A pesar de una prosperidad en el mundo occidental que no tiene paralelo en la historia humana, las bancarrotas personales están aumentando. ¿Por qué? El crédito al consumidor nunca ha sido tan alto. ¿Por qué? Hasta 25 millones de personas en Estados Unidos están “a dos cheques de pago de la calle”, con casi 15 millones a tan sólo “un cheque de pago de la calle”. ¿Por qué? La deuda nacional de los EE.UU. se mide en billones de dólares, ¡requiriendo pagos anuales de intereses en cientos de miles de millones! ¿Por qué? Los problemas monetarios son considerados como la segunda causa principal de divorcio. Nada de esto tiene porque ser así.
La mayor parte de las noticias nacionales está dedicada a los fuertes altibajos de los “principales indicadores económicos” — y si están desplazándose hacia arriba o hacia abajo. El desempleo, la inflación, la recesión, las tasas de interés, los mercados alcistas o bajistas, las acciones, el mercado inmobiliario, las ventas de autos, los despidos, las contrataciones, la energía disponible y los precios de los combustibles son todas palabras de uso doméstico que dominan las noticias.
¿Qué acerca de usted? Si es honesto consigo mismo, admitirá que pasa mucho tiempo pensando y hablando acerca de DINERO. Probablemente lucha diariamente con dificultades financieras. Algunas veces siente que está ganando la batalla, sólo para descubrir que o está manteniéndose a flote o quedándose atrás. A muchos hoy en día les resulta casi imposible “salir adelante”. Para la mayoría, la “lucha monetaria” es constante, y la presión puede parecer insoportable. Solamente el estrés de estos problemas puede alejar la felicidad y la paz que todos buscan pero pocos encuentran. Todo esto es innecesario si usted tiene la clave de Dios para la prosperidad financiera.
Lo que usted gana no es suyo
Su casa le pertenece a usted, ¿correcto? También su carro, ¿cierto? Usted compró la ropa que lleva encima con su dinero, ¿verdad? ¿No se ha escuchado a sí mismo decir, “Yo me gané mi dinero, es mío”? ¿No es cierto que “lo que es suyo es suyo y lo que es mío es mío”? ¡No tan rápido!
Sin duda todos estaríamos de acuerdo en que antes de que hayamos pagado en su totalidad las cosas que compramos, éstas no son realmente nuestras. Los bancos y otros prestamistas tienen derechos de retención sobre casas, autos, barcos y otras cosas costosas que las personas compran a crédito. Todos entienden esto. Pero, ¿ha considerado usted alguna vez si realmente posee todo lo que cree poseer? ¿Realmente tiene la propiedad “libre de todo” sobre las cosas que posee?
Debemos considerar si otros podrían reclamar lo que es “nuestro”.
“La muerte y los impuestos”
La mayoría está familiarizada con la frase, “Nada es seguro en la vida, excepto la muerte y los impuestos”. En efecto, la muerte es segura. Por supuesto, todos reconocen también que el gobierno tiene derecho a cierto porcentaje de los ingresos de las personas. Pocos discuten esto, aunque la mayoría busca evadir los impuestos de tantas maneras como sea posible. Nadie le quiere dar al gobierno un centavo más que “su cuota correspondiente”. La mayoría cree que menos de lo que “le corresponde” sería mejor.
¿Se ha detenido a considerar si Dios nos instruye a que paguemos impuestos? ¡Él lo hace! Estas escrituras lo prueban. Pablo escribió: “Sométase toda persona a las autoridades superiores… por lo cual es necesario estarle sujetos… por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos [griego: impuestos o tasación]… Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo” (Rom. 13:1, 5-7).
A Cristo se le preguntó si pensaba que los impuestos debían ser pagados — con la pregunta realmente dirigida a Él con el propósito de tentarle para que diera una respuesta equivocada. Note cómo dijeron aquellos que lo cuestionaron: “¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?” Cristo pidió que le dieran una moneda para fines de ilustración. Luego Él respondió: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mar. 12:13-17). Cristo enseñó que hay cosas que pertenecen al gobierno del hombre y cosas que le pertenecen a Dios.
En un momento abordaremos lo que le pertenece a Dios. Sin embargo, ¡lo que le pertenece al gobierno son los impuestos! En algunos países esto incluye impuestos locales, estatales y federales. ¡Ay de aquellos que sean atrapados sin pagarlos! Intereses, sanciones e incluso la prisión pueden ser el resultado para aquellos culpables de evasión fiscal. Pero al hacer esto, las personas no sólo han desobedecido las leyes del país, sino también la clara instrucción de Dios. Así pues, los impuestos son un hecho indiscutible de la vida para la mayoría de las personas en la tierra. El hecho de que usted se ganó el dinero que tiene no niega el hecho de que los gobiernos humanos tengan un derecho preferente a tomar un cierto porcentaje legal de éste para asegurar su propio funcionamiento. Ningún gobierno puede funcionar sin ingresos fiscales.
Esta es una forma en la que aquello que es suyo no siempre es completamente suyo.
¿Quién realmente es dueño de todo?
A pesar del hecho de que los gobiernos legalmente pueden recaudar impuestos para sí mismos de parte de los contribuyentes de un país, nadie sugeriría que éstos son dueños de todo lo demás que un contribuyente tiene. Todo lo que queda le pertenece al contribuyente — ¿o no?
Ahora una pregunta básica. Mire a su alrededor y pregúntese: ¿De dónde conseguimos las cosas que tenemos? ¿De dónde vinieron realmente?
Dios dice: “Porque Mía es toda la tierra” (Éxo. 19:5). ¿Ha considerado esto alguna vez? La Biblia también dice: “He aquí, del Eterno tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella” (Deu. 10:14) y “todo lo que hay debajo del cielo es Mío” (Job 41:11). En los Salmos, el Rey David fue inspirado a escribir: “Del Eterno es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en él habitan” (Sal. 24:1). Pablo registró la misma declaración en I Corintios 10:26.
Dios dice: “Porque Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados… Si Yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque Mío es el mundo y su plenitud” (Sal. 50:10, 12). Finalmente, el profeta Hageo dijo: “Mía es la plata, y Mío es el oro, dice el Eterno de los ejércitos” (2:8).
En un sentido, Dios está diciendo que todo el dinero es de Él (recuerde, el valor del dinero generalmente está unido de alguna manera al oro y la plata). Dios posee absolutamente todo lo que hay para poseer. Los seres humanos son “ocupantes ilegales” en Su tierra e “inquilinos” en casas que le pertenecen a Él. ¡Esto es lo que estos versículos dicen! No se confunda — ¡lo que usted piensa que es suyo no lo es! Todo lo que piensa que posee es en realidad propiedad de Dios. Usted es solamente un custodio temporal.
Las personas pueden fabricar productos a partir de los recursos naturales, que provienen de la tierra, pero es Dios quien hace tanto los recursos naturales como la tierra en la que éstos se encuentran. Los hombres podrán tener derechos de minería o de tala de madera, pero en última instancia es Dios quien es dueño de la mina y quien creó la madera, la cual creció debido a los elementos que se encuentran en el suelo de la tierra — ¡que Él creó y posee!
