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¿Dónde está la Iglesia de Dios hoy?
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Jesús dijo: “Edificaré mi Iglesia”. Hay una sola organización que enseña toda la verdad de la Biblia, y es llamada a vivir por “cada palabra de Dios”. ¿Usted sabe cómo encontrarla? Cristo dijo que:

  • Enseñaría “todas las cosas” que Él ordenó
  • llamaría a los miembros a ser apartados por la verdad
  • Sería una “manada pequeña”

¡Ejercite el Espíritu de Dios!

La humanidad busca constantemente nuevas fuentes de poder. Dios tiene una fuente ilimitada de PODER que resolvería todos los problemas. Pero la sociedad no es consciente de ello. ¿Sabe cómo acceder a este poder — y qué puede hacer por usted?

El Espíritu Santo de Dios es la fuerza más poderosa del universo — y este enorme poder está a su disposición. ¡Sí, USTED puede tenerlo!

Además, los que son guiados por el Espíritu de Dios ya poseen un gran poder. Pero este poder debe usarse — ¡ejercitarse!

Todos los engendrados por Dios — que han recibido el Espíritu Santo — deben saber cómo usarlo y luego ejercitarlo activamente.

Desde la creación, el hombre ha intentado descubrir y aprovechar nuevas fuentes de energía. Uno de los mayores temores de la humanidad es quedarse sin los suministros de energía de los que se ha vuelto dependiente — como el petróleo, la electricidad, la energía hidroeléctrica y combustibles fósiles. Están constantemente buscando un recurso “sin explotar” que pueda resolver sus problemas.

Sin embargo, no importa cuánto poder descubra el hombre, nunca estará satisfecho. Aunque los hombres puedan descubrir una manera de proporcionar energía física interminable para televisores, secadoras y licuadoras, ¡nunca tendrán el verdadero poder en sus vidas!

Los científicos han estudiado e investigado millones de libros para encontrar una respuesta a los problemas energéticos del mundo. ¡Pero no han descubierto la fuente de todo poder! No han podido investigar el único libro que puede resolver los problemas de este mundo — ¡la Biblia!

Pero ¿qué pasaría si le dijera que existe una fuente ilimitada de poder, no descubierta por la mayoría, a la que usted puede acceder? ¿Qué haría? ¿Estaría interesado?

¿Qué es el VERDADERO poder?

Jesucristo poseía un verdadero poder. La Biblia está llena de ejemplos de Él sanando a los enfermos, expulsando demonios, alimentando a miles de personas (con sólo una pequeña cantidad de comida) y caminando sobre el agua. ¡Jesús demostró este PODER! ¿Cuántas personas pueden hacer lo que Él hizo?

¿De dónde obtuvo Cristo este poder? ¿Qué le permitió hacer milagros tan maravillosos? Debemos examinar la Biblia para encontrar la fuente de este increíble poder.

Note el relato del nacimiento de Cristo: “Respondiendo el ángel, le dijo [a María]: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el PODER [dúnamis] del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Mateo 1:18 añade que María “se halló que había concebido del Espíritu Santo”. (La palabra “Espíritu” en el griego es pneúma, que literalmente significa “aire, aliento y espíritu”).

Incluso el nacimiento de Cristo implicó un gran poder. La Biblia registra que el PODER de Dios — el Espíritu Santo — vino sobre María, permitiendo que Cristo fuera concebido dentro de ella. ¡Este poderoso milagro fue hecho a través del Espíritu de Dios!

A medida que Cristo crecía, su poder también crecía: “Y Jesús volvió en el PODER [dúnamis] del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor” (Lucas 4:14). Las noticias sobre el poder de Cristo se difundieron rápidamente.

Note lo que Cristo hizo con ese don: “…Dios ungió con el Espíritu Santo y con PODER a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él” (Hechos 10:38).

Se difundieron rumores e historias sobre los milagros de Cristo. Pronto, multitudes de personas lo buscaron para sanidad y expulsión de demonios.

La siguiente escritura registra una de esas ocasiones: “Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el PODER [dúnamis] que había salido de Él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? (Marcos 5:24-30).

¡Observe lo que sucedió! Jesús estaba tan lleno del Espíritu de Dios que supo que alguien le había tocado su ropa porque sintió que el poder salía de Él.

