La ingratitud es una parte integral de la sociedad. Si le pregunta a la mayoría de las personas si son ingratas, probablemente contestarán: “¡Por supuesto que no!” Sin embargo, esta actitud está tan arraigada en sus vidas que no pueden admitir abiertamente — o siquiera darse cuenta — que son ingratas.
¿Pero cómo puede usted saber si es desagradecido? ¿Hay cosas que identifican a la ingratitud? Y si es así, ¿qué puede usted hacer al respecto?
El Diccionario de Webster define a la “ingratitud” como: “Olvido de, o pobre agradecimiento por la bondad recibida”. También puede definirse como no apreciar o valorar lo que se tiene, o lo que se ha recibido. ¡La gratitud no expresada es también ingratitud!
En el mundo acelerado de hoy, la mayoría de las personas parece no tener tiempo para el agradecimiento. El trabajo, el transitar, la familia, la práctica de fútbol, las citas con el médico y muchas otras cosas son sus principales prioridades. Parece que no tienen tiempo para agradecer a los demás.
Pero considere lo siguiente. ¿Le ha dado usted alguna vez un regalo a alguien y no ha recibido las gracias? ¿Ha estado alguna vez en una tienda de comestibles, o en un restaurante y no se le agradeció por sus compras? ¿Se ha sentido desestimado por familiares, amigos, o en su lugar de trabajo? Si es así, ¿cómo se sintió? Probablemente no muy bien.
¿Alguna vez se ha preguntado de dónde viene esa mentalidad de ingratitud? Es vital comprenderlo antes de poder superar este problema.
Desde el pasado hasta el presente: Una nación — ingrata
Si vive en los Estados Unidos de América, o cualquier otra nación descendiente del antiguo Israel, usted vive en una de las tierras más abundantemente bendecidas del mundo. Este país disfruta de abundante comida, abrigo, electricidad, agua corriente, riqueza, aire acondicionado, calefacción, transporte, saneamiento y muchas otras bendiciones. Si vive en uno de estos países, tómese un momento para mirar a su alrededor y captar todas las bendiciones.
Sin embargo, estas tierras están llenas de gruñones y quejosos crónicos. Aunque hay innumerables bendiciones, parece que siempre hay innumerables cosas por las cuales quejarse — ya sea el tráfico, la economía, los precios de los alimentos, los problemas en el trabajo, las dificultades con la familia, el deseo de posesiones materiales adicionales, la mala salud, etc. ¡Nunca antes en la historia del hombre, el mundo había mostrado esta característica horrible como lo hace hoy!
La Biblia registra las experiencias de otra nación, la antigua nación de Israel, que también se quejaba y murmuraba constantemente. No importa lo que Dios hacía por ellos, nunca era suficiente.
Después de 430 años de esclavitud bajo los egipcios, los israelitas, a través de la intervención milagrosa de Dios, fueron liberados de la esclavitud. Al salir de Egipto, Dios les permitió recolectar riquezas, ganado, comida, oro, joyas y suministros. Dios realizó muchos milagros mientras viajaban por el desierto. Los seleccionó como Su pueblo, prometiendo llevarlos a una tierra “llena de leche y miel”.
Note las palabras claras de Dios a los israelitas: “Y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para llevarlos de esa tierra a una tierra buena y grande, a una tierra que fluye leche y miel” (Éxo. 3:8).
¡Pero esto no fue suficiente para ellos!
Al acercarse a la Tierra Prometida, Dios ordenó a los israelitas que enviaran espías para estudiar la tierra. La cual estaba ubicada entre otras naciones que eran enemigas de Israel.
Después de cuarenta días de espiar la tierra, regresaron. Y presentaron a Moisés, Aarón y a la congregación de Israel el fruto de la tierra, diciendo: “Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel... Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas” (Núm. 13:27).
Caleb, uno de los espías, le pidió permiso a Moisés para tomar la tierra. Pero los otros espías — excepto Josué — mintieron al pueblo, afirmando que estaba infestada de gigantes fuertes y poderosos.
