El 1 de enero, al filo de la medianoche: Phil y Julia festejan como si no hubiera un mañana, en una pista de baile de salón llena de hombres con esmoquin y mujeres con vestidos de noche.
Ralph, sintiéndose feliz y cálido, se abre paso entre el tráfico, ebrio al volante de una potencial máquina de matar, ajeno al peligro que representa para sí mismo y para los demás. Todd y Mara, extraños que acaban de conocerse, intercambian besos mientras bailan a 120 pulsaciones por minuto en una discoteca oscura. Fred sale corriendo de su casa, apunta su pistola al aire y dispara unas cuantas veces. Marta se sienta en un banco de una fría catedral y susurra la misma oración una y otra vez. Susan se sienta en casa viendo la televisión y envidia a las masas que se reúnen en el Times Square y desearía estar allí, en cualquier lugar, menos estar sola en casa en Año Nuevo.
No obstante, hay algunos otros esparcidos por todo el mundo que no estarán en la víspera de Año Nuevo. No estarán de fiesta en una pista de baile de salón, ni beberán y conducirán, ni intercambiarán besos ilícitos con extraños, ni dispararán al aire, ni se sentarán junto a otros cristianos profesos, rezando de memoria. Y no estarán sentados solos en casa, deseando estar fuera con el resto del mundo, recibiendo el Año Nuevo. En lugar de eso, tratarán el Año Nuevo como un día más.
¿Por qué?
El mundo está lleno de infinitas costumbres y tradiciones. Sin embargo, pocos buscan comprender — investigar — el origen de las cosas. La mayoría sigue las prácticas populares sin cuestionarse y eligen hacer lo que todos los demás hacen simplemente porque es más fácil. La mayoría conserva las mismas creencias que aprendieron en la infancia, suponiendo que lo que creen y hacen es correcto. Dan por sentado sus creencias y nunca se toman el tiempo para estudiarlas o probarlas realmente.
¿Deberían los verdaderos cristianos, — cuyo llamamiento y meta es imitar la vida perfecta de Jesucristo — celebrar el Año Nuevo? ¿Deberían quedar atrapados en la emoción? ¿Qué podría haber de malo en “resuene lo viejo, resuene lo nuevo”? ¿Cuál es el origen de esta festividad? ¿Qué dice Dios al respecto? Le sorprenderá saber la verdad que los ministros que profesan el cristianismo no saben — o no enseñarán.
Una breve historia del Año Nuevo
Antes de ver lo que dice la Biblia sobre el Año Nuevo, primero debemos examinar la historia de esta popular festividad. Note esto en la Enciclopedia Británica: “El registro más antiguo conocido de una fiesta de Año Nuevo data aproximadamente del año 2000 a. C. en Mesopotamia, donde en Babilonia el Año Nuevo (Akitu) comenzaba con la luna nueva después del equinoccio de primavera (a mediados de marzo) y en Asiria con la luna nueva más cercana al equinoccio de otoño (a mediados de septiembre)”.
Ahora observe esto: “Entre los pueblos antiguos el comienzo del año estaba determinado por uno de varios eventos, como el equinoccio de primavera u otoño o el solsticio de invierno o verano. En Egipto, por ejemplo, a partir del año 2773 a. C., el año comenzó con la salida helíaca de Sirio, que coincidió con el inicio del período de inundación del Nilo y se produjo poco después del solsticio de verano” (Enciclopedia Americana). Los antiguos egipcios, fenicios y persas comenzaban su año nuevo con el equinoccio de otoño (21 de septiembre), mientras que los griegos, hasta el siglo V a. C., observaban su año nuevo con el solsticio de invierno (21 de diciembre).
World Book dice: “Muchos pueblos antiguos… realizaban rituales para acabar con el pasado y purificarse para el nuevo año. Por ejemplo, algunas personas apagaban los fuegos que estaban usando y encendían otros nuevos”. Los celtas celebraban el Año Nuevo el 1 de noviembre, marcando el final del verano y la cosecha, y el comienzo del frío y oscuro invierno que se avecinaba. (Este fue un precursor de Halloween). Construían hogueras “sagradas” para ahuyentar a los espíritus malignos y honrar a su dios sol.
