardar las otras leyes de Dios. Usar el día de reposo para el propósito que Él lo diseñó enfocaría la mente de las personas en su camino de vida. Esto dejaría las religiones falsas de este mundo en desolación porque las leyes de Dios reemplazarían sus leyes, pensamientos erróneos y definiciones falsas. Esta es la razón por la cual Satanás ha hecho todo lo que está en sus manos para cegar al mundo de los beneficios de guardar el Cuarto Mandamiento.

¡Palabras sumamente claras!

Estos mandamientos no son difíciles de entender. El Dios de la Biblia habla claramente — ¡Él dice lo que quiere decir y quiere decir lo que dice! (Note cómo Dios repite para énfasis en Deuteronomio 5 los mismos Diez Mandamientos usando las mismas palabras.)

A estas alturas, podríamos pausar nuevamente y preguntar: ¿Estos primeros cuatro mandamientos, cuando son entendidos en conjunto, suenan a las leyes de un Dios que toma a la ligera a quienes adoran a cualquier otro Dios excepto a Él mismo? ¿Suenan tales mandamientos como simplemente un deseo vago de instrucción de parte de este Dios — cosas de las cuales Él solamente tiene la esperanza que Sus seguidores recuerden hacer? ¿Suenan acaso como las palabras de un Dios dispuesto a dejar que las personas adoren a ídolos, a dioses falsos o incluso cualquier otra forma equivocada que supuestamente le represente, en tanto que el individuo afirme que tal cosa representa al verdadero Dios? ¿Reflejan estos mandatos a un Dios al cual no le importa qué día escoja para adorarlo en tanto que usted elija uno?

Se ha dicho que los primeros cuatro mandamientos describen cómo amar a Dios y los últimos seis revelan cómo amar a nuestro prójimo. Dicho de otra manera, los cuatro primeros mandamientos explican cómo establecer una relación con el verdadero Dios y los seis restantes cómo construir una relación con los seres humanos.

Para relacionarnos con el Dios de la Biblia debemos iniciar con un entendimiento y aceptación de los cuatro primeros mandamientos. ¡Cualquier otro enfoque le privará de contacto con el Dios verdadero!

Capítulo Siete – El Quinto Mandamiento — “Honra a tu padre y a tu madre…”

El quinto mandamiento es el primero que aborda las relaciones del hombre con su prójimo — amor hacia el vecino, en este caso los padres. En Éxodo 20:12 dice: “HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE, para que tus días se alarguen en la tierra que el Eterno tu Dios te da”.

Este mandamiento conecta los primeros cuatro mandamientos, “el amor hacia Dios”, con los últimos cinco, “el amor hacia nuestro prójimo”. Esto es porque honrar a Dios tiene una fuerte relación con honrar a los padres. Las implicaciones de este mandamiento son serias.

Dado que un niño aprende a honrar a sus padres antes de aprender a honrar a Dios, esta es la transición natural entre amar a nuestro prójimo y amar a Dios y viceversa.

Este mandamiento se destina a los hijos, sin importar la edad. Note que Dios promete una vida larga a quienes obedezcan este esencial mandamiento.

El concepto de honrar comienza con el concepto de obediencia. En la vida hay muchas cosas que un hijo tiene que aprender a respetar. Hay límites de conducta aceptables que deben ser infundidos. Una vez que el valor y los beneficios son inculcados, el niño tiene que saltar en la dirección correcta.

Es importante siempre recordar que la disciplina, reforzada con amor, no solo define los límites, sino que también introduce confianza y seguridad en un hijo. Él sabe que los padres siempre tienen el mejor interés en mente. A pesar de que la mayoría de los niños no lo admitirán, ellos prefieren las reglas y los estándares que definen el conjunto de límites de lo permitido y lo que no lo es.

El Quinto Mandamiento es ignorado

Todo lo que lleva a una vida plena está resumido en los Diez Mandamientos. El valor de enseñar a un hijo estas leyes es absolutamente valioso. En estos tiempos peligrosos, las familias no están en lo absoluto tan unidas como lo estuvieron alguna vez. La influencia de padres dedicados al cuidado de las necesidades diarias de sus hijos, tanto en lo espiritual como en lo físico, se ha convertido en una cosa del pasado.

En los años 60s, las presiones de la vida en la mayoría del mundo occidental se vieron reflejadas en varios campus universitarios. Estas revueltas se vieron favorecidas por la nueva influencia que llevó la moral a niveles aún mayores de bajeza, tales como el uso ilegal de drogas (marihuana, lsd, heroína, etc.). Otras influencias incluyeron el movimiento hippie, la promiscuidad sin precedente, la música caótica de rock pesado y la “contracultura” que se oponía a los valores de “lo establecido” y promovía la anarquía. Esta contracultura, en efecto, presionó la mentalidad de la juventud a esencialmente desconocer los principios del Quinto Mandamiento o enfrentar el rechazo de sus compañeros. Para ser parte ‘de’ la multitud, los jóvenes debían cortar lazos familiares con sus padres y aceptar los valores de sus compañeros. La mayoría de los adultos estaban impactados por la franca rebelión de la juventud. Nada por el estilo había sucedido jamás y se pensaba que las cosas no podrían empeorar. ¡Pero se han puesto peor — mucho peor!

Hoy día, algunos incluso llaman a sus padres o a los padres de sus amigos por su primer nombre, deshonrando el alto oficio de ser padre.

Estas influencias no se han disipado. Se arraigaron en las mentes de los hijos y los nietos del movimiento de la contracultura.

Muchas personas de esta tercera generación sufren por problemas resultantes que vinieron como efectos de los errores a largo plazo de sus padres y abuelos.

Las generaciones previas podían al menos mirar hacia atrás y ver los ejemplos de sus abuelos, de moral e incluso de cierta disciplina “religiosa”, trabajo duro y resistencia a la adversidad. Las generaciones recientes no cuentan con tales anclas de estabilidad. El materialismo y la caída en espiral de la moral han retorcido a un vasto número de jóvenes — a veces más allá de la redención. Es común encontrar jóvenes que han sido enviados repetidamente a programas de detención debido a un profundo comportamiento criminal. En años recientes, los ataques con pistolas en las escuelas se han vuelto casi normales. Los consejeros públicos están atareados con casos de mala conducta juvenil, acompañados de nuevos repuntes de abuso de drogas y alcohol. Las fuerzas de la ley han descubierto numerosos planes de ataques con bombas ideados por estudiantes.

Muchos preguntan: “¿En qué nos hemos equivocado?” El siguiente paso es culpar a la televisión, a la música, a las películas y a los otros “sospechosos” usuales — las escuelas, los malos vecinos, la pobreza, el medio ambiente, etc. Si bien estos temas tienen definitivamente parte en el problema, se debe considerar el panorama general. Cuando una civilización cortada de Dios se hace más y más materialista, el colapso moral es predecible e imparable.

La función vital de los padres

Dios planeó que las familias consistieran en un padre y una madre que diligentemente aplicaran sus caminos a la crianza de los hijos. La familia es la unidad básica — no una “villa” como lo abogan los liberales de hoy. La presencia de ambos padres es vital para hacer el trabajo correctamente. La ausencia de cualquiera de los padres da como resultado una estructura familiar dañada. Ante los ojos de un hijo, ambos padres representan a Dios en cuanto a que ellos proveen por las necesidades del hijo, de manera similar a como Dios provee por las necesidades de los adultos. La relación del hijo con sus padres durante sus años formativos determina cómo será su relación con Dios.

El Nuevo Testamento amonesta a los padres a que eviten los extremos de ser demasiado complacientes o demasiado duros. Veamos: “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Col. 3:20-21). Un padre que establece lineamientos firmes y administra pronta disciplina consigue mejores resultados que uno que aplaza la disciplina y que recurre a las quejas y a los comentarios irritantes. Este tipo de “corrección”, solo resulta en la pérdida de respeto del niño. Dado que Dios espera que los padres le representen a Él, ellos están obligados a seguir sus normas y ejemplos en la disciplina y enseñanza.

Note en Efesios 6:1-4, “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.

Esta escritura clave enfatiza y se basa directamente en el Quinto Mandamiento. Pablo enfatiza su importancia, notando que es el primer mandamiento con promesa — una larga vida. Si se enseña a los hijos a temer y honrar a sus padres apropiadamente, entonces temerán y honrarán a Dios conforme alcanzan la edad adulta. Está garantizado que los principios de Dios funcionan. Como nuestro Creador, Él entiende la mente humana. Una larga vida está prácticamente asegurada para cualquiera que obedezca este mandamiento.

Deuteronomio 6:6-9 es una escritura vital a menudo olvidada en la crianza de los hijos: “Y estas palabras [los Diez Mandamientos junto con los estatutos y preceptos], que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.

Si usted es padre, considere seriamente dedicar tiempo para leer nuestro útil e inspirador libro ¡Instruya a sus hijos en el camino de Dios!

Del libro de Proverbios

Observemos algunos de los Proverbios relacionados a la educación, instrucción y corrección de los hijos:

“No menosprecies, hijo mío, el castigo del Eterno, ni te fatigues de su corrección; Porque el Eterno al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (3:11-12).

“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; más el que lo ama, desde temprano lo corrige” (13:24).

“Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo” (19:18).

“Cuando el escarnecedor es castigado, el simple se hace sabio; pero cuando se instruye al sabio, adquiere conocimiento” (21:11 versión LBLA).

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (22:6).

Lea también estos otros Proverbios: 22:15; 23:13-14; 25:12; 28:23; 29:15, 17.

El Quinto Mandamiento en perspectiva

Después de dar los Diez Mandamientos, las instrucciones iniciales de Dios a Moisés muestran cuán serio era para Él la completa obediencia a su Ley. Note esta advertencia: “El que hiriere a su padre o a su madre, morirá. Igualmente, el que maldijere a su padre o a su madre, morirá” (Éxo. 21:15, 17). Palabras fuertes — y Levítico 20:9 lo repite.

Dios sabe que cualquiera que deshonra a otros, especialmente a los padres, también lo deshonrará a Él. Muchas personas hoy día consideran estos juicios y determinan que “¡Aquel Dios del Antiguo Testamento era severo!” Esto se aleja totalmente del punto. En vez de eso, deberían preguntarse, “¿Respeto la ley viva de Dios con el debido temor que Dios requirió del Israel físico?

Dado que Efesios 6:1 enseña “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo”, los padres deben conducirse diligentemente en formas que ameriten el honor de sus hijos, debiendo guiar con el ejemplo.

La frase “en el Señor” define las condiciones de obediencia. Este término enfatiza que la obediencia a Dios viene antes que la obediencia a los padres. Por ejemplo, si un padre le dice a su hijo que pode el césped en el día de reposo, el hijo debe poner la ley de Dios primero, aunque esto signifique desobedecer a sus padres. “En el Señor” significa que cualquier orden de un padre que estuviere en contra de las leyes de Dios debe ser respetuosamente rechazada.

En Marcos 7:9-13 dice, “Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y, el que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, es mi ofrenda para Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas”.

Los escribas y los fariseos evitaban el espíritu de la ley al legitimar el descuido de sus padres ancianos. Ellos hacían esto para aumentar sus ofrendas y así obtener primacía política. Cristo condenaba su hipocresía. Él definió la obligación de brindar asistencia financiera y de otro tipo a los padres ancianos.

Esto es explicado más tarde por Pablo en I Timoteo 5:16, veamos: “Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la Iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas”.

Los miembros de la Iglesia de Dios son enseñados a dar asistencia a sus propios padres ancianos (viudas en este caso) para que así la Iglesia sea liberada de esta carga. El Quinto Mandamiento exige que honremos y apoyemos a nuestros padres hasta el final de sus días.

¿Qué sucedería si…?

Enfrentemos la misma pregunta que en el mandamiento previo: ¿Qué pasaría si el mundo entero obedeciere el Quinto Mandamiento? El fin de la delincuencia juvenil solo sería el comienzo. Honrar a los padres llevaría naturalmente a honrar a Dios.

Las escuelas correccionales y los centros de detención juvenil cerrarían o se transformarían en centros educativos. Los traficantes de drogas y las bandas serían eliminados — la juventud honraría y obedecería a sus padres quienes les advertirían sobre este peligro. Sin hábitos de drogas que alimentar, los robos disminuirían.

Los niños podrían caminar hasta la escuela sin el temor de escuchar disparos desde vehículos.

Con una guía paterna más diligente podríamos ver cambios positivos en los medios y en los valores que ellos proyectan. El respeto por los mayores reaparecería junto con el respeto por la autoridad, incluyendo los oficiales de policía y los profesores. Las generaciones vivirían más y también recibirían más bendiciones prometidas al mostrar respeto por sus padres.

Capítulo Ocho – El Sexto Mandamiento — “No matarás”

El sexto mandamiento está registrado en Éxodo 20:13: “no matarás”. La palabra hebrea para “matar” es ratsach, pero “asesinar” es una traducción más certera. Este término significa un acto malicioso, deliberado y decidido, a diferencia de una acción que resulta en muerte accidental. (Dios no ve la muerte accidental entre personas como asesinato — vea Deuteronomio 19:1-13).

En un mundo cortado de Dios, muchos hoy día tienen muy poco respeto por la santidad de la vida humana. Dios dijo, “El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá” (Éxo. 21-12).

En la mayoría de las sociedades de Occidente actualmente, cometer un asesinato podría significar un período corto de cinco años en prisión ¡con libertad condicional!

Dado que Dios es el dador de la vida, Él prohíbe al hombre que la tome. Esto incluye suicidios y abortos. La humanidad está hecha a la imagen y semejanza de Dios y se le ha dado una mente y el destino potencial de nacer dentro de la Familia de Dios. Es por esto que debemos respetar la vida humana con la santidad que Dios desea.

Guerras interminables

El horror de la guerra ha arruinado al mundo por miles de años. Sus frutos son terror, destrucción, trastorno económico, niños huérfanos, desplazamiento de población, gran devastación de la tierra, atrocidades, hambre, enfermedades, sufrimiento impensable, miseria, daño, muerte y hasta genocidio. Todo esto produce un odio y revancha más grande, con interminables venganzas y más guerra porque nada se soluciona permanentemente a través de los conflictos militares.

Incluso desde que Caín asesinó a Abel, (Gén. 4), la historia humana ha sido una crónica de matanzas y guerra. Lo que inició como desacuerdos familiares o tribales, más tarde se convirtió en conflictos entre las naciones. El conflicto entre Caín y Abel fue motivado por celos y desprecio, y esto ha sido el proceder de las naciones a lo largo de la historia.

Además, las antiguas diferencias étnicas, tribales y religiosas, junto con disputas fronterizas y agresión abierta para apoderarse de la tierra o propiedad de otros, han servido siempre como combustible para la siguiente guerra entre las mismas personas y naciones.

La guerra ha afectado a todas las naciones en todos los períodos de la historia. Muchas naciones han hecho de la guerra su principal medio de vida — no solo un medio de defensa o protección. Las naciones que eligieron no ejercer activamente la guerra tuvieron que gastar al menos mucho tiempo, dinero y esfuerzo para protegerse a sí mismos — a veces teniendo que “comprar” la paz pagando tributo a los poderes que podrían haberlos dominado.

A mediados de la década de 1960, un estadista noruego programó una computadora para contar todas las guerras a lo largo de los seis mil años de historia de la humanidad. Concluyó que 14.531 han sido libradas. Pero esto es simplemente una cantidad relativa a las que fueron conocidas y registradas. ¿Cuántas más no lo fueron? Y considere que esto fue hace varias décadas. Un sinnúmero más se han peleado desde entonces. Por supuesto, esto no incluye la interminable sucesión de actos terroristas individuales, tales como bombas suicidas y otros atentados, que ocurren en guerras no declaradas.

Nuevas armas de increíble tecnología han alterado para siempre la cara de la guerra. Las bombas “inteligentes” que son guiadas por láser, para brindar precisión y eficacia en el arte de matar, han reemplazado muchos tipos de bombas “tontas.” Los científicos militares han desarrollado ahora bombas en racimo llamadas “cortadoras de margaritas” porque cortan un gran número de seres humanos, como una cortadora de pasto corta el césped. También hay bombas más nuevas llamadas “destructores de refugios subterráneos” que pueden penetrar profundamente la tierra y perseguir al enemigo escondido en cuevas, antes de detonar y matar a los habitantes.

Actualmente existen varios tipos de aviones de ataque altamente letales — helicópteros, jets, bombarderos y artilleros — que han llevado a la guerra convencional a un pináculo de capacidad destructiva nunca antes conocido. Una bomba de precisión de dos mil libras guiada por satélite, tiene una “zona de muerte” de 1,1 kilómetro de radio). Mata y mutila indiscriminadamente, y esto a veces puede involucrar bajas de “fuego amigo”, en el que son impactados las propias tropas.

Los pensadores y estrategas militares modernos ahora se ven obligados a pensar y hablar en términos de protección o entrega de “armas de destrucción masiva”. La capacidad de las armas nucleares, químicas y biológicas, y ahora las radiológicas o “sucias” es casi indescriptiblemente horrible.

Pero esto no presenta ningún problema, porque los hombres han ideado formas de justificar todo lo que hacen. ¡El problema social más grande de todos, la guerra, no es la excepción! Y el patrón del hombre de no preguntarle a Dios lo que piensa tampoco es una excepción. Cuando las naciones ya han decidido que ir a la guerra es lo que les conviene, todo lo que queda es detallar la lógica humana para justificar lo que han predeterminado hacer. Y aquí vienen los moralistas, los éticos, los filósofos, los políticos y los religiosos.

Pero Dios clama con voz de trueno a todos los pueblos de todas las naciones, “¡No matarás!” (El lector serio querrá leer nuestro folleto La guerra, el homicidio y la milicia.)

Los cristianos y el Sexto Mandamiento

Los cristianos son aquellos que siguen — copian — a Jesucristo (I Pedro 2:21; Fil. 2:5). Debemos preguntar “¿Qué haría Él si estuviese aquí hoy día?” ¿Portaría Cristo armas y mataría a su prójimo? ¿Enseñó en contra de los Diez Mandamientos? Pablo y Juan, ¿registraron ellos simplemente sus propias opiniones acerca del “amor,” la ley y el pecado? ¿Qué enseñó generalmente Cristo acerca de las contiendas, el odio y el asesinato?

En Isaías se predijo que Jesús vendría a “magnificar la ley” (42:21). ¿Hay evidencia de que Él hizo esto?

Mateo 5:21-22 dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: no matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero Yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”.

¡Esta es una instrucción seria! Es obvio que expande — magnifica — el Sexto Mandamiento.

Los versículos 38-39 y 43-44 contienen más: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente, pero Yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra… Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero Yo os digo: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.

Cristo dijo tres veces, “Oísteis”, seguido de “Pero Yo os digo”. El hizo la ley cada vez más vinculante. Aquellos que claman buscar a Dios son incapaces de explicar la verdad de estos versículos.

¿Qué tan importantes son estas cosas para Dios? El versículo 45 responde: “Para que seáis hijos de vuestro Padre…en los cielos”. Así como cualquier padre humano, Dios espera que sus hijos le obedezcan. Este mandamiento de Cristo es tan importante que cualifica a quienes Dios considera que son sus hijos.

Fíjese lo que está en juego para aquellos que ignoran y desobedecen a Dios: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (I Juan 3:14-15).

De nuevo, ¡esta es una instrucción de lo más seria! Fundamentalmente toda la violencia y la agresión vienen del odio y del enojo. Cristo fue muy específico con respecto a la necesidad de controlar estas actitudes — y lo que pudiere resultar si uno no lo hiciera. Simplemente “no amar’ a otro lleva a la muerte eterna.

Dios da su Espíritu a quienes le obedecen — quienes se han arrepentido del pecado. Notemos el relato siguiente que involucra a Juan el Bautista: “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados…diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lucas 3:12, 14).

El Dios del Antiguo Testamento que exclamó con voz de trueno desde el Monte Sinaí, “No matarás”, es el mismo Dios ¡Jesucristo! — quien así exclama hoy la misma orden para usted y para mí. Él va más allá y ordena, “No hagáis violencia a hombre alguno”.

Como observó una vez un sabio instructor, “Cristo es descrito como un joven rebelde que vino a anular la ley de su Padre”. No obstante, todo lo opuesto es verdad.

Aquí hay más pruebas de que Jesucristo fue el Dios del Antiguo Testamento. Pablo escribió, “y todos [Israel] bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y la Roca era Cristo” (I Cor. 10:4). Los teólogos y los religiosos tratan de poner a Cristo en conflicto con — en oposición a — el Dios del Antiguo Testamento. ¡Qué absurdo!

Cuando David se refirió a Dios como “mi Roca”, el hizo referencia al Jesucristo del Nuevo Testamento. Cristo le dio a Moisés los Diez Mandamientos y Abraham habló con Él cara a cara (Éxo. 3:14; Juan 8:58).

Desde el libro de Proverbios

Hay muchos proverbios que abordan el tema del enojo, la contienda y el odio, y llegan a ser por sí mismos, un estudio más largo y vital de la Biblia. El enojo no está condenado como un pecado, pero es un estado mental que puede llevar fácilmente al pecado si permitimos que se solidifique. Hay pasajes que explican que en relativas ocasiones el enojo puede tener lugar. Efesios 4:26 dice, “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”.

Los proverbios siguientes explican del peligro de albergar enojo e ira:

“El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; más el hombre prudente calla” (11:12).

“El necio al punto da a conocer su ira; más el que no hace caso de la injuria es prudente” (12:16).

“El que fácilmente se enoja hará locuras; y el hombre perverso será aborrecido” (14:17).

“El que tarda en airarse es grande de entendimiento; más el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad” (14:29).

Lea también Proverbios 15:18; 16:32; 17:14, 19; 18:19; 19:11, 19; 20:3, 22; 22:10, 24-25; 25:8, 28; 29:10, 22.

Las excusas que ponen las personas

Los seres humanos son maravillosamente hábiles para justificar sus acciones incluyendo todas las formas de quebrantar el Sexto Mandamiento. Muchos señalan a la destrucción de Israel y de la mayoría de las naciones de Canaán como una excusa para matar. Pero ¿por qué Dios ordenó a Israel que destruyese a los cananeos?

Veamos: “Cuando el Eterno tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y el Eterno tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia. Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor del Eterno se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto. Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego” (Deut. 7:1-5).

