Si yo quisiera aprender a volar un aeroplano, le preguntaría a un piloto. Si quisiera construir una casa, hablaría con un contratista. Si quisiera entender de plomería, le consultaría a un plomero.
Lo mismo es cierto de la sanación. Si alguien quiere aprender acerca de la sanación, no debería preguntarle a un doctor, a una enfermera, a un paramédico o a cualquier otro “experto en medicina”. Ellos no pueden sanar a nadie — ¡y la mayoría lo admitirá sin reparos! Ellos también admitirán que no saben lo que dice la Biblia sobre esto.
Dios es Aquel que sana. Si usted quiere aprender sobre la sanación, debe preguntarle a Aquel que sabe sobre ello.
Dios dice en Oseas: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, Yo te echaré” (4:6). Todo el conocimiento esencial de Dios está disponible para cualquiera que lo busque. Pero para tener la imagen completa, las escrituras deben ser ensambladas de forma cuidadosa y completa. Dios declara que Él les revela Su propósito y enseñanza a aquellos lo suficientemente maduros como para ser instruidos: “¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los destetados? ¿A los arrancados de los pechos? Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá” (Isa. 28:9-10). Por lo tanto, todos los versículos sobre la sanación no están en un sólo lugar.
La Biblia revela la voluntad de Dios — Su entendimiento y enseñanza — en cada asunto espiritual. Ésta tiene mucho que decir sobre la sanación. Debemos examinar muchos versículos con el fin de remover el misterio detrás de este tema. Usted puede entender la sanación. La disposición de Dios para sanarle puede ser conocida. Las respuestas a las preguntas hechas más comúnmente sobre la sanación son abordadas en la Biblia — ¡y este folleto revelará sus claras respuestas!
Dos sanaciones del Nuevo Testamento
Dos escrituras vitales del Nuevo Testamento proveen el contexto ideal para todo lo que estudiaremos.
Marcos 5 registra el caso de una mujer que tenía un “flujo de sangre” crónico. Después de que muchos médicos habían empeorado su condición, ella buscó a Cristo para su sanación. Observe: “Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor” (vs. 25-26). Cristo la sanó y concluyó con está importantísima declaración: “Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz…” (vs. 34).
Los doctores no pudieron, y no podían, sanarla. Pero Cristo podía, y lo hizo — y la fe fue la clave.
Luego, Mateo 9 muestra cómo la sanación siempre está directamente atada a la fe: “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y… vinieron a Él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho” (vs. 27-29). Estos hombres creyeron que Cristo les podía dar la vista. ¿Su respuesta? “Conforme a vuestra fe os sea hecho”.
Cristo preguntó: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:8). Este versículo habla de las condiciones justo antes del tiempo de Su Regreso. Cristo deja esto como una pregunta abierta. Él supo que casi todas las personas no tendrían fe al final de la era — justo antes del establecimiento del reino de Dios. Él sabía que la mayoría de las personas no estarían dispuestas a creer declaraciones directas de la Biblia. Él reconoció que las condiciones en la tierra crearían una atmosfera en contra de la fe, haciendo muy difícil para las personas creer incluso escrituras claras. ¡Él sabía que muy pocos estarían dispuestos a tomar en serio las promesas de Dios!
Pero Cristo prometió hace 2.000 años que edificaría Su Iglesia (Mat. 16:18). Que estaría compuesta de los pocos (Lucas 12:32) — no de los muchos — que estarían dispuestos a creerle a Dios y “vivir por fe” (Hab. 2:4; Rom. 1:17) y de “toda palabra de Dios” (Mat. 4:4; Lucas 4:4; Deut. 8:3).
La fe y la sanación son inseparables. Usted no puede ser sanado sin fe verdadera. Este folleto hará este punto absolutamente claro.
Sin embargo, ¿qué es la fe? Sin entender qué es, uno no puede tenerla. En el segundo capítulo discutiremos a fondo qué enseña la Biblia acerca de la verdadera fe — ¡la suficiente para sanarse, o para recibir cualquier promesa de Dios!
Primero, examinaremos muchas escrituras del Antiguo Testamento acerca de la sanación. Mientras lo hacemos, usted debe estar dispuesto a creer lo que dice la Biblia.