Fíjese en la reacción de la multitud: “Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!
“¿Y por qué nos trae el Eterno a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto” (Núm. 14:2-4).
Israel fue tan descaradamente ingrato que querían regresar a Egipto — donde habían sufrido muchos cientos de años de brutal esclavitud. No apreciaron las asombrosas bendiciones que Dios les proporcionó o los muchos milagros poderosos que realizó para ellos.
Note la respuesta de Dios a su actitud: “Y el Eterno dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? Yo los heriré de mortandad y los destruiré...” (Núm. 14:11-12).
Sin embargo, Moisés razonó con Dios, lo que lo impulsó a cambiar de opinión.
Números 14 continúa: “Entonces el Eterno dijo: Yo lo he perdonado conforme a tu dicho... Mas ciertamente…todos los que vieron Mi gloria y Mis señales…y no han oido Mi voz; no verán la tierra que juré a sus padres, no, ninguno de los que Me han irritado la verá.
“¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra Mí, las querellas de los hijos de Israel, que de Mí se quejan?
“Entonces el Eterno dijo: Más tan ciertamente como vivo Yo, todos los que vieron Mi gloria y Mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y Me han tentado ya diez veces, y no han oído Mi voz, como has hablado en mis oídos, así te haré: vuestros cuerpos caerán en este desierto... no verán la tierra, de la cual juré a sus padres... Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, Yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que despreciasteis... y el pueblo se enlutó mucho... diciendo: Henos aquí, para subir al lugar del cual ha hablado el Eterno; porque hemos pecado” (Núm. 14:20, 22-23, 27, 29, 31, 39-40).
Dios llamó a los israelitas una “congregación malvada” por su ingratitud pecaminosa. Para Dios, una actitud ingrata es pecado — el mal — que lo provoca a ira. Aunque Dios no golpeó a Israel con pestilencia en ese momento, ni los desheredó, sí hizo que vagaran por el desierto durante 40 años adicionales, ¡hasta que murieron los que demostraron esta actitud! ¡Sus murmuraciones y su actitud ingrata los condenaron a no ver nunca la Tierra Prometida!
La mayoría está familiarizada con la frase: “Los que no aprenden de la historia están condenados a repetirla”. Esto se aplica a los descendientes modernos de Israel — los Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y otras gentes democráticas, principalmente de habla inglesa, dispersas alrededor del mundo. Está predicho que estas naciones van a revivir la historia — ¡y a experimentar muchos eventos terroríficos que vendrán pronto por las mismas razones que el antiguo Israel!
Cosechando maldiciones
Deuteronomio 28 ha sido llamado el capítulo de las “Bendiciones y Maldiciones”. Este registra una advertencia aleccionadora para aquellos que la escucharán. Esta profecía, dada hace casi 3,500 años, relata lo que se predice sucederá a las naciones orgullosas, arrogantes e ingratas.
Los primeros 14 versículos describen las muchas bendiciones maravillosas que se derramarán sobre las naciones que obedecen y adoran a Dios. La parte restante del capítulo enlista las innumerables maldiciones que se cosechan por desobedecer a Dios:
“Por cuanto no serviste al Eterno tu Dios con alegría, y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviaré el Eterno contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte.
“El Eterno traerá contra ti una nación de lejos… gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño; y él comerá el fruto de tu bestia, y el fruto de tu tierra, hasta que perezcas...
“Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías, en toda tu tierra; sitiará, pues, todas tus ciudades y toda la tierra que el Eterno tu Dios te hubiere dado” (Deut. 28:47-52).
La ingratitud es sólo uno de los muchos pecados que las personas de este país han cometido — ¡y serán llevados al cautiverio! ¡Esta es la advertencia de las páginas de su Biblia! Bajo cautiverio, todas las quejas, murmuraciones y quejas que consumen las vidas de las personas no tendrán importancia.
¡La ingratitud es un pecado mortal! La consecuencia de este pecado es grave — ¡y no debe tomarse a la ligera!
