¿Qué está haciendo Dios hoy sobre el planeta tierra?
La opinión predominante entre los cristianos profesos del mundo es que, desde el tiempo de Cristo, Dios ha estado tratando desesperadamente — aun frenéticamente — de salvar a cada ser humano. Una persona ya sea que “acepte a Jesús como su Salvador personal” en esta “era cristiana” o está condenada al “tormento eterno en el fuego del infierno”.
Dios supuestamente está en una clase de combate de lucha libre cósmica con Satanás, y sorprendentemente, si este fuera el caso, Satanás está ganando. Por supuesto, también están aquellos que observan los muchos males que ocurren en el mundo y suponen que Dios no existe; o si existe, es evidente que no está haciendo nada para remediar la situación.
Nosotros en la Iglesia de Dios reconocemos que nada de lo anterior es cierto. Nos ha sido dado un entendimiento especial que el mundo no ha conocido, como el apóstol Pablo afirma en Colosenses 1: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (vs. 26). Este misterio — este conocimiento del Plan Maestro de Dios — se revela a través de Sus valiosos y significantes siete Días Santos anuales.
Como se señala en Deuteronomio 16:16, estos días están divididos en tres fases distintas, cada una de las cuales gira en torno a una temporada particular en Palestina: “Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante del Eterno tu Dios en el lugar que él escogiere: [1] en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y [2] en la fiesta solemne de las semanas [o primicias], y [3] en la fiesta solemne de los tabernáculos”. Y al igual que las estaciones, cada fase del Plan de Dios sienta las bases para la siguiente.
La fase uno, que incluye la Pascua, está completa en un sentido físico, en que la muerte y Resurrección de Jesucristo es un evento del pasado. Por supuesto, recién habiendo salido de este período, entendemos que la importancia espiritual de esta fase aún es una realidad. Debemos continuar poniendo el pecado, tipificado por la levadura, fuera de nuestras vidas y vivir de acuerdo al Camino de Dios, tipificado por el pan sin levadura. Observar los días que constituyen la fase uno nos recuerda este continuo deber cristiano.
La realización física de la fase uno preparó el camino para la siguiente fase en el Plan de Dios: la siembra de Su reino, el cual es ilustrado por la Fiesta de las Primicias (o Pentecostés). ¡Esta fase es crucial, ya que no puede haber vida sin semilla — y sin vida, el reino de Dios no puede existir! Justo ahora, Dios está sembrando semillas alrededor de todo el mundo.
¿Qué será de estas semillas?
Cosecha de las primicias
En el antiguo Israel, dos cosechas eran recogidas por las personas. En primavera hasta el inicio del verano, recogían una cosecha pequeña de diversos granos, conocida como primicias. En el otoño, una cosecha mucho más grande era recogida (más sobre esta cosecha después). La pequeña cosecha de las primicias ilustraba (1) a Jesucristo como el primero de las primicias; (2) aquellos llamados por Dios en la era del Antiguo Testamento (Abraham, Isaac, Jacob, David, Jeremías, etc.); y (3) la Iglesia del Nuevo Testamento compuesta de aquellos llamados durante y después del tiempo de Cristo.
En Levítico 23:9-11, Dios ordenó que los israelitas no podían comenzar la cosecha de los primeros frutos sino hasta el día después del sábado semanal que caía durante los Días de Panes sin Levadura. Una gavilla de las primicias había de ser cortada y traída al sacerdote. Este corte de la gavilla representaba la muerte de Cristo, quien fue literalmente “cortado de la tierra de los vivos” (Isa. 53:8). El sacerdote había entonces de mecer la gavilla hacia el cielo. En esta parte de la ceremonia, la ofrenda mecida, como la primicia que fue cosechada, representaba a Cristo resucitado ascendiendo al cielo y ofreciéndose a Sí mismo al Padre como un cordero sin mancha.
La importancia de este paso puede ser visto en Levítico 23: “No comeréis pan, ni grano tostado, ni espiga fresca, hasta este mismo día, hasta que hayáis ofrecido la ofrenda de vuestro Dios” (vs. 14). ¡Dios en realidad les prohibió a los israelitas comer algo de la cosecha hasta que presentaran las primicias de ésta — era así de importante!
Dios les dijo a los israelitas que contaran 50 días a partir de (e incluyendo) el día después del sábado mencionado anteriormente. Esto marcaría el día de la Fiesta de las Primicias, o la Fiesta de Pentecostés, que significa “quincuagésimo”.
El versículo 17 da una mayor comprensión de la importancia de este día: “De vuestras habitaciones traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura, como primicias para el Eterno”.