La enseñanza del Antiguo Testamento
¿Acaso la sanación aparece primero en el Nuevo Testamento? Sin duda Cristo y los apóstoles sí realizaron milagros y sanaron a muchos quienes estaban enfermos. Comúnmente se supone que estas cosas sucedieron por primera vez en el Nuevo Testamento, con el único propósito de probar que Cristo era el Mesías.
Esto simplemente no es cierto. Las sanaciones no aparecieron por primera vez en el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento registra numerosas sanaciones milagrosas. Es aquí donde Dios por primera vez se revela a Sí mismo como Aquél que sana. ¡Prepárese para ser sorprendido!
Casi inmediatamente después que Dios liberó a Israel de la esclavitud en Egipto, Él tuvo que realizar un milagro sólo para que ellos tuvieran agua para beber. Fue en este momento que se reveló como el Dios que sana. Observe: “Si oyeres atentamente la voz del Eterno tu Dios, e hicieres lo recto delante de Sus ojos, y dieres oído a Sus mandamientos, y guardares todos Sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque Yo soy el Eterno tu sanador” (Éxo. 15:26).
En el Antiguo Testamento, Dios usa varios nombres para designar quién y qué es Él. En este versículo, se introduce como Yahvé-Rafá, lo que significa “el Dios que sana” — o el “Dios sanador”.
Poco después de esto, Dios le dijo a Israel que no debían servir a otros dioses. He aquí Su instrucción y la promesa para ellos si obedecían: “No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas. Mas al Eterno vuestro Dios serviréis, y Él bendecirá tu pan y tus aguas; y Yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti” (Éxo. 23: 24-25).
En Deuteronomio Dios añadió: “Y quitará el Eterno de ti” — sanará — “toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto, que tú conoces, no las pondrá sobre ti” (7:15). Y luego, “Ved ahora que Yo, Yo soy, Y no hay dioses conmigo; Yo hago morir, y Yo hago vivir; Yo hiero, y Yo sano; Y no hay quien pueda librar de Mi mano” (32:39).
Dios se establece a Sí mismo como nuestro Sanador en estos claros versículos.
El Rey David entendió esto. En el Salmo 6:2, él oró, “Ten misericordia de mí, oh Eterno, porque estoy enfermo; Sáname, oh Eterno, porque mis huesos se estremecen”. El Salmo 41:4 es similar: “Yo dije: Eterno, ten misericordia de mí; Sana mi alma, porque contra Ti he pecado”. Después de este tipo de oraciones, David fue capaz de decir, “Eterno Dios mío, A Ti clamé, y me sanaste” (30:2).
David también oró, “Bendice, alma mía, al Eterno, Y no olvides ninguno de Sus beneficios” (Sal. 103:2). La mayoría de las personas hoy día no entienden que hay muchos beneficios maravillosos por servirle a Dios. A menudo Él es representado como un Dios de “No harás…” en vez del Dios que desea bendecir a Su Pueblo. David sabía que Dios está siempre dispuesto a perdonar y a sanar toda clase de enfermedad y dolencia. Note el siguiente versículo: “Él es quien perdona todas tus iniquidades [pecados], El que sana todas tus dolencias” (vs. 3).
A veces las personas se enferman por descuido — mala alimentación, falta de descanso o una forma incorrecta de vivir y pensar. Otros resultan heridos en accidentes innecesarios debido al descuido. Dios está dispuesto a perdonar aún a tales personas — y sanarlas. Considere este pasaje: “Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades; Su alma abominó todo alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte. Pero clamaron al Eterno en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió Su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina” (Sal. 107:17-20).
Tome en cuenta que el Salmo 103:3 dice en el mismo versículo que Dios perdona toda iniquidad (falta) y sana todas las dolencias. David le había pedido misericordia a Dios en el Salmo 41. Se requiere la misericordia cuando el perdón es necesario. Sanar implica el perdón de pecados físicos.
Ningún doctor, fármaco o medicamento pueden perdonar el pecado — ¡sólo Dios puede hacerlo! Por lo tanto, ningún doctor, fármaco o medicamento pueden sanar. ¡Pero Dios puede! Es vital que entendamos por qué la sanación y el perdón de los pecados a menudo son mencionados en el mismo contexto. ¡Dios es el Único que puede hacer ambas cosas!