Ingratitud en los días de Cristo
La mayoría está familiarizada con los muchos relatos bíblicos de los milagros de Cristo. Él caminó sobre el agua, convirtió el agua en vino, alimentó a miles de personas con una pequeña cantidad de comida, expulsó demonios y sanó a muchas personas. Pero, aunque sanó a muchos, ¿cuántos cree que de hecho regresaron para agradecerle? Quedará sorprendido.
El capitulo 17 del evangelio de Lucas registra una sanación milagrosa. En este relato, Cristo sanó a diez leprosos. El versículo 12 registra: “Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
“Cuando Él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
“Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino éste extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (vs. 12-19).
De los diez leprosos, sólo uno regresó para agradecer a Cristo. Piense en esa afirmación. ¡Sólo uno de los diez agradeció a Dios por sanarlos de una enfermedad terrible!
Note la pregunta retórica de Cristo. Al comprender las características de la naturaleza humana, Él entendió perfectamente por qué los demás no habían regresado para agradecerle.
Pero ¿por qué la humanidad es tan intrínsecamente ingrata?
El pecado más común
Desde comerciales de televisión, programas, películas, centros comerciales y hogares, una actitud generalizada de egoismo está barriendo a las naciones de este mundo. Los adultos, los niños y los adolescentes son cada vez más ingratos.
Un acelerador principal de esta ingratitud es el comercialismo. La sociedad se ha visto atrapada en la mentalidad de “trabajas duro, así que te mereces un nuevo automóvil y unas vacaciones en Barbados”. Esto, a su vez, ha hecho que muchos crean en la ideología de que, si no adquieren estos lujos extravagantes, la vida los trata de manera injusta.
Antes de convocar un día nacional de ayuno, el presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, declaró: “Hemos sido los destinatarios de las bendiciones más selectas del cielo. Hemos sido preservados, estos muchos años, en paz y prosperidad. Hemos crecido en número, riqueza y poder como ninguna otra nación ha crecido; ¡pero hemos olvidado a dios! Hemos olvidado la Mano amable que nos preservó en paz, nos multiplicó, enriqueció y fortaleció; y en vano hemos imaginado, en el engaño de nuestros corazones, que todas estas bendiciones fueron producidas por una sabiduría superior y una virtud propia”.
¡Esta es una declaración tremendamente poderosa! Desde el momento en que el presidente Lincoln pronunció este discurso, la riqueza, la prosperidad y la paz experimentadas por los Estados Unidos son mucho mayores — junto con la actitud de orgullo, egoísmo e ingratitud.
¡Pero si este mismo discurso fuera dado hoy, habría un gran alboroto!
El apóstol Pablo escribió: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (II Timoteo 3:1-4).
Estas actitudes se están volviendo cada vez más evidentes en estos “últimos días”. (¡Por estos versiculos, incluso un ateo puede reconocer que estamos viviendo en estos días simplemente al encender la televisión!)
En contraste con el día de Lincoln, o incluso hace cincuenta años, la actitud ingrata de hoy es mucho peor. Si esa generación olvidó a Dios, y las muchas bendiciones que Él proporcionó para Estados Unidos de América, ¡entonces esta de-generación ni siquiera sabe que Dios existe!
En este mundo de estar obsesionado con “qué hay de nuevo” — desde las modas más novedosas, a las últimas canciones y la absurda corrección política — ¡la gratitud ha sido todo, excepto declarada inconstitucional!
Para encontrar la fuente de esta actitud, uno debe mirar en las páginas de la Biblia para encontrar el ser más egoísta, orgulloso, arrogante, egocéntrico e ingrato que haya existido jamás — Satanás, el diablo.
Antes de su rebelión contra Dios, Satanás (llamado primero Lucero) era un arcángel creado perfectamente. El profeta Isaías registra: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14).
El corazón de Lucero se levantó con arrogancia — vanidad. Fue desagradecido con Dios por darle la vida. Tampoco estaba agradecido con Dios por haberlo creado tan perfectamente. En cambio, se rebeló contra Dios y decidió creer que era mejor que su Creador — que su camino era superior al Camino de Dios.
