La mayoría de los líderes del cristianismo profeso insisten en que el corazón de la ley Espiritual de Dios — los Diez Mandamientos — ha sido abolido. Ellos lo llaman la “ley de Moisés” y reclaman que fue abolida por el sacrificio de Jesucristo. Pero ellos no conocen la diferencia entre los rituales de sacrificios Levíticos, la ley de Moisés y la ley de Dios.
Una combinación de ignorancia y un intento por minimizar los Diez Mandamientos como “innecesarios” (obligatorios por un periodo de tiempo limitado), ha causado que la mayoría crea que los Diez Mandamientos no existían antes de que Moisés los recibiera en el Monte Sinaí. ¿Es esto verdad? ¿Es esto lo que la Biblia enseña? Aunque un artículo acompañante abordará si el Nuevo Testamento requiere obediencia a estas grandes leyes, nuestro propósito aquí es examinar el período desde la Creación hasta Moisés. Manteniendo en mente que la escritura no puede ser quebrantada, ¿qué escrituras pueden ser examinadas como prueba?
¿Ley de Moisés o Ley de Dios?
Los Diez Mandamientos nunca fueron llamados la ley de Moisés, sino más bien la ley de Dios. ¡Comprenda esto primeramente! La ley de Moisés consistía de: (1) las leyes civiles, que eran los estatutos y juicios que Moisés le transmitió al pueblo de parte de Dios, registrados en Éxodo 21-23 y en el resto de libros de la ley y (2) las leyes rituales (o ergon) que fueron añadidas más tarde, resumidas en Hebreos 9:10. Estas eran ordenanzas que regulaban el trabajo de la tribu de Leví en el servicio del templo y de los sacrificios (Levítico 1-7) y las funciones relacionadas. La palabra griega ergon significa “obras”, como en las “obras de la ley”, como es encontrado en Gálatas 2:16. Esto se refiere a la labor que involucra los rituales Levíticos que fueron abolidos por el sacrificio de Cristo.
Los Diez Mandamientos ya estaban en vigencia mucho antes de que le fueran dados oficialmente a Israel en el Monte Sinaí. De hecho, éstos han existido desde la creación del hombre. Los Diez Mandamientos nunca fueron parte de la ley de Moisés o del sistema Levítico de sacrificios. Las leyes civiles y los sacrificios estaban basados en los mandamientos de Dios, los cuales constituyen el corazón de las leyes de Dios. Así, los Diez Mandamientos preceden y trascienden todas y cada una de las leyes menores o las prácticas basadas en ellas — estatutos, juicios, preceptos y ordenanzas.
Los Diez Mandamientos son las leyes espirituales de Dios (Rom. 7:12, 14). Éstos están tan activos como las leyes físicas de la gravedad y la inercia. Justo como el quebrantar las leyes físicas resulta en consecuencias físicas, el quebrantar las leyes espirituales resulta en consecuencias espirituales.
El pecado definido
Antes de probar que los Diez Mandamientos han existido desde la creación del hombre, necesitamos entender la definición bíblica del pecado: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (I Juan 3:4).
Romanos 6:23 define la penalidad — el resultado final — del pecado: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Note: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron: Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir” (Rom. 5:12-14).
En otras palabras, Adán pecó. El pecado no es imputado — no aplica — donde no hay ley (Rom. 4:15). La muerte reinó desde Adán hasta Moisés. (Recuerde, la muerte es la penalidad por el pecado, el cual es definido como la transgresión de la ley). La única manera en que Adán y sus descendientes podrían pecar — quebrantar la ley espiritual de Dios — ¡sería si la ley de Dios ya existiera!
En vez de rechazar el pecado, los falsos religiosos rechazan la ley. Ellos ven la ley como una carga — ellos quieren estar libres de guardarla. Pero note las lecciones claves encontradas en Romanos 7:7: “¿Qué diremos pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. No es la ley la que tiene falta, sino el pecado. Dios nos revela a nosotros lo que es el pecado. Él hace esto a través de Su ley perfecta. Por sí mismo, el hombre no puede descubrir la ley perfecta de Dios. Dios tiene que revelárnosla y enseñárnosla.