En cualquier momento que lo desee, Dios podría tomar de vuelta todo lo que es suyo. Después de todo, ¡es de Él! Esto incluye su ingreso. Si bien usted puede haberlo “ganado”, Dios es el propietario.
“Lo que es de Dios”
Hemos visto cómo Cristo dijo que, además de los impuestos que les pertenecen al César, también existe “lo que es de Dios” — o las cosas que le pertenecen a Dios. ¿Cuáles son estas cosas? Hemos leído que Dios posee todo. Y Cristo dijo: “Dad… a Dios lo que es de Dios”. Puesto que los cielos y la tierra (o el territorio en el que vivimos) no les pueden ser “dados” de vuelta a Dios por los seres humanos, ¿a qué se está refiriendo esto?
Hemos probado que todo nuestro ingreso (salario, intereses ganados, inversiones, bonos, comisiones y cualquier otra clase de incremento financiero) en realidad le pertenece a Dios.
¿Y qué de un agricultor y el producto de su campo? ¿Cuál es el proceso por el cual las cosas crecen? El agricultor hace su parte — labrar, sembrar, fertilizar, regar, etc. — pero también Dios, en que Él envía la lluvia y los rayos del sol y provee el mismo suelo en el cual las frutas, los vegetales o los granos echan raíz y crecen. ¿Quién hizo la mayor parte del trabajo? En realidad, el agricultor hizo poco más que una fracción del trabajo, mientras que Dios hizo quizás el 90%. Como cuestión de hecho, el agricultor depende mucho más del esfuerzo de Dios de lo que Dios depende del esfuerzo del agricultor. Sin las contribuciones de Dios, el agricultor no produciría nada y, de hecho, ni siquiera estaría vivo porque nadie sería capaz de producir el alimento necesario para que todos los seres humanos sobrevivan.
Piense en esto de esta forma. Usted formó una sociedad con Dios — sea que lo supiera o no — el día en que tomó una profesión, un trabajo o una vocación que escogió. Ya que está usando materiales que le pertenecen a Dios, con el fin de invertir, vender, distribuir o producir bienes o servicios, mediante lo cual pueda ganarse el sustento, ¡usted se ha convertido en un socio de Dios! No hay ninguna otra forma de ver o entender esto. Admita que, sin la función y ayuda de Dios para ganarse la vida, ¡sería imposible producir algo! Dios sabe esto y ha elegido hacer un arreglo especial con usted. Su Palabra lo describe.
Dios se atribuye el reclamo preferencial del primer 10% de todo lo que las personas obtienen como ingreso. Esto es llamado el diezmo, y significa “la décima parte”, tal vez usted esté familiarizado con el término. Diezmar, o ser una persona que diezma, significa dar la “décima parte” o ser una “persona que paga la décima parte”. Las personas han entendido por mucho tiempo que diezmar es pagar una décima parte de los ingresos. Exploraremos a fondo a quién le era pagada esta décima parte en el Antiguo Testamento, y a quién se le debe pagar hoy en día.
Dentro de la ley de Dios hay puntos grandes y pequeños. Algunos mandamientos conllevan más “peso” que otros. Cuando hablaba de algunos puntos menores dentro de la ley de Dios, Cristo dijo en Mateo 5:19 que: “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”.
Examinemos ahora un versículo importante acerca de pagar el diezmo. Cristo dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley, la justicia, la misericordia y la fe. Esto [lo más importante] era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello [diezmar conscientemente]” (Mat. 23:23). Dios también inspiró a Lucas a registrar el mismo relato — y a repetir el mismo mandamiento (11:42). El amor, la misericordia y la fe son, en efecto, cosas importantes dentro de la ley general de Dios. Cristo reconoce esto. Sin embargo, Él también explica que pagar el diezmo no debería ser algo que las personas dejen “de hacer”. El argumento que a menudo es planteado es que pagar el diezmo no es importante — que es muy pequeño entre las leyes de Dios. Este versículo en realidad no dice que es “muy pequeño” entre los mandamientos de Dios. Mateo 5:19 simplemente dice que, si lo fuera, ¡todavía se requiere que se guarde hoy en día por todos aquellos que valoran los mandamientos de Dios!
Cualquiera que esté aprendiendo la verdad de las leyes de Dios acerca del diezmo debe pagar su diezmo — ¡una vez que esté claro dónde están trabajando sus representantes escogidos! Aprenderemos que el diezmo es la forma en la cual Él financia la Obra que sus verdaderos siervos llevan a cabo. Solamente después de que el diezmo de Dios ha sido pagado es que Dios le devuelve el resto de su ingreso a quien diezmó. La generosidad y el amor de Dios hacia aquellos que son sus hijos son las razones por las que Él le da nueve décimas de lo que posee al que es fiel en pagar el diezmo. En otras palabras, nosotros no le estamos dando a Dios una décima parte de lo que es nuestro. ¡Dios nos está dando a nosotros nueve décimas partes de lo que es suyo!
Ahora debemos examinar varias escrituras acerca de pagar el diezmo. Las personas que rechazan esta práctica como un mandamiento válido a menudo intentan convertir la verdad del diezmo en un tema extremadamente técnico. Pagar el diezmo no es un tema técnico. No es difícil de entender. Sí requiere un cierto examen cuidadoso de relativamente pocas escrituras. Hacer esto aclarará que pagar el diezmo siempre ha sido, es ahora y siempre será el medio por el cual Dios financia su Obra y su Iglesia.
El diezmo es de Dios
Algunos teólogos y “críticos de la Biblia” intentan crear confusión al decir que los diezmos en el Antiguo Testamento le pertenecían sólo al Sacerdocio Levítico del antiguo Israel. ¿Es esto cierto? ¿Dice eso la Biblia? Debemos preguntarnos, ¿hay algún lugar, en alguna parte en la Escritura, donde Dios diga claramente que los diezmos le pertenecen a Él? ¡Sí, lo hay!
Dios dice, en Levítico 27:30, 32, “Y el diezmo de la tierra… del Eterno es; es cosa dedicada al Eterno… Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado al Eterno”. Estos versículos son directos. Éstos son claros. Los diezmos le pertenecen solamente a Dios. Él puede elegir dárselos a sus siervos (esto se discutirá más adelante), pero está completamente dentro de Su discreción lo que hace con éstos.
Estos mismos “altos críticos” a menudo intentan usar Números 18:21 y 24 para probar que el diezmo le pertenecía a los levitas. Leer estas escrituras de forma descuidada ocasiona que sean malentendidas por aquellos que no aceptarán su evidente significado. Este pasaje dice: “Y he aquí Yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio… Porque a los levitas he dado por heredad los diezmos de los hijos de Israel”. Considere cuidadosamente este versículo. ¿Le dio Israel sus diezmos a los levitas? ¡No! Dios les dio su diezmo, el cual simplemente era suministrado por los israelitas, a los levitas. Él dijo dos veces “he dado”.