Como el “príncipe de la potestad del aire” (Efe. 2:2), él transmite esta misma actitud hacia nosotros.
Cómo ser agradecido
Se ha dicho que la ingratitud es el pecado más común. Aunque es una parte de nuestra naturaleza, hay formas en que se puede evitar ser uno de los muchos que cometen el pecado de la ingratitud.
A continuación se muestran algunas formas sencillas de mostrar su gratitud hacia Dios y sus semejantes:
Agradezca a Dios todos los días: Dios nos ordena que vayamos a Él en oración con alabanza y agradecimiento. ¿Le agradece usted diariamente?
La Biblia está llena de ejemplos de los siervos de Dios que muestran su gratitud hacia Él.
I Crónicas 29 registra que el rey David se conmovió profundamente ante la generosidad del pueblo al preparar el Templo de Dios. David fue inspirado y expresó su seria y sincera gratitud en honor al gran Dios. Él exclamó: “Bendito seas Tú, oh Eterno, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Eterno, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son Tuyas. Tuyo, oh Eterno, es el reino, y Tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de Ti, y Tú dominas sobre todo; en Tu mano está la fuerza y el poder, y en Tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos Tu glorioso nombre. Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es Tuyo, y de lo recibido de Tu mano te damos” (vs. 10-14).
Pablo escribe: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo” (I Tes. 5:16-18).
El Salmo 92 registra un salmo esecial de sábado usado para alabar a Dios: “Bueno es alabarte, oh Eterno y cantar salmos a Tu nombre, oh Altísimo: anunciar por la mañana Tu misericordia y Tu fidelidad cada noche... Por cuanto me has alegrado, oh Eterno, con Tus obras: en las obras de Tus manos me gozo. ¡Cuán grandes son Tus obras, Oh Eterno! Muy profundos son Tus pensamientos... Mas Tú, Eterno, para siempre eres Altísimo. Porque, he aquí, Tus enemigos, oh Eterno, porque, he aquí, perecerán Tus enemigos; serán esparcidos todos los que hacen maldad” (vs. 1-2, 4-5, 8-9).
¡Nunca debe quedarse sin cosas para agradecer a Dios! ¡Acuda a Él en oración y dele gracias continuamente por todas las bendiciones que le ha proporcionado!
La Biblia registra que los fieles siervos de Dios haciendolo continuamente. También encontramos que la Biblia nos ordena que siempre demos gracias y alabemos a Dios.
¿Por qué? ¿Por qué Dios manda que lo alabemos con acción de gracias? ¿Requiere esto porque necesita nuestras alabanzas?
¡no!
¡Este mandato se repite a lo largo de la Biblia porque lo necesitamos! Para que nosotros, como cristianos, seamos más como Dios — el Ser más agradecido del universo — ¡Necesitamos aprender a ser agradecidos y alabarle todos los días!
Otra forma vital de demostrar gratitud hacia el gran Dios es a través de los diezmos y las ofrendas. El profeta Malaquías registra las palabras de Dios: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros Me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué Te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, Me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Eterno de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:8-10).
Aunque Dios provee absolutamente todo lo que tenemos, Él promete proporcionar más — a través de derramar bendiciones del cielo — ¡si simplemente hacemos nuestra parte pagando diezmos y ofrendas! A través de nuestra sincera dedicación en el apoyo de Su obra de los últimos tiempos, Él nos promete mucho más de lo que posiblemente podamos desear.
Diga “Gracias” frecuentemente: muchas personas temen agradecer a los demás. A menudo caen en la mentalidad de que, al agradecer, de alguna manera están endeudados o le deben algo a esa persona. ¡Pero la verdad está lejos de eso!
A lo largo de la historia, los grandes hombres han sido conocidos por agradecer específicamente a los demás. No es un signo de debilidad — es un signo de mansedumbre.
Piense en las cosas que las personas hacen por usted — desde abrirle una puerta, llevarlo a la tienda o proporcionarle una palabra amable y tranquilizadora. ¡Vivimos en una época en que la común cortesía y amabilidad están casi extintas!