La palabra griega dúnamis, significa “virtud, fortaleza, dinámica, poder, fuerza o habilidad”.

En Lucas 1:35 y 4:14, dúnamis también se usa para la palabra “poder”. Las palabras “dinamo”, “dinámico” y “dinamita” provienen de la misma raíz griega.

Considere la siguiente analogía: La electricidad fluye hacia su casa a través de alambres, conductores y cables. Esto proporciona energía a los electrodomésticos que están conectados a esta fuente, permitiéndoles funcionar. De la misma manera, Cristo estuvo “conectado” a una increíble fuente de poder — el Espíritu Santo. Y al igual que otras fuentes de poder, sentía que fluía de Él cuando era usado.

Pero ¿cuál es la fuente de este poder? ¿De dónde viene?

Note lo que el apóstol Pablo registró: “Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo… para que también vosotros estéis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento…” (Rom. 15:13-14). ¡Dios da el Espíritu Santo!

Observe: “Porque el que Dios envió [Cristo], las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida” (Juan 3:34). ¡Este versículo simplemente significa que Dios no midió ni limitó la cantidad de Espíritu que le dio a Cristo! Estaba lleno de dúnamis — ¡poder, virtud y fuerza!

Cristo reconoció esto y dijo que con sus propias fuerzas nada podía hacer (Juan 5:30). Entendió que sólo por medio de Dios morando en Él, por medio del Espíritu Santo, se hacían todas las cosas (14:10).

A través del PODER de Dios Cristo nació milagrosamente. A través de su PODER Cristo fue lleno de este Espíritu. A través del PODER de Dios, Cristo pudo hacer milagros. ¡Dios ofrece este mismo poder a los hombres!

El consolador

Poco antes de que Cristo fuera brutalmente crucificado, y luego resucitado, les dijo a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos… más el consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, [éste] os enseñará todas las cosas”, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:18, 26).

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué es el “Consolador”?

La palabra griega para “consolador” es parákletos, que significa “alguien llamado para ayudar o apoyar” o “intercesor, consolador”.

Lea lo que Cristo prometió a sus discípulos cuando se reunieron en Jerusalén, justo antes del día de Pentecostés: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

Note también que Cristo dijo: “…cuando venga, el Espíritu de verdad, [éste] os guiará a toda la verdad…y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13).

En Hechos 2, la promesa de Cristo se cumplió. Y en Pentecostés del año 31 d.C., el Espíritu Santo — el mismo Espíritu que le permitió a Jesús realizar milagros — fue dado a la Iglesia del Nuevo Testamento. (Para aprender más sobre el proceso de recibir el Espíritu de Dios, lea nuestros folletos gratuitos ¿Qué significa bautismo en el agua? y ¿Qué es la verdadera conversión?)

Después de recibir el Espíritu de Dios, los apóstoles, e incluso algunos diáconos, realizaron grandes milagros: “…con gran PODER los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús…” (4:33).

Note el ejemplo de Esteban, quien “lleno de gracia y de PODER, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (6:8). Hechos 7:55 registra la fuente de sus milagros: “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puesto los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios…”

Con el don del Espíritu Santo, los siervos de Dios pudieron enfrentarse a sus contrapartes, eruditos, intelectuales y críticos mientras predicaban el evangelio “con denuedo” (Hechos 4:13, 31).

Cristo les dijo a sus discípulos: “Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11). Esta es una declaración muy reconfortante.

Cristo sabía que, después de ser crucificado, no podría enseñar a sus discípulos en la carne. Así que les proporcionó una manera de continuar en su proceso de aprendizaje. Una vez recibido, el Consolador ayudó (parákletos) a proporcionar el poder (dúnamis), la fuerza y la comprensión que los discípulos necesitaban para predicar el evangelio.

La suprema fuente de poder

El Espíritu Santo es el poder de Dios — pero ¿qué clase de poder es? ¿Es sólo para hacer buenas obras? ¿Es un sentimiento o una emoción? ¿O es mucho más?

La Biblia explica: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles… todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Col. 1:16-17).

Note también lo que Jeremías escribió: “¡Oh, Señor Eterno! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti” (Jer. 32:17).

¡Dios no sólo creó todas las cosas a través de su Espíritu, sino que también las preserva con este mismo poder!