Note también esto: “En los primeros tiempos, los antiguos romanos se regalaban ramas de árboles sagrados para el Año Nuevo. En años posteriores, regalaron nueces cubiertas de oro o monedas impresas con imágenes de Jano, el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Enero [January en inglés] lleva el nombre de Jano, que tenía dos caras — una que miraba hacia adelante y otra hacia atrás” (ibid.).
Aquí hay más información de la Enciclopedia Británica: “Según el calendario republicano romano, el año comenzaba el 1 de marzo; después del 153 a. C. la fecha oficial fue el 1 de enero, y esto fue confirmado por el calendario juliano (46 a. C.)… A principios de la época medieval, la mayor parte de la Europa cristiana consideraba el 25 de marzo (Día de la Anunciación) como el comienzo del año, aunque para la Inglaterra anglosajona el día de Año Nuevo era el 25 de diciembre”.
Dado que los líderes católicos romanos creían falsamente que Jesucristo nació el 25 de diciembre (para obtener más información, lea nuestro folleto El verdadero origen de la Navidad), asumieron que su madre María lo concibió el 25 de marzo, nueve meses antes: “El 25 de marzo se llama la Anunciación a la Santísima Virgen María… Celebra la ocasión en que el arcángel Gabriel se apareció a la joven judía y le anunció que sería la madre de Jesús… Aunque la Iglesia comenzó muy temprano a conmemorar este evento, la fecha en sí no puede haber sido fijada antes de que se estableciera la fecha de Navidad, que fue en algún momento a finales del siglo IV. Las dos fechas dependen una de la otra, porque normalmente debían haber estado separadas por nueve meses... Luego, retrocediendo, la gente decidió que éste no era sólo el día en que comenzó la vida terrenal de Cristo — sino que era el día en que comenzó todo, el día de la creación misma. De aquí hubo un paso muy corto — casi inevitable — a la idea de que el 25 de marzo debía ser el comienzo del año, y desde el siglo XII hasta la reforma del calendario en 1752, el 25 de marzo era el día de Año Nuevo” (Días y Costumbres de todas las creencias, Howard V. Harper).
Estos relatos históricos dejan claro que la historia de la víspera y el día del Año Nuevo están profundamente arraigadas en tradiciones paganas. Se originó en las mentes de los hombres — adoradores de ídolos paganos — y se desarrolló lentamente a lo largo de los siglos.
Dios aborrece todas las costumbres y tradiciones paganas — incluido el Año Nuevo
Observe lo que Dios piensa acerca del Año Nuevo y de cualquier festividad que tenga sus raíces en prácticas, costumbres y tradiciones paganas. Le sorprenderá.
Comencemos con Jeremías 10:2-3, “No aprendáis el camino de las naciones… porque las costumbres de los pueblos son vanidad”. Este es un mandato claro de Dios — en su Biblia. A través de su palabra, Dios describe a “las naciones” como aquellos que adoran la naturaleza (el sol, la luna, las estrellas, los árboles, etc.), o los ídolos hechos por el hombre, o cualquier cosa que no sea el único Dios verdadero. Él se refiere a naciones cuando habla de esas personas y sus prácticas. Los hombres los llaman paganos. Los cristianos comprenden que Dios aborrece todas las costumbres, prácticas y tradiciones que tienen raíces paganas.
¿Qué tan serio es Dios acerca del paganismo? Siga atentamente los siguientes pasajes. Cuando rescató a las 12 tribus de Israel de Egipto y las sacó de la brutal esclavitud, Dios ordenó: “No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos [de hombres]” (Lev. 18:3). Dios dijo a los israelitas que no se contaminaran con las prácticas y costumbres de las naciones vecinas (vs. 24-29). “Guardad, pues, mi ordenanza, no haciendo las costumbres abominables que practicaron antes de vosotros, y no os contaminéis en ellas. Yo el Eterno vuestro Dios” (vs. 30).