Diga “gracias” y “por favor” con frecuencia. Nunca debe quedar sin gente a quien agradecerle. ¡Le sorprenderá lo felices que esas pequeñas palabras pueden hacer sentir a los demás!
Cuente sus bendiciones, no sus preocupaciones: mire a su alrededor. ¿Cuándo fue la última vez que perdió a un ser querido por inanición o enfermedad rampante? ¿Cuándo fue la última vez que dejó de comer para asegurarse de que sus hijos tuvieran comida? ¿Cuándo fue la última vez que tuvo que vender a sus hijos porque no tenía el dinero para sobrevivir o incluso para mantenerlos? Es probable que nunca haya experimentado estas cosas. Desafortunadamente, estas son realidades sombrías que muchos alrededor del mundo enfrentan cada día. ¡Agradezca a Dios cada día por todas las cosas terribles que no ha tenido que soportar!
Es común caer en la rutina de constantes “quejas” y refunfuñar de problemas y preocupaciones. Cuando se encuentre quejándose de finanzas, tráfico, problemas en el trabajo, problemas familiares, problemas con el automóvil, o cualquier otra dificultad o prueba que pueda estar experimentando, recuerde que todo lo que Dios hace y permite es por una razón. Aunque es difícil, es para un bien mayor — ¡si los supera!
Considere la siguiente analogía: Cada ingrediente utilizado para hacer una torta no siempre es dulce o bueno para el gusto. Por sí solos, sus gustos pueden ir desde lo amargo, lo salado, lo dulce, lo calcáreo. ¡Pero el resultado final — la torta — es delicioso y dulce!
El rey Salomón, el hombre más sabio que jamás haya vivido, registró: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Ecl. 3:1).
Aunque es difícil hacerlo, cuando experimente pruebas, busque el bien que Dios quiere que aprenda de ellas. Por ejemplo, si tiene problemas con el automóvil y necesita una reparación costosa, quizás esté manejando mal o gastando dinero en otras cosas, y Dios quiere que vuelva a examinar su presupuesto. Muchas de las dificultades que encuentra pueden ayudar a darse cuenta de si vive o no adecuadamente. ¡Puede aprender de estas experiencias!
Cuando las personas refunfuñan, se quejan de una situación que Dios ha permitido — y en ocasiones incluso ha causado — que ocurra.
Pablo nos exhorta a “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Fil. 2:14-15).
Finalmente, considere el ejemplo de Pablo al tratar con pruebas y aflicciones: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación” (4:11-14). Debemos aprender de las experiencias — tanto buenas como malas.
Cosas por las cuales ser agradecidos
A continuación se enumeran algunas cosas por las que debemos mostrar gratitud. Al leerlas, imagine cómo sería su vida sin ellas:
Amar a la familia y amigos: Después de crear al hombre, Dios declaró: “No es bueno que el hombre esté solo; Le haré ayuda idónea para él” (Gén. 2:18).
Dios creó a los humanos con la necesidad de la familia. Si está casado, aprecie a su esposo o esposa. Si tiene hijos, aprecie todos los buenos recuerdos que están construyendo juntos. Los problemas y las discusiones ocurrirán de vez en cuando, pero en esos momentos, imagine su vida sin sus seres queridos. Dese cuenta de lo diferente que sería.
Empleo: Sin empleo, ¿cómo se ganaría la vida? ¿Cómo comería o alimentaría a su familia? ¿Cómo se pagaría su renta o hipoteca? Todos los días, parece que los titulares informan que algún tipo de corporación “despidió” a cientos, incluso a miles de empleados. Sea agradecido a Dios por el trabajo que Él le ha proporcionado. Aunque puede experimentar dificultades con sus compañeros de trabajo o empleadores, reconozca que sin su trabajo, no tendría los medios para mantener a su familia o a usted mismo.
Comida, ropa, techo: Aunque el hombre ha saqueado, destruido y violado sistemáticamente la tierra que proporciona los materiales necesarios para la comida, la ropa y el techo, los Estados Unidos y los otros descendientes modernos de Israel tienen en abundancia estas grandes bendiciones. Otras naciones, sin embargo, no las tienen. ¡Aprecie estas cosas!