El primer pecado del hombre
En el Jardín del Edén, Dios le habló a Adán y le dio instrucciones claras y comprensibles. Adán necesitaba esto. Él era un adulto con la mente de un adulto, pero Dios tenía que revelarle los límites espirituales que Adán no podría descubrir por sí mismo, sin quebrantar las leyes de Dios. Génesis 2:15 dice: “Tomó, pues, el Eterno Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó el Eterno Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Y Romanos 6:23 dice: “la paga del pecado es muerte”.
A Adán le fueron dadas instrucciones de cómo mantener el jardín. A él también se le ordenó que no comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal (que no decidiera por sí mismo lo qué es correcto o equivocado), y le fue dicho cuál sería la penalidad por desobedecer esta orden.
Dios les reveló a Adán, y a su esposa Eva, el conocimiento correcto de cómo vivir. Pero Él les dio la libertad de decidir si seguirían Su camino o no. Este era libre albedrío, el cual Dios le ha dado a toda la humanidad.
Satanás, en la forma de una serpiente, le dijo a Eva en relación a si ella comía el fruto del árbol prohibido: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gen. 3:4-5). Siendo crédula ante las astutas tácticas de Satanás, Eva cayó en el engaño y comió del árbol, como también lo hizo Adán.
Adán pecó por actuar en contra del mandato de Dios. Él quebrantó la ley de Dios. Al hacerlo, se convirtió en siervo del ser al que obedeció — Satanás. Este principio es explicado en Romanos 6:16: “¿No sabéis, que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”.
Cualquier persona o cosa a quien alguien obedece y sirve, ese es su dios. En este caso, Adán y Eva quebrantaron el Primer Mandamiento por poner a otro dios antes que al Dios Creador. Al hacer esto, ellos también quebrantaron el Quinto Mandamiento, al deshonrar a sus Padres, en el sentido de que Adán fue un hijo creado de Dios (Lucas 3:38). Su pecado también involucró robo (el Octavo Mandamiento), porque ellos tomaron algo que no era suyo. Aparte de eso, Eva codició el fruto prohibido. La lujuria es codicia, lo cual quebranta el Décimo Mandamiento.
Quebrantar un mandamiento lleva a quebrantarlos todos. Esto es precisamente lo que el apóstol Santiago expresó en Santiago 2:10: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Las leyes de Dios están interrelacionadas y tejidas intrincadamente — si usted quebranta una, eventualmente las quebranta todas.
En Génesis 4, el primer hijo de Adán, Caín, se enojó contra su hermano Abel, porque Dios aceptó el sacrificio de Abel, pero no el de Caín. Note cómo amonestó Dios a Caín en los versículos 6-7: “Entonces el Eterno le dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado [enojado], y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”. Caín mató y rompió el Sexto Mandamiento.
Cuando alguien está en un mal estado de ánimo, el pecado está a la puerta, esperando a que ocurra, porque los pensamientos pecaminosos conducen a acciones pecaminosas. Dios nos ordena que gobernemos sobre el pecado — que controlemos aquellas atracciones e impulsos por cometer pecado. Caín mató a Abel y le mintió a Dios al respecto. Esta es una violación directa del Noveno Mandamiento, el cual que prohíbe “dar falso testimonio contra tu prójimo”. Caín había pecado y él lo sabía. Esto ocurrió unas pocas décadas después de que Adán hubiera pecado por primera vez. La familia en expansión de Adán y Eva sabía que el pecado era el quebrantamiento de la ley de Dios, de otra manera Dios no le habría pedido cuentas.