Los diezmos eran de Dios, no de Israel, para dárselos a quien Él eligiera. Al leer el versículo 20 hace que esto sea más claro. Dios dice que Él proveerá para los levitas, ya que ellos no tenían heredad de tierra física en la nación de Israel.
Abraham y Jacob pagaron diezmos
Aquellos que enseñan que sólo al antiguo Israel se le requería pagar diezmos, y que éstos siempre debían ser pagados a los levitas, tienen otro serio problema en su pensamiento.
El patriarca Abraham, a menudo llamado el padre de los fieles (su nombre en realidad significa “el padre de muchedumbre de gentes”), ¡pagaba diezmos! El siguiente relato ocurrió cuando Abraham aún era conocido como Abram. Note: “Y [Dios en la persona de Melquisedec] le bendijo [a Abraham], diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram [a Melquisedec] los diezmos de todo” (Gén. 14:19-20). Abraham diezmó de todo lo que él recibió.
Este relato ocurrió más de 100 años antes del nacimiento de Leví — el bisnieto de Abraham. ¡La tribu de los levitas procedió de Leví! Sin embargo, Dios no estableció el sacerdocio Levítico sino hasta poco después de que Israel saliera de Egipto, ¡más de 400 años después de que Abraham pagara diezmos! Así que la nación de Israel, y sus doce tribus — con Leví siendo una de esas tribus, no fue reconocida como una nación hasta ese entonces. Abraham le estaba pagando los diezmos a Dios desde mucho antes que Levítico 27:30-31 y Números 18:20-24 fueran registrados por Moisés.
Hebreos 7:1-6 prueba que Melquisedec fue la misma persona que se convirtió en Jesucristo. (Estudiaremos esto en más detalle después.)
Pero entienda — Melquisedec era Dios porque Cristo es Dios. Abraham le pagó los diezmos directamente a Dios, 400 años antes de que el sacerdocio Levítico se formara. Pablo explicó, en Hebreos 7:6, que Melquisedec (Cristo) no descendía de Leví, y sin embargo, sin ser levita, Abraham le pagó los diezmos a Él.
Jacob, el nieto de Abraham, también le pagó los diezmos a Dios. El nombre de Jacob luego fue cambiado a Israel. Él fue padre de doce hijos (Leví era uno) y una hija. Note: “E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, el Eterno será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Gén. 28:20-22).
Muchos están familiarizados con la historia de “la piedra de señal de Jacob” — ésta también ha sido llamada su “piedra de cabecera”. Sin embargo, ¡la mayoría de las personas no reconocen su conexión con el voto de Jacob de pagarle a Dios sus diezmos! Esta escritura particular introduce un principio vital. Note la frase “SI fuere Dios conmigo”. Jacob quería saber que pagar los diezmos de Dios significaba que las bendiciones, la guía y la protección de Dios siempre estarían aseguradas. La conexión entre pagar el diezmo y las bendiciones es tan importante que Dios lo inspiró para que fuera registrado para siempre.
Dios dice que las personas pueden robarle
Una notable profecía acerca del diezmo se encuentra al final del Antiguo Testamento. El profeta Malaquías pregunta: “¿Robará el hombre a Dios?” (Mal. 3:8). Tenga cuidado y no diga que esta es una escritura del Antiguo Testamento sin efecto hoy en día.
¿Comprendía usted que la Iglesia del Nuevo Testamento está edificada directamente sobre los profetas? Yo nunca escuché esto en la escuela dominical ni en la iglesia de mi juventud. Efesios 2:19-20 dice: “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios [la Iglesia], edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. Ahí está — ¡la Iglesia está colocada directamente sobre un fundamento que incluye a los profetas! Por tanto, ¡lo que está escrito en los profetas es instrucción para la Iglesia de Dios del Nuevo Testamento!
Ahora podemos leer una poderosa serie de versículos. Los primeros dos establecen el contexto ideal para un intercambio verbal entre Dios y su pueblo: “Porque Yo el Eterno no cambio… Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de Mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a Mí, y Yo me volveré a vosotros, ha dicho el Eterno de los ejércitos” (Mal. 3:6-7). El intercambio luego se desplaza a una pregunta retórica de parte del pueblo a Dios: “Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?” Ahora Dios responde con su propia pregunta: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado”. El contexto regresa a otra pregunta retórica de parte del pueblo: “Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado?” Dios responde, “en vuestros diezmos y ofrendas” (vs. 7-8).
Cuando las personas no le pagan a Dios sus diezmos — no le dan a Él sus ofrendas — Él considera que ellas le están robando. Robar es quitar — ¡hurtar! No sólo es robar, ¡sino que es robarle A DIOS! ¡Todo pecado es en contra de Dios, y pocas cosas podrían ser más graves que ésta!
Robarle a Dios trae consecuencias. En el siguiente versículo, Dios continúa: “Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”. Esta declaración está dirigida a todas las naciones modernas que descendieron de las doce tribus que conformaban el antiguo Israel. En general, estas naciones son las naciones democráticas de Europa occidental, y primordialmente las naciones de habla inglesa del mundo — los Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda.
Estas naciones están bajo una creciente maldición por su pecado de robarle los diezmos a Dios. Recuerde que Abraham e Isaac no eran israelitas, sin embargo, se les requirió pagar diezmos. Por lo tanto, todas las naciones sufren — y continuarán sufriendo — de la maldición de no obedecer las leyes financieras de Dios.
Este mundo está basado en el camino de “obtener” en vez del camino de “dar”, ¡que es el camino de Dios! Las personas constantemente se fuerzan por “obtener” más para sí mismas. Esto viola el Décimo Mandamiento, el cual prohíbe codiciar. Note lo que Dios dice de su pueblo, y de todas las naciones, en una profecía dirigida a aquellos que están vivos al final de la era: “Porque desde el mas chico de ellos hasta el mas grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores” (Jer. 6:13). Dos capítulos más adelante, hay una declaración casi idéntica, excepto que Dios también advierte del horrible castigo que Él traerá debido a esta actitud mundial.
El tema de Malaquías es el castigo venidero de Dios sobre el mundo entero durante el Día del Señor — llamado el Día de la ira de Dios. Este tema se encuentra en casi todos los Profetas Menores — los últimos doce libros cortos del Antiguo Testamento. Vea Joel 1:13-15; 2:1-14; 3:1-21; Amós 5:18-20; y Sofonías 1:7-18, entre otros. Malaquías continúa con el tema del Día del Señor y en realidad describe el diezmo como la clave para una actitud de arrepentimiento.
¡Considere!
¿Cómo podría Dios castigar a las naciones de Israel — y del mundo — por robo, si la ley del diezmo no está en efecto hoy en día? Esto no tendría ningún sentido y haría que Dios fuese terriblemente injusto si Él hiciera eso.