Dios entiende que, como seres humanos físicos, necesitamos sustancias físicas para sobrevivir. Observe: “¿Y por el vestido, por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?... pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6:28-32).
Si Dios cuida y viste incluso las flores, ¿cuánto más les proporcionará a los que le obedecen? Esto es lo que Su palabra declara.
¿Está agradecido por esta promesa? ¿O lo da por sentado?
La verdad de Dios: ¿Cuánto aprecia la Palabra de Dios — la Santa Biblia? Dios ha provisto una manera para que conozcamos y entendamos Sus leyes a través de este gran Libro de Instrucción. Note la declaración del presidente Lincoln acerca de esto:
“Creo que la Biblia es el mejor regalo que Dios le ha dado al hombre. Todo lo bueno del Salvador del mundo se comunica a través de este Libro. Muchas veces me he puesto de rodillas por la abrumadora convicción de que no tendría a dónde ir”.
El apóstol Pedro le dijo a Cristo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).
¿Se siente usted de la misma manera?
El sábado y los días santos de Dios: ¿Cuánto aprecia y agradece a Dios por Su sábado y Días Santos? Al observar esto, está separado — es diferente — del mundo. Estos le ayudan a entender el gran Plan de Dios y cómo Él lo ha puesto a nuestra disposición.
Teniendo en mente el propósito de Dios para los días Festivos, le permitirá ver mejor el “gran cuadro” y agradecer a Dios por permitirle ser parte de él.
El sacrificio de Cristo: Suponga que acaba de recibir noticias de que sólo le quedan treinta minutos de vida. ¿Cuánto más apreciaría tu vida — y todo en ella? Apreciaría estas cosas, como dice el dicho, “como si no hubiera un mañana”.
¡Pero es posible que no se haya dado cuenta de que actualmente está en la fila de la muerte!
A menos que esté bautizado y haya sido redimido de la pena de muerte — por el pecado — está condenado a muerte (Rom. 6:23).
Cristo — que es perfecto y sin pecado — derramó Su sangre en nuestro lugar, muriendo por nuestros pecados. Se convirtió en el Salvador de este mundo y de toda la humanidad.
¿Comprende completamente este conocimiento? ¿Aprecia este gran sacrificio? Al igual que un recluso perdonado segundos antes de que se active el interruptor de la silla eléctrica, debe estar agradecido — realmente agradecido — por esta redención.
Sin estas cosas, su vida sería vacía, superficial, miserable — ¡y completamente inexistente!
Lidiando con la ingratitud
Una de las situaciones más incómodas y difíciles para una persona es tratar con una persona ingrata. Alguien dijo una vez: “La forma más rápida de ganarse el desprecio de alguien es hacer demasiado por ellos”.
Un ejemplo de esto fue cuando a algunos de los que habían recibido cupones de alimentos durante años, el gobierno les había revocado sus beneficios. Esto causó una gran conmoción — muchos afirmaron ser víctimas de la injusticia. Cuando en realidad, habían recibido por mucho tiempo algo que no habían ganado.
Muchas veces, las personas se encuentran en una posición de haber hecho cosas por otros durante tanto tiempo, que la otra parte comienza a sentir que se lo merecen. Si bien hay muchos principios que se pueden aplicar en tales situaciones, hay dos reglas básicas que se pueden aplicar para manejar mejor este problema.
“La regla de oro”: Muchos millones de cristianos profesantes afirman seguir la Biblia. ¿Pero por qué no siguen las leyes y principios de la misma? ¿Y por qué, si tantos disfrutan ser apreciados o tratados con gratitud, hay tanta gente ingrata?
Mateo registra: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (7:12). La mayoría conoce esto como “la Regla de Oro” — tratar a los demás cómo desea ser tratado. Muchos citan este versículo, pero rara vez lo practican. Sin embargo, este principio es vital en la lucha contra los impulsos y deseos de “la carne” (Rom. 8). Esto incluye la ingratitud.