Otros mandamientos en vigor antes de Sinaí
La Biblia da ejemplos de cada uno de los Diez Mandamientos siendo guardados antes del tiempo de Moisés. Cuando Dios le dijo a Jacob que regresara a Betel, donde Dios se le había aparecido aproximadamente 21 años antes, Jacob le advirtió a su pueblo: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Betel; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado” (Gen. 35:2-3). Jacob sabía que Dios prohibía la idolatría — porque quebrantaba el Segundo Mandamiento. Al decirle a su familia que quitaran sus ídolos, esto cumplió el principio en Proverbios 16:6: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Eterno los hombres se apartan del mal”.
Cuando Abram le dijo al Rey Abimelec que Sara, su media hermana y esposa, era simplemente su hermana, él mintió — otro quebrantamiento del Noveno Mandamiento. Creyendo esto, Abimelec mandó a traer a Sara. Ahora note Génesis 20:3-4, 6: “Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido. Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente?… Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra Mí, y así no te permití que la tocases”. En esta situación, Abimelec hubiera cometido adulterio, el cual es pecado. Él habría quebrantado el Séptimo Mandamiento.
Cuando José fue tentado por los avances de la esposa de Potifar, él “…no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gen. 39:8-9). José estaba muy consciente de que el adulterio era pecado. ¡Esto ocurrió aproximadamente 250 años antes de que la ley fuera oficialmente presentada a Israel en el Monte Sinaí!
Durante la marcha hacia la Tierra Prometida, Dios les dijo a los israelitas que recogieran sus porciones diarias de maná cada mañana. En la mañana antes del día de reposo semanal, habría suficiente para ambos días. Esto era porque nada de maná aparecería en el día de reposo, el día de descanso de Dios. Dios tenía la intención de que ellos reposaran en el sábado, en vez de usar el tiempo en recoger maná. Este relato es dado en Éxodos 16. En el versículo 28, después de que algunos del pueblo quebrantaron deliberadamente el sábado al intentar recoger maná, Dios le dijo a Moisés: “¿Hasta cuándo no querréis [Israel] guardar mis mandamientos y mis leyes?
Ahora note los versículos 29-30: “Mirad que el Eterno os dio el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estese, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día. Así el pueblo reposó el séptimo día”. Así que, el Cuarto Mandamiento estaba en efecto antes que la ley fuera dada en el Monte Sinaí.
Para el tiempo en que Israel entró a la tierra de Canaán, las naciones allí ya se habían “extralimitado” — habían sobrepasado el umbral del colapso moral, de manera muy parecida a lo que han hecho las naciones hoy. Dios sabía que eso ocurriría y le había hablado a Abram al respecto, más de 400 años antes: “Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación [la simiente de Abraham — la nación de Israel] volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Gen. 15:15-16).
Aquí, la palabra “maldad” viene de la palabra hebrea avon, que significa “perversidad, malicia o pecado”. Si no hubiera habido una ley en vigor, no habría habido ninguna maldad o pecado que los amorreos, o cualquier otra nación, pudieran cometer. Refiérase a Levítico 18:3, 19-30 para más descripciones de la iniquidad y las abominaciones cometidas por los cananeos. Éstas incluyeron sacrificar — asesinar — a sus hijos en el fuego de Moloc, toda forma de adulterio y perversidad sexual, y profanar el nombre de Dios.
Dé un vistazo al mundo antediluviano: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gen. 6:1-3, 5-6). La palabra “maldad” usada aquí viene de la palabra hebrea rah, que significa “extremadamente malo”. Tan malvada era la humanidad que el versículo 6 nos dice: “Y se arrepintió el Eterno de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en Su corazón”. Esta maldad trajo todo tipo concebible de pecado y una evidente indiferencia por la santidad de la vida.
Estos pecados fueron imputados — señalados — por las leyes de Dios — los Diez mandamientos, los cuales existieron desde la creación de la humanidad.
Estos ejemplos demuestran que todos los Diez Mandamientos precedieron a Moisés. Desde Adán hasta Moisés, todos los hombres habían pecado — habían quebrantado las leyes de Dios, los Diez Mandamientos. Por eso es que Dios elogió a Abraham, diciendo: “oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Gen. 26:5).