El profeta Nehemías explica: “Tú solo eres el Eterno; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas…” (9:6).

Mientras alababa a Dios, el rey David escribió: “…de Dios es el poder” (Sal. 62:11). ¡Ésta es una declaración asombrosa!

Por su Espíritu Santo, Dios dijo “y fue hecho... él mandó, y existió” (33:9).

Piense acerca de esto. Quizá no se haya dado cuenta del alcance total del poder de Dios.

Pero lo más sorprendente es que Dios promete una porción de este Espíritu a aquellos a quienes llama al arrepentimiento y al bautismo (Juan 6:44, 65; Hechos 2:38-39). ¡Tras la conversión, cada miembro bautizado de la Iglesia de Dios recibe el mismo Espíritu que el Dios Creador usa para sostener y mantener el universo!

Lo que no es el Espíritu Santo

La mayoría de los cristianos profesos tienen sus propias ideas diferentes sobre el Espíritu Santo. Algunas personas creen que se trata de un ser “parecido a un fantasma”. Otros creen que es parte de una “trinidad”, junto con Dios y Jesucristo. Algunos incluso creen que el Espíritu Santo es una especie de paloma espiritual que vuela y “esparce amor”.

Sin embargo, ¡hemos visto que la Biblia enseña lo contrario! Recuerde la frase “…el Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el PODER del Altísimo te cubrirá con su sombra…” (Lucas 1:35).

Si el Espíritu Santo es parte de una trinidad — como muchos afirman — ¿no sería entonces llamado Cristo el Hijo del Espíritu Santo?

La Biblia explica que Dios envió el Espíritu Santo — su poder — para engendrar a Cristo. (Lea nuestro libro gratuito La Trinidad – ¿Es Dios tres en uno? para aprender más sobre la falsedad de la doctrina de la trinidad.)

Otro concepto erróneo común es poder acceder a un “poder interior” o acceder a la “energía interior”. De hecho, la mayoría de los oradores motivacionales hablan de “abrirse paso” y utilizar “poderes inactivos” que se encuentran en el interior, esperando ser utilizados. Muchas religiones enseñan acerca de “llegar a lo más profundo de nuestro interior” y acceder a nuestro “ser interior”.

Pero éstas son ideas falsas de los hombres. El Espíritu Santo no mora en nosotros desde el nacimiento — es un don de Dios, dado después del arrepentimiento y el bautismo.

¿Pero eso es todo lo que hay? ¿Qué hace usted con el Espíritu de Dios después de recibirlo? ¿Existen formas de aumentar — o perder — este Espíritu?

Cómo opera el Espíritu

Note las siguientes escrituras: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Pero si Cristo está en vosotros…” (Rom. 8:9-10).

Un cristiano es aquel que tiene el Espíritu de Dios morando dentro de él. Le pertenece a Cristo, que vive en él por este Espíritu.

¡Entienda esto! ¡Un cristiano es cristiano sólo por este Espíritu! Sin éste morando dentro de usted, usted no es un verdadero siervo de Dios. Millones de personas creen que son cristianos, cuando en realidad “no son de Él”.

Pablo advierte que ciertas acciones pueden extinguir, suprimir, sofocar o apagar el Espíritu de Dios: “No apaguéis el Espíritu” (I Tes. 5:19). Pablo también escribe: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios…” (Efe. 4:30).

¡Esta es una seria advertencia!

Pero ¿cómo puede alguien contristar o apagar el Espíritu? ¿Cómo puede estar seguro de que USTED no lo está haciendo?

Es importante entender cómo actúa el Espíritu. Cristo recibió una porción sin medida (recuerde Juan 3:34). Pero a los cristianos se les da una cierta cantidad: “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu” (II Cor. 5:5).

El diccionario Merriam-Webster define las arras como “un anticipo de lo que está por venir”. En otras palabras, es una porción, o pago inicial del monto total que los cristianos recibirán más adelante.

La meta de un cristiano — el final de su proceso de crecimiento espiritual — es llegar a estar completamente compuesto de Espíritu en la segunda venida de Cristo: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Rom. 8:11).

El Espíritu Santo es como un músculo: Si no se ejercita, se encogerá y eventualmente se atrofiará — disminuirá y se desvanecerá.