Las razones son claras, de por qué Dios se vio obligado a destruir estas naciones en vez de permitir que coexistieran con Israel.

Como Dador de la vida, Dios tiene el derecho de decidir quien vive y quien muere. Él decidió destruir a los cananeos por su inmoralidad y corrupción, lo cual incluía el sacrificio de infantes, la franca idolatría y una evidente perversión. Las naciones modernas están en peligro de recibir la misma pena de muerte.

Dios sabía que esto era inevitable y le dijo a Abraham, más de cuatrocientos años antes, “Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación [la descendencia de Abraham — la nación de Israel] volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Gén. 15:15-16).

Otra excusa usada para justificar la violencia y el asesinato es la “obligación” de venganza. Romanos 12:19 dice: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”.

Estos versículos muestran que la venganza no puede ser usada como una excusa para la violencia. ¡El vivir por estas escrituras eliminaría sufrimientos y preocupaciones agonizantes e inútiles! Es mejor dejar que Dios ajuste cuentas.

Levítico 19:18 dice, “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, el Eterno”.

No nos equivoquemos, los hombres y las naciones no son libres de ir a la guerra y matar en base a una supuesta autoridad del Antiguo Testamento para hacerlo.

La devastadora influencia de los medios

De todos los factores que influyen en la juventud, casi ninguno domina más que la televisión. Su efecto ha sido nada menos que devastador, considere las siguientes citas.

“los niños americanos ven un promedio de tres a cuatro horas diarias de televisión. La televisión puede ser una poderosa influencia en el desarrollo de los sistemas de valores y la formación del comportamiento. Desgraciadamente, mucha de la programación de hoy en la televisión es violenta. Cientos de estudios acerca de los efectos de la violencia televisiva en niños y adolescentes han encontrado que los niños: (1) se vuelven “inmunes” al horror de la violencia, (2) aceptan gradualmente que la violencia es un modo de resolver los problemas, (3) imitan la violencia que observan en la televisión, y (4) se identifican con los personajes, victimas y/o victimarios…

“La continua exposición de los niños a la televisión violenta provoca en ellos una mayor agresividad. A veces el mirar un solo programa violento puede aumentar su agresividad. Los niños que ven programas donde la violencia es muy realista, frecuentemente reiterada y sin castigo, están más propensos a imitar lo que ven. Los niños con problemas emocionales, de comportamiento, de aprendizaje o de control de impulsos pueden ser más fácilmente influenciados por la violencia en la televisión. El impacto de la televisión violenta puede ser inmediatamente evidente en el comportamiento de los niños, o puede surgir a la superficie años más tarde. Las personas jóvenes pueden resultar afectadas aun cuando en la atmósfera familiar no se aprecie una tendencia hacia la violencia” (Academia Estadounidense de Psiquiatría Infantil y del Adolescente, “Los niños y la violencia en la tv”, No. 13, abril de 1999).

“¿Se desespera usted al ver al joven en trance frente a el aparato de televisión? No es el único. Con televisiones funcionando en las ciudades once horas al día, con videos, pago por evento y múltiples canales de cable, la tv se ha vuelto el compañero más cercano y constante de los niños estadounidenses. Se ha convertido en la mamá y el papá, el cuentacuentos, la niñera, el predicador y el maestro de la nación. Nuestros niños ven unas cinco mil horas para cuando están en primer grado y diecinueve mil horas para cuando terminan la preparatoria — más tiempo del que pasan en clase…

“La preocupación es que más tarde en la vida, aquellos condicionados a la violencia seguirán intuitivamente considerándola emocionante, carismática y efectiva. Considere lo penetrante que es, para la edad de dieciocho, de acuerdo a un cálculo, el joven habrá visto 200.000 actos de violencia en la tv, incluyendo 40.000 asesinatos. La guía de televisión vio en diez canales, durante un día normal de dieciocho horas y encontró 1.846 actos individuales de violencia. La violencia se ha vuelto algo normal, el Flautista de Hamelín para tentar a los más vulnerables hacia un mundo más oscuro.

“El mundo juvenil se ha vuelto dramáticamente más violento. Considere esta anécdota traída por las noticias CBS: Los siete problemas sobresalientes de las escuelas públicas en 1940 eran identificados por los maestros como interrumpir en clase, masticar chicle, hacer ruido, correr en los pasillos, adelantarse en las filas, infracciones del código de vestimenta y tirar basura. Para 1980, los siete problemas más destacados fueron identificados como, suicidio, asalto, robo, violación, abuso de drogas, abuso de alcohol y embarazo” (Noticias de los EE.UU. y Reporte Mundial, “Las víctimas de la violencia en la TV,” 2 de agosto, 1993, Vol. 115, Número 5, p. 64).

“En la Segunda Guerra Mundial los japoneses hacían que sus jóvenes soldados carentes de linaje usaran la bayoneta sobre prisioneros inocentes hasta matarlos. Sus amigos los animaban a hacerlo. Después, estos soldados obtenían su mejor comida en meses, sake y ‘chicas de confort’. ¿El resultado? Aprendieron a asociar la violencia con el placer.

“Esta técnica es tan moralmente reprensible que sólo hay pocos ejemplos de esto en el entrenamiento militar estadounidense moderno. Pero los medios de comunicación hacen esto con nuestros hijos. Los niños ven imágenes vívidas de muerte y sufrimiento humano y aprenden a asociar esto con risas, aplausos, rosetas de maíz, gaseosas y el perfume de su novia.

“Después del tiroteo de Jonesboro, una de las maestras de preparatoria me dijo sobre la reacción de sus estudiantes cuando les informó que alguien había disparado contra un grupo de sus hermanos y hermanas menores y primos en la secundaria. ‘Ellos se rieron’ me dijo con espanto, ‘ellos se rieron’. Hemos criado a una generación de bárbaros que han aprendido a asociar la muerte y el sufrimiento humanos con el placer” (Foro Nacional, “Enseñando a los niños a matar”, Otoño de 2000, Vol. 80, Número 4, p. 10).

No es una exageración decir que la televisión hoy día ha reemplazado a Dios, que Hollywood ha reemplazado como maestros al Sacerdocio Levítico y que un mundo de fantasía barato y superficial ha reemplazado a la verdad de la Biblia, prácticamente ¡en todo el mundo!

¿Qué sucedería si…?

Una vez más, presentamos la misma pregunta: ¿Qué pasaría si el mundo entero guardase el Sexto Mandamiento, incluso sólo con la letra de la Ley? Los asaltos e invasiones militares no serían más llevados a cabo, las omnipresentes amenazas de guerra nuclear, química y biológica no existirían más, los presupuestos de defensa de las naciones estarían disponibles para usos más constructivos.

A nivel nacional, la gente no tendría que vivir con temor constante por sus vidas. Los homicidios, los suicidios y los abortos finalizarían, las fuerzas policiales serían reducidas, la televisión y las películas no glorificarían la violencia ni los asesinatos. Esto representa otro vistazo del pronto venidero gobierno milenial de Jesucristo, en el cual los individuos y naciones estarán finalmente en paz.

Capítulo Nueve – El Séptimo Mandamiento — “No cometerás adulterio”

El séptimo mandamiento se encuentra en Éxodo 20:14, “NO COMETERÁS ADULTERIO”.

Este mandamiento fue dado para proteger el honor y la santidad del matrimonio y, tal como el Quinto Mandamiento, también protege la unidad familiar completa.

Antes que podamos entender todo lo que Dios enseña sobre los verdaderos propósitos del sexo y el matrimonio — y el porqué del Séptimo Mandamiento — debemos analizar qué es lo que está ocurriendo hoy día.

Una sociedad empapada en sexo

El mundo está ahora empapado — en realidad ahogándose — en un diluvio de sexo, con mucho o la mayoría de esto sin ninguna conexión con algún verdadero significado o propósito correcto. Más que nunca en la historia, la humanidad entera está flotando en toda clase concebible de placer sexual, fantasía, perversión y búsqueda dentro y fuera del matrimonio, y con pocos o casi nadie haciendo una distinción entre ambos. Se ha llegado a un punto en el cual no existe — y prácticamente no hay límite para — avisos publicitarios, programas de televisión, películas, libros, revistas, artículos, fotografías y sitios Web para toda clase de pornografía y actividad relacionada con el sexo que el genio creativo desviado de los seres humanos puede idear.

La revolución sexual al final del siglo veinte, cambió al mundo entero — y no para bien. Durante este período, la idea del “sexo sin límites”, de hecho, se extendió más allá de todos los límites. El advenimiento de la televisión por cable, el Internet y la gran variedad de todo sitio Web porno concebible que la red ofrece, así como la facilidad para poder obtener contenidos para adultos, han ayudado a difundir la idea de que todo sexo es bueno — dentro o fuera del matrimonio.

Las barreras en todas partes han caído — y siguen cayendo conforme llegan a un colapso completo en todos los frentes. Aparentemente, cada día establece un nuevo fondo de inmoralidad, perversión, libertinaje y “todo se vale” en lo referente a hábitos y apetitos sexuales. La experimentación y la indulgencia han llegado a ser la norma. La mayoría hoy día ha llegado a creer que el sexo libre de todo tipo concebible, con el mismo sexo o el opuesto — o ambos — es un simple asunto de preferencia personal. Es como si no hubiera ya ni el más mínimo cuidado con respecto a si la actividad sexual es correcta o equivocada. Muchos millones han llegado a creer que obtener placer sexual en cualquier escenario y por cualquier propósito e involucrando cualquier clase de experimentación o actividad (y esto incluye cualquier número de hombres y mujeres participando en un mismo acto sexual) es perfectamente aceptable — y es ahora, por lo menos inconscientemente, incluso visto como una especie de “derecho” de las personas.

Para los estándares y la definición de moralidad de todas las personas mayores — ¡sin mencionar lo que Dios enseña! — los valores sexuales a inicios del siglo veintiuno son infinitamente peores que apenas hace cincuenta años. Palabras como “repugnante, repulsivo, impactante” y “asqueroso” vienen a la mente cuando uno mira el panorama en el mundo de lo que es visto ahora como una conducta casi normal, por lo menos para las personas jóvenes. Incluso la bestialidad más común en la antigüedad está reapareciendo silenciosamente. No es demasiado pronto para preguntar: ¿Cuánto falta antes de que este perverso mal sea aceptado por la sociedad, al menos de manera tácita?

Este tiempo fue anunciado

Dios predijo que en “los últimos días…los hombres… serán amadores de los deleites más que de Dios” y “sin afecto natural” (II Tim. 3:1-4). En una era de indudable materialismo, mezclado con un hedonismo abierto, las tres “L”, lujuria, lujo y licencia han llegado a dominar el pensamiento de las sociedades y las naciones enteras.

Por supuesto que Dios no está en contra del gozo, lo cual incluye muchas clases de placeres y probablemente el sexo es tal vez el principal entre ellos. Pero Él dice acerca de nuestra era lasciva y libertina, a través del profeta Jeremías en el Antiguo Testamento que “Como caballos bien alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo” (5:8). Y es en este contexto que el ahora casi completamente olvidado Séptimo Mandamiento, el cual prohíbe el adulterio, es ignorado rutinariamente por un gran número de cristianos profesos, los cuales cada semana van a la iglesia como si su conducta fuera de poca o ninguna consecuencia ante los ojos de Dios. Como bien dijo un predicador, “muchas personas siembran lluvias durante la semana y luego van a la iglesia el domingo y oran para no cosechar tempestades”.

La Biblia está llena de escrituras — literalmente decenas de pasajes — que describen la saturación sexual de conducta errónea de la era moderna. Dios no se refrena de etiquetar muchas diferentes clases de comportamiento sexual como un pecado. Algunos de estos serán examinados más de cerca al final de este capítulo.

Adulterio desenfrenado

El adulterio se halla desenfrenado en todas las naciones de occidente, con un ochenta y tres por ciento de hogares experimentando — y siendo afligidos por — el adulterio cometido por uno o ambos cónyuges. El sufrimiento de toda clase conectado a tan sólo el sexo ilícito por personas casadas es asombroso si se considera. ¿En qué momento encontraremos un noventa por ciento, — un noventa y cinco por ciento — o hasta el cien por ciento — de parejas que han dejado de ser fieles en su matrimonio?

La extensa práctica de los adúlteros “matrimonios de placer” ha crecido más fuerte en el Medio Oriente y también está ganando popularidad en el nuevo Irak democrático. Es costumbre de los hombres el casarse con varias supuestas “viudas” con el solo propósito de tener sexo fuera del matrimonio, pero actuando bajo la apariencia de cuidar a la mujer en necesidad. Y aún más, con la explosión de la prosperidad económica en China, el adulterio en ese país ha crecido tan extensamente que ahora hay decenas de miles de investigadores privados cuyo único trabajo es rastrear y reportar la infidelidad matrimonial de los acaudalados ejecutivos cuyas esposas dudan de su fidelidad. Increíblemente se ha descubierto que sólo ¡el uno por ciento ha resultado ser fiel! También están las distintas culturas de Europa en las cuales el tener una amante ha sido por mucho tiempo considerado una insignia de honor — y las esposas están dispuestas a aceptar esto como el status quo.

Pero las condiciones han ido más lejos que el simple adulterio, el cual es lo suficientemente erróneo y terriblemente dañino. Reconozcamos que los peores tipos de perversión y prácticas enfermas y degeneradas en la sociedad moderna no pueden ni siquiera ser discutidas. La Biblia de hecho prohíbe hacerlo, “Porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto” (Efe. 5:12). Es importante recordar que las peores cosas que están sucediendo en el ámbito sexual por toda la sociedad se han excluido definitivamente aquí.

Muchas sociedades modernas han sido forzadas por movimientos sociales radicales a adherirse al concepto de corrección política. Esta forma de pensar da licencia a todas las personas a vivir cualquier estilo de vida — incluyendo los “alternativos” — que ellas elijan, siempre que lleguen a la conclusión de que “no lastima a nadie.” Tal tolerancia era rara y posiblemente desconocida hasta antes de esta era. Prácticamente todo individuo y toda cosa que las personas hacen ahora se tolera con apenas algún cuestionamiento. Por supuesto, la llegada de la computadora personal y el Internet han dado lugar y han ayudado a perpetuar esta era de tolerancia.

El placer y el bienestar individual son las metas principales de la mayoría de las personas. De esta forma, muchos arguyen que, si solamente se lastiman a sí mismos, entonces tienen el derecho de experimentar y disfrutar cualquier cosa que les plazca. Pero ¿está todo este placer egoísta llevando a las personas a una vida mejor? Absolutamente no.

Dios ordena el matrimonio

La relación humana más importante — el matrimonio — fue introducido primero en Génesis 2:18, cuando Eva fue creada: “Y dijo el Eterno Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”.

Eva fue creada después de Adán, no con él. Dios quería mostrarle a Adán cuán incompleta e infructuosa sería su vida sin una “ayuda idónea”. Una vez que Adán se dio cuenta de su necesidad de compañía humana, pudo apreciar mejor el tener una esposa. Los atributos de Eva fueron designados para complementar los de Adán. Ella fue diseñada por Dios con los atributos necesarios para nutrir y cuidar niños. Dios la hizo adecuada y totalmente compatible con Adán como su compañera de matrimonio de toda la vida.

El versículo 24 dice, “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Aquí el matrimonio se define con mayor detalle. Dios creó y ordenó el matrimonio como la unión en la que el hombre y la mujer podrían estar física y emocionalmente satisfechos. El matrimonio fue ordenado para ser una relación generosa con amor, cuidado y consideración mutuos. Dios planeó que el hombre y la mujer se ayudaran mutuamente en el desarrollo del carácter. El matrimonio también sirve como la base para tener y criar hijos. Los hijos deben recibir un refugio seguro, así como muchos años de entrenamiento y supervisión diligentes.

Dios planeó que la vida familiar sirviera como una plataforma de entrenamiento para los hijos. Conforme los hijos aprenden a obedecer y a honrar a sus padres, también aprenden a obedecer y honrar a Dios. La proximidad y la lealtad entre padre y madre ayudarán a los hijos a desarrollar y triunfar en una atmósfera de confianza y seguridad.

En Colosenses 3:18-19, Pablo dice, “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. Notemos que, si éstos no hubieran sido problemas comunes del matrimonio en esos tiempos, Pablo no los hubiese mencionado en esta carta. Cualquiera que sea la causa del rencor, generalmente la solución involucra diligencia en el entendimiento y la reconciliación. Esto funciona si el esposo ama a la esposa y si ella es sumisa, como Cristo ordena por medio de Pablo.

Cristo y la Iglesia

En Efesios 5:22-23, Pablo compara el matrimonio con la relación entre Cristo y la Iglesia, “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y siendo Él mismo el Salvador del cuerpo”.

¡Esta es una declaración profunda! El esposo debe conducirse hacia su esposa ¡como Cristo lo hace hacia su Iglesia! Un esposo debe nutrir, guiar, entrenar y proveer para su esposa, ¡así como Cristo lo hace por su Iglesia!

Los versículos 24-25 y 28 van más allá y explican la analogía, Así que, como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a Sí Mismo por ella…Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama”.

Los dos compañeros se vuelven una carne (por medio de las relaciones maritales) así como la Iglesia es el cuerpo de Cristo, “porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (vs. 30-31).

A pesar de que el mundo ignora este “gran misterio”, éste se halla escrito claramente en los versículos 32-33, “Grande es este misterio; más yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”.

En tiempos recientes este entendimiento fue restaurado a la Iglesia de Dios por un hombre llamado Herbert W. Armstrong, que enfatizó que la lección del matrimonio era la de inculcar fidelidad en la Iglesia de Dios. Por lo tanto, la Iglesia de Dios sería leal a Cristo por toda la eternidad.

Usted no es de su propiedad

En I Corintios 6:15-17 dice, “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera [una mujer sexualmente inmoral]? De ningún modo, ¿o no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque [Él] dice, los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con Él”. ¡Hacerse “un cuerpo” con una ramera enfatiza la seriedad del adulterio! Génesis 2:24 muestra que el esposo y la esposa llegan a ser “una carne” — una unidad marital, así como uno en su relación sexual. El adulterio y la fornicación son serios para cualquiera, — pero especialmente para aquellos llamados por Dios a ser parte del cuerpo espiritual de Cristo, Su Iglesia. Pablo explicó lo necio de tales acciones, agregando que los cristianos deben ejercitar el poder de Dios para vencer los impulsos de la carne.

I Corintios 6:18-20 dice, “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois [de vuestra propiedad]? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.

¿Cómo peca en contra de su cuerpo una persona? Un aspecto hecho evidente en las escrituras anteriores es que la esposa es del esposo su propia carne y viceversa (Efe. 5:28-29; I Cor. 7:3-4). Si él peca en contra de su esposa al cometer adulterio, peca en contra de sí mismo. “Huir de la fornicación” significa ESCAPAR, tal como lo hizo José cuando fue confrontado por la esposa de Potifar en Génesis 39:7-12. No debemos tolerar y ver cuánto tiempo podemos resistir la tentación. Aquellos llamados ahora por Dios no tienen derecho sobre sus propios cuerpos. Han sido comprados y pagados por el sacrificio de Cristo — ¡No son de su propiedad! ¡Un cristiano tiene que recordar esto siempre!

La conexión entre adulterio e idolatría

La tentación y la seducción sexual han sido por mucho tiempo integradas a la idolatría a fin de atraer seguidores. Satanás, el diablo ha hecho del adulterio, de la fornicación y de las orgías parte de los rituales de culto en muchas religiones paganas.

Números 25:1 registra esta historia, “…el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses. Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor del Eterno se encendió contra Israel”.

En este relato, muchos en Israel fueron tentados por el engaño de Balaam. El planeó un modo de conseguir que Dios maldijera a Israel. Balaam, arregló que miles de hermosas moabitas y madianitas tomasen parte en las ceremonias “religiosas” de adoración a Baal-peor. Esta orgía sensual fue orquestada para hacer que Israel tropezara y pecase. Los relatos históricos señalan que las mujeres involucradas en tales ceremonias paganas eran con frecuencia forzadas a hacerlo.

En tiempos antiguos, las prostitutas de los templos eran usadas para adorar varios dioses paganos. La seducción del deseo de los ojos y el deseo de la carne (I Juan 2:16) reforzaban el atractivo de la adoración a ídolos. Note la siguiente cita, “En Egipto, Fenicia, Asiria, Caldea, Canaán y Persia, la adoración de Isis, Moloc, Baal, Astarté, Milita y otras deidades consistía en las más extravagantes orgías y los templos eran meramente centros del vicio. En Babilonia algún grado de prostitución parecía ser incluso obligatorio e impuesto sobre todas las mujeres en honor a la diosa Milita. En India, la antigua conexión entre la religión y la prostitución todavía sobrevive…Entre los judíos, quienes se mantuvieron aparte de los pueblos alrededor, EL PROPÓSITO DE LA LEY MOSAICA [la “ley de Dios” o los Diez Mandamientos] FUE CLARAMENTE EL PRESERVAR LA PUREZA DE LA RAZA Y LA RELIGIÓN” (Enciclopedia Británica, 11 Ed., Vol. 22, p. 458).

El siguiente fragmento es de la misma fuente y resume estas observaciones históricas, “Entre las naciones antiguas del este, CON EXCEPCIÓN DE LOS JUDÍOS, la prostitución parece haber estado conectada con el culto religioso y haber sido no solamente tolerada sino incitada. Solo en la adoración del Dios verdadero esta perversión sexual no fue encontrada. Cuando fueron obedecidas, las leyes de Dios protegieron la pureza de Israel.

Israel estaba más que dispuesto a cometer idolatría cuando el adulterio estaba incluido. Con respecto a esto, Pablo escribió en Colosenses 3:5-6, “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”.

Tales deseos de la carne son codicia, la cual, a su vez, lleva a la idolatría — quebrantando así los mandamientos séptimo, décimo y segundo. Efesios 5:5 confirma esto, “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”.

La ira de Dios viene sobre los que cometieron adulterio con las mujeres madianitas y moabitas que Balaam había reunido. Números 25:9 muestra que 24.000 murieron como consecuencia de este pecado.

La pena del pecado es la muerte (Rom. 6:23). En Levítico 20:10 dice, “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”. Dios prometió un rápido y severo castigo para aquellos que cometían adulterio. Ellos llegaron a ser un ejemplo usado para infundir temor en otros.