El contexto de Malaquías continúa con un ofrecimiento de parte de Dios. Éste está dirigido tanto a los pueblos modernos de Israel como a cualquier individuo que elija confiar en su palabra. Note: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Eterno de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (3:10).
¡Esta es una promesa! ¡Páguele sus diezmos a Dios y Él le bendecirá más allá del espacio que tenga para recibir! ¿Cree usted esto?
Jacob le creyó a Dios y esto es lo que él esperaba, una vez que comenzó a pagar sus diezmos. Jacob estaba preparado para diezmar si Dios le proveía, bendecía y guiaba. Su vida se convirtió en un testimonio del hecho de que Dios mantiene su Palabra, si los hombres le obedecen.
Convirtiéndose en socio de Dios
Reconozca esto. Diezmar fielmente activa una promesa a la cual Dios se ha obligado a sí mismo. Hebreos 6:18 dice que es “imposible que Dios mienta”. Él está obligado por sus promesas. Cuando Dios hace una promesa, Él la mantiene — y ya hemos leído que les dice a los cristianos “probadme” a través del diezmo. También hemos leído que Jacob tomó el desafío de Dios en esta promesa. ¿Qué hay de usted?
He conocido a hombres que hicieron a Dios su socio. En mi ciudad natal de Lima, Ohio, un bien conocido y exitoso hombre de negocios puso al lado de su fábrica un cartel que dice: “Dios es mi socio”. Hace algunos años me di cuenta de que el cartel aún estaba ahí. Él atribuía su prosperidad a su creencia en la promesa de Dios. Este hombre en realidad le daba a Dios la mitad de sus ingresos. Él ciertamente prosperó.
John D. Rockefeller, el famoso empresario de Cleveland y patriarca de la gran y exitosa familia Rockefeller, era conocido por diezmar. Él atribuyó su éxito a esta práctica. También ha habido otras personas muy conocidas que diezman quienes prosperaron debido a que siguieron este principio.
Nadie puede hacer de Dios su socio. No podemos “dejar a Dios entrar” en un “acuerdo de negocios” con nosotros. Sin embargo, Dios puede escoger convertir en Sus socios a los individuos que pagan diezmo — ¡no al revés!
No olvide que todo le pertenece a Dios. Él nos da el 90%, siempre y cuando le paguemos a Él lo que es suyo. No pagarle nuestra cuenta a Dios es robo, puro y simple. Robar es una falta de honradez. Ningún empresario puede permanecer en el negocio si le roba a su socio. Ser atrapado robando es suficiente para poner a las personas en prisión. Este temor evita que la mayoría lo intente.
Pero los hombres no le temen a un Dios que no los atrapa y castiga inmediatamente. Para la mayoría de las personas, Dios parece lejano, irreal — y las personas piensan que pueden salirse con la suya desobedeciéndole y desagradándole. Las consecuencias de desobedecer la ley del diezmo de Dios son maldiciones financieras.
Algunos creen que deberían pagar las deudas que tienen antes de pagarle a Dios sus diezmos. ¿Es esto correcto? Dese cuenta que el diezmo es en realidad una deuda que todos nosotros tenemos con Dios. ¡No es menos deuda que cualquier otra deuda, y no es menos obligación que cualquier otra obligación que tengamos!
Puesto que Dios promete bendecir a quien paga los diezmos, en realidad le quedará más para pagar las otras deudas, porque la deuda más importante no se dejó de pagar. Dios es un socio fiel que mantiene Su palabra. Él derramará bendiciones para compensar los problemas financieros en los que una persona puede haberse metido antes de diezmar. En la forma de “matemática avanzadas” de Dios, $10 menos $1 es más de diez dólares, no menos. Yo he visto la “matemática de Dios” en acción cientos de veces en las vidas de las personas y yo mismo la he experimentado muchas veces.
Yo he visto a muchos que fueron bendecidos en formas que ellos nunca pudieron haber anticipado, simplemente porque pusieron a Dios primero y pagaron fielmente sus diezmos. Poco a poco, sus deudas parecieron derretirse. Ingresos extra e inesperados, siempre parecían llegar para cubrir facturas adicionales y emergencias que toda persona enfrenta. Usted puede tener fe en que Dios siempre mantendrá su promesa — ¡siempre!
La Biblia está llena de lugares donde Dios dice que quiere bendecir a su pueblo, si ellos son fieles en su obediencia a Él. Salomón escribió: “Honra al Eterno con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Prov. 3:9-10). El Apóstol Juan registró: “Yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud” (III Juan 2).
Moisés dijo: “Guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando, para que haciendo lo bueno y lo recto ante los ojos del Eterno tu Dios, te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre” (Deu. 12:28).
Diezmar es para nuestro propio bien — como los son todos los mandamientos de Dios. Él quiere bendecir a las personas, pero requiere su obediencia de antemano.
Al cristiano se le dice: “Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33). Ser parte del pronto venidero reino de Dios siempre debe ser la primera meta de un cristiano. Todo lo demás (incluyendo todas las deudas y preocupaciones financieras) es menos importante que esta primera gran meta. A usted se le promete que cuando recuerde esta prioridad, todas las otras cosas necesarias “os serán añadidas”.
Primero pague sus diezmos. No se demore. El diezmo le pertenece a Dios. Retenerlo incluso temporalmente es robar. Jesús dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10). Diezmar está lejos de ser lo “muy poco” de las cosas que le importan a Dios. A aquellos que son fieles en todos los asuntos se les dará gran soberanía (esto ciertamente calificaría como “más”). Y asegúrese de dar ofrendas con gusto, no con tristeza o escasamente, porque Dios ama en especial al “dador alegre” y promete que segará “generosamente” con esta forma de dar (II Cor. 9:6-7).
No se preocupe por el tamaño de sus diezmos y ofrendas. La historia de las “blancas de la viuda” (Mar. 12:42; Lucas 21:2) tiene una lección importante para todos. Incluso las cantidades pequeñas, cuando son pagadas fielmente, tienen mucho peso con Dios. Yo he visto muchos ejemplos inspiradores de personas que tenían poco pero dieron mucho. ¡Dios siempre las bendijo con más al final!
El diezmo es una ley. Como en cualquier otra ley, hay una relación automática de causa y efecto. ¿Por qué guarda usted la ley de la gravedad? Porque si la quebranta, sabe que habrá un efecto inmediato, visible y algunas veces doloroso. Si usted salta de un edificio de 10 pisos, no hay duda de las consecuencias. Esta es la razón por la cual usted nunca consideraría hacerlo.
El diezmo no es diferente. Es una ley. Si la quebrantamos, ésta se da la vuelta y nos “quebranta”. Pero si la mantenemos, entonces ésta nos “mantiene”. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre diezmar, la cual es una ley espiritual, y las leyes físicas. Romper cualquier ley espiritual por lo general no trae un efecto inmediato a la persona que lo hace. Hay una penalidad retrasada — pero hay una penalidad.
¿Fue eliminado alguna vez el diezmo?