Dios maldijo a Egipto con 10 plagas y liberó a Israel de la esclavitud. Dividió el Mar Rojo y los condujo a un lugar seguro. Los alimentó con maná del cielo, los protegió de los ejércitos gentiles experimentados en batalla, los llevó a la Tierra Prometida y expulsó a sus enemigos. ¿Cómo trató Israel a Dios a su vez? “Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas; no se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias, sino que se rebelaron junto al… Mar Rojo. Muy pronto olvidaron sus obras; no esperaron su consejo. Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto; y tentaron a Dios en la soledad... Hicieron becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria [del Dios verdadero] por la imagen de un buey que come hierba. Olvidaron al Dios de su salvación, que había hecho grandezas en Egipto, maravillas en la tierra de Cam, cosas formidables sobre el Mar Rojo... Pero aborrecieron la tierra deseable; no creyeron a su palabra, antes murmuraron en sus tiendas, y no oyeron la voz del Eterno... Se unieron asimismo a Baal-peor, y comieron los sacrificios de los muertos. Provocaron la ira de Dios con sus obras” (Sal. 106:7, 13-14, 19-22, 24-25, 28-29).
Dios ordenó explícitamente a Israel que expulsara y destruyera por completo a todas las naciones paganas que ocupaban la Tierra Prometida (de Canaán). Sobre todo, no debían hacer alianzas políticas ni emparentarse con ellos (Deut. 7:1-3, 5, 16). ¿Por qué? “Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos” (vs. 4).
Pero los israelitas — que pensaban que sabían más que Dios — decidieron hacer las cosas a su manera. El cuadro es terrible: “No destruyeron a los pueblos que el Eterno les dijo; antes se mezclaron con las naciones, y aprendieron sus obras, y sirvieron a sus ídolos, los cuales fueron causa de su ruina. Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios, y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán, y la tierra fue contaminada con sangre. Se contaminaron así con sus obras, y se prostituyeron con sus hechos” (Sal. 106:34-39).
Para despertar a Israel y volver a encaminarlo a ser la nación modelo que Él siempre había deseado, Dios entregó a Israel a sus enemigos. Israel se arrepintió. Dios los rescató. Entonces Israel volvió a seguir a otros dioses. Dios los castigó nuevamente. Israel se arrepintió nuevamente. Así fue el ciclo de liberación-idolatría-castigo-arrepentimiento (vs. 40-46), hasta que finalmente, Dios no tuvo otra opción que “divorciarse” de un Israel infiel (Jer. 3:6-11). Él utilizó a los asirios para invadir, conquistar, reubicar y esclavizar el reino norte de Israel (II Reyes 17), que “desapareció” en la historia, habiendo olvidado su verdadera identidad nacional. (Incluso hoy, los descendientes modernos de esas 10 tribus “perdidas” no entienden quiénes son). Posteriormente, Dios envió el reino sur de Judá al exilio en Babilonia (II Reyes 24 y 25). (Para obtener más información, lea nuestro libro Estados Unidos y Gran Bretaña en la profecía. Este ofrece una enorme cantidad de pruebas que explican quiénes son estas tribus, dónde han estado a través de la historia — y por qué es tan importante que usted lo entienda).
El cautiverio vino porque Israel codiciaba las costumbres, rituales, tradiciones y caminos paganos. Después de examinar las escrituras anteriores, resulta obvio que Dios no toma las prácticas paganas a la ligera.
Dios NO es el autor de confusión
Los verdaderos cristianos saben que “Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (I Cor. 14:33). La palabra griega usada aquí para “confusión” también significa inestabilidad, desorden, perturbación, sedición, tumulto — palabras que describen acertadamente la caótica historia del Año Nuevo. Durante miles de años, los hombres siguieron cambiando su Año Nuevo de primavera a otoño, del 1 de marzo al 1 de enero (y en algunos casos, al 25 de diciembre), al 25 de marzo, y nuevamente al 1 de enero — ¡en pleno invierno!
Observe la Enciclopedia de las Religiones del Mundo de Merriam-Webster: “El 1 de enero fue restablecido como el día de Año Nuevo según el calendario gregoriano (1582), adoptado inmediatamente por los países católicos romanos. Otros países siguieron lentamente su ejemplo: Escocia, 1660; Alemania y Dinamarca, alrededor de 1700; Inglaterra, 1752; Suecia, 1753; y Rusia, 1918”.