Aunque no es una persona o un ser vivo, el Espíritu de Dios está activo. En Juan 7, Cristo compara al Espíritu Santo con “ríos de agua viva”. Note lo que dijo, comenzando en el versículo 37: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. El Espíritu Santo fluye como la poderosa corriente de un río.

Imagine la corriente de un río mientras fluye por el cauce. La fuerza bruta detrás de esta es tan poderosa que, con el paso de los años, provocará la formación de canales adicionales. Los ingenieros han descubierto este gran poder y las centrales hidroeléctricas proporcionan actualmente alrededor del 24 por ciento de la electricidad mundial. Cristo entendió el gran poder que impulsa los ríos cuando hizo esta comparación.

Intente reprimir la corriente de un río. ¡No es posible! Esta poderosa fuerza no puede guardarse ni preservarse.

De la misma manera, el Espíritu de Dios no puede ser guardado para uso futuro, yaciendo inactivo dentro de usted. Debe fluir. A través de Cristo, fluye dentro de nosotros. Y al seguir la Ley de Dios y producir “buenos frutos”, éste fluye de nosotros. ¡Como una poderosa corriente, fluye continuamente!

Recuerde el relato de la mujer sanada después de tocar el manto de Jesús (Marcos 5:28-30). Note que Jesús estaba consciente que el poder había salido de Él. Cristo, que realizó grandes milagros, no pudo “reprimir” ni almacenar el Espíritu de Dios — nosotros tampoco podemos.

Pablo escribió: “…sed llenos del Espíritu” (Efe. 5:18). ¡Ese mensaje es para usted! ¡Dios quiere llenarle a usted con ese poder dinámico!

Después de recibir una pequeña cantidad o anticipo del poder de Dios, se nos ordena “…crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (II Ped. 3:18), y “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis” (I Ped. 2:2). Es nuestra tarea crecer y “…avivar el don de Dios” (II Tim. 1:6).

Debemos avivar — reavivar, ejercitar, utilizar — el Espíritu. Cuando lo pone en práctica, desarrolla un carácter piadoso (Mat. 5:48).

Pero ¿cómo se puede ejercitar el Espíritu de Dios? ¿Cuáles son las herramientas vitales que le ayudarán a que el Espíritu de Dios aumente y fluya en usted?

El apóstol Pedro escribió: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (I Ped. 2:21). Debemos modelar nuestras vidas según Cristo (Efe. 4:13, 15). Por la presencia del Espíritu de Dios, podemos llegar a ser más como Él. Pablo nos instruye “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5). Debemos esforzarnos por pensar y actuar como Cristo.

Note el ejemplo de Cristo. Cuando declaró: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30), Cristo entendió que sin el Espíritu de Dios Él era incapaz. Por eso se esforzó por mantenerse completamente “lleno”.

Pero ¿cómo lo hizo?

Como único modelo para la vida cristiana, la Biblia ofrece ejemplos claves de formas de aumentar este gran poder dentro de usted. ¡Al practicarlos regularmente, también podrá estar completamente lleno del Espíritu!

Cómo ejercitar el Espíritu de Dios

Primero, debe orar constantemente.

Observe lo que Cristo hizo luego de gastar poder al realizar un milagro increíble: “Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo” (Mat. 14: 23). Para permanecer completamente lleno del Espíritu de Dios, ¡Cristo oró!

Cristo oró tres veces antes de enfrentar una brutal tortura y la muerte (Mat. 26:36-45). Él se acercó a Dios a través de la oración ferviente. Entonces, completamente lleno del Espíritu de Dios, pudo enfrentar su flagelación, diciendo a los discípulos: “Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega” (vs. 46). Asimismo, debemos orar y acercarnos a Dios todos los días.

Segundo, debe estudiar la Biblia.

Note: “…llegado el día de reposo, comenzó [Cristo] a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? (Mar. 6:2). Era costumbre de Cristo enseñar basándose en la Biblia (Lucas 4:16-17). Para ello, tuvo que estudiar y recordar continuamente la Palabra de Dios.

¿Cómo se puede enseñar algo sin estudiarlo primero?

Cuando Cristo enseñaba, ¡la gente se sorprendía de cuánto sabía! Él estudiaba la Biblia — y nosotros también debemos hacerlo si deseamos crecer y llegar a ser como Él.