Debido a que pocos grupos practican el diezmar, la mayoría de las personas no están familiarizadas con el término. La persona promedio entiende muy poco de su historia o práctica. Algunos podrían preguntar: “¿No fue eliminado el diezmo?” o, “¿Acaso no era sólo para los judíos o para la nación de Israel del Antiguo Testamento?” Algunos piensan que el diezmo era poco más que una ordenanza ceremonial introducida por Moisés, mientras que otros han escuchado que ésta era una forma de impuesto civil nacional y nada más. Otros religiosos afirman que el diezmo era simplemente una forma de cuidar a los pobres en el Antiguo Testamento. Casi nadie cree que los diezmos deben ser pagados a un ministerio fiel del Nuevo Testamento. Todas estas ideas, a excepción de la última, son erróneas. Sin embargo, éstas sí demuestran la confusión que reina sobre el tema del diezmo.
Las naciones modernas de Israel están pagando — y pagarán — un terrible precio debido a esta confusión. ¡Un castigo catastrófico viene sobre el mundo debido a que una humanidad rebelde — que quiere las bendiciones de obedecer a Dios sin en realidad tener que obedecerle — ha ignorado esta ley! La mayoría de las personas están engañadas en la creencia de que pueden vivir sus vidas de la manera que elijan y luego culpan a Dios cuando las bendiciones de paz, felicidad y prosperidad están ausentes.
¡Entienda! Cualquier individuo que camine en fe y obedezca las leyes del diezmo de Dios será bendecido y protegido de las horribles profecías que pronto golpearán a este mundo. A través de la promesa de Dios, ¡él escapará el castigo que pronto vendrá sobre todas las naciones!
Algunos entienden que el diezmo era practicado en el antiguo Israel, donde a las personas se les requería diezmar sobre el dinero, el ganado o los productos de grano. Lo que no está muy claro para las personas es lo que el Nuevo Testamento dice acerca del tema del diezmo.
Primero, debemos explorar el libro que trata sobre el Sacerdocio del antiguo Israel. Hebreos ha sido llamado el “libro sobre el Sacerdocio”.
¿Dónde está el oficio de Cristo hoy?
Yo crecí escuchando mucho acerca de un Jesús muerto, ¡con muchas imágenes de Él colgando crucificado! Casi nunca escuchaba a nadie hablar acerca de cómo Él estaba vivo y sentado a la diestra de Dios. Unos pocos entendían vagamente que regresaría a la tierra como “Rey de reyes y Señor de señores”. Pero ciertamente nunca escuché a nadie describir a Cristo como el Sumo Sacerdote de Dios. No obstante, este es el oficio mediante el cual Cristo trabaja hoy en día — y el séptimo capítulo de Hebreos contiene instrucción para financiar Su ministerio. El Sacerdocio de Cristo siempre ha sobrepasado — y desde hace mucho precedido — al Sacerdocio Levítico del antiguo Israel.
Los verdaderos cristianos tienen esperanza de vida eterna porque Jesucristo les ha dado acceso al Padre. Él los ha llevado dentro del mismo salón del trono de Dios en el cielo, “dentro del velo”, donde a los seres humanos nunca se les había permitido el acceso antes. Es el rol de Cristo como Sumo Sacerdote que ha hecho esto posible. Esto requiere cierta explicación. Note Hebreos 6:20: “Donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.
Jesucristo es aún el Sumo Sacerdote activo de su Iglesia y ministerio del Nuevo Testamento. En su primera venida, Él trajo el mensaje del reino de Dios. El mundo se enfoca en su Persona, en lugar del Mensaje que Él trajo. El verdadero evangelio es acerca del venidero reino de Dios. Después de completar su ministerio, Cristo fue crucificado y se convirtió en el Salvador de la humanidad. Posteriormente, Él fue resucitado para sentarse a la diestra de Dios en el cielo.
Observe Hebreos 4:14-15: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Estas son palabras sumamente alentadoras. Muestran que Cristo es tanto el Sumo Sacerdote como la Cabeza viviente de la verdadera Iglesia de Dios.
Muchos se han preguntado exactamente quién es este Melquisedec de la Biblia. Esta pregunta ha desconcertado por mucho tiempo a los estudiantes de la Biblia. Los primeros seis versículos de Hebreos 7 dejan absolutamente claro que Melquisedec no podía ser otro más que el propio Cristo.
La traducción Moffatt traduce mejor “según el orden de Melquisedec” como “con el rango de Melquisedec”. Cristo tenía el rango de Melquisedec cuando Él recibió los diezmos de parte de Abraham durante los tiempos de los patriarcas.
¿Cómo y dónde trabaja Cristo hoy en día? El antiguo Israel no predicó el evangelio al mundo y no tenía un ministerio enseñando las verdades de Dios a todas las naciones de la tierra. Israel era una nación física que no tenía el Espíritu de Dios. El Sacerdocio Levítico llevaba a cabo holocaustos, sacrificios de animales y muchos otros rituales físicos. La ardua labor física del Sacerdocio del Antiguo Testamento era muy diferente del trabajo requerido del ministerio del Nuevo Testamento. En pocas palabras, el Sacerdocio Levítico ocupaba un rango humano inferior muy por debajo del rango espiritual y divino de Cristo como Melquisedec.
Hemos hablado de cómo Dios financió al Sacerdocio Levítico del antiguo Israel. También ahora debería ser claro que Jesucristo, como Melquisedec, recibía los diezmos muchos siglos antes de que aparecieran los levitas. Un sistema ya existente de diezmo simplemente continuó a través de este Sacerdocio y, como descubriremos ahora, pasó al ministerio del Nuevo Testamento.
Hebreos 7
Los primeros cinco versículos de Hebreos 7 comienzan el proceso de comparar los dos sacerdocios — el Levítico y el de Melquisedec. Hemos visto que el diezmo no comenzó con Moisés y los levitas.
Lea cuidadosamente Hebreos 7:1-5: “Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo… permanece sacerdote para siempre. Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el Sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley” .
Abraham no era diferente ya sea de un cristiano del Nuevo Testamento o de algún ciudadano del antiguo Israel. Él le pagó los diezmos a un Sumo Sacerdote — Cristo. El sistema Levítico siempre tuvo un sumo sacerdote presente. (Vea Números 18:8-32.) El hermano mayor de Moisés, Aarón, fue el primer humano en tener este oficio. Todos los sacerdotes levíticos sirvieron y funcionaron bajo quienquiera que fuera el sumo sacerdote de ese tiempo. El diezmo no es algo que sólo fue practicado durante el período del Sacerdocio Levítico. Es una práctica que ha existido siempre que ha habido un sumo sacerdote (Cristo o el sumo sacerdote Levítico) para recibir los diezmos.