Incluso hoy en día, los hombres no pueden ponerse de acuerdo sobre la fecha. Observe: “El año nuevo chino se celebra oficialmente en un mes que comienza a finales de enero o principios de febrero” y “El año nuevo musulmán cae el primer día del mes de Muharram y conmemora la fecha de la Hégira (16 de julio de 622 d. C., en el calendario gregoriano), el punto de comienzo del calendario musulmán. Puesto que el año musulmán es lunar y consiste en sólo 354 días, el comienzo del nuevo año fluctúa ampliamente según el calendario occidental” (Enciclopedia Americana). El año nuevo vietnamita, Tét, cae en algún momento entre el 21 de enero y el 20 de febrero. Y “…el año nuevo judío… se observa durante septiembre o principios de octubre. Los hindúes en diferentes partes de la India celebran el año nuevo en distintas fechas” (Libro Mundial).
Esto es lo que sucede cuando las personas insisten en seguir su propio juicio en lugar de confiar en Aquel que diseñó el universo entero y todo lo que hay en él.
No sólo la historia del Año Nuevo es confusa y caótica, sino también la festividad misma. Durante las celebraciones de Año Nuevo, la gente deja de lado toda inhibición — y muchas veces el respeto propio — y simplemente enloquecen. Consumen drogas, beben en exceso, practican sexo libre — y por lo general, con personas que apenas conocen. Estas acciones repentinas a menudo tienen repercusiones para toda la vida. Disparan armas al aire para “recibir el año nuevo”. El sentido común es ignorado con el fin de pasar un buen rato. Lo único que la gente lamenta es la resaca del día siguiente.
En 2007, la Administración Nacional de seguridad del tráfico en las carreteras de EE. UU. publicó un informe que revela que el número de muertes como resultado de conductores bajo los efectos del alcohol aumenta considerablemente entre los días festivos de Navidad y Año Nuevo. El número promedio de muertes por conducir en estado de ebriedad entre 2001 y 2005 fue de 36 por día. ¡Este número crece un 50 por ciento durante Navidad y Año Nuevo!
Observe también: “En promedio entre 2001 y 2005 (el último año para el cual hay datos completos disponibles), alrededor del 40 por ciento de todas las muertes durante los períodos festivos de Navidad y Año Nuevo ocurrieron en accidentes en los que al menos uno de los conductores involucrados estaba bajo los efectos del alcohol…” (ibid.).
Otra fuente añadió: “El 38 por ciento de todas las muertes por accidentes de tráfico durante el período navideño ocurrieron en accidentes que involucraron a un conductor ebrio o un motociclista y el 41 por ciento durante el período de Año Nuevo... Esto se compara con el 31 por ciento para el año en su conjunto” (“Nuevos datos muestran que las muertes por conductores en estado de ebriedad aumentan durante las vacaciones”, revista Seguridad y Salud Ocupacional).
El World Book (2010) registra que cuando Estados Unidos todavía estaba en su inicio, “muchos colonos estadounidenses en Nueva Inglaterra celebraban el año nuevo disparando al aire y gritando”. Lamentablemente, esta tradición todavía existe en algunas partes de Estados Unidos. Pocos piensan en cómo sus acciones, combinadas con la gravedad, pueden tener un efecto mortal. Lo que sube (las balas) tiene que bajar en alguna parte. Un ejemplo reciente de esto fue la víspera de Año Nuevo en enero de 2010, cuando el Daily Mail de Gran Bretaña informó que un niño de cuatro años murió repentinamente por una bala mientras estaba sentado con sus padres en un servicio religioso. La herida era enorme. Los expertos creen que el disparo, que atravesó el techo de la iglesia, fue realizado con un rifle de asalto AK-47 a más de dos millas de distancia. En la víspera de Año Nuevo de 2005, dos personas fueron impactadas por balas perdidas en diferentes partes del centro de Atlanta. Una de las balas impactó a una mujer en la cabeza. En Puerto Rico, se dice que se disparan tantas armas en Año Nuevo que puede parecer una zona de guerra.
Obviamente, una festividad tan caótica, violenta y peligrosa no refleja el mandato de Dios de “Hágase todo decentemente y con orden” (I Cor. 14:40). Una vez más, los cristianos reconocen esto acerca de las celebraciones de Año Nuevo — y las evitan.
Los verdaderos cristianos viven por la palabra de Dios — no por “tradiciones de hombres”
Los cristianos saben que deben vivir “de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4). También se dan cuenta que el hombre no puede confiar en sí mismo para distinguir el bien del mal porque “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jer. 17:9), y además “el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (10:23). Dios dice: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos… como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa. 55:8-9). El Creador nos diseñó y dio vida. Él sabe cómo se supone que debemos vivir.