Tres ejemplos
Ahora debemos examinar tres historias de casos separados del Antiguo Testamento donde cada una involucra a un rey. De estos relatos surgen lecciones sumamente importantes.
David no fue el único a quien Dios sanó. Al rey Ezequías de Judá se le había sido dicho personalmente por el profeta Isaías que iba a morir. Pregúntese: ¿Qué haría yo en tales circunstancias? II Reyes 18:5 registra que Ezequías “En el Eterno Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá”.
He aquí el relato: “En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amós, y le dijo: el Eterno dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró al Eterno y dijo: Te ruego, oh Eterno, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra del Eterno a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de Mi pueblo: Así dice el Eterno, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que Yo te sano; al tercer día subirás a la casa del Eterno. Y añadiré a tus días quince años… y sanó” (II Reyes 20:1-7).
En fe, Ezequías buscó con lágrimas a Dios. Él no salió apresurado hacia un hospital ni buscó médicos. Él buscó revertir la voluntad de Dios a través de la oración y de la fe.
El próximo relato involucra al rey Ocozías de Israel, hijo del malvado rey Acab. Su ejemplo es muy diferente al de Ezequías. Observe: “Y Ocozías cayó por la ventana de una sala de la casa que tenía en Samaria; y estando enfermo, envió mensajeros, y les dijo: Id y consultad a Baal-zebub dios de Ecrón, si he de sanar de esta mi enfermedad. Entonces el ángel del Eterno habló a Elías tisbita, diciendo: Levántate, y sube a encontrarte con los mensajeros del rey de Samaria, y diles: ¿No hay Dios en Israel, que vais a consultar a Baal-zebub dios de Ecrón? Por tanto, así ha dicho el Eterno: Del lecho en que estás no te levantarás, sino que ciertamente morirás. Y Elías se fue. Cuando los mensajeros se volvieron al rey, él les dijo: ¿Por qué os habéis vuelto?” (II Reyes 1:2-5).
Baal-zebub era el dios-deidad patrón de la medicina, que estaba ubicado en la ciudad de Ecrón. Su nombre literalmente significa “el señor de los estercoleros” o el “señor de las moscas”. En la antigüedad, las personas entendían que las moscas eran sucias y transportaban muchas enfermedades. Por supuesto, comúnmente son vistas en todo tipo de estiércol. La intervención de Baal-zebub era buscada al inquirir a través de sus sacerdotes representantes. Sin embargo, Dios dice que Él es el que sana.
A Dios no le agradó que Ocozías buscara un dios diferente — uno que no podía sanar. ¿El resultado? Ocozías murió. El relato de Ezequías indica que pudo haber sido innecesariamente. Si Ocozías hubiese buscado al verdadero Dios que sana, podría habérsele concedido muchos años más de vida
El relato final implica la fascinante historia del rey Asa de Judá. Asa fue un rey justo que al inicio confió en Dios. Como resultado, Dios bendijo y protegió a Judá por más de treinta y cinco años. II Crónicas 15:17 registra que “el corazón de Asa fue perfecto en todos sus días”. Su obediencia a Dios era perfecta, pero su fe no. Esta es aquí la lección crítica.
Si bien Dios había prometido que Él siempre pelearía las batallas de Judá, Asa perdió la fe y pagó tributo en dinero al rey de Asiria a cambio de su asistencia como un aliado. Dios condenaba a Su pueblo al cautiverio de forma consistente por buscar alianzas físicas con las naciones circundantes, cuando Él estaba perfectamente dispuesto y era capaz de defenderlos — luchar por y en lugar de ellos. Casi de forma tan consistente, Israel se rebelaba y no buscaba primero al verdadero Dios.
He aquí el relato de Asa: “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó al Eterno, sino a los médicos”. Debido a que Asa ignoró la función de Dios como Sanador, él “durmió… con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado” (II Crón. 16:12-13).
El resto del relato muestra que el profeta Hanani había visitado a Asa para hacerle reconocer que él se había alejado de Dios. Pero Asa se enojó y lo arrojó en la prisión. Fue sólo poco tiempo después que Asa se enfermó.
Dos evangelios
Muchos versículos del Nuevo Testamento abordan la sanación, pero todavía no estamos listos para examinarlos y entenderlos. Es importante que primero sea considerado un poco de material con antecedentes adicionales.
