La mayoría de los quienes profesan seguir a Cristo creen que todos los Diez Mandamientos fueron abolidos por el sacrificio de Jesucristo. Ellos creen que Cristo vino para “abolir” esos “severos” mandamientos. Algunos creen que Él restituyó algunos de ellos. Aún otros creen que Él remplazó los Diez Mandamientos con un nuevo mandamiento.
Aunque estas personas pueden ser sinceras, ellas han sido engañadas por el “dios de este mundo” (II Cor. 4:4; Apo. 12:9), quien ha usado a sus falsos ministros para darles de comer con cuchara la falsedad doctrinal (II Cor. 11:13-15).
En lugar de permitirle a la Biblia a que se interprete a sí misma, la mayoría de las personas leen en las escrituras cualquier significado que ellas ya han tomado y asumido que está correcto. Ellos pasan por alto lo que Cristo dijo en Mateo 5: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (vs. 17). Este es el mismo Cristo que profetizó en Isaías 42: “El ETERNO se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla” (vs. 21).
¿Qué hay de usted? ¿Está usted dispuesto a permitirle a la Biblia que se interprete por sí misma? ¿Está usted dispuesto a ir a las escrituras con una mente enseñable, abierta y que le permita a Dios “hablarle” — decirle Su voluntad — a través de Su Palabra?
Si es así, usted ya se ha apartado de la mayoría de quienes Cristo dijo: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres… Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7:6-9).
En Pentecostés, año 31 D.C., Dios fundó Su Iglesia sobre las enseñanzas de Sus apóstoles y profetas (Efe. 2:19-20). Desde entonces, aquellos de la verdadera Iglesia siempre han continuado guardando las enseñanzas de los apóstoles (Hechos 2:42).
Los apóstoles Pedro y Juan les enseñaron a los cristianos a caminar como Cristo caminó — a vivir de la manera en que Él vivió (I Pedro 2:21; I Juan 2:6). El apóstol Pablo les instruyó a los cristianos — tanto judíos como gentiles — para que lo siguieran a él como él seguía a Cristo (I Cor. 11:1).
Así que, ¿enseñó Jesucristo, El Apóstol Principal (Heb. 3:1), los Diez Mandamientos? ¿Les ordenó Él a Sus apóstoles hacer lo mismo? En otras palabras, ¿son todos los Diez Mandamientos enseñados en el Nuevo Testamento?
El primer gran mandamiento
Los primeros cuatro de los Diez Mandamientos le enseñan al hombre cómo amar a Dios. “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen… No tomarás el nombre del Eterno tu Dios en vano… Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éxo. 20:3-8).
En Mateo 22, Cristo resumió estos cuatro, diciendo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento” (vs. 37-38).
Cuando Satanás el diablo trató de tentar a Jesús mientras Él ayunaba en el desierto, Cristo citó el Primer Mandamiento: “Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Luc. 4:8; Mat. 4:10).
En Juan 4:24, Cristo estaba hablando acerca del Segundo Mandamiento cuando Él enseñó que los hombres no pueden usar objetos físicos, imágenes o “ayudas” — en otras palabras, ídolos — para adorar a un Dios espiritual. Puesto que Dios es un Espíritu, Sus seguidores deben de adorarle en espíritu.
Pablo también enseñó el Segundo Mandamiento. “Ni seáis idólatras, como algunos de ellos [los israelitas durante el Éxodo]; según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar” (I Cor. 10:7). El Israel de mente carnal no tuvo la paciencia para adorar a un Dios que ellos no podían ver, así que ellos hicieron un “dios” físico para satisfacer sus lujurias físicas y carnales. Pero Dios sabía que esto ocurriría. A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre siempre ha rechazado a su Creador a fin de adorar a Su creación (Rom. 1:18-25).
En Mateo 15, Cristo enseñó en contra del quebrantamiento de varios de los mandamientos de Dios, incluyendo el tercero. “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios [Sexto Mandamiento ], los adulterios [Séptimo Mandamiento ], las fornicaciones, los hurtos, [Octavo Mandamiento ], los falsos testimonios [Noveno Mandamiento ], las blasfemias [Tercer Mandamiento ]” (vs. 18-19). La palabra griega usada aquí para “blasfemias” es blesphemia, que significa “hablar mal”, “crítica” o “vilipendio contra Dios”. En otras palabras, tomar el nombre de Dios en vano.
Pablo también les ordenó a los cristianos que no hicieran esto. “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas; ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Col. 3:8).
El Cuarto Mandamiento — observar el día de reposo en el séptimo día — es el que la mayoría de los cristianos profesos se rehúsan a obedecer. Muchos asumen que los hombres tienen la autoridad para cambiar el día de reposo a cualquier día que les plazca o les convenga.
No obstante, Cristo guardó el día de reposo en el séptimo día. Era Su costumbre. “Y vino á Nazaret, donde había sido criado; y entró, conforme á su costumbre, el día del sábado en la sinagoga, y se levantó a leer.”(Lucas 4:16 RV 1909). De hecho, el Nuevo Testamento dice que Cristo es “Señor aun del sábado” — no el Señor del domingo (Lucas 6:5). Cristo dice que Él “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8).
Pablo siguió Su ejemplo. Él enseñó en las sinagogas en el día sábado (Hechos 17:2 RV 1909). Y no sólo a los judíos, sino también a los gentiles. “Y saliendo ellos de la sinagoga de los Judíos, los Gentiles les rogaron que el sábado siguiente les hablasen estas palabras… Y el sábado siguiente se juntó casi toda la ciudad á oír la palabra de Dios” (Hechos 13:42, 44 RV 1909). En el capítulo 18, versículo 4, Pablo “Y disputaba en la sinagoga todos los sábados, y persuadía á Judíos y a griegos”. Pocos se preguntan por qué Pablo les enseñaría a los gentiles (quienes no estaban familiarizados con la observancia del sábado) a reunirse en el día sábado. ¿Por qué no hay evidencia de que él los guiara a guardar el domingo — el supuesto “Día del Señor?”.