Cuando alguien haga algo por usted, piense para si mismo: “Si yo hiciera esto por alguien, ¿no quisiera recibir algun ‘agradecimiento’?” Es probable que si. Usted debe luchar contra su naturaleza humana y mostrar gratitud.
Pablo registra: “Pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Rom. 7:15). Pablo, que era un apóstol y tuvo encuentros personales con el Cristo glorificado, escribió que incluso él tenía dificultades para combatir el yo interior. ¡Esto evidencia que es difícil emprender una guerra contra el yo malvado, perverso y pecaminoso! Pero con humildad hacia Dios y pidiendo Su ayuda, ¡es posible!
El principio de causa y efecto: El principio de causa y efecto está a nuestro alrededor. Si el piso está mojado, alguien puede resbalarse y caer. Si un automóvil pasa sobre un clavo, el neumático se desinflará. Esto es el sentido común.
Este principio se puede describir de otra manera: cada acción tiene una reacción. Al examinar la sociedad actual, muchos no reconocen que este principio se aplica a sus vidas — a través de más formas que las físicas.
Después de la rebelión de Lucero, él se convirtió en el “príncipe de la potestad del aire” y el “dios de este mundo”. Desde entonces, el modo de vida de Satanás — el camino del obtener — ha golpeado a la humanidad con sus actitudes egoístas, orgullosas, rebeldes e ingratas. ¡Esta es la causa!
El efecto es la actitud presente en la sociedad en general. Sintonizada con “el príncipe de la potestad del aire”, la humanidad ha tenido una existencia materialista, egoísta y “primero yo”. Ellos están siguiendo a su dios.
¡Esto es causa y efecto!
Las personas siempre notan cuando otros son groseros con ellos — una acción puramente egoísta. A menudo piensan: “Mira lo groseras que son las personas conmigo... No me aprecian... No recibí un ‘gracias’ por la amabilidad que realicé”.
Esta es la acción inicial que hace que las personas reaccionen con las mismas actitudes groseras e ingratas que se les mostraron ellos. Aunque no lo apreciaron cuando estaban en el extremo receptor, ahora lo “reparten”, porque sienten que fueron tratados injustamente.
Este ciclo siempre ha estado vigente a lo largo de la historia de la humanidad. Después de 6,000 años de injusticia, mal gobierno y destrucción, la ingratitud es simplemente uno de los muchos “efectos” que la humanidad ha traído sobre sí misma.
La decisión es suya
Recuerde siempre que la ingratitud es un pecado mortal. ¡Dios la llama directamente malvada! Una actitud ingrata es algo que la mayoría desconoce que tienen, ¡pero todos los demás la ven! Es un defecto de carácter profundo. Aunque pocos se lo dirán, la ingratitud resalta como un pulgar adolorido.
A menudo, no es modificada ni tratada, debido a que la gente la ignora. ¡Es algo que, después de muchos años de “perfeccionamiento”, debe eliminarse por completo!
Recuerde el ejemplo de Israel. Murmuraron, se quejaron y mostraron ingratitud porque temían ser incapaces de vencer a los “gigantes” que podrían alejarlos de la Tierra Prometida. Pero en realidad, ¡el único “gigante” que les impidió disfrutar de esta gran bendición de Dios fue su ingratitud! ¡Una generación entera — excepto dos hombres — murió sin ver esta tierra!
Aprenda de este ejemplo. Una actitud ingrata existe en nuestra naturaleza humana. Pero se pueden dar pasos simples para superarla. Analizándose honestamente a sí mismo y aplicando las reglas bíblicas y los principios de etiqueta, puede asegurarse de que no esté cometiendo este tan común — y mortal — pecado.
Recuerde los tres mandamientos de Pablo para los verdaderos cristianos:
(1) “Estad siempre gozosos”.
(2) “Orad sin cesar”.
(3) “Dad gracias en todo”.
¡No deje que este pecado le guarde de las muchas promesas de Dios! No deje que le robe la felicidad. ¡La decisión es suya!