Dios le ha dado a su creación un manual de instrucciones para ayudar a los hombres a vivir de la manera que Él pretendía originalmente (Juan 10:10). Ese “manual” — la Santa Biblia — es la palabra de Dios y su verdad (Juan 17:17). Está lleno de leyes, estatutos y juicios espirituales guiados por un perfecto conocimiento, sabiduría y entendimiento espiritual. II Timoteo 3:16-17 dice, “Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Sólo la palabra de Dios puede distinguir con precisión el bien del mal, la justicia (obediencia a los mandamientos de Dios — Salmos 119:172) del pecado (quebrantar las leyes espirituales de Dios — I Juan 3:4 y Romanos 7:17).
El pueblo de Dios entiende que, como el único estándar real de la verdad por el cual el hombre puede vivir, “la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35).
Pero la mayoría de las personas — incluida la mayoría de los considerados cristianos — aman y siguen las ideas de los hombres. Jesús lo sabía y advirtió: “Este pueblo de labios me honra, más su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres... Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición… invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido” (Marcos 7:6-9, 13).
Dios ordena a su pueblo no seguir prácticas paganas.
¿Hay algún ejemplo bíblico de siervos de Dios celebrando el Año Nuevo? ¿Qué acerca de David — llamado un hombre conforme al corazón de Dios? ¿Qué acerca de Abraham — el padre de los fieles? ¿Qué acerca de Moisés, o incluso de Jesucristo?
La respuesta a cada una es no. Tampoco existe ninguna instrucción bíblica para celebrar este día. Pero eso no impide que casi todos los cristianos profesos lo hagan. La sociedad — incluidos millones de personas que claman seguir a Cristo — ignoran a Dios y, de hecho, le dicen: “¡Nosotros decidiremos lo que debemos o no hacer!” El pueblo de Dios busca activamente la Biblia para conocer su voluntad. Su misión en la vida es vivir sólo por la palabra de Dios — no por las tradiciones de los hombres, incluidas todas las celebraciones paganas.
Las personas pueden adorar de maneras que representan cosas muy diferentes de lo que creen o pretenden sinceramente. Cuando han observado una práctica durante mucho tiempo llegan a identificarse con esta, como si fuera propia. Se sienten atraídas por esta. Cuando alguien trata de decirles la verdad — incluso presentando hechos, evidencia y pruebas — y, en el caso de las verdades bíblicas, las escrituras — muchos se vuelven hostiles — ¡se enojan abiertamente! — cuando alguien se atreve a hablar en contra de creencias sagradas personales.
La prueba es abrumadora de que los festivales populares son “tradiciones y mandamientos de hombres” — ¡condenados por Dios!
De cualquier modo, ¡millones de personas las celebran!
En otro pasaje, Dios deja absolutamente claro que no quiere que su pueblo mezcle sus caminos con caminos falsos. Leámoslo: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deut. 12:32). En otras palabras, haz exactamente lo que Dios dice — ¡ni más ni menos!
Dios tiene su PROPIO calendario, con su propio “Año Nuevo”
Cuando Dios instituyó la Pascua para Israel, también les reveló su calendario sagrado: “Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año” (Éxo. 12:2). El calendario de Dios comienza en la primavera, entre marzo y abril del sistema de calendario de este mundo. Levítico 23 revela todos los Días Santos especiales (sábados anuales) que los cristianos deben observar. Son dictados por el calendario de DIOS, no el del hombre. (Para obtener más información, lea nuestro folleto La verdad sobre el calendario de Dios). Aunque la Biblia nos dice cuándo comienza su año calendario, Dios no ordena — ni sugiere — ni siquiera permite — que sus seguidores dejen de lado el autocontrol por una noche de fiesta.
Su pueblo entiende los días que se les ordena observar: La Pascua y los siete días de Panes sin Levadura (a principios de la primavera) — la Fiesta de Pentecostés (o Primicias, a finales de la primavera) — la Fiesta de Trompetas (o Rosh Hashaná) — así como el Día de Expiación (o Yom Kipur), la Fiesta de Tabernáculos (Sucot) y el Último Gran Día (todos a principios del otoño). Dios explica cuidadosamente cuándo deben observarse estos días dentro de su calendario sagrado. Jesús los guardó, al igual que los apóstoles y la Iglesia del Nuevo Testamento (Mat. 26:17-19, 26-28; 28:18-20; I Cor. 5:6-8). La verdadera Iglesia — la única que Jesús estableció — los ha guardado durante 2.000 años, desde el año 31 d. C.