Ahora note Hebreos 4, versículo 9: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios”. En los versículos 1, 3, 4 y 8, la palabra griega para “reposo” es katapausin. Ésta significa “descanso”. Pero en el versículo 9, la palabra griega para “reposo” es sabbatismos, la cual es una palabra hebrea — Sabbat, que significa “el día de reposo” — combinada con un sufijo griego — ismos, que significa “el guardar” o “el hacer”. Puesto junto, sabatismo significa “una observancia del día sábado”. Cuando es correctamente traducido, Hebreos 4:9 debe leerse: “Permanece entonces el guardar el día sábado para el pueblo de Dios”.
El tema de la observancia del sábado requiere de un folleto más extenso que contenga todas las pruebas disponibles, pero la observancia en el Nuevo Testamento del séptimo día, sábado, es establecida en Hebreos 4:9.
El segundo gran mandamiento
Los últimos seis de los Diez Mandamientos le enseñan al hombre cómo amar a su prójimo. “Honra a tu padre y a tu madre… No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás…” (Éxo. 20:12-17).
Siglos más tarde, Cristo dijo que cualquiera que quiere entrar en la vida eterna debe guardar estos mismos mandamientos: “No matarás [Sexto Mandamiento ]. No adulterarás [Séptimo Mandamiento ]. No hurtarás [Octavo Mandamiento ]. No dirás falso testimonio [Noveno Mandamiento ]. Honra a tu padre y a tu madre [Quinto Mandamiento ]” (Mat. 19:18-19). Cristo resumió éstos como: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, el segundo gran mandamiento (Mat. 22:39).
Años después del sacrificio de Cristo (el cual la mayoría de los líderes religiosos dicen que abole la ley), Pablo les enseñó estos mismos mandamientos a los gentiles convertidos en Roma. “Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Rom. 13:9).
En Efesios 6:2, Pablo les ordenó a los cristianos que obedecieran el Quinto Mandamiento honrando a sus padres. (Efe.6:2). Él les ordenó obedecer el Noveno Mandamiento: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (Efe. 4:25). Él observó el Decimo Mandamiento, diciendo: “Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” (Rom. 7:7).
El apóstol Santiago también advirtió contra los peligros de quebrantar el Décimo Mandamiento. “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15). Él continuó en el capítulo 4: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (vs. 1-3).
Como usted puede ver, todos los Diez Mandamientos fueron predicados a lo largo del Nuevo Testamento.
No es sorpresa que el apóstol Juan escribiera: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (I Juan 5:2-3).
¿Un nuevo mandamiento?
Después de examinar estas pruebas bíblicas, algunos todavía creerán que los Diez Mandamientos fueron abolidos, rehusándose a dejar lo que ellos siempre han asumido. Ellos podrían aun decir que los Diez Mandamientos fueron “remplazados” por el “nuevo mandamiento” que Cristo y Juan habían enseñado. Pero, ¿qué es este “nuevo mandamiento”? ¿Sustituye éste el guardar los Diez Mandamientos?
En Juan 13:34-35, Cristo dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
En Mateo 22:37-39, Cristo dijo que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero en Juan 13, Cristo da un nuevo y más alto estándar — que amemos a otros como Cristo nos ama a nosotros. Sólo aquellos con el Espíritu Santo de Dios morando en ellos pueden amar a las personas en la forma en que Cristo lo hace. “Por cuanto los designios de la carne son enemistad [hostiles] contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él… Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Rom. 8:7-9, 14). Esto está hablando de los verdaderos cristianos — ¡La Iglesia de Dios!
Cuando Cristo dijo: “Amaos los unos a otros, como yo os he amado”, Él les estaba hablando a Sus discípulos. Ellos, más adelante, fueron bautizados y recibieron el Espíritu Santo (vea Hechos 2), convirtiéndose en la Iglesia del Nuevo Testamento. Sólo los verdaderos cristianos — aquellos con el Espíritu de Dios en sus mentes — pueden tener la esperanza de amar a otros como lo hace Cristo. El hombre carnal no puede.
Pero, ¿qué acerca del “nuevo mandamiento” en I Juan 2:8? “Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra”. ¿Qué es lo que es “verdadero en Cristo” y “en” los cristianos?
La respuesta está en Juan 16:13-15, donde Cristo animó a Sus discípulos en la víspera de Su crucifixión. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque [éste] no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque [éste] tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que [éste] tomará de lo mío, y os lo hará saber”.
Es el Espíritu Santo — el “Espíritu de verdad” — el que es “verdadero en Cristo”, y en Sus siervos, miembros de Su Iglesia. Este mismo espíritu separa al pueblo de Dios del mundo, convirtiendo sus mentes en la mente de Cristo. El Espíritu Santo habilita la mente del cristiano, facultándola para amar en la forma en que Cristo y Dios el Padre lo hacen. Sin este, ningún ser humano puede cumplir de manera perfecta I Corintios 13: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (vs. 4-8).
En II Juan 5-6, Juan escribió: “Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio”. Esta escritura no remplaza o elimina los Diez Mandamientos. En cambio, los refuerza.
Los Diez Mandamientos existieron antes de Moisés, desde el tiempo de la Creación. Todos los diez fueron enseñados a lo largo del Nuevo Testamento. Ellos aún están en efecto hoy día.