Note que dos panes habrían de ser ofrecidos, y que eran llamados “primicias para el Eterno”. Esto no puede estar hablando de Cristo, ya que Él fue ofrecido simbólicamente como primicia 50 días antes. Estas hogazas de pan ilustran a todos los que han sido, y aquellos que aún serán, llamados por Dios antes del Regreso de Jesucristo. Una hogaza de pan simbolizaba a todos los llamados en la era del Antiguo Testamento; la otra simbolizaba a aquellos llamados en la era del Nuevo Testamento. Y puesto que todos los seres humanos han pecado, estos dos panes eran horneados con levadura, que tipifica al pecado (I Cor. 5:8). Levítico 23:20 explica que estos dos panes habían de ser mecidos ante Dios de la misma forma que la gavilla mecida (la cual representaba a Cristo) era mecida 50 días antes, y que eran sagrados para Él.
Semilla infértil
Usted podría estarse preguntando por qué la nación de Israel no cumplió la fase dos del Plan de Dios. Después de todo, ellos observaron la Fiesta de las Primicias.
Hace miles de años, en el Día de Pentecostés, Dios le dio a Israel Su Ley desde el Monte Sinaí (Éxo. 20). Explicó en detalle lo que Su pueblo necesitaba hacer para recibir Su protección y bendiciones abundantes. Prometió guiarlos en el camino correcto, en el único camino que lleva a la verdadera paz y felicidad.
Dios quería que Israel fuera la semilla física de Su reino (Éxo. 19:6). Quería que prosperaran y florecieran en la tierra que prometió darles — la tierra Prometida de Canaán. Y quería que ellos fueran una nación modelo, esparciendo Sus caminos alrededor de todo el mundo. Otras naciones habían de ver a Israel y decir: “Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta” (Deut. 4:6).
Sin embargo, Israel no logró convertirse en la semilla del reino de Dios. El pueblo no cumplió el propósito de la Fiesta de las Primicias. “No guardaron el pacto de Dios, ni quisieron andar en su ley; sino que se olvidaron de sus obras, y de sus maravillas que les había mostrado” (Sal. 78:10-11).
¿Por qué falló Israel? En conjunto, Él no les dio Su Espíritu Santo, el cual les habría dado el PODER para vencer el pecado y obedecerle plenamente. Ellos habrían tenido la fortaleza para resistirse de copiar los caminos de las naciones a su alrededor. El Espíritu de Dios fue dado sólo a unos pocos.
En Romanos 8, Pablo declara: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (vs. 7-8). Sin el Espíritu Santo guiándolos, los israelitas simplemente no podían obedecer a Dios.
¿Cuál fue entonces el rol de Israel en el Plan de Dios? Dios permitió que múltiples generaciones de Israel y Judá probaran, a través de cientos de años de experiencia humana, que sin el Espíritu Santo la humanidad es absolutamente incapaz de obedecerle y resolver los problemas y males humanos. La humanidad es incapaz de discernir el bien del mal, aun con Dios explicándole con gran detalle que debe y no debe hacerse, tal como lo hizo con los antiguos israelitas.
Las fallas de Israel sirven como ejemplos a aquellos llamados ahora (I Cor. 10:6). Aun con Su Espíritu en nuestras mentes, todavía estamos sujetos a transgredir la Ley de Dios. Debería ser suficiente que Dios dijera no hacer algo. Pero como seres humanos, tener ejemplos de la vida real de los cuales aprender ciertamente ayuda. En el futuro, todos — incluyendo al antiguo Israel — tendrán la ventaja de aprender tanto de nosotros como de los israelitas.
Siembra espiritual mundial
Puesto que Israel falló en sembrar el mundo con el camino de vida de Dios, una nueva nación debió ser levantada por Dios. Esto es simbolizado en la historia de Rut, quien, como una viuda gentil en Moab, fue descrita como un tipo de la Iglesia del Nuevo Testamento. En un sentido, el rol de su suegra, Noemí, podría ser considerado paralelo al Espíritu Santo (aunque, por supuesto, el Espíritu de Dios no es una persona) en que ella llevó a Rut hacia Israel. Cuando llegaron, la cosecha de las primicias estaba en curso (Rut 1:22). Noemí dirigió a Rut hacia un rico terrateniente llamado Boaz, quien era un tipo de Jesucristo. Con el tiempo, Boaz llegó a amar a Rut y se casó con ella.
En general, esta historia ilustra el futuro matrimonio de Cristo con la Iglesia, la cual, a diferencia del antiguo Israel, está compuesta de personas de todas las naciones. Esto es revelado en Romanos 9:25-26: “Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente”. Dios ya no se está limitando más a Sí mismo a una nación física.