Lo que Cristo enseñó

En Mateo 19, los fariseos le preguntaron a Jesús si era ilegal para el hombre divorciarse de su esposa por cualquier causa. Él respondió en los versículos 4-6, “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”.

Cristo enseñó que el voto matrimonial implica obligación. Los fariseos rápidamente le preguntaron sobre la carta de divorcio que Moisés permitió, Cristo contestó en los versículos 8-9: “Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; más al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera”.

Pablo, como un apóstol de Cristo, tenía la autoridad de aclarar esto. Esta aclaración involucraba a los hermanos dentro de la Iglesia, quienes se habían casado previamente con esposos inconversos que no estaban dentro de la Iglesia. Los cónyuges no creyentes se habían ido voluntariamente, rechazando las creencias de sus compañeros creyentes. En estos casos, los esposos conversos, no estaban atados (I Cor. 7:12-16). Esta aclaración no vino a remplazar las palabras de Cristo, sino que fue una rectificación para ciertos hermanos que se habían integrado a la Iglesia de Dios.

Mateo 5:27-28 es una poderosa declaración con enormes implicaciones, “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”.

Lejos de anular la Ley de Dios, Cristo la expandió significativamente y la magnificó. Ahora es bastante más vinculante — hasta los pensamientos de uno deben ser controlados, en lugar de obedecer solamente la letra de la ley. El mundo piensa que la Ley está anulada, pero el pueblo de Dios sabe que todavía está en efecto.

Tan cuidadoso es el camino de un cristiano, que Pablo tuvo que prevenir a los hermanos en Efesios 5:3-5, “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”.

Del libro de Proverbios

Los Proverbios contienen muchas admoniciones adicionales y advertencias sobre el adulterio, siendo algunos muy extensos:

“La discreción te guardará; Te preservará la inteligencia…Serás librado de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras. La cual abandona al compañero de su juventud, y se olvida del pacto de su Dios. Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, y sus veredas hacia los muertos; todos los que a ella se lleguen, no volverán, ni seguirán otra vez los senderos de la vida” (2:11, 16-19).

“Porque los labios de la mujer extraña destilan miel. Y su paladar es más blando que el aceite, más su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos, sus pies descienden a la muerte; Sus pasos conducen al Seol, sus caminos son inestables; no los conocerás. Si no considerares el camino de vida. Ahora pues, hijos, oídme, y no os apartéis de las razones de mi boca, aleja de ella tu camino, y no te acerques a la puerta de su casa, para que no des a los extraños tu honor, y tus años al cruel, no sea que extraños se sacien de tu fuerza, y tus trabajos estén en casa del extraño, y gimas al final, cuando se consuma tu carne y tu cuerpo, y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo! Y mi corazón menospreció la reprensión; No oí la voz de los que me instruían. ¡Y a los que me enseñaban no incliné mi oído! Casi en todo mal he estado, en medio de la [congregación y asamblea]” (5:3-14).

“¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, Y abrazarás el seno de la extraña?” (5:20).

“Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz; y camino de vida las reprensiones que te instruyen, para que te guarden de la mala mujer; de la blandura de la lengua de la mujer extraña, no codicies su hermosura en tu corazón; ni ella te prenda con sus ojos, porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan, y la mujer caza la preciosa alma del varón, ¿Tomará el hombre fuego en su seno, sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas, sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare, no tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre; pero si es sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa. Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada. Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones” (6:23-35).

Tome tiempo para leer también los Proverbios 7:4-27; 9:13-18; 5:15-19; 18:22; 19:14.

La experiencia de Salomón

El Rey Salomón, quien poseyó una gran fortuna y estaba en una posición de satisfacer cada deseo imaginable de su corazón, hizo algunas profundas observaciones (Ecl. 1:13). Él aprendió muchas lecciones a través de la experiencia, nos podemos beneficiar con su sabiduría.

Salomón tuvo 700 esposas y 300 concubinas — mil mujeres de las más bellas del mundo. Él observó que tratar de satisfacer los deseos carnales era un ejercicio vacío. Él vio que la lujuria era igual a aferrarse a una ilusión. Dios permitió que Salomón fuese así de lejos y que registrase tales extremos para nuestro beneficio. Es mejor aprender de su ejemplo que cometer los mismos errores.

Salomón finalmente concluyó, “Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír” (Ecl. 1:8). Eclesiastés 5:10 continúa, “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto, también esto es vanidad”.

Podemos creer en sus palabras, dado que el habló por experiencia, no movido por un deseo o esperanza nostálgica. Cualquier cosa que uno desee nunca dará satisfacción — ya sea mil mujeres de las más bellas del mundo o una fortuna fabulosa. Si bien Salomón tuvo todo esto y alcanzó grandes cosas, se lamentó, “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu” (Ecl. 2:17).

Aquí está su conclusión, repetida de la introducción del libro, “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ecl. 12:13). Teme a Dios y guarda sus mandamientos deben ser grabado en lo más profundo de nuestro ser.

El principio clave es hallado en Levítico 18:5, “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos, Yo el Eterno”.

Salomón pagó caro por estas experiencias, como está registrado en I Reyes 11:4, “Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con el Eterno su Dios, como el corazón de su padre David”. El versículo 11 continúa, “Y dijo el Eterno a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que Yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo”.

Las acciones de Salomón trajeron consecuencias. ¡Lo mismo es cierto para cualquiera hoy día!

El colapso moral

Dios advierte contra la permisividad moral, “No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad” (Lev. 19:29). Dios muestra que los resultados de la prostitución llenan la tierra de maldad. Cualquier otra forma de maldad le sigue a ésta. La sociedad moderna muestra un completo testimonio de esto.

Ocasionalmente, las noticias muestran a un grupo de residentes quejándose en contra de un club nudista o un salón de masajes que se muda a su vecindario. Es generalmente sabido que estos elementos traen consigo otros vicios, tales como una prostitución más abierta, redes de distribución de drogas, crimen organizado, homicidios, robo y otros crímenes relacionados. La corrupción general entonces llena este vecindario.

La maldad engendra más maldad, lo cual lleva a un colapso moral. Aquí está lo que Dios instruyó, “Además, no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella. Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios. Yo el Eterno. No te echarás con varón como con mujer; es abominación. Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él; es abominación. En ninguna de estas cosas os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han corrompido las naciones que Yo echo de delante de vosotros” (Lev. 18:20-24).

Estos versículos dejan bien claro que Dios no solo condena la homosexualidad, sino que también la llama una abominación. La bestialidad también es prohibida y es llamada simplemente “confusión”.

Entonces Dios advirtió a Israel que evitase esta maldad y sus consecuencias, “y la tierra fue contaminada; y Yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores. Guardad, pues, vosotros Mis estatutos y Mis ordenanzas, y no hagáis ninguna de estas abominaciones, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros (porque todas estas abominaciones hicieron los hombres de aquella tierra que fueron antes de vosotros, y la tierra fue contaminada); no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que la habitó antes de vosotros” (vs. 25-28).

Hoy día, los educadores liberales, los políticos, los artistas, las estrellas de los medios de comunicación y el clero promueven lo “políticamente correcto”, y esto incluye la aceptación de la homosexualidad. Cualquiera que no esté de acuerdo con ellos es “homofóbico” e intolerante. Así como la naturaleza misma enseña que es una vergüenza para el hombre tener el cabello largo, ésta también clama en contra de estas abominaciones. Aquellos que viven en el error de tales patrones de comportamiento a menudo no pueden ser salvados en esta vida.

Las personas, como las naciones, pueden colapsar moralmente y corromper a otros. Dios puede y en algún punto va a redimir a la gran mayoría de estas personas y ellos aprenderán a honrar Sus caminos. Hoy día, trágicamente, el concepto liberal de misericordia coexiste con el pecado y la perversión. Pero Dios tiene un plan mucho mejor preparado para quienes en esta vida se han destruido a sí mismos.

¡Un gran propósito revelado!

El mundo ha permanecido ignorante del verdadero propósito del sexo. ¡El resultado ha sido terrible dolor y sufrimiento para las masas! Esta miseria — ahora epidémica — es medida en términos de enfermedades, nuevas clases de perversión, embarazos no deseados que producen abortos, hijos ilegítimos, o hijos no deseados en el matrimonio, altísimos niveles de divorcios, que a su vez, producen un número correspondiente de familias desintegradas, bancarrotas, pleitos judiciales e incluso crímenes.

Tristemente, estas condiciones se hacen peores y más complicadas con cada nueva generación, agravando los problemas y los males de la generación anterior.

La infelicidad y la confusión acerca del sexo y el matrimonio han afligido trágicamente a todas las naciones del mundo por miles de años y las personas no han sabido hacia dónde dirigirse en busca de respuestas — las soluciones — para tantos efectos indeseables que proliferan hoy día.

El Séptimo Mandamiento está escrito para aquellos que estén dispuestos a considerar lo que instruye el Dios Todopoderoso, no para los que desobedecen conscientemente. Dios revela que el matrimonio y el sexo tienen un propósito maravilloso, completamente fuera de los límites de la imaginación humana. Después de oír la explicación de Dios, usted juzgue si ésta tiene más sentido que aquella ofrecida por los evolucionistas y el cristianismo tradicional.

Hay otro aspecto del Séptimo Mandamiento que debe al menos ser mencionado antes de completar este breve capítulo. Con respecto al adulterio, recuerde que, si usted no acepta la Palabra revelada de Dios, usted no tiene otra elección más que permanecer ignorante acerca de cómo y cuándo se inició el matrimonio, y también de los propósitos del sexo. Usted debe aceptar, entonces, que el matrimonio es, ya sea un invento humano en el camino de la evolución, o un engaño religioso — que no tiene mayor propósito que el de procrear, pues el celibato es un “llamamiento superior”. ¡Estas son sus únicas opciones! Si acepta cualquiera de estas ideas, las maravillosas respuestas disponibles en la Palabra de Dios para las grandes preguntas acerca del matrimonio y el sexo permanecerán envueltas en un misterio.

Tenemos a disposición una cantidad de libros y folletos con respecto al matrimonio, el sexo, las citas y el cortejo y temas relacionados. Para entender mucho mejor este gran tema, considere leer los libros siguientes: Sexo – Su Dimensión Desconocida y Citas y Cortejo – a la Manera de Dios. También hay 3 folletos que son muy informativos: El propósito del matrimonio - ¿Ha quedado obsoleto?, Usted puede construir un matrimonio feliz y Entendiendo el divorcio y las segundas nupcias.

¿Qué sucedería si…?

La misma pregunta se reitera: ¿Qué pasaría si el mundo entero guardase el Séptimo Mandamiento? El adulterio no existiría, las personas considerarían las consecuencias de sus acciones a largo plazo.

Casi todos los programas de televisión y las películas tendrían que reescribir sus guiones. Los publicistas tendrían que buscar nuevos temas para vender todo desde un juego de llaves inglesas hasta neumáticos usados sin el tradicional tono sexual. Las revistas tendrían que hacer lo mismo. ¡El mayor generador de ingresos y el de mayor crecimiento en Internet — (y cada vez peor) la pornografía — colapsaría!

Aún más, no habría más prostitución, clubes nudistas, cines con funciones para adultos, tiendas exóticas de artículos sexuales o servicios de acompañantes. Las aventuras extramatrimoniales no existirían, reduciendo drásticamente el número de divorcios y enviando a muchos niños hacia un futuro más feliz; no habría más hijos ilegítimos ni enfermedades de transmisión sexual. Los estilos de vestido sugerentes, los cuales llevan a una variedad de pecados sexuales y crímenes, desaparecerían, y la lista continúa.

Todos estos cambios y más serán efectivamente implementados en el venidero reino de Dios, cuando la influencia de Satanás haya desparecido.

Capítulo Diez – El Octavo Mandamiento — “No hurtarás”

A continuación, Dios exclamó con voz de trueno el octavo mandamiento, registrado en Éxodo 20:15, “NO HURTARÁS”.

Obedecer este mandamiento significa respetar la propiedad y las posesiones de otros. También implica el modo en que las personas deben conducirse en los negocios. El camino de Dios es honestidad, franqueza y justicia en todas las negociaciones, incluyendo cada faceta de las finanzas y contabilidad.

Robar trae consecuencias

Dios ve el robo como un acto de engaño, que significa mentir. En Levítico 19:11, 13 el robo es clasificado, “No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro…No oprimirás a tu prójimo, ni le hurtarás, no retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana”. Las leyes de Dios protegen a aquellos que, a través del trabajo duro, buscan llevar una vida honesta. Los quebrantadores de su Ley eran entonces castigados con pronta justicia, infundiendo así temor en muchos ladrones y estafadores potenciales.

Como parte del castigo, Dios requería que el ladrón pagara más que el precio original del valor de lo tomado. El monto sería determinado por los jueces, pero en algunos casos, sería establecido por la ley, Éxodo 22:1 explica cómo era generalmente aplicado esto: “Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas”.

El ladrón estaba en gran riesgo en Israel porque perdía cualquier garantía de su vida bajo la ley. “Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido y muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte” (vs. 2). Las leyes de Dios protegían y beneficiaban a la víctima. Por otro lado, las leyes modernas tienden a favorecer a los perpetradores, quienes a menudo son los que resultan descritos como víctimas. Hoy día estamos seriamente lejos de los caminos de justicia de Dios. Las personas del sistema liberal, bien arraigado en los sistemas judiciales de este mundo, se conciben como más justos que Dios.

En el Israel Antiguo, la pena por secuestrar era la muerte, note: “Cuando fuere hallado alguno que hubiere hurtado a uno de sus hermanos los hijos de Israel, y le hubiere esclavizado, o le hubiere vendido, morirá el tal ladrón, y quitarás el mal de en medio de ti” (Deut. 24:7). Dios no dejó vacíos para jueces o abogados liberales como los que abundan hoy día. La pena por secuestro o cualquier otra trasgresión era fija y no negociable. Todos sabían exactamente lo que estaba en juego cuando consideraban cometer un crimen. Aunque la pena de muerte es vista como cruel para muchos en la actualidad, ésta representa un freno en contra del crimen. Dios revela que es así como una nación remueve el mal para que no sea un problema.

Ciertos tipos de personas son generalmente vulnerables al robo y al engaño. Los ancianos son generalmente presa de los estafadores. Los pobres, por lo general, son buscados por ladrones principiantes. En Isaías 10:1-2, Dios castiga a Israel por no defender a los pobres y necesitados que Dios puso a su cargo: “¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!”

Cuando Dios condenó al antiguo Israel o a Judá por su maldad, el robo figuraba en primer lugar entre sus pecados. Tomemos Jeremías 7:8-10 por ejemplo: “He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan. Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando tras dioses extraños que no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante de Mí en esta casa sobre la cual es invocado Mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones?”

Es interesante ver cómo esta reprensión en contra de Judá, un poco antes del cautiverio de Babilonia, es apropiada para la mentalidad de los cristianos profesos de hoy día. Muchos de ellos, miembros de las grandes denominaciones religiosas, se consideran “exentos” para hacer como les plazca — de quebrantar las leyes de Dios impunemente. Ellos creen que la justicia está imputada en ellos a través de la gracia sin importar su conducta. Pablo dice directamente que la gracia no da licencia para pecar y clamar inmunidad (Rom. 6:1-2). (Estudiaremos esto a mucho mayor detalle en el Capítulo Quince.)

Retener el sueldo de un trabajador contratado es también robar, muchos empleadores practican este fraude. Santiago 5:4-6 dice, “He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia”.

Esta ponderosa reprimenda es una bofetada para cualquiera que concluya que, en tanto que uno simplemente tenga “amor”, no hay obligación alguna hacia sus semejantes.

Las enseñanzas del Nuevo Testamento

Aquí está la clara advertencia de Pablo a la Iglesia, “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efe. 4:28). Pablo entendía que antes de aprender la verdad y llegar a la Iglesia, muchos habían quebrantado el Octavo Mandamiento. Él les amonestó a nunca hurtar otra vez, sino que proveyeran para sí mismos y para otros por medio del trabajo honesto y duro. Pablo enfatizó la necesidad de la labor ardua y honesta para proveer por los dependientes de uno.

Los motivos y acciones de un ladrón son completamente opuestos al camino de Cristo, note: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Notemos que un ladrón viene para obtener para sí mismo y para tomar según le parece mejor. Cristo, por lo contrario, vino a dar. Y Él dio los principios mediante los cuales sus seguidores pueden tener una vida abundante.

Romanos 2:21 tiene una seria responsabilidad: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas?” Pablo estaba hablándoles a los judíos como maestros, pues ellos habían sido educados en la ley. No obstante, este mensaje aplica a cualquiera que esté en la postura de enseñar. Ellos son responsables ante Cristo de “practicar lo que predican”.

Los diezmos y ofrendas pertenecen a Dios

Dios ordena que paguemos los diezmos y demos ofrendas. Retener cualquiera de ellos es robarle a Dios, lea cuidadosamente Malaquías 3:8-12: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, Me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Eterno de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, [esto significa los insectos devoradores de las cosechas] y no os destruirá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo será estéril, dice el Eterno de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice el Eterno de los ejércitos”.

La pena por retener los diezmos que pertenecen a Dios es una maldición automática sobre la nación entera. (Lea nuestro folleto Elimine todas sus preocupaciones financieras. )

Dios inspiró a Malaquías a escribir acerca de las bendiciones que ocurren cuando uno paga los diezmos de Dios. En la declaración, “y todas las naciones te llamarán bendita”, Dios está diciendo en efecto “deja de robarme y mira si no te bendigo con gran abundancia”. Esta es una oferta que ningún individuo o nación debe de ignorar.

Del libro de los Proverbios

Los siguientes proverbios se refieren a la honestidad e integridad, al engaño, al robo, al asalto y al echar suertes.

“El que aumenta sus riquezas con usura y crecido interés, para aquel que se compadece de los pobres las aumenta” (28:8).

“El impío toma soborno del seno, para pervertir las sendas de la justicia” (17:23).

“No robes al pobre, porque es pobre; ni quebrantes en la puerta al afligido” (22:22).

“El cómplice del ladrón aborrece su propia alma; pues oye la imprecación y no dice nada” (29:24).

“La suerte se echa en el regazo; más del Eterno es la decisión de ella” (16:33).

Lea también los Proverbios 6:30; 11:1; 16:11; 18:18; 20:10, 23; 21:7; 22:28; 23:10-11; 29:4.

Una forma de robo no reconocida

La siguiente es una declaración profunda y fascinante contenida en un artículo de Herbert W. Armstrong “¿Existe Dios?”, el cual fue impreso en la revista La Pura Verdad en junio de 1972:

“Pero, ahora comparemos la sabiduría y la inteligencia del hombre con la de DIOS quien creó todas estas maravillas y las mantiene en funcionamiento”.

“El grano de trigo que Dios hace que emerja del suelo es un alimento perfecto. Pero, como otros dones de Dios, ¡el hombre falla en valorar la inapreciable perfección del Dios omnisapiente, y, empeñado en mejorar el trabajo de la mano de Dios, lo pervierte, lo contamina y lo mancilla! ¡Cada fragmento de la perfección de Dios que la mano del hombre ha tocado, al parecer, ha sido manchado, estropeado y contaminado!”

“Y el pobre e indefenso grano de trigo ¡no es la excepción! Dentro de los molinos de trigo ideados por el hombre van millones de kilogramos de trigo saludable. Y allí, el supuestamente inteligente hombre lo desintegra y priva de la parte alcalina y entrega para el consumo humano costales de harina blanca compuesta mayormente de carbohidratos ácidos — ¡con lejía venenosa añadida!”

“Con esta harina la población humana prepara productos nocivos como panes, bizcochos, donas, pastelitos, budines, macarrones, espagueti, salsas, etc., etc., y a menudo esta harina es mezclada con azúcar “refinada” y grasas — ¡una combinación que garantiza la destrucción de cualquier organismo con el tiempo! Si, los productores de azúcar refinada hacen lo mismo con el azúcar; y casi todos los alimentos en el mercado para consumo humano de hoy día han pasado por las fábricas del hombre y sufrido los inherentes procesos ¡hasta que han sido privados de la vitalidad, de los nutrientes saludables y transformados en venenos de lenta acción! Y estos alimentos sin nutrientes que el hombre ha manipulado en su codicia por ganancias ha producido en los cuerpos humanos un conjunto completo de enfermedades ¡de las cuales nuestros antepasados de hace algunas generaciones nunca habían escuchado! ¡Hay una razón por la cual la historia de las enfermedades degenerativas ha ido en paralelo con el surgimiento de la tecnología moderna!”

“Hoy día, los seres humanos mueren antes de tiempo por fallas cardíacas; otros mueren de cáncer; la población sufre de reumatismo, de artritis, de diabetes, de enfermedades de los riñones, de anemia, de resfríos, de fiebres, de neumonía y miles de otros males. Respondemos a los miles de anuncios de cepillos de dientes y dentífricos, pero nuestros dientes se siguen deteriorando, y los perdemos desde una edad temprana debido a la falta de calcio y otros elementos en nuestra dieta”.

“Después de todo, ¡pareciera que el hombre no es muy inteligente!”

“Luego, también, el Dios que creó esta tierra y toda la vegetación nos indicó dejar a la tierra descansar cada siete años, pero el hombre es demasiado codicioso para hacer eso. ¡Así que nuestra tierra está gastada y agotada y a los buenos alimentos naturales, tales como las zanahorias, las remolachas y los nabos les faltan los elementos minerales y vitamínicos necesarios! ¡Y las compañías farmacéuticas se enriquecen vendiendo vitaminas!”

“¿Qué inteligencia es mayor? — ¿la de Dios que proveyó perfectamente para cada necesidad de cada cosa viviente, o la de los seres humanos codiciosos, incautos, enemigos de Dios, quienes interesados en mayores ganancias y lujos para sí mismos han robado de cada uno de los alimentos que Dios creó para proveernos de cuerpos íntegros y saludables?”

¿Qué sucedería si…?

Consideremos la gran panorámica una vez más: Si el mundo entero guardase el Octavo Mandamiento, muchos cambios dramáticos ocurrirían. La mayoría de las cerraduras ya no serían necesarios. Las cerraduras restantes serían usadas para indicar privacidad o para detener a prisioneros convictos por otros crímenes. Los automóviles blindados quedarían obsoletos. Lo mismo los guardias de seguridad. Los homicidios relacionados con robos no existirían más. No se necesitarían más las alarmas o las trabas de los volantes en los autos.