Hemos visto que los diezmos le eran pagados a Cristo, y que Él está vivo hoy día como el Sumo Sacerdote y la Cabeza de su Iglesia del Nuevo Testamento. El diezmo es entonces el sistema de Dios para financiar su Obra — sin importar la era en la cual sus siervos vivan. Note que Melquisedec, “que ni tiene principio de días, ni fin de vida… permanece sacerdote para siempre” (Heb. 7:3). Debido a que Cristo no tuvo “principio” como Melquisedec, Él también existió como un Sacerdote desde el tiempo de Adán. Note, la Biblia dice que Él “permanece… para siempre”. Cristo aún es el Sumo Sacerdote de su pueblo. Hebreos 7 prosigue a abordar la pregunta de cual Sacerdocio sustituye al otro en la actualidad.
Si bien los cristianos del primer siglo necesitaron poca instrucción acerca de cómo el diezmo era una ley obligatoria y permanente, ellos sí necesitaron que se les enseñara con cuidado que el Sacerdocio de Melquisedec de Jesucristo había sido restaurado y había, por lo tanto, cambiado (remplazado) al Sacerdocio Levítico.
¿Cuál Sacerdocio es en realidad el mayor? ¿A cuál Sacerdocio — el Levítico o el de Melquisedec — la Biblia considera superior?
Examine la siguiente escritura: “Considerad, pues, cuán grande era este, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín… Pero Aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos [los levitas], tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas [Abraham]. Y sin discusión alguna, el menor [Abraham] es bendecido por el mayor [Melquisedec]… Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque [Leví] aún estaba en los lomos de su padre [su bisabuelo Abraham], cuando Melquisedec le salió al encuentro” (Heb. 7:4-9). Cristo — Melquisedec — no era “descendiente” de los levitas. ¿Está esto claro? Como Dios, Cristo (un no levita y pre-levita) remplaza la autoridad del Sacerdocio Levítico.
¡El Sacerdocio de Melquisedec tiene precedencia como el mayor Sacerdocio, por encima del sistema Levítico! Éste está ahora de nuevo en vigor como el Sacerdocio continuo de Dios, bajo Cristo — ¡y requiere financiamiento! Estamos listos ahora para leer el muy importante y concluyente versículo 12: “Porque cambiado el SACERDOCIO, necesario es que haya también cambio de LEY”. Esto debería ser muy claro. ¡La ley, requiriéndole a las personas pagar diezmos al sistema Levítico, fue “cambiada” en el Nuevo Testamento! No hay levitas asignados hoy en día para pagarles los diezmos — sin embargo los diezmos aún le pertenecen a Dios. Así que, ¡Él ha tenido que volver a designar a quién se le deben pagar ahora! Técnicamente, es correcto decir que la ley, como era antes del Sacerdocio Levítico, ha sido restaurada — cambiada de nuevo a la manera en que era desde el principio.
En este punto, sería de gran ayuda comprender las razones generales para el libro de Hebreos. Primero, fue escrito para preparar a la Iglesia del Nuevo Testamento para la caída del Templo en Jerusalén en el año 69-70 d.C. El Sacerdocio Levítico pronto dejaría de existir — creando un dilema para aquellos que sabían que los diezmos le pertenecían a Dios y que de alguna manera se le debían pagar a Él. Segundo, era para enseñar la naturaleza y función del Sacerdocio. Tercero, era para explicar que el oficio de Cristo estaba por encima del oficio de Aarón y lo precedió desde el Sacerdocio de Melquisedec, el cual no tuvo principio. Sin bien hay algunas razones adicionales por las que es importante estudiar el libro de Hebreos, son estas tres razones particulares las que importan para nuestro estudio sobre el diezmo.
Considere lo que David escribió: “Juró el Eterno, y no se arrepentirá: Tú [David] eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Sal. 110:4). Este versículo es en realidad una profecía de que David, en la resurrección de los muertos cuando Cristo regrese, también será considerado un sacerdote “según el orden de Melquisedec”. ¡Esta es una declaración fascinante! David fue un judío, no un levita, y sin embargo un día él será un sacerdote en el Sacerdocio de Melquisedec. No es de extrañar que Apocalipsis 5:10 dice, cuando habla de la recompensa del cristiano: “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.
Los cristianos fieles, con Cristo y David (Eze. 34:23-24; 37:24), ¡reinarán sobre la tierra como reyes y sacerdotes! Esto se debe a que Cristo es Rey de reyes y Sumo Sacerdote de sacerdotes (aunque nadie jamás escuche de esta parte de la recompensa del cristiano). Si bien Cristo es el más grande Rey y Sacerdote, son todos los verdaderos cristianos quienes serán los otros reyes y los otros sacerdotes que regirán con Él.
Que asombrosa promesa para aquellos que son fieles a este entendimiento completo del Sacerdocio de Melquisedec. Los cristianos fieles son reyes y sacerdotes en entrenamiento.
Note, al describir a la Iglesia, el apóstol Pedro escribió: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable” (I Pedro 2:9).
Después del regreso de Cristo, los diezmos se pagarán a todos los demás sacerdotes que califiquen para conformar este Sacerdocio con Él. Ninguno que no esté dispuesto a pagarle los diezmos a Cristo hoy en día, como su Sumo Sacerdote ahora, jamás podría ser utilizado más adelante, en este Sacerdocio venidero. Se habrán descalificado a sí mismos para recibir diezmos porque ellos mismos no estuvieron dispuestos a pagarlos.
Diezmar siempre ha sido la ley de Dios. Es de esta forma que Él financia su Obra de alimentar al rebaño y llevar el verdadero evangelio al mundo al final de la era. Recuerde, los diezmos le pertenecen a Dios y ellos se le deben pagar a Él. Por aproximadamente 1.500 años, la tribu de Leví, como el “ministerio” de Dios durante ese entonces, recolectaba los diezmos. Ahora esos diezmos son pagados una vez más al Sacerdocio restaurado de Jesucristo.
Pagar los diezmos de Dios
Hemos hablado de cómo los gobiernos cobran impuestos. En la mayoría de los países hoy en día, las personas no le entregan físicamente sus impuestos al líder del país en la ciudad capital en la que vive. El dinero es pagado en las oficinas regionales que recaudan los impuestos en representación del gobierno.
Las compañías funcionan igual. Éstas tienen recaudadores que actúan como sus representantes. Ellos funcionan por la autoridad o en el nombre de la compañía. Si un cliente le paga a un recaudador, él considera que le ha pagado a la compañía — no simplemente al receptor o representante. De esta misma forma, ningún cliente considera que ha pagado el salario del recaudador, sino más bien un recibo o una factura que le debía a la compañía. La compañía paga el salario del recaudador.
En cierto sentido, Dios es dueño de la mayor compañía en el universo. ¡Él emplea a representantes, o recaudadores, que reciben el pago actual de los recibos o facturas que la compañía le ha enviado al cliente! En esencia, Dios le ha enviado una factura a todo ser humano sobre la tierra. Al igual que con los clientes de una compañía que envía facturas de diferentes cantidades, dependiendo del tamaño de la compra, Dios les “factura” a las personas diferentes cantidades — todo lo que sea exactamente el 10% de sus ingresos netos. Cuando una persona le paga esta factura a Dios, la cuenta es saldada — hasta el momento en que se recibe la siguiente factura.