Durante su ministerio de tres años y medio Cristo predicó — como un anuncio anticipado — el evangelio del venidero reino de Dios. Marcos 1:14-15 registra la primera declaración del propósito y la comisión Cristo — Su mensaje: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”.
Cuando Cristo le hablaba a un grupo de oyentes en el desierto explicó Su propósito — Su responsabilidad: “Pero Él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas 4:43).
En el Antiguo Testamento fue profetizado que Jesús iba a venir como un mensajero — Él fue enviado con un mensaje — del evangelio. Note Malaquías 3:1: “He aquí, Yo envío Mi mensajero [Juan el Bautista, previo a la primera venida de Cristo], el cual preparará el camino delante de Mí; y vendrá súbitamente a Su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el Ángel [Jesucristo] del pacto, a quien deseáis vosotros”.
Cristo fue el Mensajero, no el mensaje. Su mensaje — el evangelio del reino de Dios — es el centro mismo de toda la Biblia.
Compare ahora este versículo con otro: “La ley y los profetas [sólo las escrituras del Antiguo Testamento habían sido predicadas previamente] eran hasta Juan [el Bautista]; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él” (Lucas 16:16).
La predica del mensaje de Cristo estuvo acompañada de milagros y sanaciones. Estos siempre iban de la mano. Observe: “Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mat. 4:23).
El mundo es ignorante del verdadero evangelio. Los líderes del cristianismo de este mundo lo han suprimido y han sustituido en su lugar una variedad de evangelios falsos. El apóstol Pablo advirtió poderosamente a aquellos quienes torcerían o pervertirían el evangelio, o lo reemplazarían con una falsificación. He aquí lo que les dijo a los cristianos gálatas: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (1:6-7). Esto dice el evangelio “de” Cristo, no “sobre” Cristo. Recuerde, el evangelio de Cristo era sobre el reino de Dios.
Pablo prosiguió a advertir: “Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (1:8-9).
¡Palabras fuertes! ¡Ay de cualquiera que predique un evangelio falso! Sin embargo, por casi 1.900 años, el verdadero evangelio no fue predicado. No fue sino hasta el siglo veinte que Dios restauró para el mundo en general el conocimiento de qué es el verdadero evangelio.
Satanás es el dios de este mundo. Por miles de años él ha sido capaz de cegar a la humanidad a la verdad del venidero reino de Dios. Pablo también les advirtió a los hermanos corintios para que no fueran engañados. Hablando de Satanás, el escribió, “en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (II Cor. 4:4). Apocalipsis 12:9 declara que Satanás “engaña al mundo entero”.
¿Cómo lo ha hecho? Más específicamente, ¿cómo ha engañado a las masas del cristianismo tradicional?
A la Iglesia del Nuevo Testamento se le advirtió que rechazara a quienes trajeran “otro evangelio” u “otro Jesús”, o que derivaran su autoridad de “otro espíritu”. Siete capítulos después en II Corintios, Pablo explicó como Satanás (11:3) engaña a tantos: “Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (11:4). En términos generales, este “otro Jesús” que sigue el cristianismo profeso es uno que no sana y no sufrió horriblemente por nuestros pecados (como entenderemos más adelante), antes de la crucifixión.
Muchos serán engañados
¡Entienda ahora! El diablo personalmente no anda por las calles de un lado a otro ni entra a las iglesias a enseñar un falso evangelio o falsas doctrinas. Él usa a sus ministros. Note la advertencia adicional de Pablo a los Corintios: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (11:13-15).
Sí, Satanás tiene ministros — y se presentan como ministros de luz y justicia. Ellos parecen ser los ministros de Dios. No es de extrañar que aquellos que traen un evangelio falso no entiendan los milagros y sanaciones que siempre acompañan la predica del verdadero evangelio.
En Mateo 24, Cristo habla de las tendencias, las condiciones y los eventos más importantes que aparecerán justo antes de Su Regreso. Sus discípulos querían que Él explicara qué ocurriría: “Y estando Él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de Tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en Mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (vs. 3-5).