Los precios en las tiendas departamentales y de descuento bajarían significativamente debido a la remoción del costo agregado para cubrir el monto de los robos (también llamado “encogimiento”). Los seguros de negocios, viviendas y autos también bajarían significativamente. Los negocios serían más equitativos con los trabajadores y éstos serían diligentes para brindar un trabajo honesto por su salario. Los sindicatos serían innecesarios, dado que los trabajadores y empleados cooperarían en un espíritu de equidad. Los ancianos no necesitarían estar en constante guardia en contra de estafadores especializados en hacer desaparecer sus ahorros de toda la vida. El soborno, la extorsión y los crímenes de “cuello blanco” no existirían más. El mundo sería un lugar mucho mejor, sin hurtos ni robos.

En un mundo como ése, en lugar del camino del obtener, predominaría el grandemente beneficioso camino del dar.

Capítulo Once – El Noveno Mandamiento — “No hablarás falso testimonio…”

Dios da el noveno mandamiento en Éxodo 20:16: “no hablarás contra tu prójimo falso testimonio”.

Este mandamiento condena toda forma de mentira y engaño — en cualquier forma. Esto incluye la mentira abierta, la falsa propaganda, la calumnia, desfigurar la verdad, incluso exagerar, así como el falso testimonio en las cortes de justicia. La justicia solo se puede fundamentar en la verdad. (Por supuesto, la verdad se extiende mucho más allá de los procedimientos judiciales.)

La verdad representa el mismo carácter de Dios — todo lo que Él es y hace. El carácter de Dios es tan perfecto — pero también tan poderoso — que literalmente Él no puede mentir (Heb. 6:18). Él quiere que toda la humanidad aprenda el valor de la verdad en cada aspecto de la vida.

El juicio por falso testimonio

En Éxodo 23:1-2 dice, “No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso. No seguirás a los muchos para hacer mal [es decir, revueltas] ni responderás en litigio [declinando a favor de] los más para hacer agravios [es decir, confabulación o intrigas]”.

Note Deuteronomio 19:15, el cual anulaba la oportunidad de falsas acusaciones: “No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación”. Siempre fueron requeridos dos o tres testigos para establecer un cargo delante de un juez.

Luego, los jueces tenían que examinar diligentemente al individuo que presentaba cargos. Note: “Cuando se levantare testigo falso contra alguno, para testificar contra él, entonces los dos litigantes se presentarán delante del Eterno, y delante de los sacerdotes y de los jueces que hubiere en aquellos días. Y los jueces inquirirán bien; y si aquel testigo resultare falso, y hubiere acusado falsamente a su hermano, entonces haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el mal de en medio de ti. Y los que quedaren oirán y temerán, y no volverán a hacer más una maldad semejante en medio de ti” (vs. 16-20).

Los juicios de Dios exceden grandemente a los del hombre. Dios considera los efectos a largo plazo, mientras que el hombre sólo considera aquéllos a corto plazo.

La tendencia en Israel y en Judá

Cuando alguna o todas las tribus de Israel se rebelaban y rechazaban las palabras de los profetas de Dios, reinaba la mentira y la falsedad. Veamos en Isaías 30:9, “Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley del Eterno”. Los mentirosos naturalmente evitan oír esta ley, porque son condenados por ella.

Notemos esta fuerte acusación en Isaías 59:4, 13, “No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad…el prevaricar y mentir contra el Eterno, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de corazón palabras de mentira”.

La tendencia histórica de Israel de buscar y escuchar a profetas falsos es también condenada en Jeremías 7:8, “He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan”. De hecho, casi todos hoy día se ven forzados a confiar (es decir, creer) en mentirosos.

Compare ahora la actitud de David cuando escribió los siguientes Salmos. Algunos de ellos, revelan lo engañoso del hombre, mientras otros exaltan la franqueza de los caminos de Dios:

“Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; más yo en el Eterno he esperado” (31:6).

“Enmudezcan los labios mentirosos, que hablan contra el justo cosas duras con soberbia y menosprecio” (31:18).

“Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, sean ellos presos en su soberbia, y por la maldición y mentira que profieren” (59:12).

“Porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí; han hablado de mí con lengua mentirosa” (109:2).

“Aparta de mí el camino de la mentira, y en tu misericordia concédeme Tu ley” (119:29).

“La mentira aborrezco y abomino; Tu ley amo” (119:163).

“Libra mi alma, oh Eterno, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta” (120:2).

La verdad en perspectiva

Los cristianos deben seguir el Espíritu de Dios, “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, [éste] os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). En oración hacia Dios, Cristo enunció, “Santifícalos [aquellos a quienes Dios consagró a Cristo] en Tu verdad; Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). En Juan 14:5, Tomás preguntó, “¿cómo, pues, podemos saber el camino?” Jesús respondió, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (vs. 6). Dios el Padre y Cristo personifican la verdad.

En contraste con Dios, cuyo camino es representado por la verdad, notemos el camino del diablo. En Juan 8:44, Cristo condena a los fariseos, quienes se rehusaron a aceptar su palabra. Note, “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él, ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.

Esta escritura revela por qué la religión falsa, diseñada y orquestada por Satanás, está profundamente incrustada en el engaño. Toda entidad que se opone a los caminos de Dios opera sobre los principios de la traición, el engaño y la falsedad — la antítesis de la verdad.

Los versículos 31-32 revelan un concepto profundo sobre la verdad, “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permaneciereis en Mi palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Los judíos sentían que ya eran libres. Cristo explicó que en realidad eran siervos del pecado — también lo es el que peca como forma de vida.

Una de las más grandes posesiones que un cristiano puede tener es el deseo de buscar la verdad. Conforme uno habla la verdad, y se esfuerza por vivir por la verdad, llega al reconocimiento de la verdad al ser corregido. Cuando una persona hace esto, a pesar de sus debilidades e imperfecciones, Dios puede fácilmente trabajar con él, como un alfarero con arcilla en sus manos. Para crecer y desarrollarse, uno debe alcanzar y mantenerse anclado a la verdad.

Pablo enseñó que debemos controlar la tendencia a mentir y exagerar la verdad. Considere sus palabras: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efe. 4:25). También, “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (Col. 3:9). A fin de vencer la inclinación carnal a mentir, uno debe darse cuenta de su futilidad y del peligro de sus consecuencias.

No obstante, el Espíritu de Dios y la obediencia a sus leyes le ayudarán a vencer esto.

Apocalipsis 21:8 revela el destino final de todos los que no se arrepientan por mentir, “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.

Del libro de Proverbios

La siguiente lista contiene proverbios que establecen la veracidad y el engaño:

“Seis cosas aborrece el Eterno, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos” (6:16-19).

“El que encubre el odio es de labios mentirosos; y el que propaga calumnia es necio” (10:18).

“El que habla verdad declara justicia; más el testigo mentiroso, engaño. Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina. El labio veraz permanecerá para siempre; más la lengua mentirosa sólo por un momento. Engaño hay en el corazón de los que piensan el mal; pero alegría en el de los que piensan el bien” (12:17-20).

“Los labios mentirosos son abominación al Eterno: pero los que hacen verdad son su contentamiento” (12:22).

“El justo aborrece la palabra de mentira; más el impío se hace odioso e infame” (13:5).

“El testigo verdadero no mentirá; más el testigo falso hablará mentiras” (14:5).

Lea también estos Proverbios: 17:7; 19:5, 9; 21:6; 25:18; 26:28.

¿Qué sucedería si…?

Volvemos a la misma gran pregunta: ¿Qué pasaría si el mundo entero obedeciera el Noveno Mandamiento? No habría más mentiras. No habría más propaganda de los políticos y de los líderes del mundo. Todos podrían creer cada palabra de las noticias, así como de los anuncios. Las exageraciones, distorsiones y medias verdades darían lugar a la verdad completa. Cada conversación y todo negocio serian honestos — nulos de todas las formas de engaño.

Toda calumnia y ataque al carácter cesaría. Las personas serían conocidas por lo que realmente son, en lugar de lo que se percibe de ellos por difamación o chismes. Las personas no darían ya apariencias falsas. Los estafadores y los engañadores desaparecerían.

Todo esto ha sido profetizado que ocurra en los mil años del reinado de Cristo como se revela en Isaías 32:5-6: “El ruin nunca más será llamado generoso, ni el tramposo [crudo, egoísta] será llamado esplendido. Porque el ruin hablará ruindades, y su corazón fabricará iniquidad, [ilegalidad] para cometer impiedad”.

Capítulo Doce – El Décimo Mandamiento — “No codiciarás…”

La voz de Dios emitió con voz de trueno EL décimo mandamiento en Éxodo 20:17, “NO CODICIARÁS la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.

La palabra “codicia” viene de la palabra hebrea chamad la cual significa “desear o codiciar algo placentero o precioso”. Es fácil entender por qué Dios no quiere que nadie desee la esposa de algún otro o su casa. Pero ¿qué hay de las otras cosas listadas en este mandamiento?

A pesar de que el criado era un esclavo, o siervo del dueño, era a menudo más que un trabajador común. Podría haber sido un trabajador con habilidades, supervisor de los otros sirvientes y de las cuantiosas manadas propiedad de su amo. Del mismo modo, la criada podría haber sido una encargada irreemplazable de las muchas funciones del hogar, como la tutoría o el tejido de telas para ropa. El valor de esos sirvientes era grandioso. Ellos podían hacer la diferencia en un hogar exitoso.

El valor de un buey también era significativo. Un buey grande y fuerte era generalmente puesto en grupos para tirar de carretas y arados. Hasta la carne de un animal así era valiosa. El asno era otro animal valioso y un trabajador incansable. Eran más grandes que los burros, pero ligeramente más pequeños que los caballos. El asno era más comúnmente usado en Israel que otros animales como las mulas, las cuales eran producto de la reproducción híbrida y estaban prohibidas en Israel (Lev. 19:19).

La última cosa mencionada es “ni cosa alguna de tu prójimo”. Esto cubre cualquier otra cosa que pueda pertenecerle a su prójimo.

El total de elementos listados es siete. En la Biblia, el número siete significa perfección y culminación. Puede que sea por eso que Dios listó ese número de elementos. Dios no permite vacíos para que el hombre pueda desear cosa alguna que alguien más posea. Por supuesto, no es erróneo que alguien desee un compañero. Pero desear al compañero de alguien está prohibido. El mundo debe aún aprender esta lección.

La codicia en perspectiva

Pablo confirmó la ley de Dios y explicó esto en Romanos 7:7, ¿“Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. Ahora consideremos el versículo 14: “Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado”. Muchos no piensan que los Diez Mandamientos poseen naturaleza espiritual, sino más bien como “cosas que hacer y cosas que no hacer”, según la letra de la ley. Pero los Mandamientos son mucho más que esto.

Recuerde que Cristo magnificó el mandamiento en contra del homicidio para mostrar que cualquiera que guarde odio por otro es culpable de homicidio. Él también mostró que cualquiera que desea a una mujer es culpable de adulterio. Cristo expandió la letra de la ley para incluir el control de los pensamientos — lo más profundo del ser, o el corazón. El Décimo Mandamiento es único. Aborda los pensamientos más profundos de las personas y el pensamiento espiritual hacia las cosas físicas. Por ejemplo, usted puede obedecer el Octavo Mandamiento meramente no robando. No obstante, el Décimo Mandamiento prohíbe a las personas incluso pensar acerca de cometer hurto — y por supuesto, simplemente desear las cosas que pertenecen a otros.

Satanás como el dios de este mundo (II Cor. 4:4) y el “príncipe de la potestad del aire” (Efe. 2:2), emite sus actitudes, tales como la codicia. Los seres humanos están naturalmente “sintonizados” a las actitudes que el diablo emite. Sólo con el Espíritu Santo de Dios, usted puede desarrollar el autocontrol para “desintonizarse”. (Puede que usted desee leer nuestro folleto ¿Creó Dios la Naturaleza Humana?)

Aquellos quienes sucumben a las adicciones, han, de hecho, fallado en controlar su codicia por el sexo, el alcohol, las drogas, el adulterio, los juegos de video o cualquier otra cosa — y hay una cantidad de otros vicios muy numerosos para ser contados. Esto también puede aplicarse a la televisión, los videos, el Internet o la música. Con el poder del Espíritu de Dios, la determinación y la persistencia, se pueden vencer estas cosas.

He aquí cómo Pablo advirtió a aquellos que estaban en el proceso de vencer: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efe. 5:3-5).

Para evitar la tentación, Proverbios 6:25 advierte, “No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos”.

Todas las acciones surgen de los pensamientos. De hecho, somos lo que pensamos. Es por esto que David meditó acerca de la Ley perfecta de Dios. El buscó pensar como Dios piensa. Lea cuidadosamente el Salmo 119 en su totalidad, posiblemente de rodillas y pídale a Dios que le ayude a apreciar lo que Él aprecia, justo como David lo hizo. Sobre este tema, Filipenses 2:5 dice, “Haya, pues, en vosotros sentir que hubo también en Cristo Jesús”.

Vencer significa literalmente, “llevar cautivo cada pensamiento a la obediencia a Cristo” (II Cor. 10:5). (El Capítulo Diecisiete cubre este proceso de vencer — y prevenir el pecado en primer lugar — de una manera más profunda.)

Ejemplos bíblicos

Dios requería que todos los líderes escogidos para ayudar a Moisés cumplieran con ciertos requisitos: “Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez” (Éxo. 18:21).

El Proverbio 28:16 dice: “El príncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión; más el que aborrece la avaricia prolongará sus días”.

Cuando Pablo dio lineamientos a Timoteo sobre las calificaciones para los ministros y diáconos, enfatizó “no codicioso de ganancias deshonestas” (I Tim. 3:3, 8). Ser codicioso por el dinero es, probablemente, el tipo más común de codicia y perjudica la habilidad de alguien de asumir mayores responsabilidades.

Jesús advirtió a las personas que son avaras por el dinero y todo lo que éste representa: “Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15). Él también inspiró a Pablo a escribir, “Sean vuestras costumbres [conducta] sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora” (Heb. 13:5). Por supuesto, esta es una instrucción importante para todo ser humano. Siempre esfuércese por estar contento con lo que tiene y así prevendrá la codicia.

David oró, “Inclina mi corazón a Tus testimonios, y no a la avaricia” (Salmo 119:36). Aprenda a expresar esto en oración a menudo y a recordarlo la próxima vez que esté enfrentado tentaciones.

En Jeremías 6:13 Dios condenó a Judá por darle la espalda a Él: “Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores”. Esto se repite en Jeremías 8:10.

El profeta Ezequiel escribe esto sobre aquellos que viven al final de la era, justo previo al regreso de Cristo: “Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia” (33:31).

Tristemente, la codicia de este mundo materialista impide a la mayoría de quienes oyen la verdad de Dios tomar acción sobre ésta.

Note lo que Pablo dijo en Gálatas 5:16, “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”. Luego el apóstol Pedro añade esto: “…por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (II Pedro 1:4).

Y Juan escribió: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (I Juan 2:16-17).

Estas escrituras explican nuestra debilidad natural hacia la codicia. El modo de vencer esto es a través de Dios obrando dentro de la mente.

Otras formas de codicia

A pesar de que la Biblia no contiene leyes directas con respecto a los juegos de azar, aquellos que realmente buscan seguir la voluntad de Dios, verán que el principio del juego se opone a los caminos de Dios, tanto incluso como robar. Cuando una persona juega, su enfoque total está basado en el camino de obtener, que es lo contrario al camino de dar de Dios.

Los casinos, recurren a la codicia de aquéllos que desean “dar el golpe de suerte” y “obtener algo por nada”. Ellos codician las riquezas, apoyándose en la suerte y no en Dios. En ningún lado Dios nos desea “la mejor de las suertes”. Si obedecemos sus leyes, podemos esperar que Él nos bendiga. No obstante, la desobediencia trae maldiciones. La suerte ni siquiera forma parte del panorama.

En su falta de autocontrol, una gran cantidad de personas se han hecho adictas al juego y en muchos casos pierden todas sus posesiones. Cualquier actividad que dé lugar a la codicia debe ser evitada. Esto incluye toda forma de juego — las carreras de caballos y perros, los juegos de cartas con apuestas, las loterías, los sorteos y cualquier esquema de enriquecimiento instantáneo que implique pérdidas personales e incluso las apuestas en la oficina.

Una mirada a detalle de las ciudades alrededor del mundo en las cuales prosperan los casinos revela una enorme cantidad de problemas. Invariablemente la prostitución, el crimen organizado, los homicidios y las drogas están desatados. Estas cosas tienen su origen en la lujuria y en la avaricia.

Algunos piden que Dios los bendiga para ganar en la lotería o en un sorteo, pues apenas si tienen lo necesario para vivir y necesitan ayuda para salir de deudas. ¡Son tantos los que fallan en darse cuenta de que Dios no bendice — y nunca lo haría — nada que sea contrario a su Ley!

A través de la Biblia se puede encontrar ejemplos de cómo los siervos de Dios echaban suertes como un solemne llamamiento para que Él decidiese un asunto dudoso de acuerdo a Su voluntad. Pero el Pueblo de Dios nunca debe echar suertes con el propósito de apostar. Esto degrada y pervierte terriblemente el uso correcto que Dios da a este recurso.

Es la voluntad de Dios que las personas aprendan a confiar en Él y le busquen, a medida que siguen sus caminos y leyes. Así es como se desarrolla el carácter. Si Dios quisiera “bendecir” a su pueblo concediéndoles “ganar premios”, ellos pronto amasarían demasiadas posesiones materiales, a la vez que probablemente perderían el enfoque en desarrollar su carácter santo y justo — el propósito mismo de ser cristiano.

Muchos proverbios hablan de la importancia de emplear diligencia en todos los asuntos de la vida. Ciertamente, no se espera que un cristiano sea un mendigo (Mat. 6:33). Pero es solo a través del trabajo duro y de la perseverancia que la persona diligente incrementará su fortuna.

¿Qué sucedería si…?

Hagamos la misma pregunta sobre el último Mandamiento, ¿Qué pasaría si el mundo entero guardase el Décimo Mandamiento? Sin más codicia ni ambición, la idolatría y el adulterio disminuirían enormemente. Pero esto sería sólo el comienzo. El consumismo provocado por la codicia desaparecería, y junto con éste, el endeudamiento y la bancarrota de los consumidores.

Más personas manejarían vehículos asequibles en vez de endeudarse con la compra de algo que invoca a la vanidad y al orgullo. Para acabar pronto, el materialismo y las compras compulsivas desaparecerían, y también lo haría el endeudamiento crediticio que resulta de esto.

Pronto el mundo entero aprenderá que solamente con la ayuda del Espíritu de Dios la humanidad puede controlar la codicia y guardar el Décimo Mandamiento (¡y cada uno de los otros!)

Los teólogos y los eruditos de la Biblia no se cansan de buscar ingeniosos modos de reducir a obsoletas las maravillosas leyes de Dios. Mientras que la mayoría de los ministros admiten que guardar los Diez Mandamientos es en general una “buena idea”, ellos insisten en que no son necesarios en el Nuevo Testamento para recibir la salvación. Así que hay otras preguntas sobre la Ley de Dios que deben ser contestadas antes de que este volumen esté completo…

El último ¿qué sucedería si…?

Considere ahora la más grande pregunta de todas: ¿Qué pasaría si el mundo entero guardase todos los Diez Mandamientos? ¿Qué sucedería si cada quien obedeciera las instrucciones de Cristo de guardar esta ley completa?

Las personas no idolatrarían a nada ni a nadie más, porque pondrían a Dios primero en sus vidas. El nombre de Dios no sería mal empleado ni se usaría descuidadamente. Todos guardarían el día de reposo el séptimo día de la semana. Las familias serían más felices porque las personas honrarían a sus padres físicos y a su Padre espiritual. No habría más odio, ni homicidios, ni guerra. Los esposos y esposas serían fieles y no habría más nacimientos ilegítimos. No habría más enfermedades de transmisión sexual. No habría más robos, asaltos o malversaciones. Las calumnias, el perjurio y los chismes quedarían en el pasado. Las personas no codiciarían las pertenencias de otros.

En Mateo 24, Cristo describe las condiciones que precederían su establecimiento del Reino de Dios. El versículo 12 describe como “por haberse multiplicado la iniquidad [del griego: ilegalidad] el amor de muchos se enfriará”.

Pero vienen el tiempo, cuando el mundo entero guardará la Ley de Dios — los Diez Mandamientos.

Capítulo Trece – ¿Enseña El Nuevo Testamento todos los Diez Mandamientos?

Ahora que hemos analizado en cierto detalle cada uno de los Diez Mandamientos, su aplicación espiritual, así como cuán diferente — ¡y mejor! — sería el mundo si la humanidad los obedeciese, debemos preguntar: ¿Qué acerca del Nuevo Testamento? ¿Enseña — y contiene — todos los Mandamientos de Dios?

La mayoría que profesa seguir a Cristo cree que los Diez Mandamientos fueron abolidos por el sacrificio de Jesús. Creen que Jesús vino para “anular” esos “duros” mandamientos. Algunos creen que Él reinstituyó algunos de ellos. Y aún otros creen que Él reemplazó los Diez Mandamientos con un nuevo mandamiento o mandamientos.

Aunque puede que estas personas sean sinceras, han sido engañadas por el “dios de este mundo” (II Cor. 4:4; Apo. 12:9), quien ha usado a sus falsos ministros para, diligentemente, suministrarles doctrinas falsas (II Cor. 11:13-15).

En vez de permitir que la Biblia se interprete a sí misma, la mayoría de las personas ven en las Escrituras cualquier significado dado por otros y asumen que es correcto. Pasan por alto lo que dijo Cristo en Mateo 5: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (vs. 17). Este es el mismo Cristo que predicó en Isaías 42: “El Eterno se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla” (vs. 21).

¿Y usted? ¿Está dispuesto a dejar que la Biblia se interprete a sí misma? ¿Está usted dispuesto a abordar las escrituras con una mente abierta y enseñable y permitir que Dios “le hable” — que le diga su voluntad — a través de su Palabra?