La Biblia nos exhorta: “…desead, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis” (I Ped. 2:2). Se nos ordena: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (I Tes. 5:21). Dios demanda que comprobemos — probemos y analicemos — su Palabra. ¿Cómo podemos hacerlo, a menos que estudiemos la Biblia?

Tercero, debe ayunar.

Mateo 4 registra una batalla culminante entre Cristo y Satanás. Sabiendo que tenía que vencer al diablo, observe lo que hizo Cristo: “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre…” (vs. 2).

Un ayuno de uno o dos días no era suficiente para enfrentarse cara a cara con Satanás — ¡así que Cristo ayunó cuarenta días y cuarenta noches! Sabía que cuando las situaciones se volvían más difíciles, era necesario aumentar su oración, su estudio bíblico y su ayuno. Para acercarse a Dios y superar su flagelación y crucifixión, Cristo oró durante horas. Para vencer las tentaciones de Satanás, ayunó muchos días.

A estas alturas, el patrón de comportamiento de Cristo es obvio.

Cuarto, debe meditar en la Palabra de Dios.

Meditar simplemente significa “reflexionar, pensar”. El estudio bíblico y la meditación van de la mano. ¡Estudiar algo y no pensar o reflexionar sobre lo que se lee no tiene sentido! Pablo exhortó a Timoteo: “Ocúpate [medita] en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos” (I Tim. 4:15).

Observe Filipenses 4: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (vs. 8). ¡Ciertamente, la palabra de Dios es verdadera, honesta, justa, pura, amable y de buen nombre!

Cristo dijo: “…No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4). ¿Cómo podemos hacerlo, a menos que estudiemos y meditemos en la palabra de Dios?

Al escribir a los Tesalonicenses, Pablo establece el modelo a seguir por los cristianos: “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios [mediante la oración], de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros [mediante el estudio de la Biblia], la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (I Tes. 2:13).

La oración, el estudio bíblico, el ayuno y la meditación pueden ser en vano, a menos que se hagan con una actitud adecuada. Isaías 58 registra la severa reprensión de Dios a su pueblo por simplemente confiar en sus hechos y actividades externas (como el ayuno), sin producir buenas obras ni demostrar un carácter piadoso. Aunque creían que eran justos, ¡Dios condenó sus actitudes vanas, hipócritas y egoístas!

En Jeremías 9, Dios declara: “No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el Eterno, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice el Eterno” (vs. 23-24).

Un cristiano no puede orar con una actitud moralista, estudiar la Biblia simplemente para tener conocimiento, ayunar para imponer su voluntad a Dios o meditar en las cosas mundanas.

¡Debe VIVIR la palabra de Dios todos los días!

Otras formas de ejercitar el Espíritu de Dios

Cristo dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos” (Mat. 5:16). En el versículo 15, Él ilustra cómo una luz no se puede esconder, sino que se coloca sobre un candelero — para que todos la vean. ¡Sus acciones deberían ser las mismas!

Además de la oración, el estudio, el ayuno y la meditación, existen otras formas de ejercitar el Espíritu de Dios.

Considere Hechos 5: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres…somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (vs. 29, 32). Al obedecer a Dios, recibimos más de su Espíritu, lo que a su vez nos permite obedecer más a Dios. Al igual que el principio de causa y efecto — donde cada acción produce una reacción — este patrón es continuo.

Otra manera de despertar el Espíritu de Dios es venciendo y soportando pruebas y dificultades. La mayoría está familiarizada con el dicho: “Lo que no te mata, te hace más fuerte”.

Si bien esto generalmente se usa en lo físico, también se puede aplicar a lo espiritual. I Corintios 10:13 explica cómo Dios no permite que alguien sea probado más de lo que puede soportar. Las pruebas son difíciles. Pedro las llama “las pruebas de vuestra fe” (I Ped. 1:7). Pero seguir a Dios con diligencia — y buscar su voluntad durante las pruebas — le ayudará a crecer y a convertirse en un cristiano más fuerte.

Servir a los demás también ayuda a crecer en el Espíritu de Dios. Note la actitud de servicio de Cristo. No sólo sirvió a los demás, sino que sirvió a aquellos que otros evitaban — los pobres, los enfermos y los cojos. La actitud de Cristo no fue: “¡Soy el Hijo de Dios, sírveme!” Él en cambio, ayudó a otros.