Muchos han venido alegando la autoridad de Cristo — ¡y muchos han sido engañados! Los ministros de Satanás han fallado en anunciar el venidero reino o gobierno de dominio mundial de Dios. Ellos con mayor frecuencia han reemplazado el mensaje de Cristo acerca del reino con un mensaje acerca del Mensajero. El Mensajero no es el mensaje. Su anuncio fue el mensaje — y aún lo es.
Pero Cristo anticipó que, justo antes del fin, Su Iglesia predicaría el verdadero evangelio en todo el mundo. Note: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (vs.14).
El relato de Marcos de esta misma profecía añade: “Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones” (13:10). Tres capítulos después, Cristo comisionó a Sus seguidores — los apóstoles, y aquellos verdaderos ministros que de forma fiel enseñarían Su mensaje — a llevar fielmente el verdadero evangelio al mundo: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (16:15).
Mateo 24:14 claramente declara que la predicación del reino de Dios ocurriría previo al “fin”. Si esto hubiera estado ocurriendo por los casi 1.900 años anteriores, esta declaración no tendría sentido. (Sólo un número relativamente reducido de personas escucharon en secreto el verdadero evangelio durante este tiempo). ¿Cómo podría haber sido profetizado que ocurriría al final si había estado sucediendo a lo largo de la historia? Pero Cristo anticipó que un periodo final de testimonio y advertencia ocurriría antes de Su Regreso. ¡Y, comenzando en 1934, esto ocurrió!
¡La Iglesia de Dios Restaurada continúa predicando este evangelio hoy en día! (Para aprender más acerca de este tema, lea nuestro folleto ¿Cuál es el verdadero evangelio?).
Dos Iglesias
No obstante, ni Mateo ni Lucas registraron que las sanaciones públicas acompañarían la predicación del evangelio al final de la era. Esto se debe a que la sanación es ahora para la Iglesia (Stgo. 5:14-14), la cual Cristo prometió edificar (Mat. 16:18). Debía ser una Iglesia que guarde los mandamientos, compuesta de aquellos que buscan agradar a Dios en todo lo que hacen (I Juan 3:22).
Apocalipsis 12 describe en resumen la historia de 2.000 años de la verdadera Iglesia de Cristo. Los escasos y pocos fieles del rebaño de Dios (Lucas 12:32) han sido perseguidos, sufriendo dificultades extremas y el martirio en las manos de otra iglesia, descrita en Apocalipsis 17. Esta gran iglesia es descrita como políticamente poderosa y que controla a los gobernantes, naciones y reinos de este mundo. También es descrita como “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires”. Ésta ha suprimido el verdadero evangelio del gobierno de Dios que viene a la tierra, y se ha descrito a sí misma como “el reino de Dios en la tierra”, presente en “los corazones de los hombres”.
Esta falsa iglesia, descrita como una “gran ramera”, comenzó en el año 33 D.C., bajo el liderazgo de Simón el mago (Hechos 8) — y para el segundo siglo estaba haciéndose pasar por la verdadera Iglesia de Dios. Judas 4 describe aquellos quienes “han entrado encubiertamente… que convierten en libertinaje [desenfreno] la gracia de nuestro Dios”. II Reyes 17:18-24 describe cómo, en el año 718 A.C., Samaria, en el norte de Israel, se volvió la sede de la religión babilónica de los misterios — desde la cual la falsa iglesia recibió sus doctrinas (Apoc. 17:5).
Pero el reino de Dios aún está siendo proclamado — y hoy día está siendo publicado con poder alrededor del mundo. Cuando ese evangelio esté siendo predicado, ocurrirán sanaciones y otros milagros. Los milagros sí acontecen todavía en la Iglesia de Dios. La verdadera Iglesia de Dios enseña y practica la verdad acerca de la sanación. ¿El resultado? Ocurren milagros y sanaciones — ¡y están incrementando!
Las sanaciones en el Nuevo Testamento
Algunos admitirán que el Antiguo Testamento muestra que Dios sana. Pero al mismo tiempo, parecen indispuestos a entender muchas escrituras básicas del Nuevo Testamento que son igual de claras. En cambio, la confusión reina debido a la falta de fe en las claras promesas de Dios.