Si es así, usted se ha apartado de la mayoría de “creyentes,” acerca de quienes Cristo dijo, “Este pueblo de labios me honra, más su corazón está lejos de Mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres… Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7:6-9).

En Pentecostés, en 31 D.C. Dios fundó su Iglesia sobre las enseñanzas de sus apóstoles y profetas (Efe. 2:19-20). Desde entonces, la verdadera Iglesia ha continuado guardando las enseñanzas de los apóstoles (Hechos 2:42).

Los apóstoles Pedro y Juan instruyeron a los cristianos a caminar como Cristo — a vivir de la manera que él vivió (I Pedro 2:21; I Juan 2:6). El apóstol Pablo instruyó a los cristianos — tanto a judíos como a gentiles — a seguirle, así como él seguía a Cristo (I Cor. 11:1).

Entonces, Jesucristo, el Apóstol en jefe (Heb. 3:1), ¿enseñó los Diez Mandamientos? ¿Ordenó Él a sus apóstoles hacer lo mismo? En otras palabras, ¿son los Diez Mandamientos enseñados en el Nuevo Testamento en su totalidad?

El primer Gran Mandamiento

Hemos visto que los primeros cuatro de los Diez Mandamientos le enseñan al hombre cómo amar a Dios. “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen… No tomarás el nombre del Eterno tu Dios en vano… Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éxo. 20:3-8).

En Mateo 22, Cristo resumió estos cuatro diciendo “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento” (vs. 37-38).

Cuando Satanás el diablo trató de tentarlo mientras ayunaba en el desierto, Cristo citó el primer mandamiento: “Vete de Mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás” (Lucas 4:8; Mateo 4:10).

Recuerde que en Juan 4:24 Cristo estaba hablando del Segundo Mandamiento cuando Él enseñó que el hombre no puede usar objetos físicos, ni imágenes o “ayudas” — en otras palabras, ídolos — para adorar a un Dios espiritual. Dado que Dios es Espíritu, sus seguidores deben adorarle en espíritu.

Pablo enseñó también el Segundo Mandamiento, “Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, [los israelitas durante el Éxodo] según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar” (I Cor. 10:7). El contexto establece claramente a que se refería Pablo. Este Israel de mente carnal no tuvo la paciencia para adorar a un Dios invisible, que no podían ver, así que se hizo un “dios” físico para satisfacer sus deseos carnales y físicos. Pero Dios sabía que esto iba a suceder. A través de la historia de la humanidad, el hombre ha rechazado siempre a su Creador para adorar a su creación (Rom. 1:18:25).

En Mateo 15, el mismo Cristo enseñó en contra de quebrantar los mandamientos al nombrar varios, incluyendo una referencia indirecta al tercero: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios [sexto mandamiento ], los adulterios [séptimo mandamiento ], las fornicaciones, los hurtos [octavo mandamiento ] los falsos testimonios [noveno mandamiento ] las blasfemias [tercer mandamiento ]” (vs. 19). La palabra griega usada aquí para “blasfemias” es “blesphemia”, la cual significa “palabras maliciosas, reclamos o acciones viles en contra de Dios”. En otras palabras, toman el nombre de Dios en vano.

Pablo también ordenó a los cristianos evitar esto. “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Col. 3:8).

El cuarto mandamiento — observar el séptimo día de reposo — es el que la mayoría de los cristianos profesos rehúsan obedecer. La mayoría asume que los hombres tienen la autoridad de cambiar el día de reposo a cualquier día que les plazca o convenga.

No obstante Cristo guardó el día de reposo en el séptimo día. Esta era su costumbre: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a Su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:16). De hecho, el Nuevo Testamento registra que Cristo es “Señor aún del sábado” — no el Señor del domingo (Lucas 6:5). Cristo dice que Él “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8).

Pablo siguió su ejemplo. Enseñó los sábados en las sinagogas (Hechos 17:2). Y no sólo a los judíos, sino también a los gentiles. “Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen de estas cosas…El siguiente día de reposo se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios” (Hechos 13:42, 44). En el capítulo 18, versículo 4 Pablo, “discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos”. Pocos preguntan por qué Pablo enseñaba a los gentiles (quienes no estaban familiarizados con guardar el día de reposo) a reunirse el sábado ¿Por qué no hay evidencia de que él los haya enseñado a guardar el domingo — el supuesto Día del Señor?

Note ahora en Hebreos 4, versículo 9: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios”. En los versículos 1, 3, 4 y 8 la palabra griega para “descanso” es “katapausin”, que significa “reposo”. Pero en el versículo 9, la palabra griega para “reposo” es “sabbatismos”, que es una palabra hebrea — “sabbat”, que significa “el sábado”, combinada con el sufijo griego — ismos, el cual significa “una observancia de” o “una práctica de”. Puestas juntas, “sabbatismo” significa “la observancia del sábado”. Cuando se traduce correctamente, Hebreos 4:9 debería decir, “Por tanto, queda un reposo [una observancia del sábado] para el pueblo de Dios”.

El tema de observar el día de reposo requiere de un libro extenso que contenga todas las pruebas posibles, pero la observancia sábado en el séptimo día está establecida en el Nuevo Testamento, en Hebreos 4:9. (Le exhortamos a leer nuestro libro Sábado o domingo – ¿Cuál es el día de reposo?)

El segundo Gran Mandamiento

Hemos visto que los últimos seis de los Diez Mandamientos instruyen al hombre cómo amar a su prójimo. “Honra a tu padre y a tu madre…No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás…” (Éxo. 20:12-17).

Siglos más tarde, en el Nuevo Testamento, en un contexto similar al de Mateo 15, Cristo dijo que todo el que quiera entrar en la vida eterna debe guardar los mismos mandamientos: “No matarás [el sexto mandamiento ], No cometerás adulterio [séptimo mandamiento ], No hurtarás [octavo mandamiento ], No dirás falso testimonio [noveno mandamiento ], Honra a tu padre y a tu madre [quinto mandamiento ] (Mat. 19:18-19]. Cristo los resumió como “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, el segundo más grande mandamiento (Mat. 22:39).

Años después del sacrificio de Jesús, (el cual la mayoría de los líderes religiosos afirma que anula la ley), Pablo enseñó estos mismos mandamientos a los gentiles conversos en Roma. “Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Rom. 13:9).

En Efesios 6:2, Pablo ordenó a los cristianos obedecer el Quinto Mandamiento honrando a sus padres. Él les ordenó obedecer el Noveno Mandamiento: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (Efe. 4:25). Él observó el Décimo Mandamiento diciendo “yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” (Rom. 7:7).

El apóstol Santiago también advirtió sobre el peligro de quebrantar el Décimo Mandamiento. “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (1:14-15). Él continuó en el capítulo 4:

“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, los cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (vs. 1-3).

Como usted puede ver, los Diez Mandamientos en su totalidad fueron predicados a lo largo del Nuevo Testamento.

No es de extrañar que el apóstol Juan escribiera, “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (I Juan 5:2-3).

¿Un nuevo mandamiento?

Después de examinar estas pruebas bíblicas, algunos todavía seguirán creyendo que los Diez Mandamientos fueron abolidos, rehusando renunciar a lo que siempre han asumido. Estas personas incluso podrían afirmar que los Diez Mandamientos fueron “reemplazados” por “el nuevo mandamiento”, que enseñaron Cristo y Juan. Pero. ¿Cuál es este “nuevo mandamiento”? ¿Reemplaza el guardar los Diez Mandamientos?

En Juan 13:34-35, Cristo dijo, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como Yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.

En Mateo 22:37-39, Cristo dijo que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero en Juan 13, Cristo pone un estándar más alto — amar a otras personas ¡como Cristo nos ama a nosotros! Solo aquellos con el Espíritu Santo morando en ellos podrían amar a las personas del modo que lo hace Cristo. “Por cuanto los designios de la carne son enemistad [hostilidad] contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él… Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Rom. 8:7-9, 14).

Esto se refiere a los verdaderos cristianos — ¡aquellos de la iglesia de dios!

Cuando Cristo dijo, “Que os améis unos a otros” les estaba diciendo a sus discípulos. Ellos más tarde fueron bautizados y recibieron el Espíritu Santo (vea Hechos 2) convirtiéndose en la Iglesia del Nuevo Testamento. Sólo los verdaderos cristianos — aquellos con el Espíritu de Dios en sus mentes — pueden esperar amar a otras personas como Cristo lo hizo, el hombre carnal no puede hacerlo.

Pero ¿qué hay del “nuevo mandamiento” en I Juan 2:8? “Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en Él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra”. ¿Qué es esto, que es tan “verdadero en Cristo” como “en” los cristianos?

La respuesta está en Juan 16:13-15, donde Cristo exhorta a sus discípulos en la noche de su crucifixión. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”.

Es el Espíritu Santo — el “Espíritu de verdad” — que es “verdadero en Cristo” y en sus siervos, los miembros de su Iglesia. Este mismo Espíritu coloca a las personas fuera del mundo, convirtiendo sus mentes según la mente de Cristo. El Espíritu Santo empodera la mente del cristiano permitiéndole amar como lo hacen Cristo y Dios el Padre. Sin éste, ningún ser humano puede cumplir perfectamente I Corintios 13: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (vs. 4-8).

En II Juan 5-6 Juan escribió, “Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento, que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio”. Esta escritura no reemplaza o anula los Diez Mandamientos, en cambio, ¡los refuerza!

Los Diez Mandamientos existieron antes que Moisés, desde el tiempo de la Creación. Todos los diez fueron enseñados a lo largo del Nuevo Testamento, y siguen en efecto hoy día.

¿Liberados de todo?

Incluso después de haber examinado todos lo que hemos leído hasta ahora, algunos lectores (espero que sólo una minoría) insistirán todavía que guardar la Ley de Dios es “innecesario”. Algunos argumentarán que los cristianos están libres de todo lo que Dios ordenó bajo el Antiguo Pacto, porque el sacrificio de Cristo vino a anular esto.

Pero ¿lo hizo?

Capítulo Catorce – ¿Están los cristianos libres del Antiguo Testamento?

Muchos cristianos profesos están confundidos sobre qué anuló realmente el sacrificio de Cristo y qué requiere Dios hoy día de su pueblo. Muchos ven el Antiguo Testamento de esta manera: Si los protocolos del sacerdocio, tales como los rituales de purificación, los sacrificios de animales, etc., están anulados, entonces, todo lo que Dios ordenó bajo el Antiguo Testamento lo está. Los siguientes fragmentos de cartas recibidas en la Sede muestran la necesidad de entender apropiadamente este tema:

“Probablemente usted habrá notado que el énfasis del libro [de Levítico] son las ceremonias y rituales que Dios ordenó a los israelitas. El libro…pareciera ser un libro para documentar ceremonias y rituales; básicamente explica el sistema completo de sacrificios que los israelitas estaban encomendados a realizar, diaria, semanal, mensual, anualmente, cada siete y cada cincuenta años. Tome nota de qué forma parte del sistema de sacrificios: Las instrucciones con respecto a las ofrendas, las regulaciones rituales para las situaciones puras e inmundas, las instrucciones para el sacerdocio, los diezmos asociados con el sistema de sacrificios, con el día de reposo y los Días Santos anuales”.

“Es interesante que ningún grupo de iglesias haya hecho un esfuerzo para explicar cómo es posible descontinuar la mayoría o todas las prácticas de prácticamente todos los veintiséis capítulos de este libro y aún afirmar que debemos guardar ‘partes’ (pero no la totalidad) del capítulo 23. ¿Hay algún entendimiento que podamos obtener de este libro que sea consistente con las escrituras en el resto de la Biblia?”

“El libro de Levítico es un libro intrigante que provee extensos lineamientos sobre el sistema de sacrificios como eran practicados por los israelitas y los judíos en la época de Jesús. Pero ¿por qué las iglesias cuidadosamente ignoran o malinterpretan la mayoría o incluso la totalidad de su mensaje? ¿Hemos recibido correctamente el mensaje?”

“Pareciera que este libro presenta muchas de las ‘prácticas’ de los israelitas como resultado de un pacto que tal pueblo hiciera con Dios. Una interesante pregunta para considerar: ¿todo lo que enseña este libro cesó como resultado del sacrificio de Jesucristo? ¿O realmente cuánto ha cesado? ¿Por qué algunas o bien todas las ordenanzas cesaron? ¿Debe el sistema de sacrificios descrito en este libro ser considerado como un paquete?”

Otra persona escribió: “¿Podría decirme usted si los estatutos de salud y demás del Antiguo Testamento están aún en efecto? Oímos mucho sobre los Diez Mandamientos y las Fiestas, pero difícilmente sobre esto”.

¿Por qué tal confusión?

El centro de estas cuestiones es: ¿Cómo puede ser que algo que fue requerido para el Israel antiguo y definido con detalle y escrutinio no aplique más, mientras otros requerimientos se encuentran vigentes aún hoy día? ¿Y cuáles son esos requerimientos? Esta confusión deriva del mal entendimiento actual sobre de la relevancia de las muchas leyes dadas al antiguo Israel. Para entender esto, debemos primero definir el término ley civil.

Una ley civil es cualquier mandato, ley, decreto o código que regula la conducta y las actividades dentro de la jurisdicción definida por una municipalidad establecida. Las leyes civiles que Dios suministró al antiguo Israel por medio de Moisés son presentadas en los libros de Éxodo, Levítico y Deuteronomio. Estas leyes revelan cómo aplicar los principios expresados por los Diez Mandamientos. En su conjunto, los mandamientos, las leyes y estatutos civiles y las leyes de sacrificios constituyen el Antiguo Pacto.

Examinaremos algunas de las leyes civiles que gobernaban al antiguo Israel y mostraremos cómo se aplican a las vidas de los cristianos de hoy día, de acuerdo con los principios que Cristo estableció en el Nuevo Testamento.

Además de diezmar y observar los Días Santos y los sábados semanales, ¿qué se requería del antiguo Israel, y que era practicado por los judíos del tiempo de Cristo, que los cristianos deben practicar aún hoy? Para entender apropiadamente este tema, debemos reconocer ciertos principios básicos, algunos vistos antes:

(1) Israel era una nación física, de mente carnal, sin el Espíritu Santo de Dios. A ellos no se les ofreció la salvación eterna. Muchas escrituras del Antiguo Testamento se refieren a ellos como la “congregación de Israel”. Hechos 7:38, se refiere a Israel como “la iglesia en el desierto”. Estos términos significan la misma cosa. Dios los eligió para que fueran un “tipo” físico de su Iglesia del Nuevo Testamento (aquellos engendrados de su Espíritu Santo).

Veamos I Corintios 10:6, “Mas estas cosas [las experiencias de Israel] sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron”. Su esclavitud en Egipto, la liberación bajo el liderazgo de Moisés, el cruzar el Mar Rojo y errar por el desierto fueron registrados en la Palabra de Dios para que nosotros aprendamos de sus experiencias.

Sin el Espíritu de Dios, Israel no podía guardar apropiadamente las leyes espirituales de Dios (note Romanos 8:8). Dios les dio una larga y específica lista de “qué hacer” y “qué no hacer” pues ellos no podían guardar el espíritu de la Ley. Los Israelitas no podían obedecer a Dios en “Espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24). Como esto les era imposible, todo les tuvo que ser descrito explícitamente.

Hebreos 11:6 muestra que sin fe es imposible agradar a Dios — y la fe verdadera es tanto un fruto como un don del Espíritu Santo. Solo recibiendo el Espíritu Santo — la “circuncisión del corazón” — uno puede convertirse en un “judío espiritual” (Rom. 2:28-29).

(2) Israel fue establecido como una unión de iglesia y estado (Éxo. 19:6; Hechos 7:38), sujeta a leyes detalladas sobre los asuntos civiles y los religiosos. El antiguo Israel fue en realidad la Iglesia del Antiguo Testamento.

Los críticos de la Biblia intentan probar que la Palabra de Dios es contradictoria, y por lo tanto inválida, haciendo referencia a Malaquías 3:6. Allí, Cristo, La Roca del Antiguo Testamento, (I Cor. 10:1-5), dijo “Porque Yo el Eterno no cambio”.

Tales críticos argumentan, ¿“Cómo puede ser que la Biblia sea válida como la Palabra de Dios, si algunas cosas cambiaron entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Testamento?”

La respuesta es simple, piense en la Palabra de Dios como un contrato entre Dios y su pueblo. El Pacto Antiguo fue esencialmente un contrato de matrimonio. Los términos del contrato no cambian. Pero los términos dejan de tener efecto entre esas dos partes, si cualquiera de las partes incumple, es decir, no cumple su parte del trato, y el contrato se rompe. Los términos del contrato no cambian, pero dentro de esos términos hay disposiciones de “anulación” incorporadas.

Fíjese en Hebreos 8:8, “Porque reprendiéndolos [al Israel Antiguo y a Judá] dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto”. Para entender, considere lo siguiente: “Y la adoraron [a la bestia] todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apo. 13:8).

Dios supo mucho antes de la creación del hombre que éste sería capaz de pecar. Adán tenía libre albedrío. A él se le dio la elección de obedecer o rechazar las leyes de Dios. Él pudo haber elegido no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, y en vez de eso comer del árbol de la vida.

Pero Adán tomó la opción equivocada. Y Dios no dijo en ese punto, ¡oh, no! No pensé en eso. ¡Tengo que pensar en algo que compense la falla! Creo que voy a tener que enviar a mi Hijo como sacrificio por los pecados”. Dios sabía que, aunque Adán hubiese tomado la decisión correcta, en algún punto alguien finalmente tomaría la opción equivocada.

La única mención que hace Dios de algo que pasó y que no era parte de su plan predeterminado, fue que Israel sacrificara a sus hijos en honor a sus dioses paganos: “Y edificaron lugares altos a Baal, para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento” (Jer. 19:5). Esto no quiere decir que Dios fue tomado por sorpresa. Ante sus ojos, pecado es pecado (note en Santiago 2:10-11). Israel estaba cometiendo actos de homicidio como parte de las ceremonias de adoración a dioses paganos. Tan horrible como esto era, no fue necesario que Dios reconsiderara su Plan.

Cuando Pablo dice en Gálatas 3:19, “Fue [el cuerpo de leyes que gobernaban los sacrificios] añadida a causa de las transgresiones”, él se está refiriendo a una “provisión contractual” que no hubiese aplicado si Israel hubiese obedecido a Dios. ¿Cómo sabemos esto? Note Oseas 6:6, “Porque [Yo el Eterno] misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos” (Vea también Salmo 40:6, 8).

Los sacrificios animales no fueron instituidos por Dios como un pensamiento posterior, y ciertamente tampoco lo fue el sacrificio de Cristo.

Cristo se casó con la nación antigua de Israel

El Antiguo Pacto, un contrato entre Cristo y la nación antigua de Israel fue en realidad un contrato de matrimonio, o pacto. En Jeremías 3:14 Dios dijo a Israel, “porque Yo soy vuestro esposo”. Si bien luego Él se divorció de Israel (Jer. 3:8) por infidelidad, el matrimonio se mantuvo vigente hasta la muerte de Cristo. El matrimonio de Cristo con Israel y su posterior divorcio siguieron las leyes del Antiguo Testamento — vea Ezequiel 16:38 y Deuteronomio 24:1.

Así como el Antiguo Pacto fue un contrato entre Dios y la nación física de Israel, lo es el Nuevo Pacto entre Dios y el Israel espiritual — los cristianos verdaderos de hoy día. Pero ¿Significa esto que las leyes civiles dadas al Israel Antiguo ya no son requeridas a los cristianos actuales?

Para empezar a entender este tema, debemos ver primero que cambió como resultado del sacrificio de Cristo:

(1) La necesidad sacrificar animales fue eliminada (Heb. 9:12-14). Los sacrificios animales señalaban al venidero sacrificio de Cristo. Servían para enseñar al antiguo Israel de un modo gráfico la pena por el pecado — la muerte. Una vez que Cristo vino, ofreciéndose a sí mismo como sacrificio por los pecados de toda la humanidad, ya no era necesario el recordatorio físico.

(2) Los deberes físicos de un sumo sacerdote físico fueron reemplazados con el rol espiritual de un sumo Sacerdote espiritual — Cristo (note el versículo 11).

(3) Apegarse a la estricta letra de la Ley fue reemplazado con la obediencia tanto al espíritu como a la letra de la Ley. Examinaremos qué significa esto para los cristianos de hoy día.

En otra literatura hemos mostrado que diezmar, guardar el día de reposo y los Días Santos y obedecer los Diez Mandamientos no se originaron como parte del convenio (convenio significa “pacto”) que Dios hizo con Israel. El Antiguo Testamento revela que los siervos de Dios entendían y obedecían sus leyes mucho antes de que éstas fuesen dadas a Israel en el Monte Sinaí. (Esto fue cubierto en el Capítulo Uno y se encuentra en nuestros folletos Elimine todas sus preocupaciones financieras y ¿Días santos de Dios o festivales paganos? El libro, Sábado o domingo – ¿Cuál es el día de reposo?, también será de ayuda.)

Una escritura malentendida

Aquellos que creen que Cristo guardó la Ley por nosotros (en lugar nuestro) y que todos los requerimientos bajo el Antiguo Pacto fueron ‘clavados en la cruz” citan comúnmente Gálatas 3:10-13. Pablo escribió allí: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero”.

Muchos quienes leen esta escritura concluyen que la Ley misma es una maldición y que el sacrificio de Cristo la “anuló y la dejó sin efecto”. Pero ¿qué quiso decir realmente Pablo con “la maldición de la ley?” La respuesta se encuentra en Oseas 13:14. Allí, Cristo — el Dios del Antiguo Testamento — dijo, “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, Yo seré tu muerte [plaga] y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista”.

¿Cuál es la maldición de la que Cristo nos redime? ¡La pena de muerte!

Pero ¿Cómo incurrimos en este castigo? Note: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (I Juan 3:4) — “El alma que pecare, esa morirá” (Eze. 18:4, 20) — “La paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23).

También, note en Romanos 3:23, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Estas escrituras (las cuales hemos mencionado antes en este libro) muestran que Cristo no vino a la Tierra como un ser humano físico, viviendo sin pecado para luego sufrir una muerte horrible, atroz, humillante, para que nosotros no tuviéramos que guardar las leyes de Dios.