El domingo 17 de junio del año 31 marcó el comienzo de la siembra de Dios en todo el mundo. En ese día, los discípulos de Jesús se reunieron en Jerusalén y observaron la Fiesta de las Primicias. “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:2-4). Los discípulos se habrían perdido esta increíble experiencia si no hubiesen observado el Pentecostés.
Las primicias espirituales de Dios fueron engendradas ese día, y una nueva nación comenzó — la nación espiritual de Israel. ¡A diferencia del antiguo Israel, esta nación en su totalidad no fallará — y no puede! El éxito está garantizado debido al asombroso poder del Espíritu Santo de Dios guiando las mentes de Su pueblo. Las semillas de las primicias que constituyen esta nación brotarán un día en el reino de Dios. Aunque algunos miembros individuales de esta nueva nación caerán, no habiendo aprendido de los ejemplos del antiguo Israel, la nación en conjunto tendrá éxito.
Dios está escribiendo la Ley, o constitución, de Su reino dentro de nuestros corazones a través del poder de Su Espíritu: “Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo” (Jer. 31:33, Nueva Versión Internacional).
De la misma manera que la semilla física lleva un código genético requerido para producir cierto tipo de planta, la semilla espiritual de Dios lleva información necesaria para producir miembros de Su reino. ¡Las cualidades necesarias para heredar ese reino están siendo creadas dentro de Sus primicias espirituales — usted y yo!
El reino se expande
El avance de la simiente de Dios no puede ser detenido por nada ni nadie — ni siquiera Satanás el diablo. Las semillas espirituales del reino de Dios han sido sembradas, y producirán fruto abundante — fruto que llevará a la vida eterna (Rom. 6:22). Cuando Jesucristo regrese, todas las semillas espirituales brotarán para establecer el reino de Dios aquí sobre la tierra. Vastas cantidades de semillas “dormidas” (habiendo producido ya maravilloso fruto) “en los sepulcros oirán su voz…y saldrán a resurrección de vida” (Juan 5:28-29).
Jesús compara el crecimiento del reino de Dios con un grano de mostaza, “que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas” (Mat. 13:31-32). Aunque el reino de Dios comienza pequeño — la Iglesia es el reino en embrión — este ciertamente no concluirá de esa manera. Igual que el grano de mostaza, este se expandirá eventualmente a un tamaño increíble.
Las primicias espirituales de Dios inicialmente tendrán dominio sólo sobre la tierra; pero en Hebreos 2, Pablo, citando a David, dice que la humanidad heredará un día todas las cosas: “Todo lo sujetaste bajo sus pies… pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (vs. 8). La frase “todas las cosas” también puede ser traducida “el universo”. Piense acerca de tener esta clase de poder.
Pero antes de que a la humanidad le sea dado gobierno sobre el vasto universo, otra cosecha debe tener lugar.
Fase tres
Después del regreso de Cristo, la fase final del Plan de Dios comenzará. Los reinos de este mundo serán aplastados (Dan. 2:34), y el reino de Dios — Cristo y las primicias — comenzarán a gobernar en su lugar (Dan. 7:18, 22; Apo. 11:15). Satanás el diablo, la causa de los males de este mundo, será atado en un abismo por 1.000 años (Apo. 20:1-3). Luego, la paz, prosperidad y salvación cubrirán el planeta, ilustradas por el festival de siete días conocido como la Fiesta de Tabernáculos.
Durante este tiempo, a todos les será ofrecido el Espíritu Santo. Las primicias le enseñarán a la humanidad las leyes de Dios. La mayoría eventualmente tendrá éxito en vencer y será cosechada hacia el reino, uniéndose a las primicias.
Finalmente, la conclusión del gran Plan de Dios tendrá lugar al término de los 1.000 años. Cada ser humano que haya vivido alguna vez — quien jamás haya sido llamado por Dios, a quien jamás se le haya ofrecido la salvación — será resucitado a vida física. A ellos, también, les serán enseñados los caminos de Dios. La mayoría vencerá el pecado y será cosechada hacia el reino, uniéndose a las primicias y a aquellos cosechados durante el milenio. Esto concluirá la siembra del reino de Dios.
Como se mencionó anteriormente, esta cosecha espiritual final de seres humanos fue ilustrada por la cosecha de otoño del antiguo Israel, la cual siempre era más grande que la que ocurría durante la primavera.
A medida que otra Fiesta de Primicias viene y se va, tome tiempo para considerar lo que este día representa — considere su rol en el Plan de Dios para la humanidad. ¡Ríndase completamente al Sembrador Maestro, y Él sembrará su mente con el asombroso poder de Su Espíritu Santo — y le guardará de convertirse en semilla infértil!