Algunos piensan que Dios todavía sana, pero que Él sólo lo hace a través de la ciencia médica — que Dios estableció esto para nosotros hoy día. Otros creen que Dios sanaba en el pasado, pero solamente en el primer siglo a través de Cristo y los apóstoles. Otros aún van más lejos, creyendo que Dios puede sanar, pero no están seguros de que lo hará — o que Él los sanará a ellos.
Por supuesto, vimos en Mateo 4:23 que Cristo sanó “toda enfermedad y toda dolencia”. Después del Sermón del Monte de Cristo en los capítulos 5-7, el capítulo 8 registra: “Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante Él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (vs. 1-3).
Notó que cuando el leproso le preguntó si Él lo sanaría Cristo dijo: “Quiero”. Fue la voluntad de Cristo sanarlo. Aún es Su voluntad sanar.
Dos versículos después, Cristo se encontró con un centurión romano, demostrando que Dios también sana a los gentiles: “Entrando Jesús en Capernaum, vino a Él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; más los hijos del reino [los judíos de ese tiempo] serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora” (Mateo 8:5-13).
¿Qué es la sanación?
Recuerde que David pidió misericordia — perdón — cuando buscó a Dios para que lo sanara. Recuerde también que esto se debe a que la sanación implica el perdón de pecados.
Debemos entender. Pablo escribió que “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Pero, ¿qué es el pecado? Muchos se declaran a sí mismos “pecadores”, si bien no tienen ninguna idea de lo que esto significa, ¿Cómo pecaron ellos?
I Juan 3:4 declara: “el pecado es infracción de la ley”. Esto es conocimiento crítico que directamente relaciona la sanación al reino de Dios. ¿Cómo? La ley espiritual de amor de Dios (Rom. 7:14, 13:10; I Juan 5:3) será impuesta en Su reino. Ésta es mejor descrita como el camino de vida de “dar” y está resumida en los Diez Mandamientos.
El pecado acarrea un terrible castigo. Romanos 6:23 declara que: “la paga del pecado es muerte” — la muerte eterna. Podría decirse que la paga del pecado físico es enfermedad y dolencia. La violación a la ley espiritual resultará en la muerte eterna. Las violaciones a las leyes físicas pueden resultar en enfermedad o incluso la muerte física.
Pero el pecado tiene otras consecuencias. Separa de Dios a las personas (Isa. 59:1-2), y esto incluye Sus bendiciones (Jer. 5:25). Cuando Dios puso en marcha Su gran ley espiritual, castigos automáticos por la desobediencia fueron puestos en marcha con ésta.
Pero, ¿cómo es liberado alguien de la pena del pecado — físico o espiritual?
Si bien la mayoría en el cristianismo tradicional nunca entienden por completo el sacrificio de Cristo por nuestros pecados espirituales — y lo que significa — ellos generalmente sí saben que “Cristo murió por nosotros”. Tome tiempo para leer Colosenses 1:13-16 y Efesios 3:9. Su sangre derramada pagó el castigo por las leyes espirituales quebrantadas. Pero, ¿qué acerca del perdón del pecado físico? ¿Cómo funciona esto? Muchos ni siquiera saben que hay tal cosa como el perdón del pecado físico — en parte porque casi nadie entiende y usa el término.
Entendamos. Los seres humanos están hechos del polvo de la tierra (Gen. 2:7). No importa cuánto tiempo pueda vivir una persona, eventualmente, morirá. No hay excepciones (Heb. 9:27).
Pero su cuerpo fue hecho con numerosos sistemas interconectados que, cuando funcionan juntos apropiadamente, resultan en buena salud. Cuando las leyes físicas son quebrantadas, los sistemas se estropean y ya no funcionan en armonía. Las cosas salen mal — y la enfermedad y la dolencia son el resultado. Este es el castigo por desobedecer una o más de estas leyes.
Regresemos a Mateo 8. Después de la sanación de la suegra de Pedro, el relato continúa en el versículo 16 con un entendimiento crítico de la función profetizada de Cristo en nuestra sanación. Primero leamos: “Y cuando llegó la noche, trajeron a Él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos: para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (vs. 16-17).
Este es un claro versículo del Nuevo Testamento acerca del cumplimiento de una profecía por parte de Cristo de llevar “nuestras” — incluyendo las nuestras hoy en día — enfermedades y dolencias. Esto es lo que dice. Esta es la promesa de Dios — y fue siempre parte de Su Plan que Cristo sufriera físicamente para que así Él pudiera remover el castigo que se cierne sobre nosotros por las leyes físicas quebrantadas.