¿Cuál fue el propósito de Cristo? Él estableció un ejemplo para que todos los verdaderos cristianos lo sigan: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (I Pedro 2:21).

Note también, en Hebreos 2:10, “Porque convenía a Aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”. Cristo murió para que toda la humanidad tuviese la oportunidad de la salvación.

Cristo no eliminó los libros de la Ley. Los que tergiversan las palabras de Pablo en Gálatas 3 deciden por sí mismos “es imposible para mí continuar en todas las cosas; entonces, para evitar ser maldecido, no debo estar atado a nada”. Muchos tienen un enfoque del cristianismo de “todo o nada” o “tú eliges”, decidiendo arbitrariamente por sí mismos qué leyes de Dios aplican a ellos. Esto es tal vez más evidente en el ejemplo del mandamiento del día de reposo.

Entendiendo el Nuevo Pacto

Hebreos 8:10 revela que, por medio del Nuevo Pacto, Dios pondría sus leyes “en nuestras mentes, y las escribiría en nuestros corazones” Al recibir su Espíritu Santo, los cristianos son capaces de guardar su Ley en “espíritu y en verdad”, entendamos, el Nuevo pacto tiene que ver con personas que obedecen a Dios.

Por ejemplo, note Génesis 17:10. Allí, Cristo ordenó al patriarca Abraham “Será circuncidado todo varón de entre vosotros”. Como una señal física externa entre Dios y la nación física de Israel, Dios requirió la circuncisión física de aquellos que le obedecían en los tiempos del Antiguo Testamento. El mandato bajo el Antiguo Pacto era explícito: “Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones…Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto” (Gén. 17:12, 14).

No obstante, bajo el Nuevo Pacto, Dios está seleccionando y llamando a salir de todo el mundo a una nación espiritual de Israel — su Iglesia. Al bautizarse y ser convertidos, estos pocos son guiados por el poder de su Espíritu Santo.

Pablo explica: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu” (Rom. 2:28-29).

Al recibir el Espíritu Santo uno es “circuncidado en el corazón”. La circuncisión física no es más la señal de aquél que sigue y obedece a Dios — ¡la circuncisión espiritual lo es! La costumbre de la circuncisión era simplemente un precursor — un paralelo físico — de lo que Dios quería realmente y deseaba para toda la humanidad — la circuncisión del corazón (Jer. 4:4; Deut. 10:16; 30:6).

Tras la conversión, la persona es “circuncidada” espiritualmente. Pablo continúa explicando a los colosenses: “y vosotros estáis completos en Él, [Cristo] que es la cabeza de todo principado y potestad. En Él, también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo” (2:10-11).

Por esta razón, los apóstoles enseñaron que la circuncisión física era un requerimiento del Antiguo Pacto que no necesitaba ser guardado por los cristianos del Nuevo Testamento (vea Hechos 15:24, 28). La necesidad de la circuncisión no fue eliminada, sino cambiada — de física a espiritual.

Observe en Gálatas 5:2-3, “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley”.

En otras palabras, si el hombre cree que la salvación se deriva de estar circuncidado (un asunto físico), entonces, como señaló Pablo en Gálatas 3:10, tal cosa será maldición sobre él: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”.

Confiar en rituales físicos deja al sacrificio de Cristo “sin efecto” (5:4, VKJ).

El cristianismo es un camino de vida basado en las cosas que la persona puede controlar, en su propia vida. Ahora note: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, [la pena de muerte] hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gál. 3:13).

Ser colgado de un madero fue parte del proceso por el cual Cristo completó su rol como nuestro Salvador profetizado: “quien llevó Él mismo [Cristo] nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia” (I Pedro 2:24).

Recordemos que Cristo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mat. 5:17).

Ser maldecido en un madero, lo cual Pablo parafrasea de Deuteronomio 21:23, solamente se aplicaría en un entorno civil. Dios no da poder a su Iglesia hoy día para cumplir con tales funciones gubernamentales de una manera similar.

Otros ejemplos

Dios nos ha dado sus leyes para nuestro propio bien. Pero guardar las leyes civiles físicas y otros estatutos necesarios bajo el Antiguo Pacto no salva a nadie — así como tampoco el guardarlas garantizaba la salvación a los antiguos israelitas. En aquel tiempo ni siquiera se les ofrecía la salvación. Pero esas leyes siguen estando vigentes — en proporción a su relevancia en la vida de cada cristiano.

De nuevo, esto no es algo que se deje a la decisión arbitraria de cada uno. “Contar el costo” — una parte vital del proceso de conversión (Lucas 14:28) — involucra, entre otras cosas, examinar varios aspectos de nuestra vida — familia, carrera, intereses, etc. — y hágase esta pregunta, ¿“Qué tengo que cambiar/alterar/eliminar para poner mis caminos en armonía con los de Dios”? Vea Isaías 55:8-9.

Por ejemplo, algunas de las leyes actuales apuntan a temas de agricultura, de negocios, de ingeniería civil, etc. Obviamente, tales mandatos aplican sólo a aquellos que trabajan en dichos campos; no tienen impacto en las acciones de aquellos que no son empleados en esas áreas. No obstante, impactarán a los “usuarios finales”.

Lo que muchos no consideran hoy día es que muchos de esos códigos y regulaciones aplicadas por las leyes del hombre están basados en estos principios (ya sea que los legisladores, los ingenieros, etc., se den cuenta o no). Por ejemplo, ciertos códigos de construcción que Dios le dio a Israel requerían de la construcción de un muro protector alrededor de techos accesibles (Deut. 22:8). Para mostrar apropiada consideración por su prójimo (Mateo 7:12; Marcos 12:31), un ingeniero tendría que incorporar tal componente en los diseños de los edificios.

Otra aplicación del Nuevo Testamento de la ley establecida en el Pacto Antiguo es vista en la ley de bancarrota en el Occidente moderno. Los lineamientos para esto se hallan en Deuteronomio 15:1-2, “Cada siete años harás remisión. Y esta es la manera de la remisión: perdonará a su deudor todo aquel que hizo empréstito de su mano, con el cual obligó a su prójimo; no lo demandará más a su prójimo, o a su hermano, porque es pregonada la remisión del Eterno”.

Para entender aún mejor la relevancia hoy día de las leyes dadas al Antiguo Israel, veamos lo que escribió Pablo en I Corintios 5:1, “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre” (vs. 1). ¿Dónde se encuentra la primera mención de esto? Note Levítico 20:11, “Cualquiera que yaciere con la mujer de su padre, [en otras palabras, su madrastra] la desnudez de su padre descubrió; ambos han de ser muertos; su sangre será sobre ellos”.

De nuevo, la Iglesia de Dios — Israel espiritual — no cuenta con la capacidad civil de imponer la pena de muerte por el pecado. ¿Entonces, cómo hemos de atender tales problemas? Considere: “Os he escrito [yo, Pablo] por carta, que no os juntéis con los fornicarios de este mundo… Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (I Cor. 5:9,11).

Por supuesto esta ley aplica aún hoy. Pero aquellos que la quebrantan no son condenados a muerte. En cambio, se nos ordena “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (vs. 13).

¿Por qué? Para que “el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (vs. 5). La ley como tal no fue cambiada — ¡sólo la aplicación de la misma!

La conclusión de todo el asunto

La Biblia muestra que, en el Antiguo Testamento, Dios eligió a la nación física de Israel para ser su pueblo, para establecer un ejemplo que otras naciones vieran y siguieran. Pero, como hemos visto, fracasaron en ser esa nación ejemplar.

Hoy, Dios está llamando a las personas de diferentes nacionalidades físicas para convertirse en “israelitas espirituales” (lea de nuevo Romanos 2:28-29).

Note ahora su promesa al antiguo Israel: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y Yo seré a vosotros por Dios” (Eze. 36:26-28).

¡Esto sucederá en un futuro cercano, comenzando al regreso de Cristo!

Revisemos nuevamente Jeremías 31:31-33, “He aquí que vienen días, dice el Eterno, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Eterno. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Eterno: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”.

¿Cómo sabemos que esto no ha sucedido aún?

El versículo 34 provee la respuesta: “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Eterno; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Eterno; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.

Podemos ver que esto no está sucediendo ahora, en el mundo de hoy día — así como podemos ver que el cumplimiento de Isaías 2:4 acontecerá cuando el reino esté en lugar en la Tierra:

“Y [Cristo] juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.

Hablando de aquel tiempo futuro, Cristo dice: “Y este será mi pacto con ellos, dijo el Eterno: el Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo el Eterno, desde ahora y para siempre” (59:21).

¡Esta es la esperanza que Dios nos ha dado — a través del Nuevo Pacto!

Capítulo Quince – ¿Qué enseña el Nuevo Testamento sobre la ley y la gracia?

Después de todo lo que hemos leído hasta aquí, hemos llegado a entender la importancia — y el increíble significado — de observar fielmente los mandamientos de Dios. Hemos llegado a ver que la Ley de Dios es “santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Rom. 7:12), así como espiritual (vs. 14), y que ha estado en efecto desde mucho antes que Moisés. También hemos probado que los Diez Mandamientos son enseñados en el Nuevo Testamento y que Dios espera que el hombre viva conforme a ellos.

Ahora, debemos hacer otra pregunta: ¿Cuál es la enseñanza en el Nuevo Testamento sobre la “ley y la gracia”? ¿Es lo uno o lo otro — ley versus gracia — o ambas — ley y gracia?

Este es un tema de gran controversia que deja a muchos confundidos. No tiene por qué ser así. ¡Aquí está la clara enseñanza de la Biblia!

El significado de gracia en el Nuevo testamento no tiene nada que ver con abolir las Leyes de Dios. Los falsos maestros que promueven la “gracia” por encima de la obediencia no están conscientes de que el Nuevo Testamento fue escrito para quienes Dios llama para asumir roles de gran responsabilidad en su reino. Estos falsos maestros malentienden porque Dios no ha abierto sus mentes ni les ha dado su Espíritu Santo, el cual es necesario para comprender su verdad.

El llamamiento cristiano (Rom. 8:29-30) está basado en la gracia — perdón inmerecido de los pecados pasados, y el perdón cuando existe un arrepentimiento genuino. Los cristianos entienden que la salvación misma que se les ha ofrecido es un regalo y que deben seguir viviendo una vida de obediencia (Hechos 5:32; Juan 14:15) y para vencer.

La Ley en perspectiva

La mayoría de los religiosos creen que la humanidad ha sido liberada de los estrictos requisitos de esa “dura ley” que se interpone en su camino hacia la libertad — de “pasarla bien.” Pero hemos visto que Pablo escribió en Romanos 7:7, “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. La mayoría de los clérigos han condenado tradicionalmente la ley a la vez que absuelven el pecado. No obstante, no es la ley lo que presenta falla, sino el pecado. Por nosotros mismos no podemos descubrir la ley perfecta de Dios. Dios tiene que revelarla y enseñárnosla.

Los líderes del cristianismo profeso insisten en que la ley espiritual de Dios — los Diez Mandamientos — ha sido abolida. La llaman la “ley de Moisés”, afirmando que fue abolida por el sacrificio de Cristo. Pero ellos no saben la diferencia entre los sacrificios rituales levíticos, la ley de Moisés y la ley de Dios.

Los Diez Mandamientos no fueron llamados la “ley de Moisés”, sino la ley de Dios. La ley de Moisés consistía en: (1) las leyes civiles — los estatutos y juicios que Moisés transmitió al pueblo de parte de Dios, registrados en Éxodo 21-23 y el resto de los libros de la Ley — y (2) las leyes rituales (del griego: ergon) añadidas más tarde y resumidas en Hebreos 9:10. Estas ordenanzas regulaban los sacrificios levíticos (Lev. 1-7) y los deberes relacionados. Ergon significa “obras”, como en “‘obras de la ley” (Gál. 2:16). Esto se refería al trabajo que involucraba los rituales levíticos abolidos por el sacrificio de Cristo.

Recuerde, los Diez Mandamientos nunca fueron parte de la ley de Moisés, ni del sistema de sacrificios levíticos. Las leyes y sacrificios civiles estaban basados en los Mandamientos de Dios, los cuales constituyen el centro de las leyes de Dios. Por lo tanto, los Diez Mandamientos preceden y trascienden toda ley menor basada en ellos — estatutos, juicios, preceptos y ordenanzas. La mayoría de los cristianos profesos etiquetan falsamente los Diez Mandamientos como el “Antiguo Pacto”. Pero el Antiguo Pacto se basó en los Diez Mandamientos, que precedieron y trascendieron al Antiguo Pacto.

Considere una analogía: la idea promovida por la mayoría de los cristianos profesos — de que los Diez Mandamientos han sido abolidos — es tan ridícula como afirmar que las leyes físicas de la gravedad y de la inercia han perdido validez. Los teólogos no pueden negar la ley de Dios más de lo que los científicos pudieran dejar sin validez las leyes de la gravedad y de la inercia.

¿Cómo veían los líderes de la Iglesia primitiva las leyes de Dios? Pablo escribió: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Rom. 7:12). De nuevo, el apóstol Juan escribió, “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (I Juan 5:3) — no importa la opinión de los maestros “sin ley”. Y Cristo resumió el asunto diciendo “…Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17).

En Mateo 7:21 Él también dijo, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, ¡sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos!”

Cristo y los apóstoles no descartaron la Ley de Dios. El falso cristianismo dio este drástico paso en el primer siglo — el mundo lo ha seguido ciegamente desde entonces.

La “gracia” del cristianismo falso

Vamos a examinar la enseñanza de gracia del cristianismo tradicional. Éste enseña que los Diez Mandamientos eran el Antiguo Pacto. Sostiene que Cristo vino a establecer un “pacto nuevo” que contiene solo gracia y promesas — libertad para hacer lo que a uno le plazca. La ley no está incluida en este paquete. En sus propias mentes, estos creativos religiosos han ideado un modo de “pasársela bien” y a la vez tener una conciencia limpia. Ellos tuvieron que eliminar la fuente persistente de culpa. La solución fue simple: “La gracia por sí misma ‘salva’ al hombre. La carga de guardar los mandamientos ya no es necesaria”.

Esta enseñanza diabólica podría guiarle a usted a creer que la ley de Dios es dura y cruel. Proclama que la falla del Antiguo Pacto era la ley y debido que Dios dio la ley, la falla debió haber sido suya. Recuerde que Cristo dice a aquellos que siguen estos falsos preceptos: “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres…Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra [propia] tradición” (Marcos 7:7-9).

Note la advertencia que Dios inspiró en el libro de Judas: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 3-4).

Incluso antes de que el Nuevo testamento fuese escrito completamente, hombres impíos se infiltraron en la Iglesia en un intento de corromperla, convirtiendo la gracia en libertinaje. Esto era precisamente el evangelio falso que enseñaron Simón el Mago, Nicolás de Samaria, Cerinto y otros “fundadores” del falso cristianismo.

Libertinaje significa “licencia para pecar”. Puede ser definida como “libertad sin restricciones” o “abuso de privilegio”. En esencia, significa hacer lo que parece bien en nuestros propios ojos, de acuerdo a nuestra propia conciencia.

Así como Simón el Mago (Hechos 8:9-24) y otros transformaron la gracia de Dios en una licencia para desobedecer su ley, la misma actitud ha invadido la mente de la mayoría de los cristianos profesos hoy día.

El mensaje universal desde los púlpitos dice falsamente a las personas que Cristo abolió la ley de su Padre — pero la Biblia dice lo opuesto. Nadie puede nacer en el reino a menos que se someta completamente a la autoridad de Dios.

Gracia — la verdadera definición

El nuevo diccionario colegiado de Webster define gracia como “favor, bondad y misericordia”. El uso eclesiástico es definido como “misericordia y perdón divinos”. No se hace mención de que la gracia signifique licencia para desobedecer la Ley de Dios. Estar “bajo la gracia” significa tener misericordia y perdón extendidos como resultado del arrepentimiento sincero y la determinación de obedecer a Dios.

Esto es explicado más adelante en Romanos 6:14-15: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera”. Muchos malinterpretan el concepto de “bajo la ley”, que significa simplemente bajo la pena de la ley. Observe Gálatas 5:18, “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Usted está bajo la pena de la ley si la quebranta como forma de vida.

Pero una persona guiada por el Espíritu de Dios se esforzará por seguir esa ley. Cuando peque ocasionalmente, él se arrepiente y es perdonado (I Juan 1:8-10). En virtud de la obediencia y la gracia, él no está bajo la pena de la ley.

Cuando un individuo busca obedecer a Dios y se refugia bajo el “paraguas” de la gracia, la sangre de Cristo justifica o perdona cualquier pecado pasado. El arrepentimiento muestra a Dios la dirección que el cristiano elige tomar en lo sucesivo. Habiendo sido justificados con Dios por su misericordia y perdón, el cristiano se embarca en un nuevo curso de vida — ¡y es salvo por la vida de Cristo, no por su muerte!

¡Considere! Sólo si Cristo se levantó de entre los muertos puede su Espíritu guiar y fortalecer al nuevo converso, pues es el Espíritu Santo el que guía a los cristianos.

Esto significa que Jesucristo, como nuestro Sumo Sacerdote vivo y activo en el cielo, envía el Espíritu Santo a los que el Padre llama y engendra. Como Sumo Sacerdote, Cristo es nuestro Intercesor y Abogado viviente y nos ve a lo largo de nuestra vida conforme buscamos vencer y resistir hasta el final. El hecho de que Cristo está vivo le permite ejercer la función de abogado para los cristianos. De esta manera, somos salvos por su vida. El arrepentimiento es un estado mental continuo. Por lo tanto, el perdón es también continuo. De igual manera, es el Espíritu del Cristo vivo morando en los cristianos lo que los transformará en la resurrección (Rom. 8:14-17), para que puedan recibir vida eterna.

¿Cómo es uno salvo?

Romanos 6:23 explica que la paga del pecado es muerte. Tras el arrepentimiento, bautismo y conversión, un cristiano es perdonado por la sangre de Cristo e inmediatamente salvo de la pena de los pecados pasados. Entonces, en un sentido, la persona ha sido “salva” en ese momento de la muerte.

Hay dos aplicaciones más de cómo y cuándo esa persona es salva. La palabra salvación se deriva de la palabra “salvado”. Entonces la segunda forma es más que obvia — salvación en la resurrección al regreso de Cristo (I Cor. 15:50-55; I Tes. 4:13-18).

La tercera forma en que uno es salvo es el ser “salvo” de manera continua. Nadie recibe salvación en esta vida sin primero pasar primero por muchas pruebas, tribulaciones, aprendizaje, crecimiento y superación. La salvación es un proceso continuo — a través de toda la vida.

Veamos lo que escribió Pablo en Romanos 5: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre por Él, seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (vs. 9-10).

La salvación resulta de la gracia — perdón inmerecido. El llamamiento y el don de arrepentimiento no son ganados mediante obras. La gracia de Dios no se gana con obras. Todos los seres humanos han ganado la muerte. Sin embargo, el estar bajo la gracia no significa que ya se haya ganado la salvación. Significa que se nos ha concedido un perdón inmerecido y están en proceso de por vida de vencer y soportar. Aquellos que resistan hasta el final de esta existencia física serán salvos — ¿de qué? — de la muerte eterna.

Nadie puede presumir que ha logrado la salvación en esta vida. “Más el que persevere [resista] hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13; 10:22). Haber resistido y vencido significa que uno ha “calificado”. Esto también significa que uno puede descalificarse a sí mismo cuando falla en soportar y vencer. No obstante, el llamamiento, la justificación – esta gracia – es un regalo. La salvación resulta de la gracia de Dios.

La idea falsa de que una “vez bajo la gracia, ya somos salvos” carece de base bíblica. Gracia es la voluntad de Dios de perdonar los pecados pasados, como es resumido en Efesios 1:7, “…en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”.

Examinemos ahora una escritura clave: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8-9). La fe “no de vosotros”, necesaria para la salvación, no es nuestra propia fe humana. Es el don de Dios — la fe de Cristo en nosotros (Gál. 2:20). Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, nos mira desde arriba y observa nuestra sinceridad y esfuerzo, e imparte su fe hacia nosotros por medio de su gracia — favor y misericordia divinos. Quienes reciben esta fe no tienen excusa para gloriarse de sus obras.

Note lo siguiente, “…porque dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad” (Fil. 2:13). Dios da a los cristianos la fuerza de voluntad, la fe de Cristo y la motivación para hacer su buena voluntad. Ni Dios el Padre ni Jesucristo han escatimado esfuerzos para dar gracia — favor y misericordia divina — a fin de ayudar a los cristianos a triunfar en su llamamiento. ¡Pero Ellos esperan resultados! Este es el mensaje de Efesios 2: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (vs. 10).

¡Cuán clara es la Biblia cuando le permitimos interpretarse a sí misma! Es irónico que la mayoría de los cristianos profesos se detenga en este punto y pierda la esencia de la declaración de Pablo.

El verdadero punto aquí no es la gracia o las obras. Tampoco lo es que la gracia sea opuesta a las obras, ni es que la gracia sustituya a las obras. Es simplemente así: La gracia es seguida por las obras.

He aquí algunos dones y herramientas vitales que Dios da en nuestra búsqueda por tener éxito y vencer:

  • Gracia — justificación y perdón.
  • Gracia — Dios da misericordia y favor.
  • La fe de Cristo en nosotros.
  • El Espíritu de Dios, por medio del cual recibimos la fuerza de voluntad y la motivación para seguir adelante.

Dios extiende gracia y ayuda a su Pueblo, pero Él espera que crezcamos en buenas obras, caminando en ellas como una forma de vida. La ley de Dios es la pauta o punto de referencia que dirige el rumbo de los verdaderos cristianos. Guardar las leyes desarrolla nuestro carácter. Al hacer estas cosas mostramos a Dios que la gracia que Él ha extendido a nosotros no ha sido en vano.

Si seguimos la gracia de Dios con obras, la descripción de Cristo de aquellos que se levantarán en la primera resurrección podría aplicar a nosotros: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de jesús ” (Apo. 14:12).

(Este tema es cubierto a detalle en mi folleto, ¿Cuál es su recompensa en la próxima vida?)

Capítulo Dieciséis – ¿Contiene el Nuevo Testamento mandamientos nuevos?

En su afán de deshacerse de los Diez Mandamientos, la mayoría de los cristianos profesos concluyen que han sido abolidos, de alguna manera, por los “nuevos mandamientos” del Nuevo Testamento. ¡La Biblia no sugiere nada por el estilo!