El diezmo funciona de esta forma. Cada vez que usted diezma, ha pagado el último de una larga serie de “recibos” regulares continuos que le son enviados de parte de Dios. En realidad, ¡es Su recibo el primero que siempre debería ser pagado! Dios no está dispuesto a hacer fila detrás de otros acreedores que simplemente representan a organizaciones humanas, con las cuales él que paga diezmos también pueda tener obligaciones presentes o continuas. Recuerde, Dios le da el 90% de su ingreso. ¡Ninguna otra organización a la que le pague facturas le devuelve el 90% de sus ingresos!
Hay otro principio importante de señalar aquí. Los diezmos que se le pagan a Dios funcionan de manera diferente que el dinero depositado en un banco. Si usted deposita su dinero en un banco, espera que el banco realice un registro cuidadoso de los fondos que haya depositado y que le extienda un reporte periódico de su dinero. El banco se responsabiliza con usted de llevar un registro apropiado de sus fondos. La razón es simple. Aunque el banco pueda estar reteniendo su dinero, ¡éste aún es su dinero! No es el dinero de ellos — es suyo. Lo mismo podría decirse de las acciones u otras inversiones que alguien pudiera hacer. El corredor de bolsa le rinde cuentas al inversionista. Si bien hay más riesgo al poseer estos fondos, debido a que el valor podría caer, aún es cierto que las acciones o las inversiones pertenecen completamente a la persona que las hizo.
¡El diezmo es diferente! Puesto que los diezmos le pertenecen a Dios, una vez que éstos se pagan, Dios (o Su representante) no está obligado a explicar exactamente cómo, o de qué manera, fueron gastos esos diezmos. Uno nunca debería pagar los diezmos a los representantes de Dios y luego sentir una necesidad de supervisar o por otra parte tener el deber de vigilar la manera en que el ministerio o la sede gasta aquellos diezmos. El ministro — ministerio — de la sede le responde a Dios porque es Dios quien los emplea a ellos, no las personas que pagan los diezmos. Dios es dueño de Su “compañía”, y Él tiene la autoridad de contratar (o despedir) a Sus ministros. Las personas que pagan los diezmos no tienen voz en la forma en que se gastan.
Probando quiénes son los representantes de Dios
¿Pero quiénes son los representantes de Dios? ¿Cómo los encuentra uno? ¿Cómo se identifican? Una persona que paga diezmos debe estar absolutamente segura de que está pagando los diezmos en el lugar donde Dios está trabajando. Esto requiere análisis e investigación cuidadosos. No es una decisión que deba tomarse a la ligera.
Los diezmos de Dios le pertenecen a Él — y darlos a aquellos que no son sus representantes es lo mismo que no pagarlos. Si alguien le debe a usted $200 y, por ignorancia o un malentendido, le da esos $200 a otra persona, ¡usted no recibió sus $200! Tras recordarle a la persona que le debía el dinero de este hecho, quedaría usted satisfecho si le dijera, “¡Lo siento, le pagué tus $200 a alguien más! ¿Dijeron ellos que le representaban”? No diría usted, “¡Eso es lamentable! ¡Pero aún me debes a mí los $200 porque ellos no me representaban!” Por supuesto que usted lo diría. Lo mismo diría Dios. Nosotros — ustedes — no pueden darle los diezmos de Dios a aquellos que no lo representan a Él.
Hay muchos ministros en las iglesias de este mundo. Todos ellos profesan ser cristianos — que representan a Jesucristo. La Biblia dice que Satanás tiene sus ministros (II Cor. 11:13-15). Estos ministros no parecen ser ministros de Satanás. Ninguno de ellos dice: “Soy ministro del diablo, usted debe seguirme”. En gran parte ellos están tan engañados como aquellos que los siguen. No obstante, ¡son falsificaciones! Ellos hablan y predican en un lenguaje meloso, santurrón y que suena piadoso el cual ellos suponen que es “espiritual”. Debido a que Apocalipsis 12:9 dice que Satanás “engaña al mundo entero”, sus ministros en gran medida superan en número a los verdaderos ministros de Dios. Estos hombres vienen “vestidos de ovejas”, pretendiendo servir a Dios — ¡cuando ellos en realidad no son Sus siervos!
Pablo dijo que debemos “examinadlo todo” y “retened lo bueno” (I Tes. 5:21). Cristo dijo que la única forma de probar a los verdaderos ministros es por sus frutos. Note: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis” (Mat. 7:15-16). Estos versículos son una clara advertencia para todos. No se deje engañar. “No todo lo que brilla es oro”, ¡y no todos los que vienen en el nombre de Cristo son sus verdaderos ministros!
Dios sí tiene sus verdaderos ministros y los utiliza para dirigir (bajo la guía de Cristo) a Su verdadera Iglesia. (Lea nuestro folleto gratuito ¿Dónde está la Iglesia de Dios? y nuestro libro gratuito ¿Dónde está la verdadera Iglesia? — ¡Y su increíble historia!)
En Mateo 16:18, Jesús dijo, “edificaré Mi iglesia”. Esta Iglesia es un organismo espiritual especialmente de los creyentes llamados. Él continuó diciendo, “las puertas del Hades [la tumba] no prevalecerán contra ella”. Sólo hay una verdadera Iglesia y nuestros folletos explican cómo reconocer — cómo identificar — a esa única verdadera Iglesia entre las casi 2.000 diferentes organizaciones eclesiales del cristianismo profeso que han sido construidas por hombres. Es sólo en ésta Iglesia donde Cristo está trabajando. Las respuestas a las preguntas de dónde, qué y por qué esa Iglesia existe, junto con las respuestas a muchas otras preguntas, se encuentran en los folletos antes mencionados. ¡Nadie necesita estar confundido acerca de este tema!
En numerosos versículos, la Iglesia de Cristo es descrita como un pequeño rebaño que es perseguido y odiado por este mundo por enseñar la verdad. Sin embargo, puesto que Cristo prometió que Su Iglesia no podría morir, ésta debe existir en alguna parte en la tierra hoy en día. Es su responsabilidad probar dónde se encuentra, ¡a fin de que usted no le dé los diezmos de Dios a un ladrón impostor!
Es sólo al ministerio fiel de la verdadera Iglesia — la única Iglesia que Cristo edificó — al que se le debe pagar los diezmos. ¡Aquellos que están trabajando de tiempo completo en la Obra de Dios son contratados y remunerados directamente por Dios! Dios es el dueño de todo el ingreso de cada ser humano en la tierra y reserva para sí mismo la primera décima parte de todos aquellos ingresos. Ya que éstos no pueden ser enviados directamente a Dios en el cielo, Él designa que sean enviados a sus representantes en la tierra.
Usted debe probar quién está enseñando la verdad completa de todas las doctrinas de Dios. Usted debe probar quién está proclamando fielmente el evangelio del pronto venidero reino de Dios al mundo.