La mayoría de los que dicen ser cristianos creen que estos sábados anuales especiales son sólo para los judíos. Ellos prefieren las festividades paganas, instituidas en calendarios creados por el hombre. Los verdaderos cristianos entienden mejor.
Este es el mundo de Satanás — los verdaderos cristianos deben salir de éste
Los verdaderos siervos de Dios entienden que este mundo pertenece a Satanás. Él lo gobierna mediante engaños masivos en el nombre de Jesucristo. Aquí hay dos pasajes que usted nunca debe olvidar: “El gran dragón... la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apo. 12:9), y “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (II Cor. 4:4). En Génesis 3, Satanás engañó a Adán y Eva para que comieran del árbol prohibido, cortando así a su descendencia — la humanidad a través de los siglos — de Dios. Y Satanás es el mismo espíritu maligno que engaña al hombre para que cometa todos los pecados bajo el sol.
Mientras el diablo influya en las naciones del mundo, antes del ahora inminente regreso de Jesucristo, la humanidad seguirá ahogándose en el pecado — incluidas las costumbres y prácticas paganas, que pueden parecer inofensivas para la persona promedio, pero que en realidad insultan a Dios y son un hedor en sus narices.
Este mundo influenciado por Satanás está a punto de colapsar. Hablando del gran sistema religioso y político que ha engañado al mundo entero, Dios dice: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites” (Apo. 18:2- 3). ¡Haga este pasaje personal! Decídase a aprender y entender de quién está hablando Dios aquí. (Nuestro folleto ¿Quién o qué es la bestia de Apocalipsis? le dejará sorprendido por lo que no sabía).
Hablando de Babilonia en el contexto, Dios ordena a todo su pueblo a “Salir de ella [los caminos del mundo]… para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (vs. 4). Jesús dijo a sus discípulos, “no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo...” ¡Aunque deben vivir en éste, los discípulos de Jesús hoy no son — ni pueden ser — de este mundo!
La víspera y el día de Año Nuevo se originan de este mundo pagano influenciado por Satanás. Estos, junto con muchas otras festividades paganas, fueron diseñadas para engañar a toda la humanidad apelando a deseos carnales — o lo que la Biblia llama las obras de la carne: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes” (Gál. 5: 19-21).
Para cualquier persona honesta, gran parte de esta lista parece una descripción del Año Nuevo.
La última parte del versículo 21 en Gálatas dice: “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Los que verdaderamente sirven a Dios tienen sus mentes enfocadas en el reino de Dios (Mat. 6:33) — no en los deseos carnales de este mundo. Se esfuerzan por “despojarse del viejo hombre” (Col. 3:9), e imitar activamente el ejemplo perfecto y justo de Cristo. Deben dedicarse a Dios y su camino de vida. Permiten que la palabra de Dios les dirija, y guíe cada pensamiento y acción. Entienden que salieron del mundo — repito, incluidas sus costumbres, prácticas y tradiciones paganas. El Año Nuevo no es una excepción.
Para obtener más información sobre lo que Dios dice con respecto a sus Días Santos y los festivales de los hombres, lea nuestro folleto ¿Días santos de Dios o festivales paganos? Nuevamente, para una mirada más profunda a la navidad, lea El verdadero origen de la Navidad. Para conocer la verdad sobre la pascua florida, lea El verdadero origen de la Pascua Florida. Le sorprenderá el origen de estas celebraciones y la gran cantidad de escrituras claras que explican la perspectiva de Dios sobre estas tradiciones.
Pronto, Satanás será quitado de su trono y será reemplazado por Jesucristo, quien establecerá el gobierno de Dios — el camino de justicia, paz, misericordia y verdad — en la Tierra. Cuando llegue ese día, la humanidad ya no será engañada para practicar costumbres contrarias a la voluntad de Dios.
¡Ahora usted conoce la plena verdad sobre el Año Nuevo, sus orígenes paganos, su caótica historia y cómo Dios ve sus costumbres, tradiciones y prácticas!