Cristo declaró en términos imposibles de malinterpretar: “No penséis que He venido para abrogar la ley o los profetas; no He venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; más cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mateo 5:17-19).

La palabra griega para “cumplir” es pleroo. Su significado depende del contexto. En este caso, el uso que los traductores dieron a la palabra “cumplir” se acopla correctamente al contexto. Pudieron haber usado también “satisfacer, completar” o “consumar”. Por ejemplo, supongamos que la palabra “concluir” fuera usada para pleroo. “Concluir” no se acoplaría al contexto, pues así, el versículo diría, “…no he venido para abrogar, sino para concluir”. Esto carecería de sentido — “¡concluir” y “destruir” significan la misma cosa!

Otro pasaje clave que hemos visto es Mateo 19:17. Un hombre noble y rico le hizo a Cristo una pregunta profunda: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino Uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida [eterna], guarda los mandamientos”.

El nuevo mandamiento de Cristo

Recuerde que Cristo dijo, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35). Él también enseñó esto en Mateo 22: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (vs. 37-39).

No hay indicio de que la Ley de Dios haya sido anulada, suspendida o reemplazada por “amor” o cualquier otra frase de tono religioso.

En Mateo 22, el estándar usual era amar a los demás como a uno mismo. Pero en Juan 13, Cristo nos da un estándar nuevo y más alto — amar a los demás, como Él nos ama.

Si bien los Diez Mandamientos fueron dados a la nación de Israel como base del contrato entre los israelitas y Dios, también aplican a toda la humanidad para siempre. Dios le reveló a la nación de Israel lo que Él finalmente revelará a todas las naciones del mundo. Israel era una nación carnal, carente aún del Espíritu Santo. Por lo tanto, solamente podían guardar la letra de la ley. Esta era la versión previa del “amor hacia el prójimo”.

La nueva versión fue dada la noche que Cristo fue crucificado. Él instruyó a sus discípulos, quienes fueron los apóstoles originales y líderes de la Iglesia. Esta instrucción aplicaría a su Iglesia.

Veamos Juan 17:9, 11, “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son…Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”.

La versión más antigua — amor hacia el prójimo — está en efecto aún hoy día. Lo mismo que los Diez Mandamientos. El mandamiento nuevo aplica específicamente a la Iglesia de Dios, no al mundo. La Iglesia es la madre que alimenta a aquellos que se están preparando para tener puestos de responsabilidad en el reino de Dios.

La Iglesia de Dios tiene su Espíritu Santo y sigue el ejemplo de Cristo (I Pedro 2:21). Solamente con el Espíritu Santo de Dios es posible guardar los Diez Mandamientos. Exigir que alguien sin el Espíritu de Dios ame a alguien como Cristo lo ama, sería poco razonable y de hecho imposible (Rom. 5:5).

Para las personas en el mundo, Dios considera que amar al prójimo como a uno mismo es algo posible y razonable. Cuando el Espíritu Santo esté a disposición de toda la humanidad, el estándar será elevado. Tome un momento para ver en Efesios 5:22-33 que este ya es el caso en los matrimonios entre personas con el Espíritu de Dios.

Un nuevo mandamiento de Juan

Leamos ahora I Juan 2:7-9, “Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas”.

Vemos que nada ha cambiado con respecto a los Diez Mandamientos. Hemos visto la prueba de esto en el capítulo previo. No se menciona nada sobre anularlos. Note la frase “que es verdadero en él y en vosotros”, es seguida de la frase, “sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo”.

¿Qué significa “lo que es verdadero” en Cristo y que está “en vosotros” (los hermanos a quienes Juan envió esta carta)? He aquí la respuesta: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-15).

Al leer cuidadosamente este pasaje se revela que es el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, “lo que es verdadero” en Cristo. El Espíritu Santo está en Cristo y en los miembros de la Iglesia de Dios, es su Espíritu lo que aparta a su pueblo del mundo — este es el mensaje clave de I Juan 2:7-9.

En II Juan 5-6, Juan dice, “Y ahora te ruego, señora, [un término del Nuevo Testamento] no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio”.

Como se vio antes, esta escritura no anula nada. De hecho, lo que Juan llama un nuevo mandamiento, sigue aplicando hoy día. Observe la declaración, “Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos”. (Esto es lo mismo que vimos en la primera epístola de Juan.)

Veamos cómo Pablo resume la maravillosa y perfecta Ley de Dios: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Rom. 7:12). Debemos buscar a Dios entonces para que “Incline nuestro corazón hacia Él, para que andemos en todos sus caminos, y guardemos sus mandamientos y sus estatutos y sus decretos, los cuales mandó a nuestros padres” (I Reyes 8:58).

Capítulo Diecisiete – Cómo el Nuevo Testamento define el pecado

La Biblia dice que usted tiene por lo menos una cosa en común con cada hombre, mujer y niño que alguna vez haya vivido: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). La Palabra de Dios dice también que cuando usted peca (no si lo hace), gana automáticamente la pena de muerte (Rom. 6:23).

Pero ¿qué es pecado? — ¿Qué ha hecho usted para ganar la muerte?

Dios dice que sus pecados lo separan de Él, (Isa. 59:1-2). Esto es serio, de hecho ¿Qué podía ser más serio? Él no puede oír sus oraciones, ni tampoco hablar con usted por medio de su palabra, ¡a menos que usted primero se arrepienta — cambie su vida — del camino del pecado!

Pero ¿qué es pecado? — ¿Qué ha hecho usted para separase de Dios? Si bien esto fue cubierto brevemente al principio del libro, es ahora crítico dar una mirada detallada a lo que el Nuevo Testamento tiene que decir sobre el tema.

Si se le pregunta por la definición de pecado, la mayoría de las personas duda, pensando en una respuesta, antes de volver a la frase trillada, “Bueno, Cristo murió por nuestros pecados”.

Sí, Cristo sacrificó su vida inocente y sin pecado por los pecados de la humanidad — pero esto no nos dice ¡qué es el pecado!

Si se les vuelve a preguntar, esta vez por una definición bíblica de pecado, las mismas personas se adhieren a la respuesta original: “¡Cristo murió por nosotros!” Muchos, simplemente no pueden comprender la pregunta, ni tampoco entienden que la Palabra de Dios define claramente el pecado.

¡No acepte interpretaciones humanas ni la opinión personal! Es posible conocer la definición bíblica de pecado para aquellos con mentes abiertas, ¡por todos los que verdaderamente quieran conocer la mente de Dios!

Cuando las personas dicen, “Cristo nos salvó de nuestros pecados”, ¿no deberían ellos — no debería usted — saber exactamente qué fue lo que causó la muerte de un ser Dios, eterno e inocente? Decir “Él murió por el pecado” se queda muy corto del entendimiento de por qué murió Cristo. Cualquier cosa que sea esto, debe ser algo muy grande, muy específico, para requerir la muerte de un Salvador divino.

Incluso aquéllos que nunca han abierto una Biblia están familiarizados con Juan 3, versículo 16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Muchos entienden que Dios voluntariamente le permitió a Jesucristo sufrir el arresto, las falsas acusaciones, la humillación, y soportar una tortura brutal, así como la ejecución pública — sacrificio — todo para que su sangre derramada pagara la pena de muerte, la cual cada uno de nosotros ha ganado. En otras palabras, Cristo tenía que morir por los pecados de todos los seres humanos — ¡incluyendo los de usted!

Una vez más, ¿exactamente qué es el pecado — qué ha hecho usted para sentenciar a Cristo a la muerte?

Cuando un hombre de estado de origen estadounidense fue sorprendido en un escándalo sexual, sus defensores trataron de disculpar sus acciones. Ellos parafrasearon a Cristo, en Juan 8:7, diciendo, “Que aquél que esté libre de pecado arroje la primera piedra”.

Jesús estaba en realidad dirigiéndose a los escribas y fariseos, quienes habían traído ante Él a una mujer que había sido sorprendida cometiendo adulterio. Probándole, querían ver si Cristo seguiría la ley del Antiguo Testamento condenándola a morir apedreada.

Muchas de las personas que citan Juan 8:7 lo hacen para justificar acciones equivocadas. Pero no leen el resto de la escritura “Pero ellos, [los escribas y fariseos] al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó sólo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (vs. 9-11).

Esto es vital, Cristo le ordenó que dejara de pecar — pero ¿qué quiso decir Él?

La definición de la Biblia

Muchos líderes religiosos enseñan que Cristo murió por nuestros pecados, enseñan que Él derramó su sangre para limpiarnos del pecado. Ellos predican sobre haber sido librados de las ataduras del pecado. Pero también predican sobre el estar libres de guardar la Ley de Dios y ¿ha notado usted cómo ellos nunca definen lo que es el pecado — que nunca desafían a las personas a buscar en sus Biblias para ver cómo Dios define el pecado?

Si lo hicieran, le tendrían que pedir a usted que leyera I Juan 3:4, donde el apóstol Juan escribió, “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción [quebrantamiento] de la ley”. ¡No pierda este punto! ¡Cuando usted peca, usted quebranta la ley!

Cuando la Biblia dice, “Por cuanto todos pecaron”, significa que todos han quebrantado la Ley de Dios. Cuando dice, “la paga del pecado es muerte”, significa que nuestro quebrantamiento de la ley automáticamente acarrea la pena de muerte. Cuando Dios dice que nuestros pecados nos separan de Él, está hablando acerca del quebrantamiento de su Ley. ¡El pecado es el quebrantamiento de la ley de Dios!

Pero ¿qué ley?

El apóstol Pablo escribió, “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley” (Rom. 7:7). La Ley de Dios revela el pecado.

Pero ¿de qué ley estaba hablando Pablo? Es importante estudiar el pasaje siguiente a la luz del título del capítulo.

“…porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” (mismo versículo). Este es el Décimo Mandamiento, que se encuentra en Éxodo 20:17 y Deuteronomio 5:21. La ley a la que Pablo y Juan se referían era los Diez Mandamientos. Ambos apóstoles enseñaron que cuando usted quebranta estos mandamientos, peca.

Juan escribió también en I Juan 5:17, “Toda injusticia es pecado”. Dado que todos los mandamientos de Dios son justicia (Salmo 119:172), entonces la injusticia — ¡el pecado! — debe ser lo opuesto. Es quebrantar los mandamientos de Dios.

El apóstol Santiago expandió en el tema. Él enseñó que, “cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere [pecare] en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor [quebrantador] de la ley” (2:10-11). Santiago se refería obviamente a los Diez Mandamientos.

A pesar de que es posible que las personas vayan por la vida sin haber cometido nunca un pecado físico como matar o incurrir en adulterio, o robar o mentir, de todas maneras, todos han pecado. ¿Cómo puede ser esto? Porque uno puede obedecer la letra de la ley, pero quebrantar el espíritu de la ley — y esto también es pecado.

Cristo magnificó y expandió la letra de la ley, revelando su intención espiritual. “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27-28).

Siempre comienza en la mente

El pecado comienza en la mente. ¡Lo que usted piensa en algún punto llega a ser lo que usted hace (Prov. 23:7)! “Pero lo que sale de la boca, del corazón [mente] sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre” (Mateo 15:18-20).

Santiago 1:14-15 muestra que cuando el hombre consiente en tener malos pensamientos, éstos en algún momento producirán malas acciones. “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte [la paga del pecado]”.

Por ejemplo, cada guerra, cada batalla, cada pelea a través de la historia ha sucedido por que los hombres han codiciado algo que no les pertenecía. Y porque los hombres han fracasado en controlar sus deseos carnales, vivimos en un mundo minado de dolor, sufrimiento y angustia a causa de la guerra (Stgo. 4:1-2).

Un ejemplo de codicia que concibió pecado

La Biblia registra un ejemplo trágico e histórico de como los pensamientos de codicia de un hombre concibieron pecado — quebrantamiento de la ley — y dio a luz la muerte. Ese hombre fue el Rey David.

Una tarde de primavera, cuando el Rey David caminaba por el techo de su palacio, vio a una mujer desnuda que se bañaba (II Sam. 11:2). En vez de mirar hacia otro lado y poner la imagen fuera de su mente, él la contempló, permitió que su mente consintiera en tener malos pensamientos — y al hacer esto, David quebrantó el Décimo Mandamiento.

Este pecado le llevó a preguntar por ella (vs. 3). Descubrió que era Betsabé, la esposa de Urías, uno de sus siervos de más confianza. Pero esto no detuvo a David de cometer adulterio con ella (vs. 4), quebrantando el Séptimo Mandamiento. David, también quebrantó el Octavo Mandamiento al tomar lo que no le pertenecía — la esposa de Urías.

Estos pecados tuvieron como consecuencia que David y Betsabé concibieran un hijo ilegítimo (vs. 5). Queriendo cubrir el embarazo, David trató de engañar a Urías, quien había estado fuera, peleando fielmente una guerra por su rey. Llamándole del frente de batalla, David trató de engañar a Urías para que durmiese con Betsabé, para que pensara que el niño por nacer sería suyo (vs. 6-13). Estas acciones quebrantaron el principio del Noveno Mandamiento.

Cuando Urías se rehusó a dormir con ella, la montaña de pecados de David creció, llevándole a usar a sus enemigos para matar a Urías (vs. 14-17) — quebrantando así el Sexto Mandamiento.

Lo que comenzó con malos pensamientos pronto llevó a múltiples pecados — quebrantamiento de la ley — y en algún punto, al homicidio. Esto es sólo un ejemplo de cómo el pecado siempre se esparce. Cada acción — adulterio, homicidio y robo, entre otros, invariablemente requiere por lo menos el pecado adicional de la mentira para cubrirlo.

Dios aborrece el pecado — la transgresión de la Ley

David en algún punto se arrepintió. Él llegó a ver sus pecados de la manera en la que Dios los veía — como una terrible transgresión de la ley — iniquidad. Por eso David escribió en el Salmo 5:4-5, “Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad [pecado]”.

Después de que Dios liberó a los israelitas de la esclavitud, alimentó, protegió y proveyó para ellos, les dio la Tierra Prometida, y peleó sus batallas por ellos, ellos continuaron pecando — quebrantando sus mandamientos. “Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios; sino que se volvieron y se rebelaron como sus padres; se volvieron como arco engañoso. Le enojaron con sus lugares altos, y le provocaron a celo con sus imágenes de talla. Lo oyó Dios y se enojó, y en gran manera aborreció a Israel. (Salmo 78:56-59).

¡Dios no puede, y nunca lo hará, tolerar el pecado o a aquellos que lo practican! ¡Nunca dará acceso a tales personas a su reino!

Salomón, el hijo de David escribió en Proverbios 15:26, “Abominación son al Eterno los pensamientos del malo”. Esto es porque Dios sabe que, si no se controlan, los pensamientos perversos siempre producen malas acciones, como en Jeremías 44: “Y no pudo sufrirlo más el Eterno, a causa de la maldad de vuestras obras, a causa de las abominaciones que habíais hecho…pecasteis contra el Eterno, y no obedecisteis a la voz del Eterno, ni anduvisteis en su ley ni en sus estatutos ni en sus testimonios…” (vs. 22-23).

El pecado — la transgresión de la ley espiritual de Dios — nos separa de Dios, “pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isa. 59:2). Y Jeremías escribió, “Vuestras iniquidades han estorbado estas cosas, y vuestros pecados apartaron de vosotros el bien” (Jer. 5:25).

Cuando Dios usó a su profeta Natán para confrontar a David, el rey le rogó a Dios “No me eches de delante de ti” (Salmo 51:11). Él reconoció sus transgresiones ante Dios diciendo: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (vs. 3-4). David imploró a Dios “Conforme a la multitud de Tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado…Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve…Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (vs. 1-2, 7, 9-10).

Dios escuchó y perdonó.

Capítulo Dieciocho – Usted puede vencer y prevenir el pecado

Todos los que han sido llamados al camino de vida de Dios luchan en contra de los impulsos de la carne y de las tentaciones de Satanás en este mundo. Algunos triunfan, otros no.

Cristo dijo, “Entrad por la puerta estrecha [difícil]; porque ancha es la puerta, y espacioso [fácil] el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). La mayoría busca el sendero fácil y “ancho”.

Vencer es duro — ¡difícil! — es una lucha de toda la vida. Pero es posible. Usted puede vencer. Si usted es un cristiano, ¡debe hacerlo!

No obstante, este mundo está a la deriva, completamente desprevenido del maravilloso propósito de Dios para el hombre, que es edificar carácter en esta vida. Él está preparando un equipo con aquéllos que calificarán para ser parte de la restauración de su gobierno en la tierra al regreso de Cristo.

El patrón de la Biblia

La Biblia está llena de relatos de los más grandes siervos de Dios batallando para vencer el pecado. Casi en cada caso, ellos tuvieron que aprender lecciones difíciles y algunas veces dolorosas. Cuando se examinan colectivamente, Moisés, Noé, David, Samuel, Pedro y otros han luchado contra todo tipo de problema conocido por el hombre. Lucharon contra el pecado, las debilidades, las faltas, las actitudes, e impulsos y tentaciones de la carne. David peleó contra los pecados y las actitudes erróneas y las venció. Moisés carecía de fe y confianza y tenía un mal temperamento que tenía que vencer. No obstante, él tendrá un puesto alto en el reino de Dios. Tanto Job como Elías lucharon contra el desaliento y la depresión, hasta el punto de querer morir. Pero estos hombres soportaron — vencieron. Ellos exterminaron sus problemas ¡en vez de ser exterminados por ellos!

Estos hombres fueron entrenados activamente por Dios y tenían que vencer a Satanás, las tentaciones de este mundo y los impulsos de la carne. ¡Un cristiano es aquél que vence sus problemas, debilidades, pecados y actitudes equivocadas, en vez de ser vencido y derrotado por ellos!

Para el vencedor

A través de Juan, Cristo dijo, “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro” (Apo. 2:26-27).

En su instrucción a la era de Laodicea de su Iglesia, Él añade: “Al que venciere , le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apo. 3:21).

Estos versículos representan a Cristo reestableciendo el gobierno de Dios sobre las naciones de la tierra. Los cristianos recibirán poder real para gobernar. Pero primero deben vencer.

Los cristianos son aquellos que siguen — que copian — a Cristo. Entonces, ¿Cuál fue el patrón que Cristo nos dejó a seguir? ¿Venció Él?

Con referencia a su propia lucha por mantenerse libre de pecado, perfecto en carácter, Cristo dijo, “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción [¡cuán cierto!]; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Cristo había vencido tanto al mundo como a su dios — Satanás (II Cor. 4:4). Recuerde que Cristo dijo, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Jesucristo venció y calificó para gobernar. Tal como Él calificó para reemplazar a Satanás, ¡nosotros debemos hacerlo!

Un poder tan enorme para gobernar nunca podría ser dado a personas que no están preparadas — que no hayan calificado para usarlo apropiadamente. Dios no dará gran autoridad a personas que puedan rebelarse y volver a los caminos de Satanás. Los siervos de Dios deben usar esta vida para edificar precisamente su carácter, tan necesario para llevar oficios de gran autoridad.

Experimentados en el pecado

¡Entendamos! Usted ha estado practicando el ceder a la carne y los caminos de Satanás en toda su vida, probablemente llegando a ser muy bueno en ambas cosas. Créame, conforme usted luche por vencer y resistir los impulsos que operan en su interior, usted descubrirá que los patrones de conducta erróneos le resultan básicamente “naturales” — ¡más de lo que usted entiende ahora! La naturaleza humana, cuando se le permite seguir su curso, se compone de vanidad, celos, lujuria, codicia, envidia, resentimiento, odio, ira, orgullo, rebelión, necedad, engaño y hostilidad hacia Dios. Esto es lo que usted ha estado practicando — posiblemente por décadas.

Vencer no será fácil ni sucederá de un día para otro. Toma toda una vida de lucha en contra de actitudes bien establecidas y una vida anterior que el cristiano ha rechazado y dejado atrás. Quien camina el sendero de Dios se está esforzando para frenar y mantenerse donde la Palabra de Dios le instruye; se esfuerza en ejercitarse en todas las áreas que Dios instruye. Cuando Dios instruye hacer algo, ¡el cristiano se esfuerza en hacerlo! Cuando Dios da la instrucción de no hacer algo, ¡él se esfuerza en no hacerlo!

Aprender a hacer esto toma toda la vida. Pero recuerde, edificar carácter es la razón por la cual usted ha nacido. Su trabajo es “deshacerse” de los impulsos de la carne, de la naturaleza humana, y de “revestirse” del carácter de Dios y de Cristo (Col. 3:8-13). Aunque no es fácil, la recompensa en grandiosa.

Dios mira las intenciones del corazón. Es su deseo y motivación general lo que es importante para él. Él quiere saber si, después de haber pecado, usted está arrepentido por ello y determinado a luchar para hacer un mejor trabajo. Él entiende las tentaciones que nos acosan incluso mejor que nosotros. Él vigila para ver si estaremos sobrios y vigilantes en el proceso de arrancar de raíz el pecado de nuestras vidas. ¿Vamos a retroceder descuidadamente en antiguos patrones de conducta? ¿Trataremos de vencer usando fuerza y energía humanas?

El poder de Dios en la conversión

Hemos visto que un cristiano es guiado por el Espíritu Santo de Dios (Rom. 8:9, 14). Se recibe al momento del arrepentimiento y del bautismo (Hechos 2:38). Es este Espíritu en una mente convertida que le da poder a uno con la fuerza para cambiar lo que “impulso” humano por sí solo no podría. II Timoteo 1:7 dice, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de PODER, de amor y de dominio propio”.

La palabra griega por poder es dunamis. Significa “poder o fuerza especial, milagrosa”. En la conversión, ¡a usted literalmente se le dio poder verdadero! Este poder edifica y establece la justicia de Dios dentro de su carácter. Usted debe acercarse a la fuerza de Espíritu de Dios en una base diaria para vencer exitosamente. Esta fuerza es ilimitada y es suficiente para derrotar cualquier pecado, problema o actitud — ¡no importa qué tan grande o sombrío pueda parecer!

¡Pero no se equivoque! No debemos edificar nuestra propia justicia. Esto no impresiona a Dios. Él ve esto como muchos “trapos de inmundicia” (Isa. 64:6). Pablo escribió acerca de su propia esperanza como cristiano, “y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Fil. 3:9).