Cómo gasta Dios su diezmo
Una pregunta fundamental sigue pendiente. ¿Cómo gasta Dios su diezmo — qué hace con éste?
Después que Cristo edificó su Iglesia, Él le dio trabajo para hacer. Note Mateo 28:19-20: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo [la palabra griega significa era]”. Esta responsabilidad nunca ha cambiado en los casi 2.000 años desde que Cristo la explicó. Él les enseñó a sus discípulos muchas doctrinas verdaderas, y su Iglesia las ha preservado y continúa enseñándolas (“todas las cosas”) por todo el mundo. Este no es un deber que Su ministerio pueda eludir. Tampoco pueden ellos ir al mundo enseñando las muchas doctrinas ideadas por los hombres e ignorar la responsabilidad de enseñar las verdaderas doctrinas de Dios, ¡como Cristo les ordenó!
Aunque el antiguo Israel era llamado la “congregación en el desierto” (Hechos 7:38), ésta aún era una nación física, carnal y civil, sin necesidad de un ministerio espiritual. Dios escogió a los levitas para que trabajaran para Él y se ocuparan de los deberes físicos, tanto a nivel nacional como local, de todas las doce tribus de Israel. Una vez más, ellos simplemente realizaban rituales, sacrificios y varias ceremonias y ordenanzas. El ministerio del Nuevo Testamento ya no hace estas cosas. El antiguo Israel no tenía el Espíritu de Dios. El Sacerdocio simplemente ministraba para las necesidades físicas de esa única nación. Su responsabilidad no se extendía fuera de Israel a “todas las naciones” del mundo. En aquel entonces, Dios aún no estaba trabajando con las personas de todas las naciones. Hoy en día sí lo está haciendo.
Los verdaderos ministros de Dios han sido llamados y entrenados por Él. Sus responsabilidades no son simplemente deberes físicos. Los ministros de Dios son guiados por su Espíritu. Su ministerio es de carácter espiritual.
La obra de la Iglesia
Cristo dio una extraordinaria profecía de lo que su Iglesia estaría haciendo al final de la era. Note: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14). Recuerde que Cristo instruyó que todas las naciones debían ser alcanzadas con el conocimiento de “todas las cosas” que Él les había ordenado. Pero es a este evangelio del reino de Dios de dominio mundial, guiado por Cristo y los santos, al que se le dará énfasis especial al final de la era o “antes que llegue el fin”.
El mundo se encuentra en caos. Está confundido acerca de quién y qué es el hombre, y del propósito que Dios está llevando a cabo en la tierra. La guerra, el hambre, las enfermedades, la pobreza y otros problemas empuñan el planeta. Este mundo se mantiene cautivo por un ser invisible quien tiene el dominio sobre sus valores, costumbres, creencias, gobiernos y religiones. El mundo no sabe del — está cegado al (II Cor. 4:4) — gran plan y propósito que Dios está llevando a cabo. (Lea nuestros folletos gratuitos ¿Cuál es el verdadero evangelio? y ¿Por qué existe usted?)
Hacer la Obra de Dios cuesta dinero. La Iglesia de Dios debe contratar continuamente más personal para realizar las muchas funciones para dirigir una organización mundial en crecimiento. Nosotros publicamos una vasta cantidad de folletos, revistas y otros tipos de literatura, enseñando la verdad de Dios al mundo. La iglesia de Dios tiene miembros alrededor del mundo que necesitan ser alimentados con la verdad espiritual de Dios por ministros y ancianos fieles (Juan 21:15-16; Hechos 20:28; I Pedro 5:2). El número de aquellos que Dios está llamando se está expandiendo y continuará expandiéndose a medida que la era se acerca a su final.
Cristo dijo: “La noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4). Esto es cierto de su Obra en el tiempo del fin. Pronto esta era habrá terminado y se habrá producido el regreso glorioso de Jesucristo. ¡Nos queda poco tiempo para terminar la Obra de Dios!
Es a través del principio bíblico del diezmo que Dios financia su Obra. Esta es la manera en que Él financia TODO lo que hace. Hacer su Obra es la forma en la que Él elige gastar su diezmo. Dios llama a las personas a su Iglesia para que éstas puedan ayudar a hacer su Obra de predicar (Marcos 13:10) su verdadero evangelio al mundo.
Usted podría decir, “Yo nunca supe sobre el diezmo”. Eso puede ser verdad, pero la ignorancia de la ley nunca ha sido una excusa para la desobediencia. El verdadero Dios es muy misericordioso. Él perdona voluntariamente a aquellos que desean cambiar y buscarle.
Ahora yo ya he hecho mi parte. Le he enseñado la verdad sobre la doctrina del diezmo. A usted se le ha dado el conocimiento esencial sobre el cual debe actuar, con el fin de que le sea dado más conocimiento (Sal. 111:10). Cristo dijo: “Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz” (Juan 12:35-36). Además, note esta advertencia para todos: “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Rom. 11:22).
Todos seremos responsables por lo que hacemos con lo que sabemos. La Biblia dice: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stgo. 4:17), y “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados” (Heb. 10:26).
Estas son declaraciones sobrias directamente de parte Dios. Un llamado de parte de Dios (Juan 6:44, 65) ocurre cuando alguien entiende la verdad al verla, leerla o escucharla. ¡Usted debe decidir si Dios le está llamando a participar en esta gran Obra — para ayudar a llevar su verdad y su verdadero evangelio al mundo mientras aún hay tiempo en esta era! ¡Usted debe decidir si está dispuesto a permitir que Dios le entrene para convertirse en un rey y un sacerdote!
Un tremendo privilegio
Lo siguiente viene de la conclusión del folleto de Herbert W. Armstrong Cómo solucionar sus PROBLEMAS DE FINANZAS. Esto dice de manera elocuente la maravillosa oportunidad que le es presentada a cualquiera que esté considerando ya sea de pagar o no su diezmo a Dios:
“Algunos dirán, ‘Yo nunca diezmé, y sé que Dios nunca me ha desaprobado, porque en mi corazón sé que soy su hijo sin tener que diezmar’”.
“¡Dios le ha bendecido de acuerdo a cómo usted se ha sometido a Él, de acuerdo con la luz de su Palabra que Él le ha revelado! Entre tanto que tenga la luz, ande en ella, ¡para que no le sorprendan las tinieblas! (Juan 12:35-36). ‘Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor’” (II Pedro 3:18)…
“Si todos aquellos que se dicen cristianos aplicaran esta sencilla instrucción de Dios y le honraran con su sustancia, la obra del Eterno se difundiría con tal poder que sacudiría al mundo hasta sus cimientos”.
“Busque [usted] primeramente el Reino y sus necesidades vendrán por añadidura. ¡Inténtelo! ¡Créale a Dios y a su Palabra! ¡Pruébelo usted mismo! (Mal. 3:10). ¡Vea cómo comienza a prosperar! Sea un siervo fiel; ¡haga a Dios su socio! ¡Reciba su bendición! ¡La Obra de Dios está esperando por usted!”