Para crecer en el mismo Espíritu de Cristo, debemos tener la misma actitud humilde y de servicio.

Otra forma de aumentar el Espíritu de Dios dentro de usted es apoyar y seguir el gobierno y la autoridad de Dios en la Iglesia.

Lucas 7:1-10 registra la historia del centurión que tenía un siervo que necesitaba ser sanado por Cristo. Observe la actitud del centurión, comenzando en el versículo 7: “Por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe”.

Este hombre demostró una gran fe — uno de los frutos del Espíritu (lo cubriremos más adelante). Pablo dijo: “Y él [Cristo] es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18). Al obedecer y apoyar el gobierno de Dios en su Iglesia, también demostramos fe a Dios y a Cristo — ¡la cabeza de la Iglesia!

A través de estas obras, podemos estar seguros de que estamos despertando el Espíritu de Dios dentro de nosotros. Santiago 2:14-17 afirma que la fe por sí sola no sirve de nada si no hacemos buenas obras. A través de ellos, nuestra luz no puede ocultarse. Sin embargo, hay más.

Los frutos del Espíritu

Como la gran corriente de un río, el Espíritu Santo fluye en nosotros — y brota de nosotros a través de buenas obras (Efe. 2:10; I Tim. 5:25; II Tim. 3:17; Heb. 10:24). Pablo dice: “…aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (II Cor. 4:16). Debemos renovar — reabastecer — el Espíritu de Dios todos los días. ¡Si no lo hacemos, corremos el riesgo de perder completamente este poder que fluye de nosotros!

Muchos están familiarizados con la escena típica de un tribunal: Un juez, el jurado y la audiencia observan cómo los abogados presentan pruebas para exponer su caso. Hacer esto le permite al jurado tomar una decisión basada en las pruebas.

¡De la misma manera, debemos presentar evidencia del Espíritu de Dios en nuestras vidas!

Antes de recibir el Espíritu de Dios, los discípulos parecían no darse cuenta, e incluso perdidos, de lo que Cristo les estaba enseñando. Se durmieron varias veces mientras Cristo oraba fervientemente (Mat. 26:36-46). Quedaron estupefactos de no poder expulsar un demonio de un niño (Marcos 9:28). Incluso Pedro, quien más tarde se convirtió en apóstol, negó a Cristo tres veces (Mat. 26:69-75).

Sin embargo, después de recibir el Espíritu de Dios, la Biblia registra: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón…Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos” (Hechos 4:31-33).

Con el Espíritu Santo conduciéndolos y guiándolos, los discípulos ahora eran apóstoles y hablaban “con denuedo la palabra de Dios”. El poder de Dios hizo una gran diferencia en sus vidas.

Note lo que Pablo escribió a los Gálatas: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gál. 5:22-23).

La Biblia describe el proceso de producir “frutos” en la vida. Como la rama de un árbol, un cristiano está conectado a Cristo — la Vid y Raíz — a través del Espíritu (Juan 15). Y, así como un árbol necesita savia rica para producir buenos frutos, un cristiano necesita el Espíritu de Dios para producir “buenos frutos”.

Para añadir comprensión a esto, Santiago dice: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (3:17-18).

Estos son los frutos — el resultado — del Espíritu de Dios.

Si le falta alguno de estos, es posible que se esté quedando sin el Espíritu Santo. Esto conduciría entonces a las “obras de la carne” — adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías (Gál. 5:19-21; Stgo. 4:16). En Juan 15, Cristo explica que aquellos que los produzcan serán “arrojados… al [lago de] fuego” (vs. 6).

En Romanos, Pablo nos dice: “…y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios… porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (5:2, 5). El amor es un fruto del Espíritu. Pero este versículo explica que “el amor de Dios” se da a través de su Espíritu.

Pero ¿qué es el amor de Dios?

Romanos 13 responde: “…el cumplimiento de la ley es el amor” (vs. 10). A través del Espíritu de Dios, el amor se esparce en nuestros corazones, capacitándonos para obedecer — cumplir — la ley y mostrar verdadero amor hacia Dios y el prójimo. Sin ello, esto no es posible.