Jesucristo voluntariamente pagó la pena por cada error físico que los seres humanos comenten y que resulta en mala salud. Cada afección, dolor, sufrimiento, enfermedad, padecimiento, herida, discapacidad física — e incluso la misma muerte — están cubiertos dentro de la promesa de Cristo.
Jesús literalmente toma sus pecados físicos y los lleva en lugar de usted. Éstos no están colocados en algún tipo de condición suspendida. Son removidos por Cristo. A través del milagro de Dios, ¡han desaparecido!
La detallada profecía de Isaías
Mateo hizo referencia a Isaías. Este profeta registró dos pasajes asombrosos que describen el terrible sufrimiento de Cristo antes de Su crucifixión en el madero. Examinar y considerar su significado revela cómo Cristo fue capaz de llevar nuestras enfermedades y dolencias. Esta vez, leamos en la Versión Estándar Revisada: “Como muchos estuvieron sorprendidos de Él — Su apariencia estaba tan desfigurada, lejos del semblante humano, y Su figura lejos de la de los hijos de los hombres — así hará Él sobresaltar [conmocionar, asombrar] a muchas naciones; los reyes cerrarán sus bocas debido a Él; porque verán lo que no se les ha sido dicho, y entenderán lo que no han oído” (52:14-15).
Sí, el verdadero sufrimiento y condición de Cristo algún día serán algo impactante — ¡impresionante! — para muchos. Observe que son mencionados dos grupos cuando se hace referencia a lo que Cristo soportó. Aquellos que “estuvieron” sorprendidos con lo que sufrió — y aquellos que se “sobresaltarán” por este conocimiento, y por el poder y la gloria supremos que Cristo tendrá cuando regrese como Rey de reyes y Señor de señores. ¡En ese momento, el mundo entero reconocerá a Cristo como Rey y Sanador de toda enfermedad conocida por el hombre!
Este extenso pasaje en realidad continúa más allá de la división artificial del capítulo. Estos versículos completan la imagen del cumplimiento del papel Cristo — y de cómo la vasta mayoría de la humanidad malentendería y “rechazaría” al verdadero Cristo. Ahora continuando: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de Él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Eterno cargó en Él, el pecado de todos nosotros” (53:3-6).
Estas son palabras gráficas. Lo que sufrió Cristo no fue una cosa ligera. La imagen típica de Él colgando en el madero sólo muestra una pequeña cantidad de sangre por donde entró la lanza (Juan 19:34) y un poco más saliendo de Su corona de espinas (Mateo 27:29) ¡Esta imagen dista mucho de cómo Él se veía realmente!
Un pasaje adicional del Nuevo Testamento resume la imagen de lo que acabamos de ver. I Pedro 2:22, 24 habla sobre Cristo, “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en Su boca… quien llevó Él mismo nuestros pecados… y por cuya herida fuisteis sanados”.
Los azotes de Cristo
El apóstol Pedro habló de la “herida” de Cristo. ¿Registra el Nuevo Testamento cuándo y cómo fue hecho esto? Note: “Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado” (Mat. 27:24-26).
Otros dos relatos del evangelio confirman lo que sucedió: “Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado” (Marcos 15:15). También: “Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó… Así que entonces [después] lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron” (Juan 19:1, 16).
Estos pasajes claramente revelan que los “azotes” de Cristo ocurrieron antes que fuese llevado para ser crucificado. Ese fue un evento separado. Esto conlleva un significado distinto e importante. Ahora usted entiende por qué sucedió.
Pause por un momento y reflexione en lo que Cristo estaba dispuesto a soportar en nombre de aquellos que necesitan el maravilloso poder de sanación de Dios. Pregúntese a sí mismo cuándo, si alguna vez, usted siquiera ha oído a uno de los predicadores de este mundo explicar, o estar dispuesto a describir, la terrible golpiza que Cristo estuvo dispuesto a soportar para que así los seres humanos pudieran ser reestablecidos de cada padecimiento físico concebible que uno pueda imaginarse a una salud perfecta.