El papel de la fe

¿Cuál es exactamente el papel que juega la fe para vencer — en el crecimiento? Juega un papel, pero ¿cómo?

Efesios 2:8-9 dice, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto [la fe] no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. La fe de Cristo en nosotros es un regalo. Y la salvación es dada como un regalo gratuito, por gracia — ¡por medio de la fe! Pero Pablo explica que hasta la fe debe ser un regalo. Si no, sería una “obra” generada por el esfuerzo humano. (Puede que usted desee leer nuestro folleto ¿Qué es la Fe Real? para entender mejor este tema.)

Es la misma fe de Cristo que obra en un cristiano. Pero entendamos, la fe ayuda en la realización de las obras en todos aquellos guiados por el Espíritu de Dios. Espere la ayuda de Dios.

Casi universalmente, los teólogos, los religiosos y los eclesiásticos dejan de leer luego de Efesios 2:8-9, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, e ignoran el esencialmente importante versículo 10, “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. ¡Esto es correcto! Los cristianos debemos “andar… en buenas obras” como “Su hechura [de Dios]” venciendo diariamente.

Cristo trabajando

En el sentido más literal, Cristo vive su vida en los cristianos. Sin su ayuda, no llegará a ninguna parte — ¡rápido! Usted debe ejercitar el fruto de la fe que proviene del Espíritu de Dios (Gál. 5:22-23), sabiendo que Cristo trabaja en usted — si se esfuerza por someterse a Él y haciendo todo lo que es capaz de llevar a cabo.

En Juan 15:5 Cristo dijo, “lleva mucho fruto” y luego expresó “…separados de mí nada podéis hacer”. El poder humano — la energía humana — sólo ayuda a las personas a vencer en áreas físicas. Los problemas espirituales no pueden ser conquistados por el esfuerzo físico.

Cristo es la vid y nosotros somos los pámpanos (Juan 15:5). Los pámpanos deben estar conectados a la vid. Esto sucede por medio del Espíritu de Dios obrando en su mente.

Al hablar de la forma en que obra el Espíritu de Dios, Jesús dijo, “de su interior correrán ríos de agua viva, esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (Juan 7:38). Conforme realiza buenas obras, el Espíritu de Dios “sale” del cristiano. Hace buenas obras. Por lo tanto, debe ser reabastecido o se agotará y desaparecerá completamente. Es por esto que Cristo también dijo, “Si ustedes…sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13). Usted debe pedir regularmente, en oración, por más del Espíritu Santo.

Pablo escribió, “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efe. 6:10). Cristo dijo también, “más para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Con el Espíritu de Dios obrando activamente y creciendo en usted, ¡esto también puede ser cierto en usted! Ejercite la fe de Cristo mientras trabaja en usted mismo.

¡Y recuerde! Una conversión profunda no sucede de la noche a la mañana. Pablo escribió a los corintios que ellos eran “niños en Cristo” (I Cor. 3:1). Él describió cómo ellos necesitaban “leche” en vez de “carne” para comer. El nuevo cristiano es bastante parecido a un infante. Por analogía, primero aprende a rodarse y luego a gatear antes de poder caminar (de manera vacilante al principio). Es hasta más tarde que finalmente aprende a correr (espiritualmente).

Pablo compara la conversión con correr en una carrera (I Cor. 9:24). En cierto punto el corredor debe desarrollar gran velocidad, porque Pablo dice, “Corred de tal manera que lo obtengáis [ganéis]”.

Ese es el camino de vida cristiano. Un crecimiento lento pero constante por medio de la práctica diaria produce progreso en la vida de la persona que está copiando a Cristo. El cristiano nuevo lucha sinceramente, desde su corazón, para ser diferente — ¡eligiendo el otro camino, el camino de Dios, por el resto de su vida!

¡Esfuércese! Empújese a crecer y vencer. No espere que sea fácil, como “caer de un tronco”. Crezca también en conocimiento (II Pedro 3:18).

Resista la tentación

Cristo instruyó a sus discípulos a entender los impulsos de la naturaleza humana trabajando en ellos cuando enseñó, “lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7:20-22).

Estas mismas actitudes, los impulsos de la carne y los patrones erróneos de conducta, también están obrando dentro de usted y de mí. Estas cosas nos dejan fértiles para ser tentados por Satanás.

Por lo tanto, muchas clases de aflicciones, pruebas y tentaciones le serán lanzadas durante su vida. Usted debe resistirlas exitosamente, éstas llegan a menudo cuando usted menos las espera. El diablo tratará de golpearle donde usted es más débil — más vulnerable — y está menos preparado. Usted debe estar en guardia todo el tiempo — ¡siempre preparado! No asuma que es más fuerte o que está más preparado de lo que usted piensa, considere esto: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (I Cor. 10:12).

Santiago explicó cómo la tentación puede convertirse en pecado: “sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (1:14-15). Saque los pensamientos equivocados. ¡No se relaje y asuma una victoria antes que se hayan ido!

Pedro añadió, “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (I Pedro 5:8). Y Santiago también instruyó, “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (4:7). Pedro continuó, “al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en el mundo” (I Pedro 5:9).

La segunda parte de este versículo ofrece ánimo: usted no está solo en su lucha para vencer el pecado. Todos los seres humanos han enfrentado los mismos problemas. ¡Entienda! “Todos han pecado” (Rom. 3:23) y “el pecado es infracción de la ley” (I Juan 3:4). Dios promete que “el pecado no se enseñoreará de vosotros” (Rom. 6:14).

He aquí cómo Pablo explicó las fuerzas que obraban en él, “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago…Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Rom. 7:15, 19).

Esto describe lo que enfrentamos todos. Cuando usted se sienta así, ¡luche! ¡Resista! Use el poder de Dios dentro de usted. Clame a Dios por ayuda y recuerde siempre lo que debe hacer, “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo purificad vuestros corazones” (Stgo. 4:8).

Ciertamente, cumplir este versículo en su propia vida no es un proceso de la noche a la mañana. Requiere tiempo y mucho esfuerzo.

Busque a Dios en oración ferviente, regular y confiada. Comuníquese con Dios diariamente, ore sin cesar (I Tes. 5:17-18), estudie su Biblia (Mateo 4:4). Asimílela como lo que es, la Palabra de Dios — ¡como si Él hablase personalmente con usted, de la misma forma en que las oraciones suyas significan comunicación con Él!

Sobre todo, no se desanime ni se rinda cuando la tentación sea severa y parezca implacable. Nunca olvide que, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (I Cor. 10:13).

Esta es la promesa segura de Dios ¡para todos los que buscan vencer!

Cristo venció y calificó para reemplazar a Satanás

Resistir la tentación del diablo fue central para que Cristo venciese al pecado. Mateo 4:4 contiene el relato: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu…para ser tentado por el diablo” (vs. 1). El diablo tentó a Cristo repetidamente, de diferentes maneras. Lea cuidadosamente el relato. Al final de varios intentos de Satanás para quebrantar la voluntad de Cristo, el relato llega a su punto culminante.

Usted notará que después de haberle sido ofrecidas todas las potestades del mundo, Cristo rechazó a Satanás (vs. 10), diciendo, “Vete, Satanás”. Cristo literalmente le ordenó al diablo marcharse. En este momento la tentación finalizó y el diablo se fue. ¡Cristo había resistido exitosamente!

Esté usted preparado para decirle a Satanás que se marche de su vida tan a menudo como necesite hacerlo. Resístalo exitosamente sometiéndose por completo a Dios — ¡en todas las cosas!

¡Cristo aprobó un examen muy real! Él venció al mundo, su carne y al diablo al triunfar sobre el pecado y calificar para pagar por los pecados del mundo.

Recuerde, con respecto a vencer al mundo, Cristo dijo, “Tened buen ánimo”. Usted puede vencer de la misma manera en que Cristo lo hizo.

Siete pasos para un cambio permanente

Aplicar los siguientes siete pasos básicos le ayudará a vencer los problemas que usted enfrente. Representan principios que funcionan en el proceso de vencer; no importa el tamaño del problema o problemas que usted enfrente.

Si usted los aplica diligentemente, estos pasos serán la fórmula que le ayudará a vencer permanentemente en su vida.

(1) enfrente el problema honestamente. Muchas personas no enfrentan de lleno sus problemas. Esconden sus ojos de la realidad. Jeremías 17:9 dice, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá”? La mayoría de las personas se engañan a sí mismas sobre sus problemas. Enfrente sus problemas con honestidad. Mírelos directamente a los ojos y véalos por lo que son.

(2) No se desanime. Es muy fácil desanimarse una vez que usted ha reconocido sus problemas. Es fácil estar desalentado, es algo natural. Esté preparado para que este sentimiento posiblemente le afecte después de haber enfrentado sus debilidades, sus pecados o faltas que ahora está listo para abordar. Pablo escribió de aquellos que están “atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (II Cor. 4:8-9). Puede que usted se sienta de esta manera al enfrentar sus problemas, pero no se desanime. Continúe con el paso siguiente.

(3) Determínese a hacerlo. Decídase por completo a derrotar cada problema y que ¡nada lo vencerá! Tome un enfoque de vida o muerte en la batalla que se avecina. Se ha dicho que la batalla más difícil es la primera. Determínese a enfrentar cada pecado o debilidad con éxito. Dígase a sí mismo que lo va a vencer — que va a erradicar cualquier falla de su carácter. Pero reconozca que usted no puede pelear esa batalla por su propia cuenta. Usted debe continuar al paso cuatro.

(4) Forme una sociedad con dios. Si usted decide que puede vencer con mera fuerza humana, seguramente fallará. Ya hemos mencionado esto. Pablo escribió, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Jesús dijo, “No puedo yo hacer nada por mí mismo (Juan 5:30). En otra ocasión, cuando hablaba con sus discípulos acerca de aquellos que tienen que vencer ciertas cosas, Cristo también dijo, “Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Simplemente crea las palabras de Cristo. Si Él no podía hacer nada por sí mismo, ni usted ni yo podemos. Asegúrese de formar una sociedad con Dios y de que no está trabajando por su propia cuenta.

(5) Comience justo donde está. Admita el problema reconociendo el tamaño del mismo. No lo exagere ni lo subestime. Si es un problema grande, ¡admítalo! Esto es parte de enfrentarlo honestamente. Si usted está tratando de vencer cualquier impulso carnal o tentación presente por un largo tiempo — que ha sido parte de usted por muchos años, incluso toda una vida — admita el tamaño del problema. Se ha dicho que “el viaje más largo comienza con el primer paso”. Esto es verdad para los cristianos. No importa cuánto tiempo le tome, o dónde se encuentre en un principio, comience justo allí. Si usted ha tardado en reconocer el problema, admítalo. Reconozca dónde se encuentra y “Redima el tiempo” (Efe. 5:16).

(6) Esté dispuesto a pagar el precio. La Biblia describe a aquéllos que “se cansan” y “desmayan en el día de la adversidad” (Prov. 24:10 VKJ). Salomón escribió que “su fuerza será reducida”. Pablo escribió, “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gál. 6:9). Todo lo que tiene valor en esta vida tiene un costo — un precio. Esto a veces involucra dolor y sufrimiento. Usted debe pagar el precio. Pablo escribió que incluso Cristo “por lo que padeció aprendió la obediencia” (Heb. 5:8). Ninguno de nosotros goza el dolor, pero a veces, éste es inevitable en el proceso de vencer. El salmista dijo, “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; más ahora guardo tu palabra” (Salmo 119:67). Cuatro versículos más tarde, añadió, “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (vs. 71).

(7) No se rinda antes de triunfar. Pablo habló acerca de correr una carrera y terminar su curso. Él dijo “prosigo a la meta” (Fil. 3:13,14) en su camino hacia el reino de Dios. Salomón escribió, “Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Prov. 24:16). No se rinda. ¡nunca se rinda! ¡Luche, batalle y esfuércese hasta que haya vencido cualquier obstáculo, debilidad, pecado o problema que usted esté enfrentando!

Siga estos puntos, empleando siempre un paso a la vez. ¡Esto ha ayudado a muchos a ganar la guerra de vencer!

Una batalla de toda la vida

Recuerde que “el que persevere hasta el fin será salvo”. Vivir una vida de crecimiento y triunfo no es fácil. Es una constante lucha diaria en contra de los impulsos de la carne y de las tentaciones del pecado. Pero ahora estamos siendo juzgados.

Pedro escribió, “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?” (I Pedro 4:17-18).

Pablo reconoció que él — sus palabras, hechos y pensamientos — estaba siendo juzgado. Observe: “Y esto hago, por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis [ganéis]. Todo aquel que lucha [por el campeonato o la victoria,] de todo se abstiene; ellos [los no cristianos]…para recibir una corona corruptible, pero nosotros, [los cristianos] una incorruptible. Así que, yo de esta manera CORRO, no como a la ventura; de esta manera PELEO … no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado [un fracaso, un perdedor]” (I Cor. 9:23-27) y “Por tanto… despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la CARRERA que tenemos por delante” (Heb. 12:1).

Pablo peleó fuertemente en contra el pecado. Él vio en su propia mente dos fuerzas opuestas en acción. Note usted la intensidad con la cual luchó para vencer los impulsos dentro de él, “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo, así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:18, 21-23).

Pablo describió al cristianismo como una “lucha” en contra de “las asechanzas del diablo” (Efe. 6:11-12) — todo aquél que ha practicado la lucha entiende cuán extenuante puede ser este deporte. Y él instruyó a los filipenses a “proseguir a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (3:14). También reconoció que toma mucho esfuerzo correr y ganar una carrera larga.

El triunfo de Pablo representa un ejemplo clásico de cómo uno de los más grandes siervos de Dios peleó para vencer al pecado. Al final de su vida, él fue capaz de decir que había “peleado la buena batalla” y que había “corrido su curso” sabiendo que una “corona” lo esperaba. Pero esto no sucedió sin antes haber luchado, persistido, corrido, luchado y contendido en contra de la naturaleza humana que él se esforzaba por vencer.

Pero Pablo también entendió que esta carrera era una maratón y no un esfuerzo momentáneo, y así es la suya.

Un esfuerzo de toda la vida

Si usted es un adulto, le tomó quince o veinte años crecer hasta cierta altura. Este largo proceso de crecimiento fisco probablemente involucró un número de “dolores de crecimiento”. Indudablemente, usted se cayó y se raspó alguna de sus rodillas, o le sangró la nariz muchas veces antes de alcanzar la adultez. ¡El cristianismo no es diferente! No se desanime y abandone el crecimiento, tal como un niño no se desanima ni “abandona la vida” simplemente porque tal vez se cayó o se raspó una rodilla. Cuando su hijo se cae, usted lo ayuda a levantarse, pues esto es parte de la vida. ¡El cristianismo no es diferente!

Los niños siempre quieren crecer más rápido de lo que permite el horario de la vida. A pesar de que la niñez es maravillosa en muchas maneras, pareciera como si la mayoría de las personas jóvenes no pudieran esperar para hacerse adultos. ¡El cristianismo no es diferente! Pero la adultez cristiana plena llega sólo después de un largo período de practicar el camino de vida correcto.

La perfección es una meta que conlleva un camino de vida en control de cada pensamiento, acción y palabra de uno. Dios ve el corazón, la intención de la persona que se está sujetando a Él. En tanto que la persona esté creciendo y venciendo espiritualmente — y siendo guiado por el Espíritu Santo — él sigue siendo un hijo convertido y engendrado de Dios.

Es sólo a través de la oración constante, el estudio de la Biblia, la meditación e incluso el ayuno (abstenerse de comida y agua por un período de tiempo) que el cristiano es capaz de vencer a los tres enemigos que le acechan todos los días de su vida.

Finalmente, todas las naciones se presentarán ante el Dios de la Biblia. Algunos calificarán para gobernar y algunos no. Note, “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros [todos aquellos que han vencido] desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31-34).

El gobierno de Dios pronto será restaurado en la Tierra, y todos los que se han preparado “heredarán el reino”. Solo los vencedores, aquellos que exitosamente se sometieron a Dios y resistieron a Satanás a través de sus vidas, tendrán parte en este futuro glorioso: “El que VENCIERE heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apo. 21:7-8).

Cómo prevenir el pecado

Herbert. W. Armstrong, en su artículo “Cómo prevenir el pecado”, concluyó con lo siguiente. Observe la clave importante que él describe. También le ayudará a usted:

“El modo de sacar el pecado de la mente es poner un pensamiento opuesto dentro de la misma. He notado muy a menudo a padres de bebés esforzarse mucho por ‘silenciar’ al bebé cuando está llorando. Puede que algo le esté causando dolor, el cual debería ser removido, o hay algo en la mente del bebé que le provoca llanto o ansiedad. El simplemente decir ‘¡silencio!’ u ordenar al bebé que deje de hacer berrinche generalmente no da buenos resultados. Hemos criado cuatro hijos, y he aprendido hace mucho que el truco para tranquilizar a un bebé es dirigir su mente a otra cosa. En vez de ordenarle que deje de llorar, atraiga su atención hacia un objeto nuevo — hágalo interesarse en jugar con aquel objeto…y antes que usted se dé cuenta, el bebe habrá dejado de llorar”.

“Trate de usar este mismo método con usted mismo. Pero en lugar de cosas materiales o del mundo, una persona madura debe de usar autodisciplina y poner su mente en cosas espirituales. Abra su Biblia. Ponga en su mente algún tema espiritual. La próxima vez que sea tentado, inténtelo. Ore al respecto, pídale ayuda a Dios. Vea cuán rápido usted comenzará a triunfar sobre la tentación y el pecado y cuán maravilloso será su crecimiento en lo espiritual y en carácter”.

El Sr. Armstrong concluyó un artículo relacionado, “Como ser un vencedor” con lo siguiente:

“Si nos acercamos a Dios, y luego nos mantenemos cerca de Él, nuestros problemas serán resueltos. Entonces, tendremos FE. Luego seremos llenos de su Espíritu — su poder para vencer”.

“Podemos continuar en entrenamiento espiritual solo si mantenemos nuestros afectos — nuestra mente — nuestros pensamientos — en cosas espirituales. Lea Col. 3:1-10. La mayoría de nosotros mantenemos nuestra mente llena de cosas terrenales, preocupaciones e intereses materiales, ¡prestando atención a lo espiritual sólo ocasionalmente! ¡Busque primero el reino de Dios y su justicia!”

“A veces es necesario emprender un período intenso de ayuno y oración — oración sincera, determinada y perseverantebuscando a Dios con todas nuestras fuerzas — con llanto — persistiendo en ello, determinados — hasta terminar el ayuno. Luego, debemos mantenernos en oración continua. Echemos todas nuestras preocupaciones sobre Él. No estamos haciendo eso. ¡Si lo hacemos, tendremos muchas cosas por las cuales orar cada día! Y es necesario realizar oración personal diaria, en gran sinceridad, además de la oración familiar. ¿Acaso la vida eterna no lo vale?”

La palabra de Dios señala el camino

Una cita final del Sr. Armstrong resume este libro. Fue tomada de su “Carta del Editor” del “Mundo del Mañana” de mayo-junio de 1970:

“El mundo ha rechazado la Ley de Dios — el camino de dios. Se ha ido por el camino que ha traído todo tipo de maldición a la humanidad. El mundo del mañana cambiará todo eso. ¡Será gobernado por la ley de Dios!”

“Para calificar y ser un rey — un gobernante en el reino de Dios — usted debe llegar a conocer esa ley. Y la biblia entera es una magnificación — una elaboración de sus principios. sólo aquellos que se arrepienten de sus transgresiones a la gran Ley espiritual de Dios — los Diez Mandamientos — y que se rinden y aceptan cono salvador a Jesucristo, pueden llegar a ser hijos engendrados de Dios. Nadie es un verdadero cristiano sin antes recibir el Espíritu Santo de Dios (Rom. 8:9). Ése es el don de Dios. Imparte la vida misma de Dios. Renueva y abre la mente para comprender el conocimiento espiritual. Concede el amor de Dios — amor divino y espiritual. Imparte poder. Infunde fe”.

“Entonces, una vez realmente convertido — cuando la dirección entera de su vida haya cambiado — usted debe continuar venciendo. Hay tres cosas difíciles de vencer — su propio yo, con los impulsos de la naturaleza humana; el mundo, con sus costumbres, enseñanzas falsas, caminos equivocados, malas compañías, y el diablo mismo, invisible pero completamente real. Usted debe crecer, no solamente en gracia espiritual, sino en el conocimiento de Cristo — el conocimiento del libro de instrucciones de Dios — la Santa Biblia. Usted debe estudiarla — entenderla — y ser guiado inmediatamente por sus pautas. La Biblia señala el camino — ¡camine usted en éste!”

Mucho conocimiento

Este libro le ha traído a usted un entendimiento extraordinario, un conocimiento presentado por ninguna otra organización. Este material ha examinado profundamente el tema de los Diez Mandamientos. Usted ha visto que son la Ley de Dios y no la ley de Moisés — y que cada uno de ellos fue ordenado (aunque ciertamente no siempre obedecido) desde el tiempo de la creación. Usted ha visto la definición de pecado — en el Antiguo y Nuevo Testamento — y ha aprendido que cada uno de los Diez Mandamientos es mencionado en el Nuevo Testamento. También aprendió que la gracia en el Nuevo Testamento no “libera” a las personas de la obediencia a las leyes que fueron diseñadas no solamente para los judíos o los israelitas.

¿Qué acerca de usted?

Al final, usted ha visto la belleza, la lógica y la simplicidad de cada uno de los Diez Mandamientos de Dios. Ha visto la cantidad de beneficios para el mundo si todas las personas los guardasen. Usted ha visto que los cristianos deben vencer y prevenir el pecado. También ha visto que los Diez Mandamientos no fueron “clavados en la cruz” sino que son necesarios para la salvación.

Al enfrentar decisiones difíciles, la mayoría toma el sendero más fácil. ¿Nadará usted en contra de la corriente popular de aquéllos a su alrededor? ¿obedecerá usted al Dios de la Biblia? ¿Se acercará y luego se mantendrá cerca de Dios? ¿Luchará usted por vivir cada uno de los Diez Mandamientos (así como otras leyes y principios de Dios) cada día de su vida?

¿Vencerá usted y heredará todas las cosas?

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