A Timoteo se le exhortó: “…que avives el don de Dios [el Espíritu Santo] que está en ti por la imposición de mis manos [mediante el bautismo]. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía; sino de poder, de amor y de dominio propio” (II Tim. 1:6-7).

El apóstol Juan escribe: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor... el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (I Juan 4:18). Opuesto al espíritu de temor, el Espíritu de Dios es uno de poder, amor y dominio propio. El dominio propio produce una mente sana segura, protegida, sin miedo, completa, tranquila y basada en un razonamiento válido.

Recuerde que Cristo llamó al Espíritu Santo “el Consolador”. El Diccionario American Heritage define consuelo como “calmar en tiempos de aflicción y angustia”. En un mundo de problemas, temores y preocupaciones inquietantes, podemos apoyarnos en el consolador de Dios.

Dios también nos consuela a través de su palabra. Cristo, la palabra viva (Juan 1:1, 14), demostró este mismo rasgo al consolar a las personas a través de sus acciones y palabras.

Con este mismo Espíritu dentro de nosotros, debemos hacer lo mismo.

Una mente sana, esperanza, consuelo, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza y sin temores — son cosas que faltan en la vida de la mayoría de las personas. Sin embargo, al utilizar las herramientas del crecimiento cristiano y avivar el Espíritu, su vida y conducta reflejarán estos frutos.

Pero, al igual que inspeccionaría los neumáticos y el motor de un automóvil para asegurarse de que estén en buen estado de funcionamiento antes de emprender un viaje largo, debe inspeccionar y examinar su vida diariamente. Las palabras de Dios deben reflejarse en su conducta y vida personal. ¡Analícese buscando evidencias del Espíritu de Dios en su vida!

Aumente el Espíritu de Dios dentro de usted

Si utiliza las herramientas para el crecimiento cristiano, el Espíritu de Dios crecerá y aumentará dentro de usted. Con éste, notará que sus frutos se desarrollan lentamente en su vida (esto también es ejercitar el Espíritu). De lo contrario, es probable que esté descuidando orar, estudiar, ayunar y meditar. Si este es el caso, ¡no deje que continúe! Recuerde, el Espíritu Santo es la fuerza potenciadora detrás de un cristiano.

Imagine un hermoso auto deportivo rojo. Los rines cromados están pulidos, los neumáticos brillan, la pintura roja brilla por el encerado y el interior de cuero es suave y liso. ¡Ahora imagine levantar el capó y descubrir que no hay motor! ¡El componente principal que hace que el automóvil funcione no está! Aunque parece radiante y atractivo, sin un motor que proporcione potencia, es inútil.

El cristianismo de este mundo opera de la misma manera. Parece atractivo. Parece correcto y bueno. Afirma seguir a Dios, pero es ajeno a su verdad y su Espíritu. Brilla y reluce — pero está vacío e impotente y le falta el componente clave de la verdadera vida cristiana.

Lo mismo se aplica a aquellos que apagan y contristan al Espíritu. Si es bautizado y cree que simplemente recibir el Espíritu de Dios es suficiente — ¡está gravemente equivocado!

Recuerde, si un músculo no se ejercita, se marchitará y encogerá. Así también este increíble poder se apagará — se contristará — y disminuirá si no se ejercita diariamente.

Recuerde: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Col. 1:16-17). Una porción de este mismo poder nos es dada a nosotros.

Note la promesa de Cristo para usted y para mí: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8).

Con éste, podemos hacer todas las cosas a través de Dios. Después de todo, ¿qué tarea es demasiado grande para Él?

¿Qué hará con la pequeña cantidad que Dios le dio de sí mismo y que personalmente ha puesto dentro de usted? ¿Utilizará las herramientas del crecimiento cristiano — oración, estudio bíblico, ayuno y meditación? ¿Construirá sobre ellas y ejercitará el Espíritu de Dios (la quinta herramienta), produciendo frutos como lo hizo Cristo?

¿Avivará el Espíritu y permitirá que crezca dentro de usted y le conduzca a toda la verdad — o lo apagará, lo contristará y hará que disminuya?

Aunque es posible que no experimente milagros trascendentales como los apóstoles, ¡no subestime el impacto que el Espíritu Santo tiene en su vida! Recuerde: “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37)

¡No deje que este precioso don se le escape de las manos!

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