Dios se describe como un Padre “quien se compadece de Sus hijos” (Sal. 103:8-13). Todos los padres saben cuan doloroso es ver a sus hijos enfermos o sufriendo. Y somos solamente seres humanos físicos. ¿Cuanta más compasión sentiría Dios, como nuestro Padre espiritual, hacia Sus hijos enfermos, de la que sentiría cualquier padre humano?
Dios está dispuesto aplicar el sacrificio físico del sufrimiento de Cristo a favor de usted. Él no está renuente ni es poco entusiasta en Su deseo de verlo “prosperar en todas las cosas, y que tenga salud” (III Juan 2) — y disfrutando la vida “abundante” (Juan 10:10). Aunque debemos estar dispuestos a reconocer que hemos quebrantado ciertas leyes — y estar dispuestos a cambiar — ¡Dios está ansioso por sanar!
Satanás odia las leyes de Dios. Efesios 2:2 establece que su espíritu “opera en los hijos de desobediencia”. Él quiere que la humanidad crea que puede desobedecer las leyes de Dios — físicas y espirituales — y que no sufrirá sanciones. Entonces, cuando ocurren ciertas sanciones naturales, las personas recurren a la ciencia médica para remover los efectos — enfermedades y dolencias.
Cristo nuestra Pascua
I Corintios 5:7 declara que “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”. Cada año, en la noche de Pascua, a los cristianos se les ordena congregarse para un servicio conmemorativo muy solemne, que recuerda el sufrimiento y la crucifixión de Cristo. Es diferente a cualquier otra ocasión del año.
Pablo explicó: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es Mi cuerpo que por vosotros es partido ; haced esto en memoria de Mí. Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de Mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y [dos símbolos distintos] bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa [ambas cosas] del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre [ambas cosas] del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen [han muerto]” (I Cor. 11:23-30).
A los cristianos se les instruye pausar — dejar las actividades — y reflexionar sobriamente en lo que Cristo soportó. En Corinto algunos fueron negligentes en hacerlo. Ellos no apreciaron cómo Cristo los habría sanado. ¿El resultado? “Muchos [estaban] enfermos y debilitados…y muchos [murieron]” — innecesariamente.
Dios quiere que entendamos el perdón de los pecados. Es por esto que Pablo escribió sobre el “cuerpo de Cristo que por vosotros es partido”.
Mateo 9, Marcos 2 y Lucas 5 todos contienen un relato paralelo de Cristo sanando a “un paralítico, tendido sobre una cama” (Mat. 9:2). Lucas lo explica en más detalle, y deja absolutamente claro cómo la sanación está conectada de forma directa al perdón de los pecados. Lea con cuidado este largo pasaje:
“Aconteció…, que Él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con Él para sanar. Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de Él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. Al ver Él, la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
“Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: ¿Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
“Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas” (5:17-26).
Considere lo que este relato está diciendo en realidad. Cristo dice que decirle a alguien que está sanado (“Levántate y anda”) y perdonarlo (“Tus pecados te son perdonados”) son uno y lo mismo. Por supuesto, los escribas y fariseos no entendían esto, y lo consideraron una blasfemia. (Por supuesto, como Dios, Cristo tenía el poder — la autoridad — para perdonar pecados). Los hombres de hoy día no entienden que los doctores no pueden sanar porque los doctores no pueden perdonar pecados.
¡Pero ahora usted entiende!
La “oración de fe”
Mencioné previamente que ahora la sanación es para aquellos que están en la Iglesia. ¿Dónde dice esto? El apóstol Santiago describe a aquellos en la Iglesia que están enfermos siendo “ungidos” por el ministerio. (Hechos 19:12 declara que esto a veces es hecho a través del uso de un paño ungido enviado por correo).
Leámoslo: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (San. 5:14-15).
Regresaremos después a este versículo, pero aquí deberíamos reconocer que éste introduce el elemento crucial de la fe a la ecuación de Dios para la sanación. El versículo habla de la “oración de fe” trayendo el “perdón de los pecados” y alivio salvador al “enfermo”.
¿Cuál es entonces la definición bíblica de la fe? Es muy importante establecer este entendimiento. Todos los que desean ser sanados deben aprender a entender y demostrar la verdadera fe bíblica.
¡En el próximo capítulo usted aprenderá lo que es la verdadera fe!